miércoles, 28 de agosto de 2013

CONTRADICCIONES JAPONESAS


Una buena mañana, una mujer de Kobe decide acompañar a su marido, en viaje de negocios, y llevarse alguna compañía además. La elegida es su madre, que además de los habituales, tendrá otros usos. La impedimenta no será exigua. Al fin y al cabo, es la primera vez que visita Europa. Acaso sea la última. El matrimonio no marcha muy bien en los últimos tiempos, y los hijos no acaban de llegar. Por eso, el equipaje es digno de una gran dama del lejano oriente, con varias valijas y baúles. Se lo pueden permitir. El ejecutivo, enfrascado en sus asuntos, no opone resistencia alguna: por lo general, no se ocupa, y ya en su destino tampoco lo hará.

El tiempo del que dispondrán las dos mujeres es total, hasta la hora de la cena. Por eso, decide comenzar por uno de los palacios de mayor solera mundial, de fama planetaria, pues hasta ella, de origen humilde, ha oído hablar de él: Versalles. Se viste con sus mejores galas, pero decide que se sepa bien su procedencia, si es que su genotipo no lo comunica a primera vista. Un kimono de seda de doble forro, floreado, como corresponde a la estación, unos zapatos-geta y unos calcetines-tabi, cubren su cuerpo casi por completo, bien entubado con su rosáceo cinturón-obi, al que no falta tampoco por encima el embellecedor-obijime, a juego; no puede faltar su bolso-kago, aunque sea Louis Vuitton y de un color muy intenso. No lleva reloj, aunque tiene varias docenas en su casa (pues su marido viaja mucho, y tiene la autoculpabilidad muy desarrollada), pero no importa: tiene un iPhone 5, que le proporciona muchas herramientas, al que lleva conectados unos cascos último modelo de Sony, donde escucha música espiritual de Kítaro. No contenta con el efecto, saca su minúscula Nikon 1 y le pide a su madre que la retrate dentro del palacio de la realeza francesa. “Que se sepa bien dónde estuvimos —afirma convencida con el gesto resuelto—, que los que nos rodean ya saben dónde estamos ahora”.

Robado en el Palacio real de Versalles (Île-de France, Francia) 
Julio, 2012 ----- Nikon d90

viernes, 23 de agosto de 2013

PODREDUMBRE DEL PODER


El poder va unido a la sensación de la prepotencia, de la inepcia, de la megalomanía, del egoísmo individual, del enriquecimiento ilícito, de todo tipo de corruptelas y ambiciones. Siempre ha existido esa sensación, fuera la época de la que se tratase.

Observemos este rostro, abrasado por la incuria del tiempo. Tal vez pudiera servir de símbolo de cuanto significa el poder. El retratado, César Augusto, primer emperador de Roma, fue uno de los hombres más poderosos de todos los tiempos, y reinó sobre un territorio vasto y diverso.

Casi dos mil años después de haber sido realizada, la colosal estatua que lo quiso inmortalizar ofrece todos esos huecos que aún dejan ver el rostro del emperador, pero abrasado del desgaste de la carcoma marmórea que la incuria del tiempo y las vicisitudes de su existencia la han acercado más a la realidad que los gobernados perciben, que al ideal que los gobernadores claman en sus demagogias. Huecos y carcomas que laceran la idea, y la acercan más a la realidad que a lo ideal.
 
 
 
Cabeza colosal de Augusto (Arlés, Bouches-du-Rhône, Provenza-Alpes-Côte d'Azur, Francia)
Julio, 2013 ----- Nikon d300

miércoles, 21 de agosto de 2013

LA MIRADA DEL FLAMENCO



Se agrupan por docenas, pues son animales gregarios, comunitarios, de grandes bandadas. Pero cuando se aparean, buscan alcanzar alguna intimidad. En un parque con visitas turísticas eso se antoja bien difícil; las riadas de curiosos que desean ver un remedo de lo que se da en estado salvaje son incesantes a lo largo del día. Por eso, buscan apartarse del barullo y la desconsideración de quienes piensan que se hallan en un parque temático. Así, se alejan o buscan algún cañaveral recóndito donde poder dar rienda suelta a sus instintos. Pero una lente de teleobjetivo puede romper esos propósitos, aproximando la lejanía con gran facilidad. Es entonces cuando la realidad de lo íntimo se hace cercana y real, casi al alcance de las manos y se pueden captar los arrumacos y todas las evoluciones del amor, en una suerte de voyeurismo no carente de cierta indecencia. 

Estábamos muy lejos, no menos de doscientos metros. Esa hembra se sintió invadida por completo. Su comportamiento así me lo dejó entender. Yo sé que me miraba desde su lugar apartado. Lo hacía con atención, inquisitorialmente. Ese ojo amarillo lo demuestra con nitidez.

Flamencos en el Parque Ornitológico de Pont de Gau (Santes-Maries-de-la-mer, Provenza, Francia)
Julio, 2013 ----- Nikon d300

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