martes, 19 de febrero de 2008

Desnuda ensoñación


Cuando acabó el libro, la invadió una dulce languidez. Como le sucedía siempre, no podía dejar de pensar en la heroína de la novela, en las muchas y terribles vicisitudes por que el autor la había hecho pasar. Comparaba todo ello con su vida muelle, aburrida, desocupada, de esposa de un hombre sin atributos que lo acreditaran como tal. Sin saber por qué, el tacto de las sábanas tibias se le tornó demasiado áspera para sentir su cuerpo, que comenzaba a sentir una nerviosa desazón. Poco a poco, se fue despojando de todas las prendas nocturnas que cubrían su piel, hasta que sus formas fueron brotando en toda su desnudez, iluminada por el resplandor que entraba por el amplio ventanal. Se sorprendió de encontrarse bella y armónica, en contraste con la tapa rugosa del libro. Con la yema de los dedos se recorrió las piernas, y se sonrió al hallarlas intactas. El sosiego la fue meciendo poco a poco, y el sueño la envolvió por completo. En él, imaginó que su marido era aplastado por una campana que caía de una torre. Se despertó empapada. Pero no supo determinar si de terror o de placer.

lunes, 18 de febrero de 2008

De vuelta


Cuando el muchacho se fue a encontrar con los colegas, la sonrisa iluminaba su cara, y los brazos le colgaban tensos mientras sostenían las bolsas de plástico que contenían las bebidas que ingerirían esa noche. "A ese precio, sí se puede". Los amigos con quienes había quedado ya habían llegado al lugar del encuentro, que parecía que había sido elegido por otros grupos con idénticas intenciones. Cada uno había llevado una parte proporcional de alcohol y de pequeños bocaditos con los que ayudar a diluir la ingesta líquida. La noche discurrió, como siempre, hasta la madrugada. Y transcurrió, como siempre, entre risas, alcohol, bromas, alcohol, flirteos, alcohol, música, alcohol, peleas, alcohol, estridencias, alcohol, imaginación, alcohol, ruidos, alcohol, bailes, alcohol, camaradería, alcohol, pastillas, alcohol; todo ello aderezado, como viene siendo habitual, por generosas dosis de alcohol y pastillas.
Cuando regresa, aquel
muchacho ya no es, o es alguien distinto; tal vez más en un orden, menos en otro. Pero, sin discusión, a la vuelta ya es alguien de vuelta de todo; de todo, menos de estar de vuelta.

Amor, sólo en apariencia


Cuando vi a aquellos cisnes, lo primero que me llamó la atención fue el brillo del sol sobre su plumaje y el contraste que prendió entre ambos. Luego, absorto en sus evoluciones, comprobé que nunca nadaban juntos, que iban por lugares distintos, y sólo ocasionalmente llegaban a acercarse cuando confluían en el centro. No podía saber cuál era su género, aunque he de reconocer que el morbo de un posible encuentro me demoró en exceso en el estanque. Una vez, en el mismo centro que aproximaba sus recorridos, se detuvieron uno frente al otro, y sus cuellos subieron y bajaron dos o tres veces, casi al unísono, lo cual se me antojó una especie de cortejo o, al menos, un saludo amistoso. Después, hundieron en el agua al mismo tiempo esos largos cuellos con sus cabezas; en mi ingenuidad, llegué a imaginar un largo beso subacuático y que sus formas al unirse semejarían un corazón. Y, sí, durante un segundo, al salir, formaron dicho corazón, pero de seguido, mientras cada uno tiraba de una parte de la bolsa de plástico, la violencia se adueñó del estanque, y sus bellas formas se transformaron en plumas rotas, carnes desgarradas y aguas sucias teñidas de sangre. Al llegar a casa, anoté dos apuntes nuevos en mi diario: uno sobre mi irredento romanticismo; otro, sobre etología aplicada al ser humano. Con el primero logré mejor prosa; con el segundo, más credibilidad.

sábado, 16 de febrero de 2008

La salsa de la vida


--Es que no me lo puedo creer aún; ¿pero estás segura, Puri?
--Como te lo cuento, Mari. De muy buena tinta lo sé: el Tomate, suprimido
--Cielos, pero, entonces, ahora, ¿nuestras tardes? Madre mía, no sé, lo veo todo muy confuso
--Yo también estoy compungida, hija, y hace casi dos días que no me echo pasto alguno a la boca
--Bueno, pero no te preocupes, que algo seguro que te echas de cualquier modo
--¿Qué quieres decir?
--Nada, nada, no seas tan susceptible. En fin, tú sabrás
--¿Qué es lo que he de saber, a ver? ¿Que tu marido te la pega con tu cuñada, por ejemplo?
--No, no, para nada. Que los machos de la manada se hacen apuestas sobre quién ha estado más veces contigo
(¿Cómo dijiste? ¿Que mi marido me la está pegando con mi cuñada?)
--Como te lo cuento, hija, lo siento, pensé que lo sabías (¿Que están haciendo apuestas conmigo, dices?)
--Talmente, mi querida pécora (Pero eso es imposible, si hace que no se ven...)
--¡Víbora infame!, madre desnaturalizada, que tienes a tu familia hecha un desastre (Mira que les dije que de lo nuestro ni una palabra...)
--Bicho cruel, que tienes a tu marido siempre a dieta...
--Más a dieta vas a estar tú a partir de ahora, sin el Tomate
--Ay, el Tomate, ¿qué será de nosotras, Puri?
--No sé, Mari, de verdad que no lo sé

jueves, 14 de febrero de 2008

La casita linda


A la casita linda llegaron los dos hermanos, exhaustos y con hambre. El uno, preguntaba sin parar y no dejaba de moverse; la otra husmeaba el ambiente intentando ventear algún posible peligro. Los dos eran ávidos lectores de cuentos, y se imaginaban que dentro habría seres extraordinarios. Ella, brujas crueles y ogros enormes, monstruos horribles y vampiros inmortales. Él, caballitos voladores y gnomos dulces, mayordomos de caramelo y hadas luminosas. Sin embargo, ambos dudaron si deberían entrar. Dudaron también sobre si asomarse a las ventanas sería una buena idea. Al final, e instantes antes de que se echaran a temblar por la emoción, la voz tonante de su madre, instándoles a entrar y a lavarse las manos para la cena, los dejó paralizados y sin capacidad de reacción. Lo que les hizo reaccionar por completo, fueron las manazas del padre, que pellizcando sendas orejas logró arrancarlos de su mutismo y hacerlos ingresar en el delicioso porche de la casita linda.

Todas aquellas manos


Las manos sirvieron aquella noche para gesticular, para bendecir, para tomar alimento, para acariciar, para expresar asombro ante lo que sobrevendría; también, para sostener una bolsa con dinero. Fue una noche de muchos planes, de muchas sorpresas, de demasiadas preguntas sin formular y con muchos silencios encubiertos. Todas las manos participaron, y llegaron en ocasiones a entrelazarse. Pero sólo una empuñó el arma fuera del tiempo convenido y se encargó de eliminar los sueños de las demás.

miércoles, 13 de febrero de 2008

La altura del Arte


La altura del Arte, en perspectiva, es engañosa. No sólo es ya que el derrotero no sea lineal sino tortuoso, que tampoco sea ascendente sino con altibajos. Es que, a poco que se piense, se puede notar que la Naturaleza asciende más y mejor sin tanto esfuerzo, como se puede observar en la lenta, pero irreductible e imparable ascensión hacia los cielos de los árboles, o en el vuelo grácil, impredecible e inagotable de las aves, que pueden llegar más alto en menos tiempo y con resultados notablemente más perfectos en sus precisas evoluciones. Con todo, seguimos produciendo Arte y, como nos cuesta mucho esfuerzo y energía, lo seguimos colocando por encima de la Naturaleza, sobre todo si el encuadre fuerza el contrapicado. Pero, es preciso insistir, la profundidad y la altura del Arte, con o sin perspectiva, es harto engañosa, nos encontremos donde nos encontremos; hagamos lo que hagamos.

martes, 12 de febrero de 2008

Complicidad


A la nena le habían dicho siempre que a los santos (y a sus estatuas) había que rezarles mucho, porque así le concederían sus favores, si se lo pedía con la humildad y la inocencia debidas. Pero ella se conformaba con mirarlas y seguir con sus ojos las curvas, los rizos, los rostros, los huecos cincelados o devastados por el tiempo, la policromía sutil de la piedra. Ese domingo, sin embargo, una voz en su interior le pidió con urgencia ayuda. Desconcertada, por unos instantes no supo cómo reaccionar. Pero después no le cupo duda, aquella estatua le hablaba. Y le pedía que le tocara el pie, pues quería sentir de nuevo el calor humano, que ahora se le hurtaba tanto. Sin pararse a pensar en cómos ni porqués, se adelantó de donde se hallaba y se acercó a la escultura que se encontraba exenta en el medio de aquel claustro. La miró, se sintió extrañamente muy próxima a ella, y sin mediar más palabra, colocó su manita sobre el pie desnudo del santo. La dejó allí un ratito, mientras no dejaba de mirarle el rostro barbado y serio, esculpido hacía siglos. Después, la apartó con suavidad. Cuando la niña regresaba, urgida por los padres, un pequeño rictus de la estatua dulcificó la expresión por un instante. La niña no necesitó darse la vuelta para captarla en toda su intensidad.

lunes, 11 de febrero de 2008

Vía hacia los cielos


Al llegar a la capilla, algo se tornó inestable en mi interior. Un torbellino de sensaciones fueron surgiendo a medida que mis ojos recorrían el pequeño recinto. La mirada fue dirigida por los nervios de la crucería hacia la clave de bóveda, de una sencillez sobrecogedora. Mi fe siempre fue indudable, pero ahora sentía que me elevaba, que me transportaba a las alturas celestiales. Deseaba reunirme con Dios, ansiaba su compañía... cuando una escalera brillantísima apareció en el centro e iluminó la estancia con su radiante pureza. ¡Me ha oído! ¡Es la señal! Eso pensé. Y, sí, en efecto lo era. Pero la escalera no era divina, sino humana; no era de luz, sino de madera; no conducía al cielo, sino hasta un poco más abajo del techo; y no era recta, sino quebrada y decreciente. Temblé, dudé, y en la duda se resolvió todo. La costalada fue de impresión, y para castigar mi tibieza, mis vértebras sufrieron una revelación: la gran cantidad de fisuras que las recorren desde entonces. Quedé muy resentido, en el cuerpo, en mi alma y en mi fe. Sobre todo en mi fe, claro, porque después de ir a Lourdes, a Fátima y a Torreciudad, aún continúo en silla de ruedas.

domingo, 10 de febrero de 2008

Gregarismos


Después del agotador día de visitas, la profesora se compadeció de los alumnos y les dijo que disponían de una hora libre donde podrían ¡por fin! hacer lo que quisieran, siempre que se comportaran con el civismo esperado y, transcurrido ese tiempo, se encontraran todos en el mismo lugar en que se hallaba aparcado el autobús. La alegría cundió en las filas de los chicos, que se iban a ver libres de las imposiciones y de la obligación de ir todos juntos a todos lados, oyendo explicaciones no pedidas y visitando lugares que se les daba una higa. Después de un rato de un nervioso y alegre desconcierto, los muchachos hallaron el mejor modo de sentirse bien, libres, sin ataduras y estando donde habían decidido voluntariamente estar.

sábado, 9 de febrero de 2008

Entrega



Harto de su propia historia, de los rumores que su figura destilaba, del temor que suscitaba entre las gentes, de su poderío ancestral, de no encontrar jamás rivales a su altura; hastiado de la rutina temporal de los sacrificios de héroes y doncellas, de la monotonía geométrica de su residencia sin salida; avergonzado por los orígenes impuros de su nacimiento y convencido de la inutilidad de luchar contra su destino, el Minotauro, ya viejo y fatigado, cansado de prever con antelación todo cuanto pudiera sucederle, se despojó de su escasa vestimenta, relajó sus miembros y se dispuso a aguardar la violencia ambiciosa y embaucadora del héroe, que se adentraba ya en el quebrado recinto, y caminaba tan seguro de sí, como lo estaba él mismo del desenlace final.

Inspiración


Apoyado en un banco contra un pajar, el joven caminante buscaba afanoso las palabras que le faltaban para acabar una canción que estaba componiendo. Mientras, rasgaba su guitarra con más mecánica que técnica, y con la mente más puesta en las rimas que en los acordes. Al rato, maldijo. Era normal, pensó, que en un pueblo tan horroroso, con las casas medio derruidas, sin apenas un alma, con más barro que hormigón, con más suciedad que líneas rectas, era normal que no pudiera inspirarse con la suficiente calidad. Así estuvo un par de horas. Hasta que pasó un campesino, que le hizo un ademán no tanto de indicación como de saludo, pero que con la mano dirigió su mirada hacia la calle más ancha. Y entonces contempló la conjunción sencilla y exacta de una farola antigua atravesada por un níveo contraluz, de la nitidez del primer plano y de la borrosidad del fondo, y del cromatismo terroso y uniforme del adobe. Se sonrió. Lamentó las maldiciones precedentes. Y la letra de la canción comenzó a surgir con fluidez y aliento, sin que nada la estorbase en su brotar.

Listos pájaros bobos


--¿Habéis visto? Nos llaman pájaros bobos -dijo el primero.
--¿Qué dices? Eso son majaderías -terció el segundo.
--Chorradas. Todo el mundo sabe que somos pingüinos -acotó el tercero.
--Además, sólo hay que mirarnos con cierto detalle para saber que no somos nada bobos -sentenció el cuarto.

Tras esa plática, los cuatro se sintieron muy fatigados y decidieron echarse a dormir un buen rato, sin hacer caso a nada más, y tanto y tan bien lo hicieron, que incluso casi se les pasa la hora del avituallamiento de la tarde, cuando más gente había.

--Ya están ahí todos. Ahora veréis -advirtió el cuarto.
--¿Qué veremos? -inquirió el primero.
--Que de bobos no tenemos nada, nada, más bien al contrario -reafirmó el tercero.
--Desde luego. Adoptemos, pues, una actitud individualista, seria, bien diferenciada -resolvió el segundo.

Así lo hicieron, y un instante después fue cuando el crío pelirrojo tiró la foto.

viernes, 8 de febrero de 2008

Mirando a lo alto


Cuando se camina mirando al suelo, en busca de quién sabe qué pensamiento o qué objeto extraviados, se pierde uno muchas cosas: la oportunidad de contemplar la ciudad propia como si fuera ajena, como si uno estuviera de viaje, conociéndola de nuevo; la posibilidad de ver cómo ciertas aves se aman o cómo desde lo alto nos vigilan y se apropian de nuestras costumbres; la capacidad de verse más pequeño de lo que uno en realidad es, curarse la prepotencia y aprender alguna lección de realismo vivificante; y también, comprobar que los edificios se mueven con nosotros, que cobran nuevas perspectivas, que a veces nos siguen, que se alargan y se encogen, que se modifican a nuestros ojos, que se combinan entre ellos, como si se gustaran y se acercaran a susurrarse algo. Si disponemos de la capacidad mental de seleccionar y aislar cuanto se ofrece a nuestra vista, y, además, tenemos una cámara a mano y la imaginación lista para las sensaciones que surjan, podemos ver surgir mundos nuevos a cada paso que demos.

Por aguardar la eternidad


Al principio, el Maestro le dijo que se humillara, que lo adorara, que lo tuviera siempre presente en sus pensamientos, que la vida que le esperaba compensaría todos los sacrificios, todas las carencias. Después, le dijo que se prosternara a sus pies, que confiara todos sus instintos a su benevolencia, que él proveería. Más adelante, le impuso el designio de la postura más animal, que le reconciliaría con el universo, que hiciera de la inmovilidad una redención de todo su pasado vergonzoso e impío. Nunca más volvió a oír sus palabras. El cumplió sus prescripciones al pie de la letra, hasta sus últimas consecuencias y fue tomado como ejemplo durante generaciones. Hasta nuestros días, en que el paso del tiempo ha borrado todo designio, toda vida prometida, toda huella posible, y ya nadie sabe quién fue, o qué representa, o por qué está allí o, simplemente, qué es.

jueves, 7 de febrero de 2008

Manipulando emociones


El papá se había ido hacía unos meses, pero la madre, antes de separar sus destinos, había hecho una copia en color de su carné de identidad, que llegó a plastificar, no sabía bien por qué. Sus hijos lo recordaban casi siempre mirando de frente, pero la pequeña tenía grabada la imagen de su cara. Nadie sabía cómo, pero aquellos rasgos resultaban nítidos en su recuerdo, donde aparecían con una expresión adusta, pero serena. Un día, mientras lloraba con desconsuelo, su madre comprobó por azar que dejarle aquella copia en plástico duro entre sus manitas tenía un efecto balsámico y reparador. Poco después su hermano también aprendería que quitársela tenía unas consecuencias contrarias, y que le otorgaba un excitante poder. Pero lo suyo ya nada tuvo que ver con el azar.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Alineamiento


La explosión dejó a todos en suspenso, y quienes antes reaccionaron fueron los gatos, que comprendieron el alcance de aquel impacto. Miraron al cielo, y entendieron que el momento había llegado. Todo se alinearía con la conjunción astral que dio origen a todo y lo transformaría todo, y así una nueva era daría comienzo. Los gatos comprendieron, los gatos lo supieron enseguida. Pero los gatos tenían hambre, mucha hambre. También ellos se alinearon. Y salieron de caza.

Asomados al balcón



Asomados al balcón, contemplaban la vida con la placidez de los amantes eternos y correspondidos. Todo se desarrollaba allí debajo, a sus pies, mientras permanecían ajenos a todo su bullicio. Creyeron que nadie los veía, que su felicidad era invisible, que podían amarse a la vista de cualquiera. Pero la gente murmuraba, muchos criticaron, y para alguno incluso llegó a resultar insoportable que dicha unión fuera exhibida sin pudor. El concejo deliberó en una sesión secreta. Contrataron a un hechicero, que lanzaría un conjuro para destruirlos para siempre sin dejar huellas. Y así lo hizo una noche de luna nueva, pero su amor era tan grande y su inocencia tanta, que el embrujo chocó con tan grandes sentimientos, que dio lugar a una masa en relieve que todos reconocieron, que todos siguieron viendo, condenados a la eternidad de la piedra.

miércoles, 30 de enero de 2008

Caballito libre


Me miran tanto, que ya no sé qué pensar. Me miran, ladean la cabeza, acercan sus miembros, tocan el cristal. ¿Qué se imaginarán desde ahí dentro? Son tan extraños, los humanos, siempre en grupo, siempre distintos, por oleadas; nunca están de uno en uno. ¿Cómo podrán vivir así, sin pasar nunca dos veces por el mismo sitio? Pero me resulta tan gracioso que me miren de esa forma, como si se sorprendieran de verme. Claro, a lo mejor no saben quién soy, ni por qué les miro con cierta pena, porque es que me dan lástima, los pobres, siempre encerrados ahí, tras el cristal, sin poder respirar este agua rica y limpia. Sí, va a ser seguramente eso, que no saben quién soy ni cómo me llamo, pero me da que no lo van a saber nunca, porque se lo digo todos los días varias veces, y ninguno me contesta. Se limitan a hacerme muecas y a mirarme, y a ladear la cabeza, y a tocar el cristal. Lo cierto es que la cautividad vuelve muy graciosos a los humanos.

martes, 29 de enero de 2008

Los surferos


Los surferos se adelantan a todos. Por encima de las cabezas de quienes les observamos atónitos, sus tablas divergen en su carrera infinita sobre la ola eterna. No se mueven, pero todos les vemos cómo se deslizan, cómo compiten por tomar mejor la entrada, por arquear mejor su musculatura de metal, por equilibrar sus proporcionados miembros. Día tras día, los surferos nos deleitan en una carrera que nadie inició, pero a la que se vieron abocados sin posibilidad de elección. De día y de noche, con sol y bajo el agua, su simétrica asimetría no nos mueve a una reflexión, sino a seguir contemplándolos, imaginando quién antes, quién más tiempo. Los surferos, es evidente, nos llevan mucha ventaja: se nos han adelantado a todos.

lunes, 28 de enero de 2008

Haylas, sí, a tanto el vuelo


Decían que corren malos tiempos para la lírica, y para todo lo que no sea lo que ya sabemos. Pero hay quien sigue creyendo en brujas, meigas, xanas y otros súcubos. Yo soy de ellos. He visto a una, y la he fotografiado. Regresaba a casa, cansada, tras muchos vuelos al lado de la catedral, donde trabaja. Antes, la cosa tenía más romanticismo, más glamour, incluso, aunque oscuro e inquietante. Ahora, la meiga trabaja por horas, tiene las vestimentas ajadas, los zapatones sin suela y el cansancio la hace pensar más de lo que debiera. Cuando regresa a su agujero, cuenta sus monedas y se toma un brebaje más de lo indicado. Quizá así olvide que se llama Salustiano, y que no se hacen tres años en la Escuela de Teatro para acabar haciendo vuelos de escoba por horas, y por la voluntad.

domingo, 27 de enero de 2008

La puerta de todo inicio, de todo final


A punto de ser tomada la fortaleza, sorprendió a todos que los defensores dejaran de arrojar proyectiles y de concentrarse en proteger la entrada principal. El ejército atacante se acercó con sigilo, suspicaz ante una posible celada. Cuando el silencio y la inactividad se prolongaron mucho tiempo, se acercaron a la puerta principal. Allí vieron aquellas extrañas figuras, retorcidas e incomprensibles, pero con vagas formas que recordaban algo horrible. No supieron decidir si eran demonios protectores de la ciudad o la decoración de una civilización remota, o, como alguien planteó, los restos de cuantos quisieron tomar la ciudadela con anterioridad, mostrados al mundo en señal de aviso. Contra todo pronóstico, las tropas atacantes no supieron qué hacer. Poco a poco ya no supieron qué hacían allí. Poco a poco los días se fueron sucediendo. Poco a poco, la puerta se fue llenando de más y más formas que nadie llegó a reconocer.

sábado, 26 de enero de 2008

Incubación


Tras perder las hojas, los árboles del bosque se morían de frío, pero ninguno osaba decirlo. Ni el castaño, tan imponente, ni el haya, desde su altura, ni el roble, tan anciano, ni ninguno de los otros querían confesar que se encontraban helados. Sin embargo, no dejaban de mirar al suelo, donde se hallaban los restos que habían ido dejando escapar a lo largo del crudo otoño. La escarcha lo cubría todo y el silencio era rotundo. Mientras los árboles tiritaban, debajo, cubierta por el lecho de hojas y aislada de la gelidez del aire, dormitaba la única semilla que se encontraba intacta, segura contra todo, aguardando tiempos mejores. Todos los árboles miraban con sus ramas hacia el suelo, porque la oían palpitar. Ninguno sabía con exactitud a quién pertenecía ese futuro inmediato ni a quién le sería otorgada la ansiada descendencia. Ninguno lo sabía, pero cada uno confiaba en ser él el elegido. Entre tanto, seguían helándose a la intemperie. En silencio, pues ninguno dijo nada. Sólo aguardaban.

viernes, 25 de enero de 2008

Combate de piedra


En el mundo de los dos soles, los dos monstruos se divisaron a lo lejos, tras haberse buscado durante meses, años, siglos. Al fin estaban el uno frente al otro. Pero, ahora que podían dar rienda suelta a sus instintos tanto tiempo postergados, se sentían de repente paralizados. El cansancio de tanto tiempo en busca uno del otro (en un mundo sin noche, en permanente vigilia) había mellado sus fuerzas, tan amenazantes antaño. En ese momento, cuando la sed de venganza tanto tiempo porstergada debía haberse erigido como el sentimiento único, y ser consumada sin paliativo alguno, los dos monstruos apenas pudieron moverse, como si los siglos les pesaran, como si todo cuanto habían planeado fuera sólo un sueño. Con un esfuerzo sobrenatural, por encima de sus posibilidades, aún pudieron arrastrarse durante un buen rato, hasta quedar casi juntos. Viendo al contrario tan derrotado como lo estaba el otro, la venganza fue dando paso a la sorpresa, y ésta a la compasión, hasta que sus cuerpos fueron perdiendo la poca elasticidad que ya poseían, y la roca fue penetrando en sus músculos y en sus huesos, poco a poco, sin ruido alguno, hasta dejarlos enfrentados para siempre, como lo habían estado toda su dilatada vida, pero condenados a verse durante toda la eternidad de la piedra en que se acabaron convirtiendo. En lo alto, los dos soles seguían alumbrando, impasibles a todo.

La iglesia sobre el castillo


Dicen que es verdad, que de noche el frío invernal se infiltra en la ciudad amurallada, y que cuando todos duermen, algunas zonas se llenan de movimiento, pero nadie alcanzó a a ver con nitidez las formas que se mueven como centellas.
Dicen los más viejos del lugar que el castillo está encantado porque se construyó sobre una iglesia, donde había enterrada una comunidad de monjes, que en las noches gélidas de invierno se desperezan y se revuelven, filiformes, por toda la ciudad, observando los desafueros de quienes les sucedieron en el solar donde ellos moraron un día no tan lejano.
Dicen también que la fortaleza, acosada por las almas en pena, cede siempre al asedio y que, mientras sus lienzos de muralla se derrumban uno tras otro, emerge, imponente y deslumbrante, la espadaña de aquel templo donde un día rezaron a su dios sus antiguos propietarios. Los más atrevidos afirman que su color es de un rojo sangre, ajado por el tiempo, por la melancolía de la reaparición cíclica, nunca completa ni definitiva.

jueves, 24 de enero de 2008

Hasta el pífano


-Que sí, tío, que vamos detrás de Gaspar
-¿Otra vez? Joé, como el año pasado.
-Noooo. Como hace dos
-Es igual, ¿qué más da?
-Bueno, en realidad...
-Tú, calla, que con el peta ése ya tienes bastante
-Bueno, vale...
-El caso es que este año es la última vez, lo juro
-Anda, no digas bobadas, qué va a ser la última vez, si tu madre es concejala
-Mira que...
-Y calla, que voy por la cuarta pantalla y es mi récord
-Joé, no hay derecho, estoy hasta el pífano de tanta gilipollez
-¿Hasta dónde, dices?
-Mira, déjalo, anda, y acaba de una vez, que, a este paso, nos llega antes el costo que encargamos al Charli en Ceuta
-Costo, costo... ¡Qué ceporros sois! Ya veréis, ya, cuando me traigan la Wii de Nintendo

martes, 22 de enero de 2008

Diálogo de pareja


Después de haber aguantado más de lo que figuraba en el guión de inicio, y de monumentales disputas conyugales decidieron que lo mejor era dirimir las diferencias de un modo civilizado e igualitario, como en los antiguos tiempos, que siempre serán nuevos. De modo que se calzaron los guantes de boxeo y salieron a la playa, al atardecer. Diez asaltos, con algún descanso, y el aviso de que el que antes se rindiera acababa de pagar la hipoteca, y el otro se quedaba con todo.
Los viandantes que por allí pasamos no dábamos crédito a lo que veíamos. Quienes más aguantamos allí contamos más de diez asaltos de una ferocidad sin límites.
Los periódicos nos contaron a la mañana siguiente que el resultado fue combate nulo, pero que ninguno de los dos iba a poder solicitar la revancha.

Huyendo de lo oscuro



Cuando una niña escapa de manera tan rotunda, sin atender siquiera a que tras ella no hay nadie, es que el miedo se encuentra en lo más profundo de su cabeza, en los relatos que acaso le hayan contado con prisa y mala gana, en los gritos de unos padres que incluso es posible que los acompañen de violencia física, en las imágenes que pueda haber visto en una pantalla de televisión o en un brutal videojuego.
Las posibilidades de huida son siempre infinitas, tantas como las causas que las provocan, pero todas ellas parten de lo más profundo, de lo más oscuro, de ese lugar del que la niña pretende alejarse (ojos cerrados, trote veloz, decisión firme) sin darse cuenta de que lo lleva consigo misma allá donde sus piernas la desplacen.

lunes, 21 de enero de 2008

Maniobra de aterrizaje


Y sin avisar, ni ruido de motores, ni cinturones de seguridad, ni respaldos rectos. Todo suave, silencioso, grácil, con esa perfecta armonía que da la experiencia de haberse leído de una sentada, cuando polluelo, Juan Salvador Gaviota.

viernes, 18 de enero de 2008

Qué peña, che, qué peña


Por muchas, muchas razones, debemos ser indulgentes con las paradojas de la vida. El color rosa, combinado con el verde algo eléctrico, en la pintada que, se supone da nombre a lo que contiene, que debe ser una "peña", o sea, un grupo de incondicionales de lo que sea, acaso de la música clásica, acaso de un doberman llamado así. Debemos ser, sí, indulgentes con los impactos visuales que nuestras retinas reciben, sobre todo cuando la caligrafía nos muestra mucho mimo y dedicación, que acaso no reciban sus parejas, hijos o electrodomésticos o, sin ir más lejos, el resto del muro. Debemos ser indulgentes, está claro, con las transgresiones más o menos agresivas que la vida nos traslada hoy sobre los muros de nuestras calles. Pero con la vulgarización de la exquisitez más absoluta, bajo ningún concepto, ¡indulgencia mínima, tolerancia cero!; o menos que cero, si cupiera.

jueves, 17 de enero de 2008

Atrápame ese cielo


Lo intentaron, con sus extremos cubiertos de hojas y la vida palpitando en su interior, pero el cielo siempre estaba muy alto y el sol difuminaba esperanzas. Después, cuando su manto verde se tornó amarillo o cárdeno, el cielo no bajó a interesarse por ellos. En el invierno, sus muñones nudosos y desnudos se elevaron como garras afiladas, presos de una agresividad exorbitada, que alimentaron de rencor acumulado. El cielo, ahora trémulo, se protegió con las nubes, pero aquellas garras las deshicieron con rapidez. Entonces, la cámara congeló la guerra. Aún siguen esperando veredicto.

Limpieza a muerte


No sé, pero creo que aquí me sobran las palabras que iba a poner. O no me llegan, que también podría ser.

miércoles, 16 de enero de 2008

Museos, libros


Los museos y los libros no deberían ser realidades desconectadas, sino que deberían ser complementarias: que los primeros se apoyen en los segundos para crecer y estimular; que los segundos beban de los primeros para ofrecer nuevas perspectivas.
Cabe conjeturar que el museo ideal fuera aquel que mostrara una forma de libro abierto y cuyo contenido no le fuera a la zaga (como a menudo sucede). Puestos a pedir, sería bueno que hubiera dos versiones, una en blanco y negro, para
estetas puristas y otra en color, para estetas realistas. Eso sí, una al lado de la otra, no demasiado lejos, para poder escoger con libertad.

Volar en silencio


Quienes no hemos volado como lo hacen los buitres leonados, muy alto y sin apenas mover las alas, no sabemos lo que puede susurrarnos el silencio mientras el aire nos llega a ráfagas por delante, lo que pueden dar de sí la reflexión solitaria y el pensamiento concentrado, aislados de toda perturbación. Acaso no lo sepamos nunca. Por eso, tal vez, contemplar cómo lo hacen ellos nos redima un tanto de dicha carencia.

martes, 15 de enero de 2008

Aproximación


Se fueron acercando poco a poco, con cierta timidez, pero arrojo creciente,hasta que ambos sintieron que no podían ir más allá. La conversación derivó de lo banal a lo superficial, con alguna incursión en lo íntimo. Cuando el más atrevido de los dos se dispuso a darle un beso al otro, éste adujo que eso era imposible, que qué se pensaba, que estaban a la vista de todos. "No hay nadie, estamos solos. La playa está desierta". El otro, con todo, no alejaba sus recelos. "Nadie nos verá. Será un piquito tan sólo, rápido y fugaz". Cuando parecía que la resistencia iba a ser vencida, alguien llegó por detrás, abrió sus enormes bocazas y depositó una bolsa de paella en mal estado, en uno, y dos más con bolsas de patatas fritas y envases de botellón, en el segundo. Después del estrépito de las tapas al cerrarse, se pudo ver cómo poco a poco se fueron alejando, dejando un hueco razonable y reglamentario entre ellos, como mandan las ordenanzas municipales de higiene en la playa.

Economía de lenguaje


HOLA. Caben pocos ejemplos de mayor economía de lenguaje, que estas dos palabras en una ventana de un colmado que había quebrado. No sería inverosímil imaginar que los dueños fueran mudos, y desearan que los clientes supieran que pese a sus deficiencias, eran amables y educados con quienes venían a mercadear con ellos. Claro que también cabe la posibilidad de que desearan la pronta llegada de sus clientes, y que ansiaran su pronta marcha con mayor presteza aún que la de la entrada. O, simple y llanamente, podía ser la forma en que un crío entretuvo su ocio o su hastío, rayando en la pintura dos palabras fundamentales en cualquier cultura, la de un comienzo, un encuentro, un deseo cordial, por un lado; y la de la despedida, la conclusión, el final definitivo, o tal vez el deseo del pronto reencuentro. ADIÓS

lunes, 14 de enero de 2008

Aviso contundente


La cosa empezó con una historia de amor cualquiera, todo muy bonito, todo estupendo, todo felicidad. Todo muy de cuento, vamos. El matrimonio, todo lo convencional que en una villa de la Galicia profunda puede ser. Pero después de ese momento, todo cambió, como en las películas. Ella, moderna, demandaba libertad de movimientos. Él, chapado a la antigua, dijo que por encima de su cadáver. Ella dijo que si no quedaba más remedio, que por ella estaba de acuerdo. Él respondió que si era preciso la ataría bien fuerte para que no se moviera de casa. Ella tomó a chacota sus palabras. Él fue a hacer unas compras, y a la vuelta, colgó sobre la puerta un particular aviso. Desde entonces, no se oye un ruido en las inmediaciones de la casa.

Esculturas, estatuas, Ángel González


MENSAJE A LAS ESTATUAS

Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas

por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos

en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,

ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo,y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral,hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.


domingo, 13 de enero de 2008

Sublime arte mundanal


El nuevo arte contemporáneo es algo maravilloso y democrático. Por donde quiera que uno mira, puede hallar una espléndida muestra de esta expresión del espíritu que tanto nos honra como especie y como prueba de nuestra evolución siempre constante.
Obsérvese, si no, en esta escultura hallada en una zona ruinosa de un puerto en obras. Admírese la alargada forma de los materiales de metal que se proyectan hacia el cielo en retorcida pose no exenta de orden que el artista ha diseñado con anterioridad. Las formas resultantes nos recuerdan a Julio González aunque de forma algo más tosca, al que se le añaden pinceladas de Calder, pero sin su movilidad. Pero la cosa no acaba ahí, sino que la base proporciona al conjunto una solidez como sólo el hormigón armado y el asfalto combinados pueden ofrecernos. De tal modo que si por un lado la estructura triangular del conjunto nos habla de movimiento, acción, inestabilidad, los materiales empleados nos susurran al oído que la tierra está en la base de todo, y que el arte, manifestacion suprema del Espíritu, sobrevivirá tanto tiempo como las montañas que se adivinan al fondo. Y aún podríamos decir más cosas, pero al fin y a la postre, lo que resta es la hermosura que nos instila la mezcla. ¡Ah!, qué de belleza nos proporciona por doquier el Arte Contemporáneo. Y gratis, además. Ejem.

Juego, felicidad


Los gestos más puros son de quienes no nos miran, de quienes no se sienten observados. De entre ellos, los de los niños son los más sinceros, los más naturales, los más dignos de admiración.
Contemplar las evoluciones de un grupo de niños mientras juega es una gozada para los sentidos, en el más puro, estético (y humorístico) sentido del término.
Esta instántánea no fue, en cambio, tomada por mí, sino por otra persona que comparte mis gustos y algunas de mis principales aficiones, y que atiende por Isabel Fraga. El mérito es, pues, suyo. Yo sólo resalté un poco el resultado final.

Ángulo recto, perfecto


Caminaban lentamente, cuando el sol declinaba. Sus caras estaban serenas, pero serias. Sus manos no iban entrelazadas y sus cuerpos caminaban el uno al lado del otro, sin pegarse. Cuando llegaron a la rotonda, se sentaron sobre el pretil, frente al mar, dejando la gente a sus espaldas. Hablaron muy poco, apenas unas palabras de cada vez, en dos ocasiones. Luego callaron. Se dejaron arrullar por el rumor del manso oleaje y acariciar por el sol que iba bajando cada vez más. De repente, él se inclinó suavemente y se echó sobre su costado. Ella no se inmutó, y permaneció sentada como estaba, sin mirarle, con la vista perdida lejos, en el horizonte. Formaron de ese modo un ángulo recto, el único instante perfecto de una tarde -es de imaginar- bastante imperfecta.

Colgado de los libros



Uno entra en una librería con la intención de impregnarse de los aromas que las palabras emiten, para hurgar por los anaqueles, hollar virginidades con perfume de imprenta y comprobar si la cacería surte resultado y alguna pieza resulta cobrada.
A veces, lo que más nos sorprende no son los libros, sino el entorno, mágico, que se establece alrededor.
Cuando vi a este antropomorfo de madera cabeza abajo colgando de una cuerda, rodeado de libros de filosofía, comprobé que imagen, palabra, imaginación, pensamiento y materia, se podían fundir a la perfección

Burbujas de navidad


Todo el mundo odia la Navidad, pero todo el mundo se sumerge en ella. Yo ya no digo ni Pamplona, pero procuro aprovechar las cosas hermosas que la misma nos procura. La iluminación suele ser hortera, repetitiva, gastosa, por no hablar de las connotaciones religiosas de la misma.
Pero si uno se mueve un poco, y mira con atención, a veces se encuentra uno con cosas distintas, que al fin y al cabo son las que nos emocionan más porque combaten mejor la sensación de rutina o monotonía.
Esto bien podría ser un ejemplo de ello.

Pensamientos en el duro trabajo


Las posibilidades son varias.
A) "Qué solessito máh rico que hassse. Y tóa esta hente entrando, y ensussiando, y totar, pa'qué limpiá, si pa'lo que me pagan, y se va a enmierdá otra vess. Aquí me quéo, con este caliqueño, mientras la mañana pasa."
B) "Pero qu'hijos de puta, que no hace ni dos minutos que he barrido ahí mismo, y echando esa mierda al suelo. En cuanto acabe el cigarro, les voy a hacer limpiarlo con la lengua, a los muy guarros."
C) "Mmmmm. Aaaaahhh. Mmmmm. Joé, qué buena es esta maría del Hamid. Le tengo que pillar más porque mmmmmm, está de muerte, como la piba ésa que va ahí, diossss, cómo nos íbamos a poner los dos en mi queli"
D) "¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Me dejé abierta la llave del gas?"

Añada usted la suya, si tiene lo que hay que tener.

sábado, 12 de enero de 2008

Mariposa osada, a petición


No lo tenía pensado, pero ante una petición de alguien especial, ¿cómo negarse?
Lamentablemente, el mundo lepidóptero, además de no ser una de mis especialidades, es escurridizo, y precisa a mayores de una paciencia que muchas veces me falta.
Este pequeño y osado ejemplar canario, bien que no excesivamente bello, resulta único en mi colección (pues no tengo más). Y con mucho gusto lo ofrezco a quien inició la relación con esta nueva bitácora.

Soborno confidente


Se conoce que la chiquilla no se fiaba de los Reyes Magos, que la carta enviada días antes no le ofrecía suficientes garantías de que lo solicitado llegaría algún día a sus manos. Por ello, nada mejor que ejercer presión sobre algún protagonista que asegure el encargo con mayor fiabilidad. Nadie mejor que uno de los camellos reales para hacer las mejores migas y, a cambio de quién sabe qué prebendas, asegurarse el botín ansiado. Los gestos son bien evidentes. Ella, vigila intromisiones. Él, se solaza ante el atrevimiento y sonríe ante el previsible soborno. Un adecuado tráfico de influencias, muy acorde con los tiempos que vivimos.

jueves, 10 de enero de 2008

¿Eros angelical o ángel erótico?



A algunas esculturas los nombres oficiales les sientan mal, o la gente acaba confundiéndolos, de acuerdo con la cultura o la idiosincrasia de cada pueblo o lugar.
A ésta, en pleno Picadilly Circus, el nombre de Eros parecía a los londinenses demasiado clásico, muy continental quizá, y lo asociaron con la terminología cristiana, asociándolo a un ángel, que es algo más propio, sobre todo en la iglesia anglicana, y más asociado a un arco y unas flechas, que son las armas favoritas de los mensajeros alados de Dios, como todo el mundo decente sabe.
Yo no me adscribo a la segunda posibilidad, pero la primera se le antoja a uno algo errática e imprecisa, por cuanto el hombretón que se sostiene sobre una sola pierna es bastante mayor en edad que el primitivo hijo de Afrodita. Con todo, la estética acaba por transformarlo todo. Si no de primera mano, sí con algunos afeites extra. Y, después, que cada cual diga y piense como le plazca

martes, 1 de enero de 2008

Aquí hay algo que falla


El pollo llegó a casa convencido de que el trato sería justo: recibiría una alimentación extra y la seguridad que el lugar del que provenía no aportaba; a cambio, él aportaría colorido a la familia, juegos varios e incluso habría incentivos si acertaba a despertarlos a la hora a cada uno. Pero lo que vino después de cruzar el umbral le hizo albergar serias sospechas de incumplimiento de contrato. Con el cuchillo en mitad del cuello, el pollo, ya pelado, piensa que algo está mal, que algo falla.

Aleta caudal


Los estorninos son unos pájaros muy gregarios y bulliciosos (y desde mi punto de vista humano y prepotente, muy estúpidos), cuyas evoluciones sólo les reportan alimento y sensación de pertenencia al grupo.
Esta vez, sin embargo, me brindaron un motivo de felicidad componiendo para mí durante un breve instante una figura que, ligeramente perfilada con el Photoshop, es la que ahora muestro.
Me pareció muy ocurrente que a un grupo de pájaros tan poco creativo le diera por jugar a ser la parte trasera de una ballena, un animal pausado, inmenso, solitario, inteligente. Otra paradoja más de las que se compone la vida.

Inicio y declaración de intenciones

Uno querría que esta bitácora fotográfica fuese, ante todo, eso, un lugar donde mostrar fotografías. Como me conozco, y dada la posibilidad de infinita verborragia que permite la red, seguro que habrá muchas más palabras de las precisas. Pero en verdad no serán necesarias. Las imágenes deberían poder hablar por sí solas. Si después de observarlas, se requiriese cierta información, seguro que se podrá satisfacer con el párrafo acompañante. Si no, siempre se podrá pedir personalmente, vía correo, o añadir algunos comentarios sobre el particular que si bien tampoco son estrictamente obligatorios, sí que contribuirán a evitar que esta página sea en exceso narcisista. Salud y proyectos.

AVISO A VISITANTES

Todas las imágenes (salvo excepciones indicadas) y los textos que las acompañan son propiedad del autor de esta bitácora. Su uso está permitido, siempre que se cite la fuente y la finalidad no sea comercial
Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.