miércoles, 31 de octubre de 2018

LA TONTERÍA ESA DE LA FELICIDAD

En los tiempos modernos hay demasiada obsesión con la felicidad. Pasamos más tiempo buscándola, que viviendo, parece. Pero creo que es un error, como toda ilusión, en los dos sentidos del término. A mí la palabra no me gusta (prefiero la del bienestar), pero convengamos en la tradición, y hablemos de la felicidad, que es algo tan subjetivo que ni merecería la pena comentarlo siquiera.

Los modos por los que alguien la puede alcanzar (siquiera sea transitoriamente, pues no hay felicidad duradera, ni aun en pequeños lapsos de tiempo) dependen en primer lugar, de no estar obsesionado en su búsqueda y hallazgo. En segundo, de tener cubiertas las necesidades vitales más básicas (vivienda, alimentación, trabajo). En tercer lugar, depende de hasta qué punto logremos concitar la atención de alguien (compañerismo, vecindad, amistad, amor). En cuarto, con asumir que, pese a lo que digan los optimistas más contumaces, la mala suerte también existe, y que demasiadas cosas perjudiciales no dependen de nuestra acción o inacción. En quinto, con la existencia de un motor que mueva hacia adelante, en forma de proyectos, metas, logros que alcanzar, etc. En sexto, con no sentirse inmerso en la soledad no deseada; se puede estar solo, pero sin sentirse solo: la clave está en evitar esto último, bien con amor, amistad, altruismo, etc. En séptimo, en practicar cualquier actividad que suponga un bien para alguien distinto a uno mismo; éste puede ser un animal o distintas personas, cercanas o lejanas, eso es indiferente. En octavo, con asumir que vivir es estar en permanente estado de cambio, y que cada etapa de la vida conlleva problemas diversos, pero también ventajas que han de ser aprovechadas como conviene. En noveno, practicar la curiosidad casi por obligación y de forma constante. En décimo, en buscar calmar los apetitos con la suficiente austeridad como para que la consecución de los deseos no nos cobre demasiado peaje. En undécimo, en saber disfrutar los microinstantes de placer que se van sucediendo hora tras hora, si se saben ver, captar y paladear. En duodécimo, en tener a alguien  (persona o animal) a quien proporcionarle algún bien sin esperar compensación equivalente a cambio. Y en décimo tercero (y final, aunque no menos importante, en los tiempos que corren), en adquirir habilidades para alejar de uno a aquellas personas que no sólo no nos aportarán nada, sino que detraerán mucha energía que necesitamos para vivir bien, lo que en estos tiempos se ha dado en llamar gente tóxica.

Y ahí está todo el secreto. Bien mirado, no me extraña que con todo lo que hay que tener en cuenta, casi nadie pueda considerarse feliz.

sábado, 27 de octubre de 2018

PEQUEÑAS RESISTENCIAS, ESENCIALES PARA LA VIDA


El otoño va avanzando, y el invierno se anticipa como siempre, de forma sutil y con los fríos de rigor. Las hojas van cayendo, despoblando los árboles de su abrigo protector. Pero, frente a todo, hay ramas, hay hojas, que no quieren seguir el ritmo del resto. Y resisten. Ahí está la diferencia que nos anima a seguir adelante. Por eso hoy me he emocionado con este liquidámbar, casi tanto como Machado cuando vio reverdecer al olmo viejo.

Parque de Ferrera (Avilés, Asturias, España)
Octubre, 2018 ——- iPhone 8 Plus 

viernes, 26 de octubre de 2018

DIÁLOGO EDIFICANTE (MICRORRELATO)

—¿Me da pan?
—¿Acaso tiene hambre?
—¿A qué viene esa pregunta?
—¿No es, acaso, pertinente?
—¿Cree que las personas saciadas le comprarían el género?
—¿Y por qué no?
—¿Por qué se resiste a servírmelo?
—¿Por qué causas lo pide?
—¿Es el hambre motivo insuficiente?
—¿Tendría dinero para pagarlo?
—¿Piensa así de todos sus clientes?
—¿Se da cuenta de que no me está respondiendo a lo que le pregunto?
—¿Se percata usted, acaso, de mi perentoria situación?
—¿Cree que con esa pinta y esos modales puedo entregarle mi producto?
—¿No creerá que mi dinero vale menos que el de los demás?
—Pero ¿dispone de efectivo?
—¿Por qué le ha dado pensar que soy insolvente?
—¿Podría ver su dinero?
—¿Podría ver cómo introduce una hogaza de pan en una bolsa?
—¿Realmente quiere usted verme enfadar?
—¿Alguien le habrá visto mostrando sentimientos?
—¿Podría salir de mi local inmediatamente?
—¿Y si comenzamos de otro modo?
—(?)
—Querría una hogaza de centeno, por favor.
—Desearía saber por qué la demanda.
—Pero eso es indiferente.
—Me gusta saber que mi pan acaba en las manos correctas.
—Eso es lo de menos, la cuestión es que le pague.
—Es que también tengo dudas de que pueda pagarme.
—No creo haberle dado pie a pensarlo.
—El caso es que sin dinero por delante, no hay género..
—Los panes ahí están, bien a la vista.
—En cambio, su dinero brilla por su ausencia. 
—Malamente puede brillar, pues los billetes carecen de brillo.
—Pero las monedas sí lo hacen.
—Sólo si no están muy desgastadas.
—Lo cual nos devuelve al punto de partida. 
—No entiendo por qué piensa eso.
—Es natural que le suceda tal, pues usted no entiende nada.
—Yo entré aquí a por pan, nada hay que entender.
—La lógica más elemental de compra y venta, es lo que no entiende.
—Yo compro, usted vende; es bien sencillo.
—Yo vendo, si considero que se dan las circunstancias adecuadas.
—Ahora, para vender, hace falta que se den circunstancias adecuadas. 
—Claro, por ejemplo, sin dinero, no se dan.
—Pero es que yo tengo dinero.
—Pudiera, sin embargo, aún no he visto un centavo asomar de su bolsillo.
—Ni lo verá, a este paso, pues no me quiere vender mi hogaza.
—No es suya, sino mía.
—Sí, pero entré aquí para que dejara de ser suya, y hacerla mía.
—A eso se le llama robar.
—No, si media un pago de por medio.
—Que es justamente lo que no se está dando, pues no hay dinero.
—Sí hay, lo que no hay es voluntad de intercambiar género.
—Me parece que es usted un peligroso alterador del orden.
—Pienso que toda la culpa es suya.
—Yo también.
—Vaya, al fin un acuerdo. 
—No, si digo que yo pienso que la culpa es suya.
—Pues eso da un empate.
—Eso parece.
—O sea, que usted sigue con su pan y yo con mi dinero.
—Según su visión, sí.
—No es una visión, es la realidad.
—Tiene razón en que no es una visión, pues aún no he visto dinero alguno.
—Esa frase ya me suena como algo cargante.
—Es sólo la constatación de la evidencia.
—Podríamos comenzar de otra forma.
—Imposible, es la hora del cierre.
—Pero antes, véndame el pan. 
—No puedo. Es una cuestión de principios
—No intuyo cuáles.
—El más importante de todos: que aquí no se fía.
—¿Y si en vez de una hogaza me vende dos barras?
— (Voz metálica) Puertas cerradas. Este establecimiento volverá a abrir a las 16 horas en punto.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

jueves, 25 de octubre de 2018

EL PADRE DE NEMO ESTÁ TRISTE


Este padre de un pez payaso, sigue pensando en su retoño. Pero, al contrario de lo que imaginaríamos si recordamos el exitoso filme de 2003, no se atreve a salir de la seguridad de su anémona de mar, ni de su acantilado. Es un padre cobarde. Hace tiempo, no se habría comportado de esa manera. Pero ahora, el miedo lo atenaza. La causa es que desde que se estrenó la película en 2003, se capturó una cantidad intolerable de ejemplares de su especie; hasta el punto de que muchas asociaciones animalistas pusieron el grito en el cielo. Lo hicieron para proteger a una especie que podría quedar amenazada por el doble efecto de una belleza estética indudable, y del efecto colateral -pernicioso- de la publicidad generada por una película que en modo alguno llegó a pensar en las consecuencias derivadas de su éxito. El padre de Nemo está triste, no cabe duda. Su gesto lo indica bien a las claras. No sabe qué hacer, y lo peor es que no podrá hacer nada.

Acuario de Génova (Liguria, Italia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

miércoles, 24 de octubre de 2018

LOS DILEMAS ÉTICOS DE MARTIN COHEN (1)

Vivir no es sencillo (nadie dijo nunca en serio que lo fuera), y a cada día nos vemos sometidos a una serie de situaciones que requieren de nosotros una toma de postura, una decisión, un elegir un camino y no otro. Vivir es, pues, elegir. De continuo. Por fortuna, muchas de esas decisiones son cotidianas, y apenas tienen trascendencia alguna. Elegir qué nos ponemos al salir, qué comemos hoy, qué disco ponemos, qué canal televisivo conectamos, por qué zona paseamos o elegir entre una marca de leche u otra, no suelen tener consecuencias de ningún tipo; o, si las hay, son poco relevantes.

Sin embargo, muchas veces tenemos que tomar decisiones mucho más importantes, cuya elección nos conducirá por una senda muy distinta si optamos por una alternativa u otra. Son los llamados dilemas. Muchos tienen que ver con cuestiones muy prácticas, aunque de trascendental importancia para nuestras vidas. Pero otros comportan implicaciones éticas de gran calado. Ésos son aquellos en los que me gusta a mí hurgar. Hasta el punto de que hace un par de meses me compré un libro sin conocer a su autor, sólo por su sugerente título: 101 dilemas éticos, de un filósofo británico llamado Martin Cohen. Su lectura, que se hace a pequeños sorbitos, es un catálogo de posibilidades de cómo la vida nos pone a prueba permanentemente. A modo de inicio -iré poniendo más- plantearé uno de los más sencillos, y que figura al principio de la obra.

El bote salvavidas

Un acorazado acaba de recibir el impacto de un torpedo enemigo en una zona que aboca al navío a un hundimiento seguro. El capitán ordena abandonar el barco, lo que se puede hacer de un modo bastante ordenado y sin agobios excesivos de tiempo. Hay tres problemas: el primero es que la explosión ha dañado más de la mitad de los botes salvavidas; el segundo, que la radio ha quedado inutilizada; el tercero, que se hallan en mitad del Atlántico, sin posibilidad de recibir ayuda. Por tanto, la situación irremediable es que acabará habiendo en el mar once botes atestados de marineros, flotando al lado de varias docenas de tripulantes que no pueden subir a los botes, pues una sola persona más en cada uno haría que volcasen y muriesen todos: sus ocupantes y los que intentaran el acceso. No obstante, uno de los grumetes consigue agarrarse desde el agua a la borda del bote donde se halla el capitán. Éste, en cambio, da una orden a quienes lo tienen más cerca, en el sentido de desligarse de él y arrojarlo de nuevo al agua. Los que reciben la orden lo miran consternados, y recuerdan la rigidez y la dureza de su disciplina que caracterizan al capitán. La pregunta que se hace es muy sencilla: ¿deben obedecer al capitán o hacer caso omiso de su mandado?

martes, 23 de octubre de 2018

LA ENCOMIABLE TAREA DE EDUCAR


Capté esta imagen en la Punta Roncudo, en Plena Costa da Morte gallega, un día de oleaje tremendo que hacía justicia al apelativo de la zona, mientras llovía intermitentemente, y se preparba una galerna que horas más tarde acabaría por descargar como suele por esos pagos.

Lo que más me interesa de lo que se muestra en ella es imaginar la conversación que podría tener el padre con los dos pequeños, cuando éstos lo acribillaran a preguntas. ¿Qué es eso blanco? ¿Por qué está ahí? ¿Qué quiere decir? ¿Pero de verdad murieron tantos? ¿Y la muerte? ¿A dónde vas después? ¿Homenaje? Y eso, ¿qué es?

Me enternece (y me abruma) imaginar al padre buscando las respuestas más adecuadas al nivel mental de sus hijos, intentando alcanzar un equilibrio entre la información concreta y la abstracta, buscando su seguridad y su prudencia, pero sin alarmarlos en exceso. Lograrlo sin que el discurso patine por inverosímil, excesivamente edulcorado, precavido en demasía, o escapista sin más, eso, eso precisamente, es educar bien. Porque los críos demandan todo el tiempo información, y si se le da, piden más, y así de un modo infinito hasta que otra cosa capta su atención, o el juego reclama su dosis, y pasan a otro asunto sin solución de continuidad. Pero estar ahí para satisfacer su curiosidad infinita y acertar en la cantidad y la calidad de lo que se les dice, a mí me parece dificilísimo, hasta el punto de que considero a los padres y madres que lo logran como héroes y heroínas dignos de condecoraciones vitales. Alguna vez los veo, en cafeterías, en museos, en la playa, en actos públicos, con la paciencia infinita a fondo perdido que supone educar, hablando con ellos, explicándoles, indicándoles, poniendo caras serias o riéndose con ellos, marcando las distancias con la realidad para que no intimide tanto que paralice, pero sin quitarle tampoco toda la importancia a algo que de soslayarlo les ocasionaría algún disgusto tarde o temprano.

O, como en la imagen que contemplamos aquí, a ese padre ejemplar, bajo la lluvia, en condiciones que no son las mejores, pero que está ahí para ejercer su condición de padre, que implica una responsabilidad de tal calibre, que algunos cagones -que por desgracia aumentamos en número- decidimos en su momento que era tan gigantesca, tan inasumible para nuestro carácter egoísta, que preferimos declinar. 

Punta Roncudo (La Coruña, Galicia, España)
Agosto, 2011 ----- Nikon d300

lunes, 22 de octubre de 2018

MI PALABRERÍO CANALLA (38)

DELIBERACIONES: En la política internacional, conversaciones previas a cualquier desatino en perjuicio de  tercero. Ello no supone barrera alguna, para que si uno de los miembros es descompensadamente débil con respecto al otro o a los otros, también puede ser en perjuicio de segundo.
DELINCUENTE: Todo aquel que delinque, o sea, comete una falta tipificada en el código penal; si no, no. Por esa razón quien violaba a una negra esclava hace doscientos años no lo era, y hoy sí; por lo mismo, quien roba un bolso o mata a alguien hoy sí lo es y quien roba cientos de millones o asesina en masa, no, y etcétera.
DELIQUIO: Desmayo afectado, pedante o literario; o todo al tiempo.
DELIRIO: Bien como enajenación, como quimera, o bien como desatino, es siempre un modo rebelde de negar la penosa realidad que nos acucia (lo cual indica señales de actividad cerebral en quien lo experimenta) y una forma creativa de contemplar el mundo, lo cual no sólo está bien, sino muy bien.
DEMOCRACIA: Falacia política de gran predicamento actual que ofrece y mantiene la ilusión de que el control del Estado pertenece en última instancia a los ciudadanos. Su implantación vino debida por la contemporánea necesidad de acallar las continuas algaradas reivindicativas de las masas. Es como una dictadura, pero con recambio programado y sin tantos muertos, lo cual permite profundizar en otro tipo de desmanes menos ordinarios y que requieren mayor habilidad.
DEMONOMANÍA: Afición desmesurada en afirmar que el demonio ha poseído el  cuerpo de quien así lo asegura; lo que no queda muy claro es qué entienden los afirmantes por poseer, aunque la insistencia que ponen en que no se remedie dicha situación, unido a su expresión pícara y lúbrica, suelen ser pistas bastante indicativas.
DEPENDENCIA: Característica inveterada de la mayoría de los seres humanos, lo cual hizo afirmar a Aristóteles aquella tontería de lo del  zoón politikón (zoón politikón). Por pura paradoja es la base de todos los logros del ser humano; también, de sus mayores atrocidades.
DEPRAVACIÓN: Perversión, vicio, adulteración (referido a personas y al orden imperante). Ni que decir tiene que lo dicho con respecto a la decencia (v.) y al deleite (v.) se pueden aplicar aquí. Y en otros muchos lados, por supuesto.
DEPRESIÓN: A semejanza del término geográfico, se trata de un importante bajón en la moral, en la autoestima, en las ganas de vivir. Curiosamente, no la producen las guerras, ni la explotación, ni el hambre, ni los asesinatos, ni la corrupción, ni la falta de cultura, lo cual no deja de tener bemoles.
DERECHA: Forma de entender la política cuando a seres zafios, pesimistas, miedosos y de gran estolidez  les da por sentirse elitistas y aristocráticos, sin tener cualidades para ello, y buscando tan sólo el poder por el poder y el lucro material que permita capear las vacas flacas para cuando no se encuentren en sus respectivas poltronas (V. Izquierda).

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

domingo, 21 de octubre de 2018

ANTOJO DE DESAYUNO VINTAGE


La fotografía que dio origen a esta imagen era en color, y bastante más anodina; aunque, a decir verdad, la singularidad de esa cafetera -más que  nada por su asa, en ángulo recto con el tubo de salida- queda bien en color, en blanco y negro, virada y como se muestre. Pero lo que me indujo a darle un toque antiguo, retrotrayendo esos objetos en el tiempo, fue que yo nunca tuve nada parecido en mi infancia. No disfruté de esas vajillas espectaculares que las abuelas sacaban en los días de fiesta, ni mi madre era dada a ese tipo de distinción con que se obsequian algunos días, que ella rechazaba sin más, tomándolo como un lujo innecesario, como una ostentación impropia de nuestro estatus social.

Sin embargo, las imágenes, convenientemente tratadas, pueden ofrecernos un remedo de lo deseado, de lo perdido, de lo alguna vez añoramos. Y aquí, virando ligeramente hacia tonos cálidos, ampliando las luces y habiendo desvaído el enfoque, añadiendo un poco de textura de grano y enmarcando con una máscara blanca, uno tiene la impresión de que fue tomada en unos años en los que era impensable tomar dicha instantánea. Hoy, repasando la galería de "Hechas", me topé con esta maravilla de cafetera, comprada de baratillo en Francia, con algunos desconchones, pero cuya originalidad de diseño llama de inmediato la atención. Y me dije: hoy no desayunaré como antaño habría querido, pero imaginaré que sucedió tal y como aquí se ve.

Bodegón de vajilla antigua (La Coruña, Galicia, España)
Agosto, 2011 ----- Nikon D90

sábado, 20 de octubre de 2018

HITOS DE MI ESCALERA (30)


El año 1983 comenzó con dos hechos clave en mi existencia (de otro modo, no figurarían aquí, en esta serie de “hitos”). El primero fue triste, pero revelador. El segundo, resultó una epifanía, que dio comienzo a una de mis aficiones más irreductibles y esenciales.


Quien leyera el anterior capítulo de esta serie, acaso recuerde lo contento que me encontraba porque por primera vez yo había logrado que lo que escribía tuviera una plasmación real, en forma de artículos que aparecían en una revista universitaria, que era minúscula, privada, financiada por un cura y cuya tirada era famélica. Pero que para mí fue muy importante. Pues bien, en febrero de ese año yo publiqué mi última reflexión en dicha revista: se tituló “Acerca de una falta de dedicación”, y versaba sobre eso mismo referido a la Universidad de León, donde no dejaba títere con cabeza desde las autoridades máximas de la misma, hasta los alumnos más descerebrados, pasando por los profesores más incompetentes. Digo que fue el último artículo que salió, pero no fue el último que escribí. Ése no llegó a salir, porque fue censurado por completo. Trataba sobre la despenalización del aborto, un tema candente por aquel entonces en España. Yo apoyaba sin trabas dicha propuesta legislativa (que se aprobaría en 1985). Pero el factótum de la revista, humanista (con salvedades), amable (selectivamente), pero sacerdote a la postre dijo que no, que no y que no. El artículo no salió. Ahorro referir lo que le dije al interfecto. Yo dejé la revista para siempre (aunque el “siempre” fue exiguo, dado que la revista sólo duró tres números más -obviamente, no por mi deserción, claro-). Y aprendí de primera mano alguna lección sobre la prensa y la libertad de expresión.

Dos meses después, tuvo lugar mi primer viaje al extranjero. Aún no había cumplido los 20 años, y el alborozo se me salía por los poros cuando subí al autocar que nos llevaría a París, con motivo del “Paso del Ecuador” de mis estudios universitarios. Fue un día de viaje para la ida y otro para la vuelta, con lo que la estancia sólo ocupó 5 días. ¡Pero qué 5 días! Fue una experiencia sublime, extenuante, reveladora, iniciática. Recuerdo con mucha exactitud casi todas las situaciones que tuvieron lugar en aquella semana que mis padres pagaron con cierto esfuerzo por su parte. No es cosa de referirlas todas. Pero sí conviene resaltar tres aspectos esenciales.
La primera también surgió de una frustración, pero inauguró un modo de comportamiento del que siempre me he sentido orgulloso. Tuvo que ver con que era el único (¡el único!) que se había comprado una pequeña guía turística de la capital francesa. Y como aquella guía -que aún conservo- proponía diez rutas, yo sugerí a unos cuantos compañeros más cercanos que, si les parecía bien, podríamos seguirlas con cierto orden. Aceptaron encantados, y dimos comienzo a la que iniciaba el libro, por lo que el primer día nos dirigimos a la Île-de-la-Cité, a ver Nôtre-Dame, la Sainte Chapelle, la Conciergerie, el mercado de las flores, etc. Y, sí, muy contentos llegamos ante la imponente catedral, donde nos hicimos las fotos clásicas, y luego accedimos al interior. Nos quedamos fascinados, como es fácil imaginar. Pero más bien debería decir que ME quedé fascinado, pues el grado de fascinación de mis acompañantes no me quedó muy claro. Porque ¡diez minutos después! de fascinado, pasé a estar atónito. Pues ellos ya habían recorrido ya las cinco naves, visto sus vidrieras y rosetones, sus muchos metros de longitud, y lo habían hecho a una velocidad de 2,3 match, y se me acercaron para preguntarme cuál era la siguiente etapa de esa ruta. También ahorraré lo que les dije, lo que me dijeron. Sí revelaré que no me enemisté con nadie, pero desde ese momento yo recorrí París en la más absoluta y gozosa de las soledades, destrozando el par de mocasines nuevos que llevé, comiendo bocadillos de mantequilla con atún y bebiendo Orangine -uno de los pocos lujos de aquellos días-. A mis compañeros sólo los vería al inicio y al final de la jornada. Inauguré de ese modo una actitud individual, pausada y egoísta ante los lugares nuevos, que mantendría ya para siempre. Una hora larga después del incidente, dejaba extasiado Nôtre-Dame para dirigirme a la Conciergerie.

La segunda cuestión que merece ser contada es la del surgimiento de un amor incondicional e imperecedero. Yo me enamoré de manera irremediable de una ciudad que tendrá todos los defectos que se le puedan asignar, pero donde hallé tal cantidad de arte que contemplar, tal racionalidad en su distribución urbana, tal diversidad humana interactuando, que a mí me hechizó para siempre. Repetí con diferentes años visita a una de mis ciudades-fetiche, la última ya, por fin, con 16 días por delante, en la que pude apurar en buena medida cuanto esta ciudad ofrece.

La última, es una confesión que pocas personas conocen, aunque mis allegados están hartos de escuchármela. Desde que montamos en el autocar para el regreso, yo pasé muchos minutos desde el inicio, y luego con intermitencias, llorando en silencio, pegado a la ventanilla. No sabía muy bien por qué, pero me brotaba el llanto, y no era de felicidad precisamente. Era más bien la constatación de que se habían terminado aquellos cinco días de libertad absoluta, de éxtasis artísticos con obras tan anheladas y por fin contempladas. Que aquellos cinco días, en definitiva, yo había sido yo mismo por primera vez en mi vida. Acaso exagere. Pero yo, que por aquel entonces era mucho más monolítico, inflexible y racional que hoy, y que no lloraba ni queriendo, derramé muchas lágrimas en el viaje de vuelta a la rutinaria, gris y esforzada realidad de estudiante universitario en una ciudad rutinaria, gris y anodina.


jueves, 18 de octubre de 2018

EL ÁRBOL RESISTE


Sabe que no es el árbol más bello, ni el más alto, ni el que procura mejores frutos; menos todavía, el que a su buena sombra se arracimara la gente. Sabe de su soledad, de su forma encorvada, de su carácter singular, alimentado por los vientos y el orgullo de crecer sin el apoyo de sus iguales. Pero sabe también que es una referencia del lugar, que cualquiera que pasa lo ve, que lo identifica con facilidad, que podría ser punto de encuentro. Se sabe solo, raquítico y poco útil. Pero es; y todo cuanto es y ha sido, lo es por haber insistido en ser, estando en un lugar concreto, sin separarse jamás de donde nació, jurándose que para ser sólo debía persistir, fuera en el error o en la verdad, pero por propia decisión, no por la de otros. Y ahí sigue, resistiendo el embate de los elementos, haciendo compañía silenciosa a otros dos solitarios como él (sobre el acantilado, que le da sostén; y al lado del faro, que le reenvía silbos y mugidos del viento, mientras la espuma del proceloso mar le humedece el ramaje. Encorvado, solitario, aislado, el árbol resiste. Todavía.

Praderías de Illa Pancha, Ribadeo (Lugo, Galicia, España)
Mayo, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

miércoles, 17 de octubre de 2018

EL DESIERTO, AL FINAL (MICRORRELATO)

He llegado, por fin, al desierto. He viajado solo. He traído muy poco equipaje. Ni libros ni equipo fotográfico, ni recado de escribir. Sólo he venido a contemplar el paisaje. He visto cadenas infinitas de arena ondulada y laderas serpenteantes. He visto cielos purísimos que hieren la vista hasta el extremo de tener que apartarla. He podido ver cómo se evaporaba una nube en pocos minutos. Pude ver cómo la luz reverberaba en espejismos. He apurado el tiempo, sumido a veces en un puro éxtasis, y otras en una somnolencia de baja intensidad. He visto el sol verdadero, y he contemplado en silencio el titilar lejano de las estrellas. He sentido el calor más extremo, que ha cuarteado mi piel. He pasado muchísimo frío por la noche, que me obligó a ovillarme como un animal. Mi cuerpo no se ha acostumbrado, ni creo que lo consiga. Pero mi mente no desea nada más. No es que no sepa cómo volver. Es que no contemplo ya el regreso.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

martes, 16 de octubre de 2018

EL ALMA VIVA DE LOS EGIPCIOS


Los egipcios tenían una concepción del alma que difería mucho de la que, por influencia judeocristiana, estamos acostumbrados a tener. Ellos creían que existía un alma, sí, pero para que perdurara tras la muerte del cuerpo al que iba asociada, era preciso que éste se conservara, y no se pudriera. La unión de alma y cuerpo egipcia es conmovedora, pero es lo que motiva que tras el fallecimiento de la persona, si se deseaba que el alma la sobreviviera, era preciso momificar el cuerpo.

Sin embargo, cuando uno observa los sarcófagos conservados (cuyo número no es testimonial, por fortuna), llega a pensar que no era necesario conservar el cuerpo de forma artificial: que con la vívida expresión de esos rostros tallados en la madera, el granito o la arenisca, ya podría alcanzar para que el alma egipcia, tan dada a supersticiones y a creencias religiosas, alcanzara la eternidad

Contemplemos este detalle del sarcófago de Merit, la mujer del arquitecto Kha a quien éste, en prueba de su profundo amor, le cedió ese sarcófago preparado para él (por haber muerto ella antes). Si después de mirarlo bien, y tras esos ojos de azabache brillante circundados de lapislázuli no captamos alma alguna, podremos sospechar entonces que acaso seamos nosotros quienes no alberguemos una en nuestro interior.

Sarcófago de Merit, en el Museo Egipcio de Turín (Piamonte, Italia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

sábado, 13 de octubre de 2018

PALABRERÍA

"En un principio era el Verbo, al final, el bla-bla-bla" (Stanislaw Jercy Lec, Los pensamientos despeinados)

"No hay que decirlo siempre todo, porque sería una tontería; pero, lo que se dice, debe ser tal como se piensa; de lo contrario, es mala intención" (Michel de Montaigne, Ensayos)

"El secreto de aburrir es contarlo todo" (Voltaire, Discurso en verso sobre el hombre)

"En este mundo, cuando un hombre tiene algo que decir, lo difícil no es hacérselo decir, sino impedir que lo diga demasiadas veces" (George Bernard Shaw, César y Cleopatra)

"Entre los hombres, las cosas de las que más se habla son por lo general de las menos conocidas" (Denis Diderot,  Indagaciones filosóficas sobre el origen y la naturaleza de lo bello)

"Toda esa palabrería de los hombres no constituye ni una sola palabra verdadera; la soporto para poder gozar del silencio que la atraviesa" (Martin Buber, Encuentros)

"La excesiva riqueza de vocabulario suele encubrir pobreza de pensamiento" (Enrique Larreta)

"Entre dos palabras, hay que elegir la menor" (Paul Valéry,  Tal cual)

"Las palabras son la droga más poderosa utilizada por la humanidad" (Rudyard Kypling, discurso)

"El que mucho fabla no se puede guardar que no yerre" (Alfonso X, Las siete partidas)

"El mucho fablar face envilescer las palabras" (Alfonso X, Las siete partidas)

viernes, 12 de octubre de 2018

COSTA DE GRANITO ROSA


La costa bretona es muy recortada y muy castigada por los embates del mar. En ella, hay muchas zonas diferenciadas entre sí. Una de las más conocidas es la denominada "Costa de granito rosa". Es, como la costa gallega, una zona donde predomina esta roca plutónica, pero lo que configura su colorido predominantemente cálido es la mayor proporción de feldespato, sobre la mica y el cuarzo, minerales componentes del granito, como se sabe.

La erosión que se lleva a cabo sobre los bloques graníticos de esta parte norteña de la Bretaña francesa es espectacular, y se pueden observar formas muy llamativas tanto en acantilados como en partes más llanas y playeras. Es una zona hermosísima que, si se puede, conviene visitar. Si no se puede, siempre cabe la posibilidad de allegarse a muchos puntos de la costa gallega (zona de la península de El Grove -Pontevedra- o de Burela -Lugo-, por ejemplo), donde se hallan formaciones parecidas, con colorido muy parecido, pero con menos fama, menos promoción turística y menos políticos detrás otorgándole publicidad.

Trégastel (Côtes-d'Armor, Bretaña, Francia)
Julio, 2015 ----- Nikon d300

miércoles, 10 de octubre de 2018

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (19)

Pregunta 52

¿Por qué cosa de su vida está más agradecido?


Por muchas, pero seguro que de lo que más ha sido la generosidad de tiempo y de palabra que me regaló mi abuelo los primeros años de mi vida. Creo, con toda honestidad, que de no haber vivido con él yo no habría sido lo que soy, ni habría desarrollado tanto determinadas cualidades que acaso se hallaran en forma potencial, pero que de no haber sido estimuladas de manera conveniente, no habrían podido dar los frutos necesarios. La dedicación que aquel hombre entregado a mí por completo, las lecturas de cuentos, el aprendizaje de mis primeras operaciones matemáticas, el aguante que un niño pequeño supone, sus obleas y barquillos al regresar de sus paseos por el parque S. Francisco, su labor mediadora y hasta defensora de castigos maternos más que merecidos por mi parte, y sobre todo, la labor constante de diálogo, de pregunta-respuesta que todo niño precisa pero que no siempre obtiene como debiera, todo ello fue la clave de que cuando yo acudiera por primera vez a un aula, en preescolar, en Los Pilares, ya dejara asombrada a la profesora y a mis compañeros, logrando la admiración de la primera y el desprecio y el odio de los segundos, ya casi in aeternum. Todo ello, originaría que cuando ya en La Bañeza yo principiara mis estudios de la EGB, mi nivel estuviera muy por encima del de mis compañeros, propiciara el replanteamiento de los profesores sobre mi caso y la decisión de pasarme al curso siguiente, previo examen que superé con notable. Desde siempre yo sería el chico que iba un curso adelantado, lo cual condicionaría -para bien y para mal- mis compañías, mi comportamiento, mi forma de enfrentar el mundo, mi estrategia de crecimiento físico y mis ideas más profundas; todo, en definitiva, deriva de aquel hombre sencillo, que marcó mi vida para siempre. Coincidimos en el tiempo apenas cuatro años. Los más importantes, sin duda.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

martes, 9 de octubre de 2018

ETERNO DEBATE SOBRE LOS ZOOLÓGICOS


Este ñu no pasta por la sabana africana. Sus cascos no se desplazan sobre frescos pastos de altas hierbas, ni está iniciando la descomunal migración que les ha hecho famosos en los documentales sobre fauna salvaje. Este ñu se encuentra en uno de los zoológicos más afamados de Francia, el de La Palmyre. Uno de los que, según consultas, mejor trata a los animales. Lo que no impide que este animal se vea reducido a un recinto de no más allá de unos 300 m2.

Se halla en dicho parque zoológico, para que personas como yo puedan contemplar de una forma directa ejemplares vivos de su especie. Su captura hace unos años, probablemente cuando era sólo una cría, sólo habrá servido para que miles de personas que jamás podremos verlos en su hábitat natural, adquiramos ese conocimiento, esa experiencia, y hasta logremos algunas imágenes que otorguen recuerdo a lo vivido. Es un objetivo lúdico y didáctico, que muchos objetan, pues aducen que dichos objetivos se subordinan al económico, y también afirma que envilece a la raza humana, la única que captura otros animales con el fin de exhibirlos.

Comprendo los dos argumentos. Incluso los asumo. Puedo defenderlos uno detrás de otro, sin que me tiemble la voz. No me parece contradictorio. Ambos tienen razón. Pero son razones diferentes, contrapuestas, inencontrables. Seguiré, por tanto, yendo a parques zoológicos. Seguiré disfrutando de cuanto me ofrecen. Seguiré haciendo fotos. Seguiré aprendiendo. Seguiré maldiciendo también el maltrato que muchas veces se aprecia en los ejemplares a la vista. También, que el único modo que se nos haya ocurrido a los humanos para poder ver de cerca estos animales sea secuestrarlos, alejarlos de su residencia habitual, encerrarlos en los mismos recintos hasta que mueran.

Parque zoológico de La Palmyre (Charente Maritime, Nueva Aquitania, Francia)
Julio, 2015 ----- Nikon D300

lunes, 8 de octubre de 2018

EL NIÑO YA SE PASÓ (MICRORRELATO)

Lo del niño ya sobrepasó todos los límites. Cada uno de nosotros ha aguantado lo suyo, pero lo de la otra semana superó todo lo tolerable. Su hermana aún pretendió defenderlo, pero el caso es que su madre a punto estuvo de ahogarse en el pozo, mientras él se partía de risa apoyado en el borde. De modo que lo cogí de un brazo y comencé una azotaina que a mí se me antojó larguísima, pero que él encajó sin inmutarse. De hecho, terminé yo más cansado en mi brazo derecho que él con su trasero enrojecido. Sin derramar una lágrima, se fue a su cuarto con actitud insolente y despreciativa. A la mañana siguiente, su hermana amaneció con una gran “pe” sobre su pecho, dibujada a punta de navaja. La cama estaba toda perdida de sangre. Pero no nos despertaron sus gritos (aún no sabemos cómo logró hacerlo sin que ella se despertara). Nos despertaron sus aullidos bestiales, proferidos desde la azotea de la casa. En un rapto de lucidez irreflexiva, decidí eliminarlo para siempre. Pero aun así, fallé, y el maléfico engendro tuvo la osadía de grabarlo todo en su móvil. La denuncia por malos tratos ya está en los juzgados. Esperamos en breve la llegada de la policía judicial para que me detenga. Yo iré a la cárcel. Seguro. Pero no lo doy por mal empleado. La criatura acabará en algún centro de acogida. Será el único modo de librarnos de él.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

sábado, 6 de octubre de 2018

CHULERÍA DE LOS ENANOS ANTE EL GIGANTE ARTIFICIAL


Mientras hurgaba entre mis carpetas para elegir la "foto del día", recalé en esta curiosa imagen captada en Galicia hace algunos años. De inmediato, me vino a la cabeza un título: "Escoltando al Hermano Mayor". Pero enseguida caí en la cuenta de que las gaviotas no podrían tener como pariente a un helicóptero, cuya dinámica de vuelo no se basa en los mismos principios básicos que ellas (otra cosa sería si la aeronave fuese un avión; entonces, sí). La idea de la escolta me seguía pareciendo atractiva, pero aun así, mi afán de veracidad acostumbra a dirigirme en la dirección correcta, y acabé por desestimarlo.

Mientras contemplaba la disposición de las figuras, me percaté de que acaso no "escoltaran", sino que las gaviotas huyeran, asustadas por el traqueteo incomprensible de motores y aspas, y ahí sí que mi mentalidad cartesiana asentía más satisfecha. Luego, di en pensar que, conociendo a estas aves, tan acostumbradas a los humanos, con los que compiten a la hora de obtener alimentos y a los que roban siempre que pueden, lo más probable es que miedo no hubiera ninguno. Más bien al contrario.

De modo que al final me decanté por pensar que estos bichos bellísimos, que tan poco me gustan cuando no están volando, estarían "exhibiéndose" con cabriolas, giros, picados y otras evoluciones, frente al Hermano Mayor, que, sí, será más grande, duro y resistente a los golpes, pero que es muy torpe en sus evoluciones, y cuya aparición en este mundo aún es muy reciente como para competir con ellas, que llevan varios millones de años surcando los cielos y aprendiendo de forma natural lo que más las caracteriza y más nos maravilla de su especie: su magnífico vuelo. Más tranquilo, pues, el título final ya brotó solo.

Playa de Doniños (La Coruña, Galicia, España)
Diciembre, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

viernes, 5 de octubre de 2018

LA UTILIDAD DE LA ÉTICA, SEGÚN ADELA CORTINA


Acabo de leer un libro estupendo de una de mis autoras preferidas, Adela Cortina, titulado ¿Para qué sirve realmente…? La ética, publicado en Paidós en 2013, pero que ya va por la 8ª reimpresión. En él, la famosa catedrática expone lo mejor de sus ideas, haciendo un especial esfuerzo por hacernos entender por qué debemos ser más éticos para vivir mejor. Lo hace a través de 9 capítulos relativamente breves, al término de los cuales tiene la deferencia de condensar en muy pocas líneas la utilidad comentada en dicho capítulo. Lo que yo haré a continuación es copiar literalmente esas nueve justificaciones, con la improbable pero ilusionante expectativa de que a alguien le entraran ganas de leerse el libro después. Ahí van:
  1. [La ética sirve] Para abaratar costes en dinero y sufrimiento en todo aquello que depende de nosotros e invertirlo en lo que vale la pena, sabiendo priorizar
  2. Para intentar forjarse un buen carácter que aumenta la probabilidad de ser felices y justos, al ayudar a estimar los mejores valores y optar por ellos
  3. Para recordar que los seres humanos necesitamos ser cuidados para sobrevivir y que estamos hechos para cuidad de los cercanos, pero también para recordar que tenemos la capacidad de llegar hasta los lejanos, creando vecindarios nuevos. Para eso hace falta no sólo poder, sino también querer hacerlo
  4. Para recordar que es más prudente cooperar que buscar el máximo beneficio individual, caiga quien caiga, buscar aliados más que enemigos. Y que esto vale para las personas, para las organizaciones, para los pueblos y los países. Que el apoyo mutuo es más inteligente que intentar desalojar a los presuntos competidores en la lucha por la vida. Generar enemigos es suicida
  5. Para ser protagonista de la propia vida, autora del guión de la propia biografía, para construir con otros la vida compartida, sin permitir que nos la hagan. Para realizar un sueño, el de una sociedad sin dominación en que todos podamos mirarnos a los ojos sin tener que bajarlos para conseguir lo que es nuestro derecho.
  6. Para aprender a degustar lo que es valioso por sí mismo, para escuchar el vínculo con todos aquellos que son dignos de respeto y compasión
  7. Para no confundir “democracia” con “mediocridad”, lo que supondría el mejor camino para asegurar el rotundo fracaso de cualquier sociedad que se pretenda democrática; y para que una educación alérgica a la exclusión no multiplique el número de mediocres, sino que cultive y universalice la excelencia
  8. Para ayudar a construir una democracia más auténtica, que sea gobierno efectivo del pueblo
  9. Para aprender a apostar por una vida feliz, por una vida buena, que integra como un sobreentendido las exigencias de la justicia y abre el camino a la esperanza

 De nada.

jueves, 4 de octubre de 2018

FIN DE JORNADA


El día termina, las sombras se alargan, los negros predominan. El sol decae y las nubes enmarcan la escena, mientras el reflejo lo duplica todo. Otra jornada más que echar sobre los hombros cansados. Es hora de pensar en dormir.

Crepúsculo en Peyrehorade (Landas, Aquitania, Francia)
Julio, 2015 ----- Panasonic Lumix G6

miércoles, 3 de octubre de 2018

MI PALABRERÍO CANALLA (37)

DARWINISMO: Doctrina biológica que estatuyó como una realidad absoluta algo que todo ser vivo (y, por extensión, el ser humano) había experimentado desde los orígenes más ancestrales: que los más fuertes son los que sobreviven y, por ende, los que procrean, por lo que cada vez las especies son más fuertes, más brutas, de suerte que la más bruta de todas ellas acabará con todas las demás, a poquito que se le deje tiempo suficiente.
DEBER: Aquello que se ha de realizar perentoriamente, bien porque nos lo exijan los demás —injustamente, claro—, bien porque nos lo impongamos nosotros —amorosa y voluntariamente; innecesario es recordarlo—.
DEBILIDAD: Conjunto de carencias físicas o mentales cuyo bagaje supone tener una extraordinaria probabilidad de que los demás lo manejen a uno y, por consiguiente, de ser profundamente infeliz. De todos modos, hay madres (y algún padre) que logran elevar esas carencias a un modo particular de dominio mezclándola con la conciencia de autoculpabilidad ajena e insuflándola con sutileza en los demás.
DECÁLOGO: Lista de diez consejos que, como todos los consejos, no ha sido solicitada, pero que nace siempre con una naturaleza de agobiante urgencia y de apremio concluyente, a más de una sospechosa obligatoriedad.
DECENCIA: Cumplimiento recatado y escrupuloso de las normas socio-pudorosas establecidas en cada momento y con vigencia variable, de lo que se deduce que las personas más interesantes desde casi todos los puntos de vista han sido siempre grandes indecentes, que son criticados y castigados hasta que el número de los mismos impone dialécticamente una nueva decencia, y vuelta a empezar.
DEFECTO: Toda aquella característica que impide la perfección. Fastidia una enormidad a los que hacen de ésta el motivo esencial de sus vidas. Por el contrario, encanta a quienes consideran que los defectos (de los demás) son campos donde poder aplicar sus conocimientos y lograr un objetivo en la vida dedicándose a modificarlos, a eliminarlos, sin caer en la cuenta del tamaño despropósito que ello comporta.
DEFRAUDAR: Aprovechar el egoísmo propio en su faceta fiscal.
DEICIDA: Todo aquel que se atreve a aparentar que ha matado a Dios y a proseguir su osadía, narrándolo con lujo de detalles. Quienes así se conducen suelen ser buenos literatos, con imaginación poderosa, aunque suelen suscitar rechazo entre sus semejantes, que no acaban de creer sus historias y mucho menos que un mortal pueda matar a un ser inmortal; aunque no exista.
DEICIDIO: Asesinato de Dios o de un conjunto de dioses; puede realizarse con violencia verbal, con justificaciones racionales, con diatribas diversas, etc.; pero como más eficaz resulta por el daño producido, es con la indiferencia más absoluta, aderezada con unas gotas de hilaridad despreciativa.
DELEITE: Gusto extremo con que se paladea aquello que nos produce placer. Es muy perseguido por aquellos que no son capaces de lograrlo, bien por considerar dichas sensaciones como valores pecaminosos, bien por incapacidades propias, lo cual viene a ser lo mismo.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

martes, 2 de octubre de 2018

AMO EL OTOÑO


Aún falta para que el color del otoño amarillee las hojas de los árboles, todavía verdes por estas latitudes más húmedas. Pero la estación, con la lentitud que la caracteriza, irá esmaltándolo todo con una pátina de frío nocturno y lluvia diurna, alternándola con algunos días de calor redivivo, que nos harán cobrar la ilusión de que el verano aún no se ha ido del todo. Pero por más que lo deseemos, y a pesar de los vaivenes de los cambios climáticos, la estación avanzará y nos cubrirá por completo.

Si hago caso a lo que escucho en diferentes momentos, la estación otoñal a unos les gusta mucho, a otros les hastía en grado sumo, y a otros les deja por completo indiferentes. Yo, por mi parte, amo cada estación por lo que me aporta y lo que me quita. Y amo la estacionalidad climatológica y paisajística, por lo que de variación comporta, por el vigor que instila a la vida, y porque le otorga un atisbo de diferencia que ayuda a erradicar la impresión rutinaria de los días, propia de climatologías más uniformes.

Pero, además, amo el otoño por su colorido, por su mezcla de frío y calor, por la sensación de caída hacia una estación más dura, pero sin que se olviden los rigores de la precedente. Amo el otoño, porque coincide con el inicio del año en mi profesión docente, y es el arranque de un período donde las ilusiones de ellos se mezclan con las mías, y uno puede afirmar que mientras la ilusión perviva, seguiré agradeciendo a los númenes del universo que me paguen por hacer algo que me gusta. Amo el otoño, porque no soporto tanta luz después de unos meses, y porque la luminosa calidez de las auroras y los atardeceres de esta estación no tienen parangón con otras épocas del año. Amo el otoño, porque la complementariedad de los tonos cálidos y los azules se ensamblan de un modo hermosísimo, como intenté capturar en la imagen que da pie a estas líneas. Y amo también el otoño, porque me gusta variar, y la alternancia de subidas y bajadas de cada año me recuerda lo que son los vaivenes de la vida, que tiene mucho de estacional, aunque más de imprevisible, en lo bueno y en lo malo.

Hoces de Vegacervera (León, Castilla y León, España)
 Octubre, 2017 ----- Nikon D500

lunes, 1 de octubre de 2018

HACE FALTA TIEMPO PARA UN TIEMPO NUEVO, DISTINTO


Hay momentos en la vida que nos sumen en la extrañeza más absoluta, y de nada sirve todo cuanto sepamos, porque todo ese bagaje no ayuda a asimilar lo sucedido. Algunos de esos momentos son hermosos, epifánicos. Otros, tristes, desoladores. De ninguno de ellos salimos indemnes. Pero unos llevan más carga de profundidad que otros.

Hay una frase de una canción de Joan Manuel Serrat que yo he repetido mucho, y que acostumbro a sacar a la luz en circunstancias muy diversas. Dice que “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Siempre supe que no era cierta, y no porque resultara fría e impactante, o por su tendencia a lo apodíctico, a lo que no se discute. Nunca fue cierta, al menos la primera parte. Porque sí que puede ser triste la verdad, muy triste. Y aunque no tenga remedio -eso sí que es cierto-, puede ser incomprensible, devastadora, insoportable.

Hablábamos de encajar lo que no se comprende. Siempre requiere tiempo, templanza, serenidad, inteligencia. Tal vez la desesperación, la rabia, la violencia, acaso la venganza directa, sean las reacciones más rápidas, viscerales y comprensibles; las entendemos bien; las comprendemos en los demás, e incluso en uno mismo. Pero no podemos quedarnos en ellas. Son, eso sí, las que nos preparan para la siguiente etapa.
Se necesita tiempo para asimilar lo que de ninguna manera esperas. Se sabe que el tiempo es un lenitivo excelente para convertir en rutina inerte el dolor más lacerante. Pero hay que dejarlo actuar. Se precisa paciencia para no dejarse invadir por la sensación más envolvente del dolor y de la tristeza perfectamente justificados. La serenidad y la templanza pueden contribuir a que el tránsito hacia la siguiente fase transcurra sin sobresaltos ni bruscas subidas o bajadas de ánimo. Pero no es fácil tenerlas a nuestro lado en estas circunstancias, que producen más instinto que intelecto. Y también se necesita la suficiente inteligencia (o filosofía vital) para comprender que las desgracias existen, que la mala fortuna existe, que el dolor nos acecha de continuo y que la muerte es el final de toda vida; para comprenderlo y aceptarlo, pues nada podemos contra ciertos embates de nuestra existencia.

Por tanto, necesito tiempo, paciencia, templanza y aplicar mis filosofías vitales, para encajar que mi madre acaba de morir hace unas semanas.

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