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domingo, 18 de diciembre de 2011

MICRORRELATO

COHERENCIA FINAL

Que no, que no, que no quiero. Que yo no me convertí en caballero andante para nada, que buenos palos recibí, y escarnios y burlas. Que mi empresa, voto al cielo, fue de tal altura, que los tiempos venideros hablarán de mí, y sabrán de mis hazañas, no siempre bien contadas o tergiversadas en sus esencias. Así, ¡cómo tolerar que ese tullido ahora decida para mí un final tan insípido y sin honor! En la cama, y cuerdo, ¡como si yo estuviera loco! No, he dicho que no. Un caballero de mi condición y que, a diferencia de los que lo eran por alto linaje, debo todo a mis acciones y aventuras, no puede morir en el lecho, rodeado de los amigos y familiares como un vulgar destripaterrones o incluso un alguacil. Me niego. Facilitadme, pues, una soga suficientemente larga con que dar su merecido a ese soldadito desertor metido a escritorzuelo de mis desdichas. Y, luego, dadme una daga de hoja ancha o, mejor, una espada de largo filo con la que, como el aciago Ayax Telamonio, ponga fin a mi propia historia y así lavar tanta injuria y deshonor vertidos contra mi heroica persona.
Del libro Micrólogos

domingo, 27 de noviembre de 2011

MICRORRELATO

ÚLTIMAS NOTICIAS

—Podrías al menos haberme traído un periódico con las últimas noticias sobre mí, en el juicio.
—No hace falta. Te las puedo decir yo mismo.
—Dilas, pues.
—Vas a morir ahora mismo.
—No me refiero a eso; ya sé lo que vas a hacer. Cuando digo las últimas, quiero decir las últimas. Al efecto que produjo mi anuncio de confesión en...


El estampido seco selló su boca para siempre al final de su frase.


—Que conste que esta bala no es mi respuesta. Las últimas noticias sobre ti tardarán unos cuantos meses en llegar. Referirán en titulares de portada que habrán encontrado tu cuerpo en el lago, descompuesto y devorado tras varias semanas sin saber nada de ti. Yo para entonces me hallaré en paradero desconocido, disfrutando del dinero y una vida muelle, como nuestro jefe y yo convinimos.
Del libro Micrólogos

domingo, 9 de octubre de 2011

MICRORRELATO

ELLA, ELLA FUE

Sí, sí, se encargó mamá. Ella fue quien los mató, pero no conviene dramatizar. Al fin y al cabo se lo pedimos todos. Y conseguimos ser muy persuasivos, ya nos conoces. Es verdad que no quería, que de entrada se negó. Nos dijo que eso era algo de lo que se ha venido ocupando en el pasado, cuando era joven, y tenía mejor pulso, pero que ya no, y que no se sentía con ánimo. Pareció que no había manera, pero tío Alfonso la convenció. No sé cómo, pero ya sabes cómo es. Le susurró no sé qué al oído, y ella primero puso cara de asombro; luego sonrió con picardía, como cuando éramos niños, y en unas horas no sabíamos nada de ellos, ¿recuerdas? Y al final accedió a ser ella la protagonista, la que los matara antes de las cuatro de la tarde. Debió pensar que ciertas tradiciones no han de perderse nunca y, al fin y al cabo, el día de Nochebuena era la única fecha memorable para todos. Accedió, sí, aunque tuviera luego que limpiar las salpicaduras de sangre, las plumas desperdigadas y dedicar varias horas para que todo quedara impecable, listo para la cena. Más tarde, mamá se puso a la tarea. Primero, el encargo, el deber. Luego, la tradición, la fiesta. De enviar el cuerpo con el correspondiente mensaje, nos encargaríamos nosotros, como de costumbre. Volvió a demostrar su gran pericia. Siempre ha sido la mejor, y a pesar de los años, esas cosas no se olvidan. Los de la banda rival, seguro que tampoco.
Del libro Micrólogos

domingo, 25 de septiembre de 2011

MICRORRELATO


POR TODO LO QUE FUE 

Y no lo olvides nunca, no des marcha atrás, no desfallezcas. Acaso tengas recuerdos, y los sentimientos broten de forma traicionera. Es probable que vuelvan de nuevo a tu mente aquellos tiempos de cielo azul coronando las montañas; la casa de piedra y pizarra donde fuimos acogidos tras nuestro exilio en Francia; el olor a la comida recién hecha que envolvía cada habitación y a ti te hizo adorar para siempre los huevos fritos con pan de escanda; las conversaciones alrededor de la lumbre en aquella cocina estrecha y renegrida, dando cuenta de los sufrimientos de la guerra, ella los suyos, nosotros los propios, pero también haciendo planes para vivir, para mejorar. Sí, seguro que en el último momento  tienes la tentación de ceder al pasado, a lo que entonces fue nuestra vida cotidiana, a la tradición de la familia. Por eso te lo recuerdo, una vez más. No cedas, no desfallezcas, no digas “no puedo hacerlo”. Actúa, termina lo acordado: pon fin a sus días sin vida. Ella no merece morir de esa manera. Ahora que sólo es un cuerpo, la abuela debe irse como la señora que siempre fue.
Del libro Micrólogos

domingo, 11 de septiembre de 2011

MICRORRELATO

EL NIÑO YA NO ESTÁ

El niño se tapa la cara y los ojos con las manos. “Ya no estoy”, piensa. Pero nota que nadie le hace caso, que todos siguen a lo suyo, y que hay un silencio que lo remueve todo. Abre los dedos, y a través de ellos ve a su familia con unos cuantos amigos, pero casi nadie habla. Sólo gestos que no comprende. Es muy pequeño, y no comprende, pero él no lo sabe todavía. Sólo lo intenta de nuevo. Entonces se tapa con mucho aspaviento, colocándose en medio de la sala al lado de las flores. Con la cara tapada, ahora no sólo lo piensa: también lo dice en voz alta: “¡Ya no estoooy!”, pero nadie le presta la menor atención, y el niño se empieza a preocupar, porque él sabe que cuando se tapa la cara, desaparece, y los demás no pueden verle, pero sí oírle. Por eso no entiende nada, y menos que su madre esté en medio de un sofá tendida, como muerta, aunque su tía y su padre la están abanicando y diciéndole cosas, pese a que lo hagan llorosos y compungidos. Justo como empieza a estar él, porque se siente solo, desamparado, ya que nadie le hace caso. Al final, repara en que dos mujeres entran al salón y la más joven le dice al papá muy cerca de su cara: “Ya está dentro; ahora lo sacan”. Cuando éste se levanta, la madre también se incorpora, y al darse cuenta de la situación, estalla en un llanto desgarrado que al niño le parece inabarcable, excesivo. “Mi cielo, mi ángel querido. ¿Por qué, por qué? ¿Por qué ya no estás?”. El niño sonríe un poco y se tapa y se destapa alternativamente los ojos, como siguiendo el juego que parece retornar a las reglas de costumbre. Pero nada es ya como antes. Sin embargo, tardará todavía un tiempo hasta que se dé cuenta de ello, pues la madre no podrá verlo, ni lo encontrará a su lado, ni volverá nunca a acariciarlo, a mimarlo, porque el niño ya no está con ellos. Porque el niño desapareció ya para siempre.
Del libro Micrólogos

domingo, 4 de septiembre de 2011

MICRORRELATO

PICADILLOS

La agotadora tarea del despiece le había dejado exhausto y sudoroso. Notó también que se le había despertado bruscamente el apetito, y decidió que la ocasión bien merecía un homenaje. Dejó los cuerpos restantes desparramados por el suelo, troceados y deshechos, aunque alguien con mentalidad sensible y objetiva habría detectado un calculado orden en la disposición, como de cuadro abstracto, matérico, de tonos cálidos, suaves, sobre fondo rojo intenso. Una ducha relajó su ansiedad y aclaró sus dudas. Terminó de acicalarse y se dirigió a un restaurante cercano, famoso por sus carnes a la parrilla. Pidió una ración grande de picadillo fresco bien adobado. Cuando lo probó, asintió con un gesto admirativo, pero en voz baja musitó para sí, seguro de sí mismo: “el que he hecho yo es mucho mejor, más intenso, más inusual, más artístico, ¿dónde va a parar?”. Nadie lo escuchó. Ni siquiera el camarero. Nadie pudo, por tanto, ni confirmar ni replicarle. A cambio, cuando terminó el banquete, pudo proseguir su tarea en la soledad más creativa, cercana a la impunidad.
Del libro Micrólogos

domingo, 7 de agosto de 2011

MICRORRELATO

LA HISTORIA DE TU VIDA

Cuando empecé a elaborar la historia de tu vida, no imaginé que tuviera tanto éxito, que se venderían tantos libros; al fin y al cabo, ni tú eras famosa, ni yo tan conocido como lo soy ahora; todavía no me lo puedo explicar del todo, aunque tal vez tenga que ver con el morbo de los años que pasaron entre que desapareciste y que encontraran tu cuerpo; o que los forenses llevaran a cabo aquella investigación tan minuciosa, tan aireada por la prensa, entusiasmada con nuevas técnicas químicas que nadie podía prever hace tiempo, como no fuera en alguna serie de televisión; ni siquiera yo mismo, que me precio de calculador y metódico. Cuando empecé a elaborar la historia de tu vida sabía que el último capítulo sería el más difícil y también el más revelador, así que no lo escribí, razón por la cual conservé el manuscrito mucho tiempo inacabado. Mientras duró la investigación, mi propio texto de biógrafo, que ofrecí como ayuda desinteresada, no les aclaró gran cosa. Sin embargo, otros procedimientos más profesionales acabarían revelando con sorprendente precisión detalles que sólo yo podía haber imaginado. Desde el momento en que me comunicaron que lo sabían todo, pude escribir ya sin tapujos el capítulo final. Me dio tiempo suficiente antes del juicio, que fue sorprendentemente rápido, previsible e inapelable. Con la historia de tu vida, he obtenido mi mayor éxito como escritor. No sé si los próximos años me alcanzarán a resolver tal paradoja.
Del libro Micrólogos

domingo, 26 de junio de 2011

MICRORRELATO

SOMNUS INTERRUPTUS

Cuando alcanzó a dormirse, todos los microrrelatos que había leído en su vida pasaron por su mente en riguroso orden alfabético (autores), uno detrás de otro, sin omitir ninguno, palabra por palabra, con exactitud absoluta. Tal sucesión de historias lo desveló por completo, y ya no fue capaz de recuperar el sueño nunca más. Pero tampoco pudo dejar de ver recreados en su mente los diferentes argumentos, que pasaban por él a velocidad de vértigo. Cuando dicha sucesión concluyó a los veintiún días, quince horas y diez minutos, falleció —según llegó a trascender— a consecuencia de un fallo multiorgánico severo. A la nueva disfunción neuronal descubierta para la comunidad científica, acabaron bautizándola con su propio nombre. De tal modo, todavía pudo alcanzar la celebridad que siempre había anhelado. Eso sí, a posteriori, y sin efecto retroactivo alguno.
Del libro Micrólogos

domingo, 3 de abril de 2011

MICRORRELATO

SALMÓN A CONTRACORRIENTE

Aquel salmón sabía cómo acabaría todo. Mientras embocaba el estuario del río que le llevaría a su lugar de origen, sabía que no podía hacer otra cosa que remontar la corriente, sortear obstáculos, peñas y depredadores, llegar al curso alto, cubrir con su esperma un racimo de huevos, y a continuación dejarse morir. Sabía también que a lo largo de esa hercúlea empresa no podía comer nada, ni pensar en nada que no fuera llegar a su meta. Aquel salmón sabía, pues, lo que le esperaba. Pero de igual modo era incuestionable que tenía un hambre feroz y que su carácter agresivo y pendenciero, aunque divertido y propenso al juego, le pedía acción. Así, se preguntó por qué hacer lo que el instinto le ordenaba, se dijo que por qué no, que qué caramba, y que ahí se las daban todas. De ese modo, se dedicó a atracarse de peces, ya que sus congéneres estaban de ayuno, y como esto le proporcionaba mucha energía suplementaria, se encontraba de muy buen humor. Esto estimulaba su carácter a morder los pies de los osos que les esperaban para atracarse con su carne; se divirtió muchísimo con los quiebros y los movimientos inusuales de los osos, que no se esperaban que los peces que componían su festín también pudieran atacarles. Como comía mucho, siempre que le apetecía, nadaba muy veloz y saltaba con más fuerza que los otros salmones, mucho más agotados. Y aunque también perdía tiempo en muchas otras actividades, cuando nadaba avanzaba muy deprisa, por lo que llegó arriba entre los puestos de cabeza. Como sus reservas de grasa estaban casi intactas, pudo requebrar, conquistar y cubrir varias hembras, tras desiguales y fáciles combates con sus directos rivales. De ese modo, tras varias semanas de divertida e inusual travesía, ahíto de peces, con la mandíbula desencajada por sus picardías, con la autoestima elevadísima por sus conquistas, sabedor de que su descendencia sería muy numerosa, se dijo muy convencido que ya podía morirse tranquilo. Y así lo hizo, a continuación, sin cuestionar ni añadir ningún punto más a su vida, que otros llamarían destino.
Del libro Micrólogos

domingo, 27 de marzo de 2011

MICRORRELATO

COHERENCIAS DEL BURLADOR

Sí, fueron mías por centenares, por miles, y llenaron de calentura mis noches y mis anhelos; también, algunos de mis reposos. No las quise nunca más allá de una velada, aunque muchas sí me amaron, alguna con locura demente. Pero es cierto, las burlé, y las fui gozando una a una, para luego darlas al olvido con presteza y sin cargos de conciencia. Fueron sumando mis placeres, al tiempo que mi fama me precedía y volvía más fácil —más difícil— cada nueva conquista. Fueron años intensos de goce incandescente y fugaz. Justo es, pues, que ahora sea yo quien ame con pasión irrefrenable a esta novicia mojigata e inexperta, y muera de amor por ella; y muera también a manos del vengativo comendador. Aunque, pensándolo mejor, actuando de un modo egoísta...
Del libro Micrólogos

domingo, 13 de marzo de 2011

MICRORRELATO

SER PRÁCTICO

A las tres semanas de enterrar a mi hermana, me propuse ser práctico, para no sufrir, para dejar de llorar de continuo. De nada había servido recordar que estaba en su mejor momento, que era bella e inteligente, que destacaba en todo, que tenía un futuro maravilloso por delante, que mis amigos la deseaban; que yo la quería como sólo yo podría quererla. No me la devolvería a mis brazos seguir pensando en el conductor colgado que le volteó la vida en una rotonda a la que entró como si se afanase en lograr una buena posición en un circuito. Por eso, tras días anegados en un encierro absoluto y lágrimas continuas, me propuse no pensar ni recordar más. Sentir poco, actuar conforme a unas reglas preestablecidas, automatizar mis gestos. De ese modo, no lloraría más. Y así fue: ni una lágrima más brotó de mis ojos. Me obstiné en dejar de pensar en ella, puesto que de nada me habría servido, salvo para entristecerme o enloquecer de llanto. Mis amigos hicieron lo posible por consolarme, me acompañaron todo el tiempo y me aconsejaron pensar con la cabeza y no con el sentimiento. Tuve que estar de acuerdo con ellos, lo mejor resulta ser práctico. Esa compañía fiel me abstrajo durante un tiempo, aunque de todo se cansa uno. Por eso llegó un día en que decidí actuar y convertirme en alguien práctico. Recabé datos y localicé al sujeto enseguida. Compré cierto material necesario en varias ciudades distintas, por aquello de no dejar rastros fáciles. No llevó demasiado tiempo. Los disparos tan sólo ocuparon unos instantes, en su propio domicilio. Cargar el cuerpo y trasladarlo hasta nuestra casa en el monte, me llevó apenas hora y media. Fueron necesarios, eso sí, algunos días de paciente espera para trocearlo, disolverlo, colarlo y envasarlo en garrafas lastradas. Cuando las arroje al embalse esta noche, cerca de la compuerta, comenzará una nueva etapa en mi vida. Una etapa en la que seré, ya para siempre, un hombre absolutamente práctico.
Del libro Micrólogos

domingo, 29 de agosto de 2010

MICRORRELATO

SOBRE LA CORNISA

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Desde lo alto del edificio, contemplo una panorámica magnífica. A lo ancho, la ciudad a mis pies, sometiéndose a mi mirada. Arriba, el sol brilla con una intensidad inusual. Abajo, todo parece hallarse en silencio. O así me lo parece. Sin embargo, un hombre aparece en la torre de enfrente, y se asoma al borde de la cornisa. Comienza a manotear, a hacer gestos que, por su forma y dirección creo que se dirigen a mí. Como no reacciono, sus acciones se hacen más ostensibles, como si quisiera avisarme de algo, o amenazarme, no sé bien. Por un momento, llego a pensar que acaso tenga intenciones suicidas y que no quiera testigos de su acto. Esa fantasía me relaja unos instantes, mientras pienso qué de coincidencias tiene la vida, incluso en los momentos finales, cuando  uno ya no espera nada, ni a nadie. Aunque su indumentaria se parece demasiado a un uniforme. Un último instante imaginado me muestra una escena en la que saltamos los dos a la vez. No sé si será ése su deseo, pero ahora no me puedo parar a averiguarlo. Al fin y al cabo, yo he llegado a la cornisa el primero. Y eso me otorga prioridad absoluta en la acción.
Del libro Micrólogos

domingo, 4 de julio de 2010

MICRORRELATO

PETICIÓN DE LA INTERESADA
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Me volvió a soltar otra perorata de las suyas sobre que no me aguantaba más, y que vivir así no era vivir, y que era mejor que acabara de una vez. O sea, que si la maté fue porque ella me lo pidió, que conste, señor juez. No vayamos a confundir las cosas. Ahora, entre usted y yo, que debía ser un farol, que buscaba alguna reacción de mi parte. Porque mientras más trozos le fui cortando, más parecía arrepentirse.
Del libro Micrólogos

miércoles, 2 de junio de 2010

AÚN RESISTE

domingo, 30 de mayo de 2010

MICRORRELATO

LÁGRIMAS FINALES
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Durante apenas un instante, alzó la vista al cielo. Buscó en su memoria una oración cristiana de sus tiempos mozos. No pudo recordar ninguna. Culebreó por su cuerpo la sensación del llanto, que trató de contener, poseído de una inexplicable vergüenza. Pese al ímprobo esfuerzo por mirar al frente con orgullo, sin un pestañeo, al final dos lágrimas le recorrieron las mejillas. Se derramaron un segundo antes del estampido seco, casi uniforme, de la descarga del pelotón.
Del libro Micrólogos

domingo, 16 de mayo de 2010

MICRORRELATO

RELEVO
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Cuando Sancho se despide de su señor, entre lágrimas, alcanza por fin la luz. Entiende que ha de ser él quien prosiga la tarea del hidalgo, prematuramente interrumpida. Esa misma tarde, se prueba sus vestiduras, que cambiarán de dueño pero no de cometido. La loriga, tan vetusta, el abollado espaldar, el sorprendente baci-yelmo, la astillada lanza y la adarga herrumbrosa. Todo le viene grande, o estrecho, mas no le importa. Se siente orgulloso de su destino, que ahora comprende honorable e imperecedero. Cuando al fin se ciñe la larga y oxidada espada, y se mira al espejo, la imagen no le desagrada, y su mente vuela, acariciándole recuerdos que le nublan los ojos en un acceso de nostalgia. Al darse la vuelta, para dirigirse al establo, la cara se le tapa con el improvisado yelmo, que le resbala hacia delante, al tiempo que la hoja de la espada se hace un hueco entre sus piernas, de modo que trastabillando con gran estrépito cae cuan largo es. Cuando se recupera, una sonrisa complacida ilumina su rostro. “En verdad que tamaños comienzos son dignos del mejor caballero que los tiempos vieron. Mi señor podrá descansar en paz. Y a él me encomiendo”.
Del libro Micrólogos

domingo, 9 de mayo de 2010

MICRORRELATO

VULNERANT OMNES, ULTIMA NECAT
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Durante meses, aquella mujer le mandó cartas apasionadas. No obtuvo respuesta alguna del destinatario. Su amor nunca fue correspondido. Optó entonces por mandarle cartas quejumbrosas, lastimeras, en las que le reprochaba que no tuviera en consideración su pasión hacia él, el sufrimiento que le causaba su silencio. El resultado fue igualmente un ejemplo perfecto de omisión y desprecio sin hacer aprecio. Por último, decidió enviarle una carta última, definitiva. Y ésa vez sí obtuvo respuesta. La halló en los periódicos, en primera plana a tres columnas. El cuerpo del hombre de sus amores, destrozado y cubierto con un manta de aluminio brillante, ilustraba la noticia. Las palabras que seguían al titular explicaban que la policía barajaba pistas que apuntaban a una acción terrorista.
Del libro Crueldades necesarias

domingo, 25 de abril de 2010

MICRORRELATO

JUSTIFICACIÓN
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Durante el interrogatorio del fiscal, aquel hombre manifestó que la había matado por varias razones, que pasó a enumerar con precisión. En primer lugar, por el tiempo que le costó conseguir que fuera suya, cuando todavía no lo era. En segundo lugar, porque, una vez vencida la dificultad, la muy zorra (palabras textuales) se había entregado sin tasa, como una puta vulgar. En tercer lugar, porque ya era suya. En cuarto lugar, porque a esas alturas se había cansado de que continuara siendo suya. En quinto lugar, porque, pese a ello, tampoco quería que fuese de nadie más. En sexto lugar, porque la tarde del día de autos había perdido unos cuantos miles en el bingo, la muy ludópata. En séptimo lugar, porque aquella noche llevaba puesta una bata abominable. En octavo lugar, porque muerta la perra se acabaría la rabia. En noveno lugar, porque roncaba, y mucho. Y en décimo pero no último lugar, porque le había dado la real gana. Tras una pausa, abarcó toda la sala del tribunal con su fría mirada desafiante. A continuación, y en un alarde de método riguroso, concluyó proponiendo que, si le daban tiempo, era capaz de exponer las razones que quisieran para justificar la necesaria perentoriedad de su acción. El juez, interesadísimo, le concedió 30 años para meditar con detenimiento sus argumentos. Y un día más para la exposición ordenada de los mismos.
Del libro Crueldades necesarias

jueves, 22 de abril de 2010

VESTIGIOS DEL PASADO REMOTO

domingo, 11 de abril de 2010

MICRORRELATO

TRÁNSITO
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De la depresión más humillante pasó a la euforia más extrema. Del aire del ventilador, extrajo brisas insulares; de su calefacción a gas, la caricia del sol en la piel tostada; del ruido del ascensor, música de acordes perfectos. Pasó varios días sin comer, y bebiendo apenas unos sorbos. Lo que sentía le bastaba. Los recuerdos fueron clasificados, reordenados, jerarquizados. Sus ojos sólo veían ya el pasado, que se bifurcaba de un modo infinito, pero gratificante. Vivía en un paraíso hecho a su medida. Y siguió soñando. Y adquirió tal destreza, que no hubo corte alguno entre sus últimos pensamientos en esta vida llena de muerte, y su estado posterior, de muerte que recordaba la vida. Cuando expiró nadie a su alrededor notó la diferencia. Ni siquiera él mismo.
Del libro Micrólogos

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