miércoles, 31 de agosto de 2016

500 AÑOS ATRÁS (MICRORRELATO)

La sentencia ha sido firme: culpable. Yo ya lo sabía, lo supe siempre. Me arriesgué, asumiendo las consecuencias. Pero hay cosas que no se pueden elegir: van con uno mismo, o eso quiero pensar. Culpable sin atenuantes de posesión de libros de papel, de una impresionante biblioteca de más de doscientos ejemplares. Todos ellos, ejemplares raros, prohibidos, ocultos durante años en una unidad escamoteable de mi cubículo. Sin embargo, las leyes emitidas por la Gran Autoridad son taxativas a este respecto: sólo está permitida la lectura de los textos digitales autorizados. Dichas leyes son duales también, porque, prohibida la pena de muerte desde 2079, la pena oscila entre la inducción temporal o definitiva de un estado vegetativo, y el destierro en el tiempo (variables ambas, dependiendo de la gravedad del delito); la disyuntiva es menos grata de lo que parece en un primer momento. Pensé con rapidez. Una vez que elegí la segunda opción, la condena fue emitida de seguido: 500 años de retroceso, sin posibilidad de apelación. Un miembro del Consejo Regulador de Delitos, con cierta conexión con el lumpen intelectual del planeta, mostró cierta clemencia, y me ofreció un último deseo razonable que pudiera atenuar la gravedad de la condena, por mi ausencia de antecedentes reseñables. Apenas lo dudé. Solicité la inserción cerebral de un nanoimplante panlingüístico. Preguntadas las razones de esa necesidad, argumenté un deseo inveterado de viajar y para poder desenvolverme por mi cuenta. Pese a la irregularidad de la petición, fue aceptada. Ahora, un mes después, me dispongo a entrar ya en la cápsula transportadora. Tengo miedo, no lo oculto. Pero me animo a continuación con las perspectivas que hallaré en esa época remota. Al fin y al cabo, para el verano de 1616 los tres genios más grandes de la Literatura universal habían muerto ya, toda su obra estaba ya escrita, y mi principal tarea será rastrear en las librerías de Madrid, Burdeos o Londres. Un tesoro inagotable de obras de Cervantes, Shakespeare o Montaigne me aguardan de nuevo. Y podré leerlas en ediciones príncipe, y en su idioma original.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

martes, 30 de agosto de 2016

RECURRENTE TENTACIÓN




Por los corredores del claustro, los monjes transitan pausadamente, mientras leen. Alguno piensa, aunque sabe que a determinadas horas no está permitido. Pero piensa. Las galerías del claustro son recorridas un número infinito de veces, como se rezan las jaculatorias o los mantras, para que con la repetición, las mentes vuelen, se abstraigan, se purifiquen. Pero ese monje piensa y recuerda. Y cuando lo hace, la lectura se le escapa de las manos, y pareciera que sus pasos se vuelven más lentos y torpes. De súbito, la campana toca a completas, y el recuerdo se desvanece de golpe. El descanso se acerca, tras la dura jornada. Pero el monje nostálgico sabe que la tarde y la noche se sucederán sin transición, porque aquellos ojos se han vuelto a asomar a su memoria, y que aquel cuerpo, presentido y ansiado, jamás tocado, se hará presente en sus sueños de nuevo. Sabe que el pecado le aguarda. Sabe que no debe y que no puede siquiera imaginar. Pero mientras, cabizbajo y derrotado, cierra el libro y se dirige a su celda, intuye que esa noche, como tantas, volverá a dejarse ir. Entonces se le marca en el rostro una sonrisa leve, llena de significado. Y la celda se ilumina de nuevo.

Claustro de la Catedral de Nôtre-Dame de Saint Bertrand de Comminges (Haute Garonne, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon d300

domingo, 28 de agosto de 2016

HITOS DE MI ESCALERA (7)

Las primeras vacaciones de que tengo recuerdo no fueron las de Laredo, pero sí fueron las que tuvieron una trascendencia relevante, de consecuencias inmediatas. Yo tenía diez años recién cumplidos, y hacía tres que vivíamos en León.

Fueron unas vacaciones atípicas. En primer lugar, por realizarlas conjuntamente con más personas (mis tíos de Burgos y sus dos hijos, más pequeños que nosotros; y una prima mayor, que, ésta sí, nos acompañaría muchos años en los viajes de verano), aunque sería la primera, y la última. En segundo lugar, porque era la primera vez que alcancé la conciencia de que yo era alguien individual, y mi familia –incluidos mis padres y hermano- estaba constituida por seres diferenciados de mí. En tercer lugar, porque, hábilmente instruido por mi prima mayor, incurrí en un vicio que mantuve un tiempo: robar; mi especialidad, en Laredo fueron las pelotas de tenis de una pista que se encontraba bajo la terraza de donde nos alojábamos, que yo divisaba cuando se extraviaban, y luego bajaba a recolectar tranquilamente; también, los tebeos de los kioscos, que yo devoraba a mayor velocidad de lo que mis padres y familiares podían permitirse comprarme (cayeron algunos “Súper Mortadelo” y otros ejemplares “especiales” y más caros). En cuarto lugar, porque comprendí que la buena voluntad no es suficiente para la convivencia apacible, y que los intereses de las familias suelen diferir, sobre todo si sus hijos manifiestan cierta incompatibilidad de caracteres. En quinto lugar, porque confirmé (tras varias sospechas anteriores) que mi familia carecía de la sensibilidad intelectual y artística que yo tenía, lo cual comprobé ante la cruda indiferencia que manifestaba todo el mundo por mis progresos pictóricos de una caja que me habían regalado (IniciArte, que incluía pinceles, una veintena de pocillos de pintura, y cuatro láminas divididas en espacios que había que rellenar con el color del número correspondiente). Pero, sobre todo, las vacaciones de Laredo pasaron a mi imaginario personal con todos los honores porque fue donde aprendí a nadar.

Ocurrió de la manera más tonta, como suele suceder. Nos encontrábamos en la fantástica playa de Laredo, donde cubre poco y el oleaje es muy manso (no en vano la llaman la “playa de los niños”). Yo estaba con otro niño que había conocido esos días. Este niño tenía algo que yo no, y que apetecía con creciente ansiedad: tenía gafas de bucear, tubo y aletas. Durante varios días le había rogado que me las dejara un poco para ver cómo se veía el fondo y los pececillos, que por allí abundaban, pese a la presencia humana. Se había negado siempre, alegando prohibiciones familiares. Pero aquel día cedió: “sólo un momento, ¿eh?, que mi madre me vigila”. Accedí encantado, pero sólo me puse las gafas y el tubo. Como no sabía nadar, me conformé con ponerme en situación horizontal en un lugar donde no cubría mucho. Al poco, me descubrí desplazándome por encima del agua y sin que mis pies tocaran la arena. Me levanté asustado y muy excitado. Volví a probar, con las gafas, y el fenómeno se repitió. ¡Yo flotaba! Y si movía las manos y los pies, avanzaba un poco. Le devolví las gafas y el tubo al chiquillo, y probé a hacerlo con los ojos cerrados y ¡nadé por primera vez! Mi miedo tradicional se desvaneció (de niño fui siempre muy tímido y miedoso), y el resto de las vacaciones ya sólo tuvo como recuerdo primordial los muchos ratos que pasé en el agua comprobando cómo el principio de Arquímedes se aplicaba con exactitud, aunque yo aún no lo conociera. Y aunque a nivel familiar, aquellas vacaciones en esencia fueron un desastre (mis tíos y primos se marcharon antes de acabar la quincena prevista), yo comencé una nueva era como niño-nadador-sin-más-miedo-al-agua-del-estrictamente-imprescindible.

jueves, 25 de agosto de 2016

Y NO PASA NADA



El mundo giraba y giraba. La pelota daba vueltas sobre la foca habilidosa. El niño iniciaba su andadura como competidor o deportista. Los patos y gansos deambulaban con su recorrido ruidoso. El día era luminoso y lleno de brillos. En una parte del mundo, unos cuantos morían de forma violenta para desgracia de los suyos, preocupación de los más próximos y con la indiferencia del resto. A unos pocos miles de kilómetros, unos cuantos miles de huidos de la barbarie bélica se encuentran ateridos entre la frialdad del invierno que finalizó ayer y la de una Europa desmemoriada, egoísta, inmoral y carente de todo rumbo que no sea el económico. Mientras, nuestros políticos han venido jugando a lo que mejor se les da, que es ganarse el pan propio y olvidar cómo se lo ganan los demás, haciendo dejación de sus verdaderas obligaciones, aquellas para las que se les eligió. Hoy, aquella foca ya no se encuentra emplazada en el parque, el niño será ya un adolescente, algunos patos se habrán renovado, y el día es gris y lleno de lluvia. Pero el resto, aproximadamente, sigue igual. No pasa nada. No hay nada nuevo. Ni visos de que pueda haber cambios.

Exposición en el Parque de Ferrera (Avilés, Asturias, España)
Noviembre, 2009 ----- Panasonic Lumix G3

martes, 23 de agosto de 2016

EL REGRESO DE LA PLUMA

Uno de los placeres de esta vida sedentaria y escritora es dejarse acompañar de nuevo por la fidelidad de una pluma, a la que injusta o imperiosamente se ha arrinconado semanas o meses. Notar la calidad de su trazo, preciso y sin fisuras ni cortes, y calibrar el contraste de su tinta, un tanto infrecuentada por mí en los últimos tiempos, es algo maravilloso y de lo más recomendable en una mañana como ésta, tan fructífera y tan rentable.

¿A qué calificarla de rentable? ¿Sólo por el hecho de haber logrado despertar a la hora más o menos prevista? No, por descontado. Se trata de una combinación de elementos que reúnen diversos modos de palabra: la impresa, con la lectura de suplementos culturales; la digital, con la corrección de dos cuentos en el ordenador; la electrónica, con una reparadora, desenfadada y tierna conversación telefónica con una amiga lejana; la manual, por último, escrita con pluma revisitada en mi Diario personal. ¿Qué mayor placer, entonces, que sentirse inundado de la “rentabilidad” sugerente y motivadora de la palabra, en sus múltiples formatos posibles, y con sus múltiples capacidades para enlazar pensamientos y sentimientos y creaciones?

En el diario inédito Escorzos de penumbra, entrada de 17 de julio de 2000

sábado, 20 de agosto de 2016

CONVERSACIÓN SOBRE LA FUENTE


—Jo, me dijeron que ya era la última de estas vacaciones.
—Pues a mí mi madre me dijo lo mismo.
—Se pusieron de acuerdo, seguro.
—Segurísimo, vamos.
—Fíjate, tú.
—Claro, si no, ¿cómo iban a coincidir en algo tan tonto?
—Bueno, tonto, tonto...
—Bien tonto, ya te digo. Por unas piruletas...
—Sí, sí, pero me dijo mi padre que se acabó, que ya iban muchas este verano.
—Bueno, entonces habrá que aprovechar esta última.
—Sí, hay que ir poco a poco, y parar otro poco, para que dure más.
—Eso mismo.
—¿Ya hiciste las maletas?
—No, hasta pasado no marchamos.
—Nosotros, mañana mismo. Y en dos días el cole. Puffff...
—Otra vez otro curso, madre...
—Y seguro que como tutora vuelve Inés.
—No creo, porque decían que estaba embarazada.
—Y eso ¿qué es? ¿Está mala?
—Sí, y me dijeronque este curso no va a ir a clase.
—Ah.
—¡Qué sucia está este agua! ¿No?
—Pues sí, es verdad. Pero aun así se ven los edificios de enfrente.
—Sí, y tu cara fea también.
—Pues la tuya... todavía más.
—Vale, pero a mí aún me queda piruleta.
—Jo...


Robado en Cáceres (Extremadura, España)
Enero, 2012 ----- Panasonic Lumix G3

viernes, 19 de agosto de 2016

MI PALABRERÍO CANALLA (8)

AJUAR: Conjunto cursi de prendas de vestir y ropa de cama que centraba la utopía matrimonial hace años, visto desde  el punto de vista de la mujer, y sin cuya presentación ésta pasaba a formar parte del marido desnuda, en los dos sentidos de la palabra.
ALBEDRÍO (LIBRE): Posibilidad de escoger entre el bien y el mal. Así dicho, parece muy bonito, pero la mayoría de las veces a la gente no le apetece usarlo (salvo cuando se lo prohíben); otras, no es posible tal elección; y cuando es posible, a uno no suele darle la gana y tira por el camino más fácil, o sea por el que menos esfuerzo requiere, y todos sabemos ya cuál es.
ALBIGENSES: Cátaros (v.) de la zona de Albi, región de Midi Pyrénées, cerca de Toulouse (aunque también abundaron por el Languedoc-Rosellón). Fueron famosos, además de por haber construido una fortaleza de ladrillo con forma de catedral, porque dieron la oportunidad a algún obispo católico de demostrar sus habilidades en la degollina masiva, mientras dejaba la tarea de la discriminación de a quiénes sí y a quiénes no a su jefe divino; pero le dejaba la tarea para después de la degollina, naturalmente.
ALCAHUETA: Mujer que cuenta con tremendas habilidades sociales y que, una vez que ha comprendido la esencia de las relaciones humanas más primarias e instintitvas, y desahuciada ella misma de tales pasiones y mercadeos, usa dichos conocimientos para ofrecerlos de manera venal a aquellos incautos que carecen de ellos o de tiempo que dedicar a tales menesteres.
ALCALDE: Cargo que desempeña un individuo al que conoce la mayoría de los que componen el municipio, por lo que suelen ser elegidos manejables, poco cultos y con escaso riesgo de que se meta con nuestras carteras. Eso, en las localidades pequeñas. En las ciudades grandes, la cosa resulta un poco más difícil, porque son más parecidos a políticos (v.) profesionales.
ALEGRÍA: Estado atípico y anormal (si no se ingieren estimulantes), aunque deseado, que consiste en la ausencia de abulia, tristeza o dolor, con el que poder sentir la impresión de que la vida es una tóm-tóm-tómbola.
ALEMANES: Centroeuropeos la mar de contradictorios, románticos, cuadriculados, expansionistas, totalitarios, revolucionarios, bebedores, reformadores, intelectuales, racistas, y otros etcéteras extremistas que la historia nos enumera con fruición.
ALIANZA: Acercamiento temporal de egoísmos con un fin aparentemente común y que suele beneficiar siempre a quien mejor control de la situación posee, que siempre es quien la propone, pues es quien más tiempo ha dedicado a estudiar sus posibles ventajas.
ALIENACIÓN: Concepto moderno para significar algo eterno, es decir, un estado mental caracterizado por la pérdida del sentimiento de identidad y por el fenómeno de despersonalización. Por supuesto, se atribuye siempre a causas externas, pero eso no es más que una excusa para evadir responsabilidades.
ALIMENTO: Toda aquella sustancia que pueda nutrir el cuerpo, sin excepción. Insisto, sin excepción. Sí, incluso lo que ahora está Vd. imaginando.

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

jueves, 18 de agosto de 2016

MALDITA EDUCACIÓN -ÓRDENES SON ÓRDENES- (MICRORRELATO)

Cuando el hombre del sombrero le dijo que venía a reclamar la deuda contraída con sus jefes, tantas veces demorada, el padre de familia se echó a sus pies, gimiendo, señalando lo destartalado del apartamento, la condición casi indigente de su familia, que contemplaba la escena en un silencio aterrorizado, sobre todo, los niños. El hombre se quitó el sombrero, lo dejó sobre la mesa. Dejó que el hombre hablara y hablara, mientras lo miraba, con cierta pena, y también miraba a la mujer, joven y avejentada, y a los niños, pegados a ella. Cuando el hombre dejó de gimotear, prorrumpió en un llanto sordo, que imploraba una nueva dilación, algo de misericordia. El encargado de cobrar la deuda le puso la mano en el hombro, y le dijo que se levantara y le mirara bien. Le explicó que entendía todo cuanto le había dicho, su situación personal, la del barrio, en franco declive, las dificultades de lograr otro préstamo con que satisfacer deudas pasadas. Él mismo había tenido unos comienzos difíciles, que le resumió por encima. El hombre se fue acercando a su mujer, y se integró con ella, y así los cuatro formaron una piña más compacta, una unidad directa a la que iban dirigidas aquellas palabras amables. Recogió su sombrero. Les sonrió, abrió los brazos como diciendo “qué se le va a hacer”. Hizo una última pregunta con un tono de voz suave, y comprensivo. La nueva negativa apenas tuvo tiempo de ser pronunciada. El tiro apenas se oyó, pero resultó certero, sobre el pecho. Luego, salió dejando a sus espaldas una sordina indefinida de llantos, que se difuminaba a medida que se alejaba. Cuando volvió al coche, volvió a pensar que su educación le seguái influyendo demasiado. Le molestaba que al final volviera a quedar en los ojos del muerto un brillo de última esperanza, como de haber visto una solución final. “Pero órdenes son órdenes”, se consoló a sí mismo, a modo de explicación. Como hacía siempre.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

miércoles, 17 de agosto de 2016

MIRADOR AL CIELO




En el Palazzo Rosso de Génova hay una sorpresa al final del recorrido. Después de haber comprobado cómo la burguesía y la nobleza genovesas podían llegar a un nivel de refinamiento a la altura de las más ricos reinos europeos, siendo ellos “tan sólo” una república; después de haber contemplado una buena colección de cuadros muy desconocidos, pero algunos de belleza inusual (por sorpresiva); después de haber efectuado el recorrido del palacio, que en realidad hoy es antes que nada un museo; después de todo eso, el vigilante de turno nos indica que tomemos el ascensor para visitar “la terraza”. Como íbamos algo avisados por las guías consultadas, el ofrecimiento entró dentro de lo previsto. Lo que no previmos es que la “terraza” fuera algo como lo que aquí se muestra. Sorpresivamente.

Por lo visto, hace unas décadas, una de las directoras de este museo concibió una idea inusual, pero a la que le puso tanto ardor (y tantos contactos), que logró que alguien pusiera el dinero y el tiempo necesarios para llevarla a cabo. Como se aburría de su cometido administrativo, de vez en cuando le apetecía elevarse sobre todo aquello, y ver toda la ciudad con su inmenso puerto a sus pies, y el cielo sobre su cabeza. Así, imaginó una sobreelevación de uno de los tejadillos del palazzo, con su escalera, su barandilla y su mirador. Y logró que se construyeran. Y, durante un tiempo, consiguió disfrutarlo. También, que la criticaran con acerba continuidad. Pero eso se le dio, como es natural en este tipo de personas, una higa y le trajo al pairo. Coherentemente.

Ahora, años después, también los visitantes podemos llegar allí, y paladear dichas vistas o, como la mayoría, hacer muchas fotos sin ver nada. El día que yo puse los pies en dicho mirador, había un cielo magnífico, que gracias a un filtro polarizador parece más oscuro de lo que en realidad era. Pero la disposición de las nubes era tan hermosa, que sin subir a lo alto, ya se disfrutaba de todo sin problema ninguno. Arriba, unos pocos visitantes nos precedían haciendo lo que casi todos. Aunque cada uno terminará diciendo que la suya fue una experiencia única. Obviamente.

Tejado del Palazzo Rosso (Turín, Italia)
Julio, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

AVISO A VISITANTES

Todas las imágenes (salvo excepciones indicadas) y los textos que las acompañan son propiedad del autor de esta bitácora. Su uso está permitido, siempre que se cite la fuente y la finalidad no sea comercial
Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.