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domingo, 18 de diciembre de 2011

MICRORRELATO

COHERENCIA FINAL

Que no, que no, que no quiero. Que yo no me convertí en caballero andante para nada, que buenos palos recibí, y escarnios y burlas. Que mi empresa, voto al cielo, fue de tal altura, que los tiempos venideros hablarán de mí, y sabrán de mis hazañas, no siempre bien contadas o tergiversadas en sus esencias. Así, ¡cómo tolerar que ese tullido ahora decida para mí un final tan insípido y sin honor! En la cama, y cuerdo, ¡como si yo estuviera loco! No, he dicho que no. Un caballero de mi condición y que, a diferencia de los que lo eran por alto linaje, debo todo a mis acciones y aventuras, no puede morir en el lecho, rodeado de los amigos y familiares como un vulgar destripaterrones o incluso un alguacil. Me niego. Facilitadme, pues, una soga suficientemente larga con que dar su merecido a ese soldadito desertor metido a escritorzuelo de mis desdichas. Y, luego, dadme una daga de hoja ancha o, mejor, una espada de largo filo con la que, como el aciago Ayax Telamonio, ponga fin a mi propia historia y así lavar tanta injuria y deshonor vertidos contra mi heroica persona.
Del libro Micrólogos

domingo, 20 de noviembre de 2011

MICRORRELATO

EQUIVOCACIONES DE ULISES, VIEJO

Yo, que tantos hombres he sido, que tantos mares surqué, y que tan tarde regresé a mi hogar, debo reducirme en estos tiempos a la situación de invalidez inmóvil a que los años implacables me someten. Yo, que revestí mi cuerpo de disfraces cuyas vidas fui absorbiendo sin cesar, que hallé siempre el modo de encontrar metas sin agotar la energía que me impulsaba, que he apurado placeres que otros ni siquiera imaginaron, he de verme ahora conducido por manos que no deseo, por sendas que detesto. Yo, que fui amado mucho más de lo que amé, que descubrí tierras extrañas mientras conducía a mis hombres a inciertos destinos, al tiempo que los dioses me perseguían con una saña incomprensible, pero que a su vez acrecentaba mi gloria, he de ser alimentado como un recién nacido, sin poder limpiarme siquiera mi descuidada barba. Yo, que hice de mi astucia el estandarte que todos seguían sin discutir, que jamás tembló en el combate y que tantos alientos quebró con armas bien templadas, debo contemplar a diario cómo mi palabra es la primera en olvidarse y la última en tenerse en cuenta. Por eso yo, que tantos hombres fui, mientras burlaba a las parcas, postergando la laguna postrera, yo, el gran Odiseo, el astuto, el sagaz, el sabio rey de Ítaca, sólo alcanzo a contemplar en el espejo (cuando me lo acercan) sólo una imagen impensable hace años, sucia y decrépita, que no es la de quien he sido, ni la de quien soy ahora mismo, sino el trasunto mismo de lo que ya seré para siempre.
Del libro Micrólogos

domingo, 14 de agosto de 2011

MICRORRELATO

COSA DE ARAÑAS

Aquel niño no dejaba de insistir con las arañas. Desde que las conociera en un libro de ciencias, en el colegio, a todo el mundo asediaba para que le contara cosas sobre ellas, le regalara libros con fotografías o le recomendara lugares en la red para visitar. Poseído de una fiebre sin control, comprobó que a los pocos meses lo sabía casi todo sobre ellas. Pero un día reparó en que desconocía la procedencia de ese nombre que tanto le había cambiado las apetencias. Se enteró por fin de que provenía de una experta tejedora griega, llamada Aracne, cuya delicadeza en el arte del bordado sobre tela y tapicería era sólo comparable a su soberbia; y tanta fue, en efecto, que pretendió que la hermosura de su labor y la pericia de su arte aventajarían incluso a Atenea. Siguió indagando, y comprobó que la diosa accedió al desafío y que éste tuvo lugar en la casa de la tejedora, donde la diosa de la inteligencia y de la guerra fue vencida por la calidad artesana de su oponente mortal. Al chico le molestó mucho, en cambio, que Atenea no pudiera soportar la derrota, y que, despechada, golpeara a su rival y destrozara su telar. La conclusión de la historia, con su trágico final y la reparadora metamorfosis lo dejaron estupefacto.

—Pero, ¿quién se creía esa diosa que era? Hoy, Spiderman la habría fulminado por completo —sentenció, muy resuelto.
Del libro Micrólogos

domingo, 8 de mayo de 2011

MICRORRELATO

TESEO, EL AMBIGUO

Cuando Teseo halló al Minotauro, una pasión amorosa sin límites lo devoró, y al monstruo le sucedió lo mismo. Ninguno contradijo sus instintos. Se amaron con masculina violencia durante largas horas, mientras desde la profundidad del laberinto se elevaron a los cielos jadeos y bramidos de creciente intensidad, semejando un cruento combate sin cuartel. Pero concluido el primer encuentro, al héroe se le despejó la nube de los ojos y recordó que tenía una misión que cumplir y una reputación que mantener. Por ello, y aprovechando el confiado sopor de su amante, lo traspasó de una estocada certera. El resto es bien conocido: al poco de huir con Ariadna, su benefactora, Teseo la abandonó a su suerte en la isla de Naxos. Hubo una explicación oficial que apenas trascendió, y una boda interesada, cuya urgencia sorprendió a todos. A todos, excepto al héroe, cuyo corazón memorioso siempre encontraría el abrazo de su esposa demasiado blando y su talante, en exceso pasivo y dulce.
Del libro  Micrólogos

lunes, 4 de octubre de 2010

domingo, 19 de septiembre de 2010

MICRORRELATO

AMOR IMPOSIBLE


¡Y todavía creen los humanos que Eros es un niño adorable, cuyas travesuras hay que perdonar porque no anda bien de la vista! ¡Qué ironía! Si algún día doy con él, lo patearé sin descanso hasta que mis cascos le aplanen esa cara de estúpido vendado que lleva, y le arrearé tal número de coces, que se va a acordar toda su vida lo suficiente como para pensárselo dos veces a la hora de lanzar sus dardos así como así. Porque es cosa sabida de todos que yo, Quirón, instructor de hombres y héroes, me acerco poco al mar, dada mi aversión al agua; y él más que nadie lo sabe. Pero que aprovechara una de las escasas veces que, acompañando a Heracles, me encontrara en las orillas del Ponto Euxino, para traspasarme con una de sus caprichosas flechitas, a mi edad y con mi condición, parecería una broma fuera de lugar. Pero que lo hiciera además en el momento justo en que asomaba sobre las olas la belleza refulgente de una sirena jovencísima, supone una vil canallada intolerable, de naturaleza olímpica.
Del libro  Micrólogos

domingo, 8 de agosto de 2010

MICRORRELATO

ACASO, KAVAFIS
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Viajé a Alejandría con el único propósito de leer sentado en un café la poesía completa de Kavafis, declamando cada verso en su lengua original y trascendiendo su profundo sentir. Pero una vez allí, nunca supe cómo regresar. Acaso, porque jamás llegué a planteármelo. Acaso, porque ni siquiera pude alcanzar las costas de Ítaca. Acaso, por hallarme ocupado viendo cómo el dios abandonaba a Antonio. Acaso, por ocupar mi imaginación con bellos cuerpos núbiles que intercambiaban su piel morena mientras juegan al eterno peligro de la seducción. Acaso, porque ese viaje extenuó en demasía mis débiles miembros. Acaso, porque el aroma de la decadencia pudo al final conmigo. O acaso, porque mi cuerpo nunca llegó a salir siquiera de mi cuarto. Ni mi mirada, de esta hermosa edición original, bilingüe.
Del libro Micrólogos

domingo, 25 de julio de 2010

MICRORRELATO

DESPECHO
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La cólera de Aquiles estuvo siempre bien justificada. Enamorado de la apostura elegante de Héctor, no pudo soportar que éste hubiera creído matarle en la figura de Patroclo.
Del libro Micrólogos

viernes, 21 de mayo de 2010

A VECES LAS PINTADAS...

martes, 20 de abril de 2010

LO ORDENA UN DIOS

domingo, 18 de abril de 2010

MICRORRELATO

ÍCARO, HUÉSPED DE LAS PROFUNDIDADES
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Ícaro no se desplomó desde el cielo porque sus alas de cera y pluma se derritieran al contacto con el sol (cualquier físico podría desmontar tal falacia). Lo que le sucedió fue que siempre había soñado con ser un ángel. Y ello, porque la religión de sus ancestros le sonaba demasiado a mitología. Por eso, en cuanto Dédalo le ayudó a construir aquellas alas maravillosas, lo que hizo fue subir, subir, en busca de ángeles. Pudo hallar algunos, e incluso llegó a conversar con ellos de lo humano y lo divino. Pero para su desgracia postrera, el Supremo Hacedor consideró su anhelo como una muestra impropia de ambición y de soberbia que no podía tolerar. Así, ordenó a uno de sus espíritus flamígeros que pusiera fin de inmediato a tan desmedida pretensión. Fue obedecido sin demora. Las crónicas refieren que la estela de la ígnea caída suscitó la atención de otra criatura también ambiciosa, antaño bellísima y entonces exiliada, que se apiadó de inmediato de su desgracia, abriéndole un hueco hasta las profundidades del abismo, donde aún permanece en su solidaria compañía.
Del libro Micrólogos

jueves, 14 de enero de 2010

CARABINA DE MUSEO

domingo, 10 de enero de 2010

LOS DOMINGOS, MICRORRELATO

Pasado el año fotográfico en exclusiva, después del inicial en que se compartía imágenes y escritos, es muy probable que el ritmo perfecto para mis expectativas sea éste que el nuevo año inaugura. Fotos, a lo largo de seis días de la semana, alternando retratos con mis fotos habituales. Y el domingo, a modo de descanso visual, un pequeño cuento, un microrrelato, mundo por el que llevo bullendo ya algún tiempo. Espero que la combinación dé a este espacio la estructura y regularidad perfectas, si acaso existieren. Y que sean gratos, como es natural.
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LAMENTO DE MEDUSA
Es bien triste que me pase siempre. No sé qué ven en mí, que se quedan de inmediato rígidos, inmóviles, petrificados. Se morirán de amor o de admiración, no sé, o... simplemente los mato de alguna forma. Algo que me irrita en lo más hondo, pues no hallo más compañía que mi alargada sombra. ¿Qué verán en mí? ¡Lo que daría yo por un espejo!
Del libro Micrólogos

sábado, 31 de octubre de 2009

CABALGANDO SOBRE EL PASADO

martes, 25 de agosto de 2009

SOL, NIEVE, LUJO, MITOLOGÍA

sábado, 1 de agosto de 2009

MIRADA DE PIEDRA, EN BRONCE

jueves, 21 de mayo de 2009

sábado, 21 de junio de 2008

Arquitectura olímpica


El oráculo de Delfos jamás llegó a pronosticar que los sagrados juegos dedicados a los dioses del Olimpo llegarían a un extremo como el que el mundo actual nos ha permitido observar. De igual modo, no consta que en ninguno de los dictámenes de la pitya, severamente guardados por la Historia, se revelara la realidad futura de una competición que surgió como homenaje de los humanos hacia los inmortales a quienes todo debemos. Por eso, entre quienes hemos visitado el santuario délfico, aumenta la curiosidad acerca de qué habrían pensado aquellos sacerdotes sobre los edificios que hoy albergan los nuevos juegos olímpicos. Acaso les parecieran fríos, desprovistos de un alma que para ellos era la esencia de la gloria más elevada que pudiera conquistar cualquier mortal. Acaso les parecieran bellos, pero en exceso decorativos, y tal vez perturbadores de la verdadera finalidad de los juegos. Puede que no entendieran cómo algo tan noble como la competición digna podría haber llegado a convertirse en un negocio absoluto y en fuente de corrupciones impostadas. Lo más probable es que no se pronunciaran de inmediato, dada su reconocida prudencia, y que se guardaran su dictamen para no ofender a los hombres ni a los dioses. Serían, en cualquier caso, más discretos que yo, a quien esos negocios repugnan, a quien todo el espectáculo que se mueve alrededor de dicho evento le parece un cáncer terminal, y a quien esa arquitectura fascina por completo.

domingo, 1 de junio de 2008

Marte observa


Desde lo alto, el dios contempla la ciudad, y cuanto ve le desagrada. El ruido, el bullicio, la fealdad, la prisa. En estos tiempos, nadie cree en él, aunque sí en lo que representa. Pero las naciones se sumergen en la guerra sin contar con su aprobación ni su concurso. La guerra hoy no es tarea ritual a la que se sacrifiquen hecatombes de bueyes. Tan sólo es un negocio, del que él apenas entiende nada; él sólo sabe manejar la broncínea lanza y la doblemente afilada espada Su divino cuerpo, presto al combate guerrero tanto como al amatorio, se encuentra, como siempre, en plenitud de poderío. Pero ya no queda nadie con quien luchar con un sentido estricto y digno del combate cuerpo a cuerpo. Su mente está confusa: lo suyo no fue nunca pensar, al contrario que su hermana Minerva. Da un paso, pero duda, y su gesto le asemeja aún más a la divinidad que representa. Carcomido de pesadumbre, ni el recuerdo le proporciona la medicina con que mitigar la realidad que desde hace tiempo percibe. Desde lo alto, el dios de la guerra más visceral e instintiva, decide dejar reposar su escudo, que ya embraza con desánimo, y enfundar su espada, que cuelga de su brazo como una cuerda en un abismo. Tal vez sea tiempo -se dice- de alejarse de los hombres, de dejarlos a su suerte, de asumir lo inevitable. Por último, echa una mirada triste a su alrededor, y su magnífico cuerpo se disuelve en el aire.

jueves, 15 de mayo de 2008

El malhadado conde


-De siempre dije que yo era producto de un malentendido. De siempre declaré que a mí la sangre no es que me guste, pero que el fin debe justificar los medios que se empleen para lograrlos. De siempre he tenido enemigos que me han difamado, propalando calumnias de continuo, y que han trasplantado a la imaginación popular una leyenda púrpura de terror sanguíneo de lo más sorprendente. Pero lo que no he dicho nunca es que mi verdadero objetivo no es matar, ni beber la sangre, como se piensa. No. Mi meta no es sino gozar de las mujeres, de su dulzura, su violencia, su piel, su cuerpo, sus movimientos, su lentitud, sus gritos, sus susurros: todo en ellas me atrae y no atiendo a la belleza más que a la virtud, ni a la inteligencia más que a la lujuria, ni mucho menos al poder por sobre . Si no hubiera sido por ellas, todavía seguiría empalando turcos en la Valaquia transilvana. Pero es que ellas... Seguro que habrá quien me entienda, y quien alcance a comprender que para gozar de sus favores cualquier artimaña me resulta lícita, incluso producir dolor, incluso arrancar la vida. Ello no me convierte en un monstruo, pues hoy día ha llegado el punto en que la mayoría, ya atraídas por mi fama malhadada, me ofrecen su níveo cuello para que extraiga de ellas lo que piensan que más me satisface; pobres infelices. No, no soy ese monstruo chupasangre del que creen saberlo todo. Pero me encanta que lo sigan pensando.

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