sábado, 29 de diciembre de 2018

LOS AGUILLÓNS DE ORTEGAL


Son tres islotes que se encuentran en la prolongación del espectacular cabo de Ortegal. Son como sus hijos, aunque en realidad son más viejas que el cabo, y de naturaleza geomorfológica diferente. Superan en más del doble la antigüedad de cualquiera de las rocas de la Península Ibérica, y son roquedos antiquísimos, a la altura de los cratones canadienses, australianos o sudafricanos.

Son más antiguos que el cabo, sí, pero en realidad parecen sus hijos, sus vigilantes, sus guardaespaldas. Encajan primero los embates del furioso piélago, y canalizan la espuma formando ríos sinuosos que acaban en la punta del cabo, como señalando la dirección correcta de alineación. La mirada se desplaza del cabo hasta ellos, y realiza el mismo recorrido a la inversa, una y otra vez. Los ojos no comprenden nada, pero acaban extasiándose, adormeciéndose. Los aguillons nos hipnotizan, como las sirenas. Sólo con mucho esfuerzo uno puede salir de allí.

Cabo Ortegal (La Coruña, Galicia, España)
Noviembre, 2008 ---- Nikon D100

jueves, 27 de diciembre de 2018

CARTA DESESPERADA A SANTA CLAUS (MICRORRELATO)

Querido Santa Claus, te escribo a ti un poco desesperado, porque los Reyes Magos no me hacen ningún caso. Cuando al principio le escribí a Melchor -mi preferido- pidiéndole la moto eléctrica, recibí las fábulas completas de Esopo y una caja de lápices de colores. Cambié de rey, y a Gaspar le solicité algo más modesto: una bicicleta con patines; pero la mañana esperada sólo encontré dos libros de animales y un puzle de 500 piezas. Harto ya, pensé que Baltasar, por ser negro, se apiadaría mis desgracias, y a éste le pedí algo más realista: unos patines con sus protecciones (casco, rodilleras y coderas); pero ni por ésas. La mañana de Reyes de este año último me encontré una cartera nueva para clase, y un reloj Casio. Así que ya imaginarás lo enfadado que estoy.

Por eso me encomiendo a ti, Santa, ya como último recurso -perdona la sinceridad, pero por aquí somos más de Reyes, ya me entiendes-. Y querría, para compensar, el kart de gasolina que he visto hace poco, y que tanto me gusta. Sé que es caro, pero tú bien te lo puedes permitir, y creo haberlo merecido de sobra.

No obstante, te comunico que la semana pasada una vecina guasona me dijo en el ascensor que los reyes, Santa Claus, San Nicolás y Papá Noel, todos, todos, son los padres. Yo no me lo creí del todo, claro. Pero en el caso de que sea verdad, si estáis leyendo esto y no accedéis a mi justa petición, que sepáis que pienso contar cierta información secreta de cada uno de los dos que, si llegase a saberse... Aunque es imposible que seáis los padres. Ni siquiera ellos pecaron nunca de tanta tacañería.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

miércoles, 26 de diciembre de 2018

CHUPITELES (QUE VENDRÁN, SUPONEMOS)


Una vez que han pasado las fiestas principales (es un decir), queda el tiempo que gozamos o padecemos. Y como la nueva estación es la que es, lo que nos envuelve en algunos lugares peninsulares, sobre todo de interior, es el frío. Esa sensación que en las zonas de costa confunden claramente cuando bajan las temperaturas, y que les hace equivocarse cuando afirman tener frío. Esa sensación que en zonas cantábricas o mediterráneas no experimentan más que dos o tres veces por década, pero que no les impide llamar frío a cualquier situación que baje de los 10 grados centígrados. Yo, que vivo en Asturias, en zona costera y por tanto húmeda pero nunca fría (salvo ola polar o siberiana) me río mucho todavía hoy cuando mis vecinos, compañeros o alumnos me dicen "hoy sí que hace frío, ¿eh?". Me lo dicen a mí, que saben que antes de allí viví siempre en la meseta. Y buscan mi sonrisa o mi comentario cariñosamente negativo. "Vosotros no tenéis ni idea de lo que es frío de verdad, y ni siquiera yo lo sé, que jamás estuve en Siberia o la Antártida". Hacen como que protestan, sonríen y ahí suele acabar todo.

Por eso hoy, que ha refrescado bastante y andamos bajo cero cuando el sol no se halla presente, mientras seleccionaba fotos, recalé en esta que, por supuesto, no refleja la situación actual, pero acaso la prefigure. Y como son efectos del frío algo peligrosos, pero aun así estéticos, me pareció adecuado colocarla como inicio y base de estas palabras algo melancólicas, algo somnolientas, algo empachadas.

Pd amable/ Chupitel es el modo en que en algunas provincias de León y Castilla se nombra en castellano al carámbano, que, como todo el mundo sabe es un "pedazo de hielo más o menos puntiagudo", según reza el DRAE.

Monasterio de Sta. María la Real, en Aguilar de Campóo (Palencia, Castilla y León, España)
Marzo, 2012 ----- Nikon D300

martes, 25 de diciembre de 2018

EL MATRIMONIO MÁS MODERNO: CON UNO MISMO

Me entero de que hay en nuestros días un boom narcisista en los países avanzados (¿dónde si no?) y que lleva, ojo al dato, a que haya personas (sic) que consideren que casarse con uno mismo (o una misma) sea una opción no sólo lógica o válida, sino para la que se solicita una cobertura legal.

Según parece, una de las primeras en abrazar la brillantísima idea fue una fotógrafa (...), de nombre Grace Gelder, que declaró que se lo había planteado muy en serio, "al no encontrar a nadie mejor", y tras varios años de soltería. ¡Pues claro! ¡Cómo no se nos había ocurrido esto antes! Y los juzgados colapsados por trámites de divorcio de matrimonios fracasados, dilapidados, estrellados y muy mal avenidos. Con uno mismo -o misma-, eso no se contempla, pues nadie que llegue a ese nivel tiene la autoestima tan floja como para cuestionarse haber matrimoniado consigo mismo. De modo que uno de los remedios para la crisis matrimonial que en los países avanzados roza el 50 % es justamente ésa: uno mismo. Ya lo decía el refrán castellano: "el buey suelto, bien se lame", que era mucho más ecológico aunque no menos acertado que el de "más vale solo que mal acompañado".

Y parece que el gesto de la fotógrafa británica no cayó en saco roto, pues desde ese 2014 de su auto-boda, su ejemplo ha cundido y decenas de personas han subido a altares improvisados y pronunciado un "sí, me quiero" tan sincero como entusiasta, que es siempre jaleado por sus invitados. Así que no se piense que esto es cosa de broma, no. El asunto ya ha sido estudiado por mentes capitalistas que ven en ello material donde medrar y hacer engordar las correspondientes inversiones, sea en bitcoins o en dólares de toda la vida. Y la CNN ha comunicado a sus bien informados espectadores que hay diseñadores de joyas que venden ya por internet un kit con un anillo hecho a mano, así como instrucciones para la ceremonia y una tarjeta de afirmación para cada día de la semana. Y si quienes entienden de plata, se han puesto a ello, es que la cosa fructificará, y no se esperan fracasos al respecto. Ya seguía diciendo el refranero que el amor al prójimo empieza por el amor propio, o sea, a sí mismo -o misma-.


El siguiente paso es lograr la cobertura legal que formalice el gigantesco salto en la entronización del individuo consigo mismo, en lo que supondrá el espaldarazo definitivo a establecer que el narcisismo es lo más. Los partidos políticos ya están avisados, y algunos ya han tomado postura, asumiendo con pasión la defensa del matrimonio consigo mismo (self marriage, que en inglés queda más chachi). E insisto, no se lo tome nadie a broma, porque el principal valedor mundial de esto es nada más y nada menos que el intelectual más reputado en todo el mundo cibernético: Donald Trump. Este estaría moviendo hilos entre bambalinas para que cuando esté listo el momento de librarse de Melania, poco después lleve a cabo el definitivo auto-matrimonio con la única persona que no le defraudará jamás. Él sería más feliz, y del resto del mundo ya ni hablamos.

domingo, 23 de diciembre de 2018

RUEDA DE BICI EN CUENCA


Esto que aquí se ve estuvo expuesto en un museo en Cuenca, en una exposición temporal hace años. Es de creer que ahora se encontrará en otro lugar de parecidas características e iluminado a conveniencia. Pero desconozco esos datos. Como también carezco de conocimiento sobre autoría, cronología, técnicas, fondo de procedencia, y otros etcéteras que acostumbro a fotografiar tras hacer lo propio con la obra. De modo que, como nada sabemos, sólo podremos decir que es una rueda de bicicleta -limpia y brillante- con su correspondiente latiguillo de inflado enroscado en la válvula, y enmarcado todo ello con inmaculada pulcritud en una estructura de ¿madera?, ¿metacrilato?, ¿cartón? de forma cuadrada, con unos botones o remaches metálicos en cada uno de los cuatro bordes. La tonalidad, marcadamente ocre o rosácea, acaso esté contaminada algo por la iluminación de tungsteno circundante, pero no se diferenciaba mucho de lo que aquí observamos.

Bien. Dicho esto, afirmo que lo que allí vi no me desagradó. Me pareció raro e impensado, aunque pude verificar que quien lo ideó/construyó sabía lo que hacía y el resultado ofrece la impresión de algo bien hecho, por lo que creo que al menos no sería un charlatán imperito de tantos cuantos nos encontramos hoy en día. Ahora bien, dicho esto -insisto- salí de allí más o menos como entré. Nada hubo que me impactara, me hiciera reflexionar, me enfadara, me emocionara, me diera argumentos a favor o en contra  de un asesinato selectivo o preventivo. Vamos, que me quedé como estaba.

Y venía esto a cuenta de que hoy vi en una página a la que estoy suscrito, en la que se recordaba que un cuadro del divino Matisse estuvo colgado al revés la friolera de ¡47 días! en el MOMA neoyorquino. Con lo cual, por si no hubiera quedado claro, nos da una idea de por dónde andan nuestros tiros en el tema de arte actual. O así.

Exposición en el Espacio Torner en Cuenca (Castilla-La Mancha, España)
Abril, 2012 ----- Nikon D300

sábado, 22 de diciembre de 2018

DE RATONES O POLÍTICOS (DIRIGENTES)

La mayoría de los dirigentes políticos actuales son unos miserables. No se me ocurre una palabra menor. Mayor, sí. La mayoría de los que comandan los partidos son personas que no han obtenido el cargo por méritos personales, sino por encaramarse a lo más alto a base de obedecer sin discusiones a la sombra de otro mantadario (que no líder), de quien chupó rueda y a quien cubrió marrones que a su tiempo obtendrían premio. También hay un tipo de dirigentes que surge como selección natural por ser quienes menos estulticia o incapacidad acreditan de entre quienes componen su grupo.  La mayoría toma la política como un medio de enriquecerse legal o ilegalmente. En el mejor de los casos, para tener un sueldo, prebendas y mejor nivel de vida que con el empleo que tenían antes (suponiendo que alguna vez tuvieran alguno, dado que abundan los políticos "profesionales", de los que o ejercen en un partido, o no saben ni por dónde sale el sol).

El modo en que hablan delata en la mayoría de las ocasiones una falta de cultura de tal calibre, que es para echarse a temblar. Y si la cultura suele brillar por su ausencia, no hablemos ya cómo han desarrollado la empatía, por completo inexistente -al modo psicópata- en buena parte de nuestros dirigentes. Por lo común mienten, o no tienen empaque alguno en desdecirse con la tranquilidad que otorga la impunidad con que la ciudadanía los premia al acabar sus mandatos. Y, a mayores, en los últimos tiempos se ha puesto de moda el falseamiento de informaciones, la correduría abusiva de bulos, rumores, porquería que atribuir al contrario, al hilo de la facilidad otorgada por las nuevas tecnologías. Todo ello amparado en el nuevo paradigma de que repetir una mentira muchas veces le otorga un marchamo de verdad o, como mínimo, de duda razonable, a lo que se han apuntado todos con presta disposición.

De modo que suelen ser inútiles que no valen para el cargo, representan un modelo de trepa pertinaz, no poseen la más mínima calidad para ejercerlo como se debería, y es más que probable que segreguen y aparten a los posibles futuros líderes (esos que sí valdrían para dirigir y que arrastrarían a la ciudadanía con argumentos reales y con acciones encaminadas a que la calidad de vida de los gobernados fuera aumentando cada año un poco más, o al menos no retrocediera).

Desde hace muchos años, sólo veo políticos canallas, en una escala amplia (obviamente, no todos lo son en grado sumo). Pero ahora mismo no veo ni un solo líder, ni uno solo. Y no me refiero sólo a España, sino en todo el panorama internacional. Y si no hay líderes, no hay ideas. Ni por descontado habrá metas, ni proyectos articulados, ni sociedades morales con los valores adecuados. Sólo rivalidad, desacuerdo, acusaciones, egoísmo, narcisismo, insultos, encono, desencuentros. Mediocridad, en suma. Por lo que el diálogo, la honestidad, la verdad, el consenso, la negociación, la justicia, la ética, la responsabilidad y el bien común, serán sólo palabras del pasado, arcanos que casi nadie podrá recordar conforme pasen unos cuantos años y esta globalidad que tanto nos uniformiza nos haya destruido de modo irreversible.

viernes, 21 de diciembre de 2018

LA CURIOSIDAD, DE REOJO


Admitámoslo. La foto no salió como yo quería. Tratándose de robados, los "inconvenientes" de los espontáneos aparecen con frecuencia, porque uno se concentra casi en exclusiva en el objeto a fotografiar y descuida el resto (a veces, con riesgos procelosos, como contaré otro día). Y entonces, cuando uno cree que tiene el encuadre, que la acción del sujeto es la correcta, se aprieta el obturador y ¡chass!: cuando se comprueba el resultado, un fulano se ha colado en el rectángulo, trastocándolo todo. Cuando se trata de edificios, o naturalezas muertas, no pasa nada, se repite la toma y ya. Pero cuando se trata de robados, muchas veces se pierde la oportunidad para siempre. Otras, como es este caso, estropeando la foto, aparece otra circunstancia que la redime.

Piénsese en ello, observando la imagen. Mi objetivo estaba apuntando a una japonesa o coreana muy joven, portando una cámara Nikon hermana de la mía, donde llevaba montado un objetivo tremendo en longitud, peso y precio. Era verano y la luz dura del sol era ingobernable, pero al menos el adoquinado del suelo ejercía de reflector y matizaba las sombras. La chica, sin ningún arrobo por tener en sus manos un objeto inusual en una turista de su edad, fotografiaba de todo, más o menos como yo. Se notaba que no era novata, por el modo en que cogía su instrumento y los barridos que efectuaba, a la caza de algo que llamara su atención. Y era atractiva, también: otro valor añadido. Con todo lo cual se apunta, se dispara y obtendría una foto algo inusual, pero no algo sorprendente ni digno de figurar en este blog. Una foto más, entre tantos miles.

Pero el caso es que el fulano que se cuela en el encuadre se convierte de improviso y de inmediato en el verdadero protagonista de la historia que cuenta la foto. Adviértase su gesto, clarísimo en lo poco que de su cara queda al descubierto, pero suficiente para que comprendamos su asombro, o su admiración, o su extrañeza, puede que su deseo. Es una mirada de reojo tal vez de sorpresa manifiesta, a la que añadir tal vez envidia, tal vez desprecio, tal vez curiosidad por ver el rostro de la portadora de semejante equipo. Es más que probable que la hubiera venido observando desde más atrás, y que al llegar a su altura, se volviera para ampliar la información que ya le venía intrigando desde hacía unos cuantos pasos. Y ahora, cuando llega a su altura (él caminando y ella parada, encuadrando y disparando), es cuando se produce la mirada unilateral de él, ante la indiferencia de ella, concentrada en otra tarea mucho más interesante. Sin esa mirada, que sugiere todo, aunque no sepamos decir exactamente qué, la foto no valdría nada, sería uno de tantos intentos fallidos. Así, ese reojillo curiosón a punto de verificar lo que ha imaginado de esa avezada fotógrafa, se convierte en el motor de un relato visual, y nos ha permitido lucubrar sobre qué, cómo, cuándo e incluso algún porqué.

Robado en la Place du Capitole, en Toulouse (Haute-Garonne, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon D300

jueves, 20 de diciembre de 2018

EL SOLSTICIO MÁS TRISTE

Y ya nos encontramos de nuevo en los albores del solsticio. La esfera donde nos hallamos viaja a ritmo constante, no cesa nunca su recorrido, y ya nos ha traído al punto en que la noche supera con mucho al día, y convierte las madrugadas en una pregunta sobre cuándo saldrá el sol. En clase confunden mucho solsticio con equinoccio, pero la estrella y el planeta no se detienen por ello. Y ya desde que los primeros seres humanos levantaron la cabeza lo suficiente como para contemplar lo que había encima de ellos, comprendieron que había un momento en que el punto de luz cegadora no podía bajar ya más, e iniciaba en breve otra vez la ascensión hacia lo más alto. Y así sucesivamente.

De nuevo, el solsticio. De nuevo, las navidades. De nuevo, las tradiciones. De nuevo, lo esperado. Aunque este año todo va a ser diferente. Como todo año, sí, pero este año todo va a ser diferente. Nunca he pasado unas navidades sin estar en el piso de mis padres. Sólo que esta vez volveré al mismo piso, pero sólo me aguardan mi padre y mi hermano, que han acordado que estas navidades no hay fiesta. Y es verdad, aunque no lo hubieran decidido, no la habría. No habrá quien coloque los adornos navideños, pero, sobre todo, nosotros no tendremos ganas de ponerlos, que es lo peor. No habrá fiesta, porque nada tendremos que celebrar, y sí mucho que recordar. En silencio o en voz baja, con unas cuantas lágrimas como único aderezo. 

Esta vez el solsticio, sin duda, será el momento más bajo del año.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

LAS RELIQUIAS MEDIEVALES, NEGOCIO ETERNO (Y REDONDO)


Estos que aquí vemos son sólo algunos de los miles de relicarios que en la Edad Media poblaron Europa, en la infinidad de iglesias cristianas repartidas por todo el continente. Son, en primer término, parte del brazo de San Emilion (s. XIII), y al fondo una Virgen María (s. XII), ambos con alma de madera, recubierta de plata dorada. Están en Francia, en la iglesia abacial de San Pedro, en Beaulieu, un bello pueblo a orillas del Dordoña. No puede decirse que se hallen entre las obras maestras que encontraríamos en lugares escogidos, como los tesoros de Santa Fe en Conques o San Isidoro de León; pero tampoco son "del montón" que albergaría la iglesia más remota y aislada de cualquier provincia. No obstante, quienes realizaban el peregrinaje hacia Santiago por esta ruta, hacían alto obligatorio en dicho lugar y oraban frente a estos objetos, dignificados y embellecidos por la espléndida orfebrería medieval heredada de los invasores germanos.

Como resulta fácil de entender, desde el punto de vista científico más escrupuloso no se sostiene que la mayoría tengan rigor atribuible, es decir, que las probabilidades de que cada reliquia asociada a un personaje santo o venerable le pertenecieran de verdad son más que remotas, salvo en casos muy documentados, que resultan ser pocos. Sin embargo, ello no fue óbice, cortapisa, valladar o impedimento para que la gente creyera sin fisuras que eran verdaderas. De modo que la fe legitimó en la práctica lo que la realidad desmentiría de un plumazo si se aplicasen investigaciones objetivas. Y si la fe legitimaba esas atribuciones, el resultado más inmediato es que atraía a muchos feligreses o peregrinos a donde se hallasen. Y ello se traducía en mucho poder económico para los lugares donde dichas reliquias estuviesen, y se publicitaran con acierto. La fama de los milagros, de las curaciones, de los hechos sobrenaturales, de las apariciones, se convertía a su vez en mayor afluencia de fieles devotos, que además de su presencia física, aportaban pingües dineros en pernoctaciones, manutención, limosnas, ofrendas, recuerdos, etc.

Así que se puede afirmar (y aquí llegamos al intríngulis del asunto) que el mundo de las reliquias medievales fue uno de los modos con que la Iglesia logró perpetuar su fe a través de los tiempos, asociando su avispado presente al testimonio necrológico y martirial de su pasado. Pero también, una de las maneras más impresionantes de enriquecimiento que organización alguna haya conseguido a lo largo de la historia de la humanidad. Su negocio resultó redondo a todas luces, teniendo en cuenta lo invertido y lo que luego acabaría obteniéndose de beneficio. Y la prueba de todo ello, aún se puede ver en el impresionante patrimonio inmobiliario y suntuario de la organización religiosa que lidera el papa de Roma. Sobre su permanencia a lo largo de los siglos, y la libranza que aún hoy disfruta dicha organización con respecto a los impuestos que patrimonio tan descomunal tendría que pagar, comentaremos otro día con más tiempo (y menos ira).

Relicarios en Saint Pierre, en Beaulieu-sur-Dordogne (Corrèze, Nueva Aquitania, Francia)
Agosto, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

martes, 18 de diciembre de 2018

AMORES FANTASMAS (MICRORRELATO)

Mi madre vuelve a consolarme de mi desgracia. Le recuerdo que me han dejado ya demasiadas veces. Replica que nunca son demasiadas, que merezco más. Recapacito un poco. Tal vez tenga razón. Leo de nuevo otra antología de cuento gótico. No puedo evitar enamorarme de la protagonista. Es una mujer fantasma de gran solera. Capto similitudes entre ella y la última. Acaso todas ellas alberguen un  patrón oculto. Su cuerpo se desvanece siempre en el último momento, justo cuando creo que voy a conjurar mi estado virginal. Puede que una maldición me haya señalado con su dedo. Es posible. Bien saben los hados que he intentado que me gustara una mujer de carne y hueso; “real”, digamos. Pero me ha sido imposible. Mi timidez me bloqueaba ante la rotundidad de sus formas, y su discurso me HA apabullado siempre. Me defiendo mejor con las heroínas decimonónicas de los grandes folletones. Pero me dejan siempre. Lloro demasiado. Soy demasiado débil y debería cambiar. Sin embargo, ¿quién quiere cambiar? Me han dejado demasiadas veces, y un regusto de fracaso continuado conforma mi ser más profundo. Mi madre sigue apostillando que nunca son demasiadas, que debo insistir, que todavía no he sido humillado a plenitud. Vuelvo a recapacitar. Como siempre, es probable que le asista toda la razón.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

lunes, 17 de diciembre de 2018

DESDE FINISTERRE, TANTO DETRÁS, TANTO POR DELANTE


Cuando se llega a Finisterre, se es consciente de que millones antes que nosotros habían pisado sus rocas, aunque no todos con idénticos fines. Pero el final del Camino es tan poderoso, que parece el último de los finales. La mayoría había llegado allí como resultado de una tradición. Si se llega caminando a Santiago de Compostela, menos de cien kilómetros más no asustan. La mayoría los hace. El reto está en el mar, en contemplar el horizonte desde los acantilados del cabo más famoso de la Península.

Una vez allí, el reto es el mar, pero las olas se vislumbran enseguida. El horizonte, algo más lejos, lo hace después. No todos llegan a contemplar el abismo abstracto que se capta desde las alturas del final añadido del Camino. A veces, la niebla lo impide. Otras ocasiones, el cerebro está tan embotado, que sólo se puede sentir: alegría por lo logrado, emoción por la llegada, tristeza por el fin del proyecto, llanto ambiguo, incertidumbre ante lo por venir.

Aquella tarde en Finisterre el sol declinaba y un océano de nubes bajas había descendido irregularmente para besar al océano salado, para aplacar al proceloso piélago traidor. Apenas se veía el agua, pero el sonido nos despejaba las dudas. Allí abajo aguarda la muerte. Pero si se eleva la mirada, la calidez del crepúsculo te instila vida y ánimo para el siguiente recorrido.

El islote próximo ofrece perspectiva y referencia. El oleaje, arrullo continuo.

Finisterre (La Coruña, Galicia, España)
Agosto, 2010 ----- Nikon D300

domingo, 16 de diciembre de 2018

LOS OTROS LIBROS DE ARAMBURU

Fernando Aramburu es un tipo raro. Entendiendo esta palabra en el sentido cuantitativo: no abundan los escritores con su trayectoria, su biografía, su coherencia, su sentido del deber. Su escritura también es muy interesante, pero es menos rara. Este autor vasco, afincado en Alemania desde hace varios años, que ha reventado las listas de ventas con su novela Patria, lleva escribiendo tres décadas, pero sólo ahora la mayoría de la gente repara en él. Es algo natural. Nadie se extraña. Pero algunos lo conocíamos de antes, de sus libros de relatos, sobre todo Los peces de la amargura, donde ya trata el problema de la convivencia en el País Vasco con una capacidad de penetración extraordinariamente lúcida, y sin embargo sutil. Pero yo también he caído en eso que llaman el “descubrimiento” de un autor, a raíz del éxito del novelón patriota. Y he encontrado otros textos interesantes, que he liquidado las últimas semanas.

El primero, Autorretrato sin mí, es de naturaleza más poética, más acogido al placer de la memoria, fragmentaria, volátil y tornadiza. No equivale a un diario. Tampoco es un desnudo ni ideológico, ni biográfico, ni sentimental. Pero la calidad de su prosa es una maravilla para quienes escandimos sus líneas con moroso deleite.

Pero el que más me ha gustado de los dos es uno que encontré en un kiosko (que le ronca el níspero) mientras hacía tiempo para un cambio del parabrisas de mi coche en un taller. Se titula Las letras entornadas, y como valoración muy resumida puedo afirmar que es una delicia absoluta. El autor estructura sus 32 textos en una supuesta reunión que tenía cada jueves con un hombre mayor (el Viejo, como le llama aquí) en casa de éste, adonde acudía para charlar de esto y aquello, mediando siempre unos vinos de altísima calidad. Al hilo de las conversaciones, Aramburu le va diciendo que sobre lo que hablan en cada momento, él había escrito hace tiempo un texto, un artículo, una reseña, o lo que fuera. El Viejo (al que le cansa ya mucho la lectura) reacciona siempre queriendo que se lo lea, cosa que hace al día siguiente. Y así con cada capítulo: un inicio con lo que sucede entre ellos, y luego el texto aludido que supuestamente leería al amigo.

Los temas son muy variados, pero tienen que ver con la Literatura, el Arte, con autores queridos, con aspectos de la vida, del amor y la muerte. Se nota que son textos escritos hace tiempo, pero conservan interés, rezuman inteligencia y su lectura me ha parecido una gozada completa, muy inesperada, he de confesar. El folio final (en esencia, la última línea), con la despedida definitiva de los dos amigos, encierra una sorpresa que no desvelaré, pero sí puedo apuntar que me dejó unos minutos sonriendo agradecido aún más, pensando un buen rato sobre ese remate tan elegante, tan enigmático, tan necesario.

sábado, 15 de diciembre de 2018

AISLAMIENTO ABSOLUTO


Debo desengañar a quien piense que este hombre solitario se encuentra practicando la meditación budista en unas colinas hindúes o birmanas. En realidad, se halla en un jardín urbano de Occidente.  Eso sí, lo suficientemente grande como para que se haya colocado entre unos arbustos, suficientemente apartado de todos como para sentirse solo, separado de los demás. Ése es el objetivo que pretendía, y que como se puede comprobar ha logrado plenamente. 

La prueba de que lo que digo es así no reside en el espacio que lo circunda, sino que se halla en su expresión, que dista de ser atractiva, pero lo que no se puede discutir es que es absolutamente natural: es algo que podríamos hacer cualquiera de nosotros, si tuviéramos la constancia de que nadie nos mira, de que nadie se puede reír de nosotros, de que la intimidad es lo único que nos envuelve. Es uno de esos gestos que hacemos todos los días: gesticular, hurgarnos la nariz, reacomodarnos los genitales, entresacarnos la lencería de las profundidades donde acaba alojándose, etcétera. Son por completo naturales, pero que socialmente se consideran vulgares, inapropiados de cara a la colectividad. Se trata de gestos o actitudes que se asocian a la intimidad, a la soledad, que jamás nos reprochan nada.

Y en la intimidad más absoluta se encontraba este hombre que llegó a este apartado rincón del parque con su mochila, sus problemas, sus alegrías, sus recuerdos, sus proyectos, y sus ganas de estar solo. Gesticuló un rato con los músculos de la cara. Luego, manoteó de forma pausada, como estirando los músculos. Por último, adoptó una posición meditativa, en la que se sumió inmóvil durante un buen rato, tanto, que acabé yéndome antes de que saliera de su trance, que imagino gustoso, estimulante y generador.

Jardín japonés, en Toulouse (Haute Garonne, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon D300

viernes, 14 de diciembre de 2018

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (22)

Pregunta 58


Un buen amigo suyo le gasta una broma bien preparada que apunta a uno de sus puntos débiles, y lo deja en ridículo. ¿Cómo reacciona usted?

Así en abstracto y en general, parece difícil responder. Habría que calibrar qué tipo de broma, qué intencionalidad, qué tipo de ridículo. Si la broma es del tipo "privado", aunque quedara en ridículo, sería algo entre mi amigo y yo, que no me habría gustado y que le recriminaría, pero la cosa no pasaría a mayores. Ahora bien, si la broma fuese muy pesada, pretendiera herirme profunda y deliberadamente y el nivel de ridículo fuera humillante y ominoso, mi reacción sería la clásica en mi persona en este tipo de situaciones: tendría desde ese momento una persona menos en mi lista de amigos.  La justificación es muy clara. Se supone que si es mi amigo, me conoce y sabe cuáles son mis modos de comportamiento, así como las fisuras que todos poseemos y aun con todo sigue adelante y se dan esos tres condicionantes, lo cierto es que esa persona no merece mi amistad ni yo el riesgo de una segunda situación repetida, que si se tienen en cuenta los antecedentes, resultaría más que probable.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

jueves, 13 de diciembre de 2018

LAS NUEVAS VIDRIERAS CONTEMPORÁNEAS FRANCESAS


Las grandes catedrales francesas son pródigas en vidrieras. No es que las inventaran allí, pero sí fueron quienes elevaron ese arte a una categoría superior. Lo hicieron amparados en la desmaterialización de los muros que produjo la arquitectura gótica. Y las elaboraron mediante procedimientos secretos, traspasados de padres a hijos a través de lo que era una técnica familiar que se transmitía de generación en generación. Y tanto era el secretismo de su elaboración, que cuando se acabó el ciclo de las más importantes construcciones góticas, allá por principios del XVI, se perdió también el conjunto de prácticas que conducían a la creación de las magníficas vidrieras medievales. Su arte desapareció para siempre. Sin embargo...

No todas las catedrales poseen hoy vidrieras de calidad, e incluso algunas las perdieron durante alguno de los muchos conflictos que se libraron en este país. Pero de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda recrear huecos que se hallaban en blanco por una nueva hornada de vidrieras de cuño contemporáneo, donde algunos artistas plantean una forma novedosa de mostrar la espiritualidad cromática de los ventanales de las iglesias y catedrales. Hay ejemplos a lo largo y ancho de todo el hexágono galo. Pero ésta está en un lugar algo apartado, en el Finisterre francés, en la Bretaña, en una de sus ciudades más interesantes: Quimper.

En la imagen se ve representado un hombre que lee, que tal vez refleje a uno de los evangelistas, pero que yo quiero imaginar como un hombre laico que se interesa por los libros que otros piensan sagrados, y que muchos otros consideramos obras reveladoras de cuanto el ser humano ha ido desarrollando a lo largo de su azarosa existencia; obras muy valiosas, desde luego, pero sólo humanas. Los tonos fríos aíslan al protagonista, y las líneas que lo circundan puede que lo encuadren para separarlo del entorno. Es una nueva forma de mostrarnos al ser humano en un contexto religioso, pero con las incorporaciones de los tiempos modernos. Aunque entre dichas recuperaciones no se halle la exquisita calidad tonal ni la pureza que la secreta alquimia medieval otorgara a aquellos vidrios elaborados a mayor gloria de Dios.

Catedral de Quimper (Finistère, Bretaña, Francia)
Julio, 2015 -----  Panasonic Lumix G6

miércoles, 12 de diciembre de 2018

HITOS DE MI ESCALERA (33)

En 1982, los ciudadanos de este país fuimos convocados otra vez a las urnas. Era una convocatoria muy importante, pero no sólo porque fueran elecciones generales, ni porque los españoles fuéramos a repetir algo que practicábamos desde hacía muy poco (desde junio del 77, en realidad), ni porque se ventearan vientos de cambio muy importantes tras el agotamiento del proyecto político de Adolfo Suárez, apartado ya del partido que fundó sólo cinco años antes. La convocatoria del 28 de octubre de 1982 fueron importantísimas, además, porque yo voté por primera vez. Tenía 19 años, y un idealismo racionalista (valga el oxímoron) de tres pares (valga la vulgaridad).

Tomé aquella convocatoria como algo personal. De aquélla no había llegado a plantear que el voto fuese obligatorio, pero casi. De cualquier manera, yo hacía proselitismo hacia la participación, como si la vida me fuese en ello. Y, a mayores, me impliqué en la campaña electoral como nunca volví a repetir.

Por aquel entonces, mis ideas eran de izquierda. En algunos puntos, radicales, coqueteaba con algunos apuntes comunistas. Pero en la mayoría de las cuestiones tenía más afinidades con las del socialismo remozado de Felipe González. Aun así, me propuse ser un ciudadano modelo y responsable, y cotejar con seriedad las ideas de los diferentes contendientes. Para ello, me planteé dos vías principales: la primera, pasarme por las sedes de varios partidos, recoger programas (la propaganda me interesaba mucho menos) donde dejaran constancia de sus propuestas para los graves problemas que aquejaban a la sociedad española de principios de los 80. Y aquí ya me topé con la primera bofetada de la realidad. Cuando acudía a las diferentes sedes, todo eran buenas acogidas y entregas de mucho material propagandístico, incluso algunas cosas curiosas como globos, bolígrafos, chapas... Pero, programas-programas, es decir, folletos completos donde figurara por escrito lo que cada uno proponía, sólo lo conseguí de primera mano en tres de ellos (y visité nueve sedes). Primera decepción, por consiguiente (dijera Felipe).

La segunda era mi asistencia a mítines y charlas de los diferentes líderes -locales y nacionales-, donde poder pulsar la esencia de los diferentes idearios que se nos mostraban a los ciudadanos. Casi todos ellos fueron multitudinarios. Pero comprobé enseguida algo que cualquiera puede captar en actos de esta índole: la inmensa mayoría de quien acude a un mitin (por no escribir “la totalidad”) lo hace entregado a la causa, por lo que ya tiene su voto decidido, y no va a que lo convenzan con argumentos, sino con la intención de reforzar cuanto se piensa, y, sobre todo, conocer en persona a los líderes que se han visto en en los carteles o en los medios de comunicación (y digo conocer, porque entonces aún no había móviles con cámara). De modo que yo en aquellos mítines fui una de las raras excepciones que acudieron a confrontar ideas, caras, actitudes. Y aunque en aquellos actos logré algún programa más, lo cierto es que en ellos no escuché más que diatribas e insultos de variada intensidad contra los diferentes adversarios, chistes de dudosa gracia dirigidos a la masa afecta, y pocas, poquísimas ideas claras sobre lo que se haría en el caso de salir favorecido en la votación. Segunda decepción, como es natural (dijera Fraga).

Con todo, mis recuerdos me retrotraen a la algarabía de los altavoces, a la alegría de los asistentes, a las voces proferidas, a los aplausos con que se premiaba cada intervención, a la paella que se repartió en los exteriores del palacio de los deportes en el mitin de Landelino Lavilla, presidente del partido del gobierno (la UCD de Suárez, pero ya sin éste al mando), y al miedo que experimenté en el mitin más tenso y potencialmente peligroso de todos a cuantos asistí: el de Fuerza Nueva en el Teatro Emperador. Rodeado de gente de extrema derecha, y con escuadristas uniformados de azul (y armados) cada diez metros, tuvo lugar el mitin de esta fuerza liderada por Blas Piñar, de quien pude contemplar sus muy floridas soflamas en riguroso directo. También, a qué negarlo, al asombro que me produjeron los políticos más próximos a mi ideario, los del PSOE en su mitin de la plaza de toros, que me parecieron mediocres, bastante rastreros en sus descalificaciones y de muy floja preparación asamblearia. Tercera decepción, mireusté (dijera Aznar).

Y, sí, ganaron estos últimos. O sea, los que recibieron mi voto. Y aunque no era de nadie y ellos no eran los míos, me entusiasmé, claro. Fue un día muy luminoso y que supuso un antes y un después en la política española. Hubo quien postuló que el estrepitoso fracaso del partido que había liderado Suárez, que lo abocaría a su desaparición poco después, y la fantástica mayoría absoluta lograda por Felipe González, Alfonso Guerra y los suyos, supuso el final de la Transición Política española, y que entonces comenzó la “política y la economía de verdad”. Me alegré mucho, ya digo. Pero yo nunca volvería a ser el mismo. Si entonces experimenté tres decepciones, la desilusión se agrandaría extraordinariamente en los años siguientes. De hecho, mi bautismo electoral implicó una pérdida de la inocencia política. Nunca más volvería a votar a un partido político.

Desde entonces, el voto en blanco es mi forma de opinar sobre la calidad de su desempeño y de despreciar su forma de entender lo que es la política y el servicio a los ciudadanos. Durante mucho tiempo he explicado mi postura en clase y fuera de ella. Ahora no pienso hacerlo, pues no siento necesidad alguna, ni tampoco es el foro adecuado ni, sobre todo, el momento. Años después leería una estupenda novela de José Saramago titulada Ensayo sobre la lucidez. En ella, el nobel portugués imagina un futurible fascinante: que la mayoría absoluta en una elección fuera de votos en blanco. La trama que se sucede a continuación es memorable. Y no es que antes no lo estuviera, pero desde aquel momento me siento mucho más justificado en mi decisión sobre el particular. 

martes, 11 de diciembre de 2018

LAS MALDITAS Y MARAVILLOSAS LUCES NAVIDEÑAS


El título de la entrada ya lo dice todo sobre lo que pienso acerca de esta antigua costumbre. Por un lado, uno no es insensible a la estética que acostumbran a tener estas instalaciones eléctricas que alumbran las calles en la época del año con menor presencia de luz solar. A pesar de que hay algunas horrendas y penosas, la mayoría son agradables y transportan a los viandantes al "espíritu navideño", o lo que eso suponga. Por otro lado, ver esas ristras de puntos luminosos de formas diversas y machacona repetición me enlaza con la época del año que más me fastidia en lo que tiene de consumismo irresponsable, imprudente y manirroto. Sin perjuicio de que la navidad nos traslade otra vez al reencuentro con la más regular fuente de conflictos que existe sobre la Tierra: la familia, y lo que ello comporta. Aunque luego uno se retrotrae a algunos momentos de la infancia en la que estas vacaciones familiares, los regalos, las ilusiones y demás zarandajas le gustaban mucho al niño que fui, y la sonrisa boba se me expande sin saber bien por qué. Claro que después recuerdo que casi nunca acababan bien, en paz o armonía, así que... Vamos, que el título está bien puesto y no lo cambio, ea.

Iluminación navideña de Madrid (España)
Diciembre, 2007 ----- Nikon D100

lunes, 10 de diciembre de 2018

MI PALABRERÍO CANALLA (40)

DESESPERACIÓN: Ofuscación temporal que impide ver (y usar) la gran cantidad de drogas o lenitivos que pueden animarlo a uno a proseguir la inercia y la abulia personales.
DESGRACIA: Adversidad habitual en los tontos, los cenizos, los pesimistas o los mal situados geográficamente; en los restantes, es decir, los inteligentes, los optimistas y los que están bien situados geoestratégica y climáticamente, también se da, por supuesto, pero suele ser muchísimo menos corriente.
DESHONRA: Vulneración de la honra (v.). Como cada uno la tiene depositada mayoritariamente en un sitio, persona o glándula distinta, uno nunca sabe cuándo está cargándose la honra del prójimo, lo cual es susceptible de acarrear violentos aprendizajes sobre la marcha, que pueden llegar a ser los últimos.
DESIERTO: Porción de terreno vacío de contaminaciones varias, bien porque haya un calorcito insoportable, bien porque el calor (o el frío) restrinja el deseo de cópula, bien por la ausencia de fuentes de energía sobre las que ejercer algún divertido latrocinio.
DESORDEN: Caos confuso en la disposición de los objetos o de los pensamientos; hay personas que se desenvuelven en él como peces en el agua, y, en cambio en un medio ordenado se pierden: ¡parajodas de la vida!
DESPEDIDA: Acto de gran emoción (por lo que se pierde o por lo que se gana), antesala de un período alejado de quien nos suele tocar mucho las narices, agradable o desagradablemente.
DESPOTISMO: Imperio arbitrario del déspota, el cual no es otra cosa que un payaso metido a dominador a contrapelo de su tiempo y de sus neuronas.
DESPOTISMO ILUSTRADO: Variedad de despotismo (v.) en la que el titular del poder se halla dotado de una mayor inteligencia y un mayor arropo de gente culta a su alrededor; no obstante, aquejado de un inesperado interés altruista, quiere poner sus cualidades al servicio de la gleba, la cual rechaza tales intereses porque no participa en su elaboración y le sigue fastidiando que le impongan las cosas, aun siendo las que necesita con perentoriedad.
DESPRECIO: Demostración a alguien de la pérdida de estima que le tuvimos y que ahora no le tenemos, por una causa u otra, o tal vez por todas ellas juntas; que hay mucho idiota suelto que no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
DESTINO: Código de vida prefijado de antemano por no se sabe quién ni se sabe cómo, y, mucho menos, hacia dónde. Todo lo cual no desanima, antes al contrario, a quienes le tributan perenne idolatría.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

domingo, 9 de diciembre de 2018

LA ABSTRACCIÓN DEL ARTE MUSULMÁN


No fue la cultura del Islam la primera en la historia de la humanidad en alejarse de lo figurativo para abrazar la abstracción, pero sí fue la primera en reflexionar a nivel teórico sobre ello. Su religión, que prohibía la representación de Dios, pues éste no era sino un espíritu, contribuyó a extenderlo a casi toda figura humana o animal. La filosofía racionalista aristotélica, de la que bebieron los musulmanes durante siglos, ayudó a que la geometría de Euclides, también transmitida en vía indirecta por los árabes a Occidente, fuera el referente decorativo del arte islámico: así, cuanto captara la vista no debía distraer de los pensamientos en los rezos diarios en la mezquita o en los patios rumorosos donde el agua entremezclaba sutiles pensamientos y aromas de Oriente. Esa geometría, por su gusto por la repetición ilimitada, monótona por vocación voluntaria, como una letanía o la propia música árabe -y como ellas, sin principio ni fin-, llega a sugerir imperiosamente el espacio infinito, justo donde la divinidad llama al alma humana a trascenderse. Contemplando esos azulejos de lacerías repetidas e inacabables,  llegaremos a contemplar la nada, o a Dios, que viene a ser lo mismo.

Panel de azulejos en el Patio de Comares, en la Alhambra (Granada, Andalucía, España)
Enero, 2009 ----- Nikon D300

viernes, 7 de diciembre de 2018

DICIEMBRE. TIEMPO. ENTREVISTA CON EL VAMPIRO

Diciembre ha accedido a nuestra piel y lo curioso es que nada lo ha ido anunciando, ni el tiempo atmosférico, ni las hojas que aún restan en los árboles del parque. El tiempo se ha sucedido a sí mismo con una rapidez inusual en mi vida. No me he percatado apenas de lo que se ha desarrollado ante mis ojos en los últimos dos meses. Creo que ahora mi frágil memoria no ventea en sus archivos un período en el que la volatilización de mis días me haya hecho caer en la cuenta de ello. Todo se ha ido evaporando con ese transcurrir evanescente de la prisa y de las diferentes ocupaciones, aliñadas con un sentido un tanto obsoleto de la responsabilidad. No, no me he enterado casi de lo que ha ocurrido. Sin embargo, no me lamento por ello. En realidad, no me preocupa no saber qué ha ocurrido: lo cierto es que nunca pasa nada. Y si pasa, no es tan importante como lo que mi cabeza está macerando a cada instante. No, no es un problema de ese calibre. Es no poder analizar, sentir, reposar, escribir todo ese vértigo lo que me desazona con voracidad. Es comprobar que yo, mi tema de observación favorito, no posea el necesario número de respiros como para degustar lo que siento, al margen de su calidad o categoría. Y que, encima, para mayor regodeo sobre el particular, cuando dispongo de ese tiempo, no soy capaz de hacer algo que en verdad sea meritorio y lo suficientemente sensitivo como para que le quede a uno la marca indeleble de la satisfacción absoluta.

Compruebo en el transcurso que el tiempo cobra un relieve superior cada vez, hasta casi copar el registro de mis preocupaciones. Y ello lo traslado a todo aquello en lo que me involucro. Hace un par de horas, aproximadamente, veía "Entrevista con el vampiro". Una película para olvidar, en líneas generales, a excepción de que planteaba con claridad precisamente esa ansia temporal de que yo adolezco cada vez con asiduidad más pertinaz. El protagonista interpretado por Brad Pitt es un vampiro atípico, pues se hace preguntas y busca respuestas; y esas cuestiones son las de todo ser humano cabal, pero agravadas por un problema que trastoca todo: no puede morir. El tema de la inmortalidad es caro a todas las épocas y a todas las mitologías. Yo, algún día también ansié esa característica particular que, entre otras cosas tiene como cualidad más preciada que no puede darse, que jamás podrá existir. No es mi caso presente. Creo que aborrezco la posibilidad de la eternidad, sea cual sea su ámbito. La protagonista femenina es una niña que accede a la naturaleza vampírica con 10 ó 12 años y que comprueba que no puede crecer, que se mantiene con su cuerpo intacto y no puede hacer nada por remediarlo. Las necesidades que ambos personajes albergan son, creo, de lo más legítimas. Y, en cambio, hay gente que con gusto renunciaría a ellas, y de hecho en la película se observa cómo hay personas que ansían acceder a ese grado de perennidad tan aterradora.

La vida no es más que un devenir continuo, un tránsito, una vía. Su naturaleza fundamental radica ahí. Si se la desprovee de la capacidad de crecimiento y desarrollo y, sobre todo, de un final que dé reposo a todo lo recibido con anterioridad, la vida pierde, todavía más, su sentido, si es que puede poseer alguno. De tal modo, yo comprendo a estos dos jóvenes vampiros. Ansían morir y crecer, reposar y evolucionar, lo cual les está vedado por su esencia más íntima. ¡Qué contradicción! Quienes poseen algo, las más de las veces lo rechazan o lo consideran insuficiente. ¡Qué eterna sensación tan humana! Marco Aurelio y Séneca son cada vez más imprescindibles, más cercanos a mi mundo, a esta parcela que yo me he construido y me estoy construyendo mientras crezco, maduro y evoluciono, antes de que ese final inevitable dé reposo y paz a estos absurdos desvelos que, ellos sí, perdurarán eternamente.

(Del diario inédito Palimpsesto del dubio y la aoristia, entrada de 1 de Diciembre de 1995)

jueves, 6 de diciembre de 2018

EL SILENCIO NECESARIO QUE NOS OFRECE EL BOSQUE


La inmensa algarabía de los bosques habla en silencio, empapando de humedad los pensamientos y abrazando de paz la soledad que ansiamos. El verde lo inunda todo, y sobrepuja los ocres, envolviéndolos, anulándolos incluso. No se oye nada salvo la respiración propia, los latidos excitados por la inusual quietud. Es el aislamiento perfecto que tanto ansiamos.

Deberíamos explicarnos por qué no acudimos a él más a menudo. Tendríamos que respondernos por qué destruimos aquello que más necesitamos. O acaso no lo hagamos porque a estas alturas carecemos de la inteligencia necesaria para poder ver más allá de lo que suceda en nuestro más inmediato entorno, en nuestro más inmediato día a día. Tal vez no podamos o que no sepamos. Pero es muy posible que ya ni siquiera queramos.

Bosque en Mundaka (Vizcaya, País Vasco, España)
Julio, 2007 ----- Nikon D100

miércoles, 5 de diciembre de 2018

JUAN CARLOS I: ASCENSO, CAÍDA Y ¿REVITALIZACIÓN?

La historia la protagonizan los grupos sociales, bajo circunstancias concretas de cada período en particular, pero con el liderazgo inevitable de mentes individuales preclaras con la suficiente lucidez como para prever antes que los demás lo que conviene o para intentar evitar lo que a todas luces no conviene a la gran mayoría. Hay muchos nombres para ejemplificar esa frase. Pero hoy quisiera mencionar a uno que nos afecta de lleno: Juan Carlos I, rey de España desde finales de 1975 hasta 2014, y hoy rey emérito (curioso título que también le han puesto al papa dimisionario, y que trata de investirles, pienso, de un marchamo funcionarial que no creo que sea demasiado justo).

Ahora que se celebran los 40 años de la Constitución del 78 y que se viene hablando tanto de sus logros, de sus fallas y de la necesidad de reformarla en algunos puntos, no está de más recordar lo vergonzoso que me ha parecido comprobar que se generaba un debate sobre si convenía o no que Juan Carlos de Borbón asistiera en determinados actos públicos en compañía de Felipe VI, actual rey de España, por si la actual imagen del achacoso y rijoso padre podría perjudicar la de su saludable y gris hijo. Si se plantea dicho debate es por dos razones. La primera, que la opinión pública sobre su persona se ha visto trastocada y manchada por varios escándalos de difícil lavado. La segunda, que nuestros conciudadanos resultan muy movedizos en sus afectos, y poco agradecidos hacia quien le ofrece regalos, una vez que ya llevamos años disfrutándolos, olvidando quién nos los trajo, y lo que les supuso hacerlo.

Lo digo mucho en clase. Llevo años contándolo, y no está de más que ahora lo ponga por escrito. Juan Carlos I entró en la Historia por méritos propios, después de que casi nadie diera dos duros por él, y mientras había apuestas que especulaban cuánto tardaría en caer. Pero también comento, a continuación, que a este “dicharachero” y “campechano” monarca le sobraron bastantes años de su reinado y bastantes acciones que en un mundo como el nuestro dejan más huella que los méritos verdaderos. En una época en que vivimos rodeados de cámaras de fotos y de periodistas potenciales en cada usuario de móvil, que te vayas de cacería mayor invitado por indeseables tiranos, tengas amantes con potencial recorrido mediático, y se sospeche con cierto fundamento que has tenido influencia directa en determinadas corrupciones, es demasiado para cualquiera; y acaban pesando más los deméritos puntuales -y privados-, que los logros políticos de largo alcance. Por eso, cuando abdicó, había pasado ya el tiempo de hacerlo. Y se le pasó también la oportunidad de demostrar que el apego a un cargo que le vino regalado no era mayor que la que podía tener por su afición a las regatas.

Los españoles le debemos mucho a Juan Carlos I; más de lo que muchos piensan o creen. Pero sólo se lo reconocemos ya los que tenemos ciertas nociones básicas de nuestra historia reciente, o la memoria correctamente engrasada, o el cerebro exento de determinados prejuicios. Hoy, por contra, parece pesar más lo que muchos españoles le reprochan. Su popularidad, antaño imbatible, hoy no superaría cualquier encuesta entre la población. Es una injusticia, sí, pero acaso no lo sea. Y es algo que él podía haber previsto, de haber sido más inteligente y previsor.

Hoy olvidamos que este rey -colocado en el cargo por su valedor, Francisco Franco-, heredó al inicio de su mandato todos los poderes -todos- que el dictador detentaba. Aunque también se nos suele olvidar que sus maniobras políticas, algunas visibles y otras mucho menos, fueron encaminadas a devolver todos esos poderes iniciales a su legítimo dueño: el pueblo español. Ya sólo por eso merecería monumentos por todo lo ancho y largo de la geografía nacional. Pero su comportamiento personal, sobre todo el de su última etapa -período basura, claramente sobrante- le perseguirá para siempre. Aunque seguramente el tiempo modificará esa idea tan drástica. Después de su muerte, y con el paso de los años, los historiadores por un lado y los españoles por otro otorgaremos con seguridad un juicio menos presentista, más objetivo y más agradecido en definitiva. Es un suponer, claro. No habitamos en el país más agradecido del orbe.

martes, 4 de diciembre de 2018

DESTELLOS PREVIOS AL FINAL


Sólo la luz puede resaltar la vejez de las hojas que se resisten, heroicas, ante la inevitable muerte. Es ella quien transparenta la decrepitud de sus vasos y su creciente delgadez, proveniente de lo escaso del alimento que sus vasos le proporcionan. El final está cercano, y lo saben bien. Pero aliadas con la calidez de esos rayos matinales, las hojas producen unos postreros destellos, antesala épica de su caída próxima. El contraluz permite calibrar su figura lobulada, la diferente maduración de su deterioro, el contraste con los opulentos líquenes, impasibles ante un proceso que les resulta ajeno. Antes de caer, la luz de la mañana destaca las hojas de los robles, que nos hermosean la mirada, sin impedir que un punto de tristeza nos invada también, ante el ineludible simbolismo asociativo.

Vega de Espinareda (León, Castilla y León, España)
Diciembre, 2011 ----- Panasonic Lumix G6

lunes, 3 de diciembre de 2018

DIÁLOGO DE CAÍN Y ABEL (MICRORRELATO)

Caín adoraba a Abel, y era correspondido. Sólo amor exhalaban sus obras. Y cuando ofrecía a Dios sus sacrificios, era lo mejor de sus cosechas lo que entregaba al Supremo Hacedor. Éste, en cambio, prefería lo mejor de los rebaños de Abel, cuando hacía lo propio. Caín no entendía el trato de favor hacia su hermano, y ésa era una idea que lo torturaba. Una tarde, se lo comentó a Abel, el cual también había captado las preferencias divinas. 

—Yo tampoco lo entiendo, la verdad. Pero sí es cierto lo que dices.
—Acaso prefiera la carne al cereal y las verduras. 
—Sí, pero siendo Dios, eso debería darle igual, ¿no?
—Es verdad, no debería hacer distinciones, naciendo como nacen del mismo amor puro.
—Pienso lo mismo, Abel. 
—Deberíamos hacer algo, ¿no crees?
—Preguntárselo, por ejemplo.
—Pero tal vez se ofenda por ello. Los padres nunca reconocen las preferencias hacia sus hijos 
—Tienes razón. ¿Y qué tal si tú me cedes tus ganados y tú cultivas mis tierras? 
—Pero ¿qué dices, Caín? Yo no sé nada de la tierra, y tú no sabes nada de reses. ¿Qué locura es ésa?
—No estoy loco, no me llames loco.
—No te lo llamo, pero con esa propuesta, lo pareces.
—Te lo repito, no estoy loco, no me llames loco
—Pero si nadie te llamó loco, ya te lo digo. No insistas más.
—Pero vuelves a poner la palabra loco en tu boca, y no lo soporto, Abel, no lo soporto, de verdad...
—Vale, ya veo que vuelves a las andadas y no atiendes a razones. Pues si ésa es tu única sugerencia, creo que es de locos seguir por esa vía. Adiós, hermano.

Y Caín, cuando le dio la espalda, tomó una quijada de burro que allí se hallaba, y de un certero golpe lo mató. 

—Te dije repetidas veces que no estoy loco, que no me lo llamaras, pero tú insistes, insistes, y venga, y dale, y zumba, y vuelta y dale, y...

Del libro inédito Micrólogos, 2012

domingo, 2 de diciembre de 2018

EL DOMINIO PERMANENTE DEL ÓRGANO


Cuando entramos en las diferentes iglesias, resulta imposible sustraerse  a la contemplación del más grande de los instrumentos musicales, independientemente de sus proporciones (los hay monumentales y diminutos) o su ubicación (en cualquiera de sus naves o capillas). El órgano atrae la mirada de un modo inevitable. Y como siempre se halla en las alturas, uno ha de contemplarlo en posición de contrapicado, por lo que su presencia se nos impone con mayor rotundidad todavía.

Si tenemos la suerte de que algún clérigo o seglar estén practicando con él, entonces el gozo puede ser maravilloso, y notaremos cómo el tiempo se desplaza hacia un lado u otro de las notas, y perdemos cierta noción del momento, y caemos en la argucia que idearon quienes concibieron semejante estructura sonora.

El órgano es el instrumento eclesial por excelencia. El que los incluye a todos los demás. Y aunque no pueda reproducir a todos ellos con fidelidad, su sonido tonante, reconocible enseguida, nos atrapa y capta la atención auditiva, del mismo modo que el aroma a incienso lo asociamos al interior de las iglesias cristianas. El órgano es uno de los modos por los que el cristianismo, en sus diversas confesiones, ha pretendido conmover, atraer, promover, catequizar. 
Cualquiera que haya visto un concierto o un ensayo de órgano sabe de sobra que su manejo no es fácil. Un pianista avezado fracasaría como un novato ante su escalera de teclados manuales, a los que hay que añadir los que se accionan con los pies. El organista es el enciclopedista de los músicos. Su preparación debe ser constante y prolongada muchos años para lograr ser un instrumentista decente; no digamos ya para ser un fuera de serie, lo que acapararía toda su existencia, como le ha pasado a algunos de sus más conspicuos valedores, como Olivier Latry o Montserrat Torrent.

Desde su altura, todo lo domina. Desde su atalaya, el órgano domina el espacio de Dios tanto como el de los hombres. Pero aun si se encuentra callado (inacción, reparación o ruina) sin lanzar sus reconocibles notas por los centenares de tubos que pueblan su interior, su presencia es tan imponente que nos sobrecoge. Y nos empequeñece.


Órgano de la Colegiata de Sta. María la Mayor de Toro (Zamora, Castilla y León, España)
Abril, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

sábado, 1 de diciembre de 2018

LAS IDEAS FALSAS DE ROZITCHNER (3)

"LA SOCIEDAD ESTÁ ENFERMA"

Convengámoslo: la mayoría lo piensa. Salvo los jóvenes, que sí que piensan, pero no en esas cosas. Mientras el móvil tenga batería y haya datos... Pero, sí, la mayoría piensa que todo está fatal y que el final cada vez se halla más cerca. Sin embargo, es una idea falsa, una falacia más de esas que decimos cuando no tenemos otra cosa que decir, pero estamos preocupados por los continuos disgustos que nos generan lo que nos cuentan o lo que vemos a diario. Olvidamos que disponemos de una idea muy parcial y escasa de la realidad, que tiene que ver con nuestras propias circunstancias y con quienes ostenten (o detenten) los diferentes poderes, que seleccionan lo que debemos tener en cuenta y lo que no. Si la idea de la vida que tenemos se basa única y exclusivamente en lo que vemos en los informativos televisados o en los diarios hablados, e incluso en la prensa más habitual, tendremos una imagen sesgada donde sólo tienen cabida crisis, guerras, crueldades, desigualdades, atropellos, ilegalidades, impunidades, corrupciones y demás sevicias. Y no es por llevar siempre el ascua a mi sardina habitual, pero quienes así hablan de continuo olvidan (o desconocen, más bien) la historia del ser humano.

Si dicen que la sociedad está enferma, ¿se colige de ello que puede estar sana? ¿Hay alguna sociedad que sea sana? Si está compuesta de humanos, tengo serias dudas, aunque pensemos en grupos o países avanzados de reconocido crédito para la convivencia. Por lo general, quienes así hablan y se expresan, sólo tienen ojos para lo malo, y olvidan todo lo bueno. Tal vez deberían leer más. O profundizar en la obra de Steven Pinker, como comentábamos en otra entrada hace unos días.

Entonces, si está claro que decir que la sociedad está enferma no merece ser considerada una afirmación objetiva, ¿qué esconde?, ¿qué implican esas cuatro palabras, expuestas con tanta rotundidad? Pues en primer lugar, expresa temor, y quien la proclama siente que no puede hacer nada frente al caos ingobernable de la realidad (o de su realidad), sin percatarse de que la vida normal es siempre excepción y no norma, es rara y difícil y no resulta predecible en sus líneas generales. Aparte que hay que vivir igualmente, se quiera o no. En segundo lugar, con dichas palabras rechazamos al mundo, que es "un asco". Pero si lo rechazamos, nos apartamos también, pues nosotros formamos parte de él, porque es el único que conocemos. En tercer lugar, parece una frase con la que uno queda como una persona mejor que la media: soy mejor que los que andan por ahí viviendo despreocupada e irresponsablemente. No obstante, quienes más hablan así, menos acciones realizan que mejoren ya no el mundo, sino su entorno más inmediato; es más, por lo general no hacen nada sino hablar. Por último es una idea con la que uno pone su enfermedad fuera, la rechaza, cuando muchas veces es el enfermo el que alza la voz y no tanto la sociedad acusada.

Por tanto, es una frase falsa que nos sostiene y nos ayuda en primera instancia, pero cuya falsedad queda enseguida manifiesta. Y si eso lo aplicamos a un país concreto como si fuera excepcional en sus problemas y males con respecto a los demás, entonces ya ni hablamos. Lo que sí podríamos decir es que deseamos que haya menos de determinadas cosas y más de otras, pero no porque la sociedad se halle herida de continuo: es porque las sociedades humanas son así, y siempre lo han sido, con diferentes grados e intensidades, pero siempre han resultado problemáticas, aun siendo el ser humano un ser que sólo es en tanto en cuanto pertenece a una sociedad.

Concluiremos, pues, que la sociedad no está enferma, que las sociedades son problemáticas, que la vida es difícil, y que sacaríamos más en limpio si en vez de generar mala baba aprendiéramos a tratar de mejorar los muchos problemas que se pueden solucionar, y buscar el modo de convivir lo mejor posible con aquellos que no pueden desaparecer, porque son parte de nuestra desgraciada esencia.

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