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domingo, 23 de octubre de 2011

MICRORRELATO

PROMETO

Prometo regresar contigo a este instante y regalarte un universo oscuro, rico en detalles y recuerdos, por donde paseamos en tiempos arcanos y felices, cuando la perfección existía, porque nos la creíamos y porque la creamos ambos. Prometo volver a recrear tu imagen vaporosa y desdibujada, ante mis ojos miopes y pequeños, que abusan de la cercanía, que tratan de acercar lo que cada vez se aleja más y más. Prometo no quererte más de lo necesario, la cantidad justa que tu esencia requiera para que no se sienta asaltada ni obligada, con la intensidad necesaria para que tu sonrisa se asocie con tus lágrimas y formen una alianza perfecta de paz y tiempo. Prometo. Te prometo a cada segundo. Prometo tantas cosas, que seguro me olvidaré de muchas. Así que prometo no prometer. Y, sin embargo, como ves, te sigo insistiendo siempre, hasta que alguna noche, después de cenar, me comuniques que ya no puedes seguir fingiendo, que nunca creíste ninguna de mis promesas.
Del libro Micrólogos

domingo, 2 de octubre de 2011

MICRORRELATO

SORPRESAS

Demasiadas sorpresas seguidas, has de admitirlo. No he podido entender esa capacidad de análisis, después de tantos meses. Llegar a decirme “lo más claro que recuerdo es la imagen de tus ojos cuando estaban muy cerquita de los míos”, o “descubrí un ser completamente desconocido a todo lo que yo sabía de ti”, después de tu mutismo habitual, ha supuesto una prueba de fuerza para la que no estaba preparado, he de admitirlo. Pero lo que más desconcierto me produjo, fueron las notas dulces: “lo que a mí me transmitía esa mirada con ojos sonrientes era una especie de dulzura extrema, como de un ser incluso ingenuo, como si en el fondo fueras un niño tremendamente tierno, alguien a quien dan unas tremendas ganas de dar besos y besos y salvarle”. Parecías otra, cambiada quién sabe por qué razón o extraño conjuro, alguien muy distinto al ser casi ausente que muestras cuando actúas con normalidad, y que tanto me convenía. Pero ¡decirle eso a un asesino profesional! !Descubrir su secreto más profundo! Qué bien lo has entendido todo. Qué bien has desenterrado mi máscara. Seguro que también habrás adivinado la sorpresa que te he reservado, a continuación.
Del libro Micrólogos

domingo, 1 de mayo de 2011

MICRORRELATO

ILUSIONES REALES

Mi marido intentó compensar su última paliza con dos entradas para un extraño espectáculo: un ilusionista moldavo, de nombre imposible, que prometía maravillas. No obstante, sólo hallamos lo típico: las cartas, las adivinaciones, el numerito de la levitación, seguido al final de la consabida partición por la mitad, vía serrucho largo con el que además improvisaba unas notas musicales que más bien parecían chirridos graves. Con todo, cuando eligió a mi marido como sujeto paciente para el último número, la cosa me interesó ligeramente. Se puso mejor cuando vi cómo empezó a cortarlo en dos partes. Mis ojos debían mostrar a quien los mirase el destello exterior de mi propia ensoñación. Pero creo que casi me desmayo de gusto cuando ordenó a los pies que movieran los dedos y éstos permanecieron inmóviles, al tiempo que un reguerillo de sangre fue salpicando el suelo. Mi marido no profirió ni un gemido siquiera; acaso soñara, acaso fuera drogado. Pero de entre el público fueron brotando muchos gritos, de forma escalonada, cuando la ilusión dio paso a la tremenda realidad. El tipo alegaría en su defensa que le falló no sé cuál dispositivo, pero no pudo convencer a nadie o nadie quiere creerle, habida cuenta de las sustancias que le encontraron en su organismo. ¡Pobre! A mí me gustaría visitarle cada semana, todas las que hicieran falta hasta que el asunto se resolviera de una vez. Para consolarle un poquito su pesar. Y para agradecerle, sobre todo, su aparición providencial. Pero me parece que dichos encuentros resultarían harto sospechosos. Porque, claro, a mí el espectáculo me encantó. Al ilusionista, imagino que mucho menos. Y a mi marido, ya ni le preguntamos.
Del libro Micrólogos

domingo, 27 de febrero de 2011

MICRORRELATO

DAFNE Y APOLO

Antes de empezar a hacer la comida, a Dafne le viene un repentino vuelco a la mente, y se pregunta qué ha sido de su vida en los últimos veinte años. Como siempre, acaba pensando que su vida ha sido un continuado y tranquilo descenso a la mediocridad más habitual. Ello no le causa ningún malestar. Está acostumbrada. Piensa mucho, y no sólo en ella misma. Sin embargo, a la hora de decidir qué va a preparar, antes siquiera de ir seleccionando los ingredientes adecuados, nota cómo las manos no le reaccionan, y siguen metidas en el mandil que su hija le regaló por su último cumpleaños. Los recuerdos le sobrevienen en discontinua cadena, y en alguno de los eslabones se detiene, licenciosa. Allá en la facultad, cuando el Arte mediatizaba la vida, y unos ojos azules le perturbaron el Arte y la vida. También todo lo demás; aunque eso vino después, con el correr veloz y lento de los años. Y, sin darse cuenta, sus manos acaban en el frasco donde guarda el laurel que su marido le recoge a veces en el parque. Los dedos recorren las hojas que la impregnan de aromas y de recuerdos, hasta que al final una lágrima humedece una de ellas, la menos verde, que será por ello la elegida. “Algo con laurel”, se dice. Repasa la lista de recetas que sabe elaborar con ese sabor esencial. No le salen más de seis. Se decide por la más simple: “no se merece mucho más”. Mientras va colocando los ingredientes sobre la encimera, el llavín en la puerta le indica que su marido acaba de llegar. Tras unos segundos y unos saludos desde la lejanía, siente cómo unos brazos la rodean y la estrechan con calidez y ternura. “Hoy tampoco has echado a correr, ¿eh?”, le dice, repitiendo una fórmula usual entre ellos. Y la besa en el cuello. Luego, le llega el olor a laurel, y se relame sin saber siquiera qué comerá, mientras le susurra al oído: “ésta es mi Dafne”. Casi a punto de echarse a llorar, sin aún volverse hacia su marido, retira todo cuanto había ido preparando, excepto el bote con el laurel. Decide que la receta que preparará será otra; con seguridad, la más exquisita de la lista. “Este es mi Apolo”, contesta al fin ella, fingiendo sólo a medias.
Del libro Micrólogos

domingo, 13 de febrero de 2011

MICRORRELATO

MUÑEQUITA ARISCA, RENCOROSA


Al llegar a casa, colgó el abrigo en la percha, dejó el maletín al lado del taquillón, soltó las llaves y la llamó en voz alta. Nadie respondió. “Mira que eres arisca; y rencorosa, además” comentó. Anduvo por todo el piso, y al final recaló en la alcoba. “Claro, en la cama echada, donde te dejé; ¡qué espectáculo!”, comentó con un gesto de aparente desprecio. Ante el mutismo recibido, se detuvo unos instantes a mirarla. Su piel brillante y juvenil, su cabello largo, lacio, ordenado y limpio, su mirada ausente, su desinterés. “¿De verdad aún no me has perdonado por lo de esta mañana? Vamos, amor, no fue para tanto”. Y se acercó y la besó en los labios con cierto ardor. Ella ni se inmutó. Su mirada seguía perdida y sin hacer contactar sus ojos con los de él. “Resentida, mal tomada. Ya me lo advirtieron, ya, pero no les hice caso. ¿Y sabes por qué? Porque en el fondo me gusta esa cara de rencor que le pones a tu maridito cuando regresa del trabajo. Me excita esa pasividad que me lanzas a la cara. Compruébalo tú misma”. Y le cogió la mano con violencia, y la colocó sobre su sexo, que ya le abultaba el pantalón. “¿Lo ves?”. Y continuó besándola en la cara, en los ojos, en el cuello, y manoseando sus senos, pellizcando zonas sensibles, sin obtener reacción ni respuesta alguna. Pero la excitación del hombre iba en aumento y trasladó su cuerpo encima del de ella, frotándose sin disimulo. “Muñeca, eres la mejor, ya lo sabes”. En un momento dado, la hebilla del cinturón se abrió hacia adelante y presionó más de la cuenta, hundiéndose hacia abajo. Fue entonces cuando ella reaccionó por primera vez dejando escapar un sonido agudo, como un silbido prolongado que se hacía cada vez más intenso a cada embestida, hasta que por el último estertor de él coincidió con el desinflado completo de ella.
Del libro  Micrólogos

domingo, 12 de septiembre de 2010

MICRORRELATO

ABANDONO

Cuando amenazaste con que me dejarías, no te creí. Aun así, me dejé inundar por un completo abatimiento. Y acerté. Mi intuición nunca me falla. Porque jamás te fuiste. Maldita.
Del libro Micrólogos

domingo, 18 de julio de 2010

MICRORRELATO

ANUNCIO DE ANUNCIACIÓN
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Pero ¿cómo que preñada? (...) Si no me has dejado tocarte aún. (...) ¿Cómo lo sabes? (...) Pero ¿cómo que te lo dijo una luz blanca con alas? ¿Qué bobadas son ésas? (...) Y, si lo sabes, ¿de quién es, a ver? (...) Y... pero... ¿de una paloma? Pero ¿tú te crees que porque yo sólo sea un carpintero me chupo el dedo? (...) ¿Con quién te crees que estás hablando? (...) Si ya lo me lo advirtió tu padre, que tenías mucha imaginación, pero ahora... (...) No, no digas nada, anda, y vete para casa, que ya hablaremos en serio tú y yo. Dios mío, es tonta, tonta; o una ramera de cuidado, que no sé qué será peor. Lo malo es que no sabré cómo salir de dudas hasta que pasen los meses. Dios mío, ayúdame. Ten piedad de mí y que este despropósito o esta deshonra no sea la comidilla de nadie. Te lo suplico, apiádate de tu siervo fiel: que nadie se entere.
Del libro Micrólogos

domingo, 4 de julio de 2010

MICRORRELATO

PETICIÓN DE LA INTERESADA
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Me volvió a soltar otra perorata de las suyas sobre que no me aguantaba más, y que vivir así no era vivir, y que era mejor que acabara de una vez. O sea, que si la maté fue porque ella me lo pidió, que conste, señor juez. No vayamos a confundir las cosas. Ahora, entre usted y yo, que debía ser un farol, que buscaba alguna reacción de mi parte. Porque mientras más trozos le fui cortando, más parecía arrepentirse.
Del libro Micrólogos

domingo, 6 de junio de 2010

MICRORRELATO

NECESIDAD DE LO IDÉNTICO
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Mientras conducía, quitó de su dedo el anillo que le identificaba como hombre casado. Las posibilidades de la noche eran infinitas. Llegó a la fiesta muy alegre y animoso. Entre el bullicio, buscó a alguna mujer de su agrado que pareciese sola y dispuesta a compartir unas horas de engaño y placer. Finalmente eligió a una por la que sintió una irremediable atracción. Luego cayó en la cuenta de que tenía un intenso parecido con su esposa. Le preguntó su nombre, con la mejor de las sonrisas y la mayor de las zozobras. Se llamaba igual. Su aroma era el mismo, y su sonrisa tan cautivadora como la de su mujer. También poseía la leve cicatriz bajo el cuello que le dejara una rama al romperse. Ella también se encontraba muy interesada en él y el acercamiento pronto se coronó con un beso de sabor distinto, pero de formas reconocibles. La noche siguió su curso y su capacidad de seducción y de ser seducido se demostraron intactas. En ese punto, él decidió dar un golpe de efecto a su noche de reestreno, y llevarla a su propia casa. La extrañeza por encontrarla vacía sólo duró unos instantes. La noche de pasión fue devastadora, como él ya no recordaba. A la mañana siguiente, ella se había ido antes de que él despertara. En una nota, la mujer lo insultaba a lo largo de varias líneas y se despedía para siempre, con un estilo muy depurado, que él conocía tan bien.
Del libro Micrólogos

jueves, 15 de abril de 2010

A LA CAZA

domingo, 4 de abril de 2010

MICRORRELATO

MILAGROSA EQUIVOCACIÓN
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Aquella chica se había prometido que le declararía su amor en público, que todos se enterarían de su pasión por él, que dejaría huella en su conciencia. Sabía que eso a él no le iba a gustar, pues era adusto, reservado y nada proclive a ser el centro de atención de nada. Pero para ella resultaba esencial que así fuera. Por eso, el día previsto sabía en qué lugar se encontraría, y además poseía información confidencial sobre uno de sus deseos de siempre: salir descalzo con su cofradía en la procesión que ésta organizaba. De ese modo, lo esperó en un recodo donde se afincó con dos horas de antelación, tiritando de frío, para no perderse el espectáculo ni el privilegio de poder anticipar su llegada. A la hora señalada, el nazareno dobló aquella esquina. Sus pies llagados y sangrantes se le figuraron como la imagen más dulce que pudiera contemplar. Sin decir palabra, la chica salió de entre el público y se arrojó en mitad de la calle, arrodillada y abrazando las piernas del cofrade descalzo. “Te quiero, mi amor. Necesito que lo sepas. Soy tuya, quiero serlo siempre. Tuya, tuya...”. Todas las miradas convergieron en aquella escena inesperada. Pero desde más arriba una voz serena y dulce de mujer le respondió que aquello era un verdadero milagro, que al fin se habían cumplido sus sueños, aquellos por los que había rogado durante años; quien así se le declarara debía ser la mujer de su vida, y con rotundidad le solicitaba que lo fuera, que demostrara su amor acompañándola a su lado, ante todos, hasta que la procesión acabara. Instantes después, sin que nadie supiera qué sucedía, todo el mundo pudo ver cómo aquella chica continuó la procesión firmemente unida a aquella penitente descalza a quien acompañó imitando su sacrificio, con sus zapatos de piel en la mano.
Del libro Micrólogos

domingo, 21 de marzo de 2010

MICRORRELATO

EL CELOSO RELOJERO
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Al descubrir por fin a su mujer desmigando las horas sobre el cuerpo desnudo de su amante, todo el tiempo del mundo se le vino encima. Los años convividos con ella le oprimieron las sienes de súbito y le avivó los celos que siempre lo habían consumido. A él lo dejó ir, pero ella sufrió su ira acumulada durante años. El relojero celoso quitó la vida a su amada con la aguja larga de un carillón. Con sus cenizas purificadas fabricó un rutilante reloj de arena, que le recordaría grano a grano cada uno de los besos que jamás volvería a sentir.
Del libro Micrólogos

domingo, 14 de marzo de 2010

MICRORRELATO

CUANDO ME LLEGA DE NUEVO EL SUEÑO
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Cuando me llega el sueño, los objetos de mi escritorio se frotan las manos, porque saben que durante unas horas dominarán su espacio, y no podré usarlos a mi conveniencia, sino que disfrutarán de una libertad que durante el día les es imposible obtener. Cuando me llega el sueño, veo sombras que comienzan a moverse reptando y difuminando sus contornos, pero que en cualquier caso se me acercan, y me rodean, y me amenazan. Pero cuando me llega de verdad el sueño, comienzo soñando otro mundo, donde no hay mesas, ni objetos, ni amenazas. Entonces me río con grandes carcajadas, me despierto desconcertado, y todo vuelve a empezar, cuando me llega de nuevo el sueño.
Del libro Micrólogos

sábado, 27 de febrero de 2010

DÚO DE CARNAVAL

domingo, 7 de febrero de 2010

MICRORRELATO

ABANDONO
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Cuando amenazaste con que me dejarías, no te creí. Aun así, me dejé inundar por un completo abatimiento. Y acerté. Mi intuición nunca me falla. Porque jamás te fuiste. Maldita.
Del libro Micrólogos

sábado, 5 de diciembre de 2009

PAREJA BIEN AVENIDA

lunes, 7 de septiembre de 2009

APUNTANDO MANERAS

martes, 1 de septiembre de 2009

PAREJA A CIEGAS

miércoles, 26 de agosto de 2009

AL UNÍSONO

martes, 18 de agosto de 2009

ATRACCIÓN CONTRA NATURA

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