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domingo, 9 de octubre de 2011

MICRORRELATO

ELLA, ELLA FUE

Sí, sí, se encargó mamá. Ella fue quien los mató, pero no conviene dramatizar. Al fin y al cabo se lo pedimos todos. Y conseguimos ser muy persuasivos, ya nos conoces. Es verdad que no quería, que de entrada se negó. Nos dijo que eso era algo de lo que se ha venido ocupando en el pasado, cuando era joven, y tenía mejor pulso, pero que ya no, y que no se sentía con ánimo. Pareció que no había manera, pero tío Alfonso la convenció. No sé cómo, pero ya sabes cómo es. Le susurró no sé qué al oído, y ella primero puso cara de asombro; luego sonrió con picardía, como cuando éramos niños, y en unas horas no sabíamos nada de ellos, ¿recuerdas? Y al final accedió a ser ella la protagonista, la que los matara antes de las cuatro de la tarde. Debió pensar que ciertas tradiciones no han de perderse nunca y, al fin y al cabo, el día de Nochebuena era la única fecha memorable para todos. Accedió, sí, aunque tuviera luego que limpiar las salpicaduras de sangre, las plumas desperdigadas y dedicar varias horas para que todo quedara impecable, listo para la cena. Más tarde, mamá se puso a la tarea. Primero, el encargo, el deber. Luego, la tradición, la fiesta. De enviar el cuerpo con el correspondiente mensaje, nos encargaríamos nosotros, como de costumbre. Volvió a demostrar su gran pericia. Siempre ha sido la mejor, y a pesar de los años, esas cosas no se olvidan. Los de la banda rival, seguro que tampoco.
Del libro Micrólogos

domingo, 25 de septiembre de 2011

MICRORRELATO


POR TODO LO QUE FUE 

Y no lo olvides nunca, no des marcha atrás, no desfallezcas. Acaso tengas recuerdos, y los sentimientos broten de forma traicionera. Es probable que vuelvan de nuevo a tu mente aquellos tiempos de cielo azul coronando las montañas; la casa de piedra y pizarra donde fuimos acogidos tras nuestro exilio en Francia; el olor a la comida recién hecha que envolvía cada habitación y a ti te hizo adorar para siempre los huevos fritos con pan de escanda; las conversaciones alrededor de la lumbre en aquella cocina estrecha y renegrida, dando cuenta de los sufrimientos de la guerra, ella los suyos, nosotros los propios, pero también haciendo planes para vivir, para mejorar. Sí, seguro que en el último momento  tienes la tentación de ceder al pasado, a lo que entonces fue nuestra vida cotidiana, a la tradición de la familia. Por eso te lo recuerdo, una vez más. No cedas, no desfallezcas, no digas “no puedo hacerlo”. Actúa, termina lo acordado: pon fin a sus días sin vida. Ella no merece morir de esa manera. Ahora que sólo es un cuerpo, la abuela debe irse como la señora que siempre fue.
Del libro Micrólogos

domingo, 17 de abril de 2011

MICRORRELATO

ODIO MANCHEGO

Odio a mi hermano. Un anormal a quien le da por encerrarse a leer libros de aventuras fantásticas, se vuelve mochales, se pone uns hierros o latas encima a modo de armadura pasada de fecha, agarra el penco y se larga de casa con el bestia de su vecino, que, a mayores, se come a Dios por los pies. Y eso, sin contar con nadie. Y se larga de casa, no una, sino dos veces, y por ahí anda en una tercera. Que  va a arreglar los problemas del mundo, dice, el muy lunático. Lo gracioso es que de sus correrías regresa con mucho quebranto y bien molido; pero ni por ésas se vuelve atrás, el infeliz: él, hala, a salvar a quienes lo necesiten. Imagino la de tonterías que habrá cometido en esos meses. Y tantas tonterías debió hacer, tantas, que cogió una fama tremenda por todos lados, y hasta un tullido que sabe escribir, ha puesto sus correrías en un libro gordo, que se corrió como la espuma, y alguna versión más hay por ahí suelta, según cuenta el cura. De modo que si antes se había hecho famoso por imbécil, ahora, todavía más. Y todos van ganando una bicoca a su costa. Si hasta el tragaldabas del vecino anda muy subido de humos por la fama y el ansia de dineros. Pero a ál no le toca nada; y a su familia, menos. Aunque él dice que no le preocupa en absoluto. Pero lo peor es que ¡a mí ni se me nombra! Aun nuestra tía y una sobrina salen un poco en esos libros; y creo que el dómine también,  y el ama; y hasta el rapabarbas, que ya es delito. Pero yo no existo en ninguna parte, según me han dicho quienes saben leer. No aparezco para nada. Y eso que soy el mayor, ¡el heredero!, el responsable de los apellidos de nuestra familia y del mayorazgo de nuestra hacienda.¡Cómo le odio! Nunca valió para nada, pero ya ha superado todas las marcas: se ha arruinado la vida y me la arruinará a mí de paso. Ganas dan de salirle al camino y molerle a palos o recluirle en alguna torre. O, quizá mejor, retarle con misterio en singular combate, vencerle y luego descubrirle la identidad de su dominador, para que se le cayera la venda de los ojos y se humillara por completo, como cumple a la ocasión. Acaso así le volviera el seso, pidiera perdón y todo acabara. Pero me da que la cosa ya no tiene remedio.
Del libro Micrólogos

domingo, 17 de octubre de 2010

MICRORRELATO

LA PRUEBA

Asustado, tembloroso, aquel hombre entró en el salón semioscuro. Una vez dentro, se arrojó al suelo cabizbajo, y entre sollozos pidió perdón al padrino por su reciente equivocación. Le habló de sus deudas, de su desesperación, de que haría cualquier cosa para sacar a los suyos adelante. Quería continuar en la familia, con todos los respetos y pedía una oportunidad para expiar su falta. Hasta ese desliz, había sido un hombre de fiar e hizo una relación de situaciones que demostraban que se había podido contar con él. El padrino lo escuchó en silencio, pero no daba muestras de aprobación. Al final, dijo: “no me convences”. El hombre porfió, con la mayor educación, insistiendo en sus habilidades, apelando también a la piedad, que él sabría corresponder, si era perdonado. “Está bien, te pondré a prueba”. El arrepentido a punto estuvo de desmayarse de satisfacción y su rostro irradió un destello de luz. “No te alegres tan pronto. La prueba será dura. Tendrás que matar”. El hombre dijo que estaba dispuesto. “Será a tu único hijo”. El mundo se le vino de golpe encima. Se echó a llorar con gran congoja y tras unos instantes eternos admitió que no podía hacerlo, que le resultaba inhumano. El padrino se levantó y lo miró primero con desprecio, luego esbozó una sonrisa helada. “Te llamas Abraham, ¿verdad?”. El hombre asintió con el gesto, sin levantar siquiera la cabeza. “Lástima que yo no sea Dios”.
Del libro Micrólogos

sábado, 24 de julio de 2010

DE PALIQUE

martes, 20 de julio de 2010

ATENTA PIARA

domingo, 20 de junio de 2010

MICRORRELATO

MIRA, HIJO, YO...
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Mira, yo, a estas alturas, ya estoy viejo, qué quieres, no me interesa ahora nada de lo que me pides, no me vengas a joder, no me cuentes ahora milongas del pasado, aquello ya se olvidó, sí, en serio te lo digo, toda la cera que hubo ardió enterita, y no hemos estado ni tú ni yo cerca para aprovecharnos, porque lo de tu madre y yo, pues ya sabes, cuando se es joven, se hacen pendejadas, como la que me cuentas tú ahora, y aunque seas más fuerte que yo y lleves un arma, la razón nada más lleva un camino, o eso decía tu abuelo, y él sabía mucho, ya te imaginas, así que no creas que a un viejo como yo le vas a sacar plata, porque lo tengo todo atado en mi testamento bien clarito, ni tampoco palabras más suaves, pues a mis años ya da casi todo igual, ni promesas que no sé si cumpliré, porque me queda poco ya, mi bravo pistolero de pelo y medio, así que convéncete de que no hay nada que puedas hacer conmigo ni galpón que componer, hay que dejar que las cosas sigan su curso, ya que así se iniciaron y así deben continuar, si no, romperías una línea del destino, ¿no te das cuenta?, vamos, anda, abate el arma, que se te puede disparar de súbito y ve diciéndole a tu madrecita querida que yo soy como soy, y que ella fue como fue, que no escurra el bulto, que bien se lo pasó entonces, que te cuente, que te cuente lo bueno, y no te envenene sólo con lo malo, porque malos somos todos, tú sabes, pero buenos también, si acaso un poquito, una pizquita así nomás, y, sobre eso, encima, mira, hijo, reflexiona, yo...
Del libro Micrólogos

martes, 29 de diciembre de 2009

sábado, 28 de noviembre de 2009

viernes, 31 de julio de 2009

miércoles, 8 de julio de 2009

MATERNIDAD COMPLACIENTE

miércoles, 29 de abril de 2009

SÍ, MEJOR QUE NO TE VEAN

martes, 24 de marzo de 2009

INUSUAL VENERACIÓN

martes, 10 de junio de 2008

Patitos al agua


En aquel río, apareció otra generación de patitos guapos (no había ninguno feo, según consta en las crónicas), nacidos todos el mismo día, como es de rigor en estos casos. Quiso la mala suerte que la pata madre falleciera en el intento de ayudar a sus hijos a ver la luz, por lo que aquellos patitos nacieron huérfanos. Privados, pues, de la referencia materna, todos los patos se fijaron en el más grande de los hermanos, el cual inició la marcha hacia el río, ufano de su recién estrenado poder de convocatoria. Allí se lanzaron al agua, sin más dilación. Aquí cabría apuntar que los patitos son de natural muy inteligentes, pero muy vagos, por lo que suelen tener problemas para lograr trabajos bien remunerados. Pero en el caso que nos ocupa, el problema no fue cosa laboral, sino que los patitos siguieron a su hermano mayor sin más ni más, y como el líder navegara río arriba, los otros le seguían detrás; si lo hiciera río abajo, los otros hacían lo propio; eso sí, en formación de cuña perfecta, como sólo la genética puede establecer. El pato grande comandaba la tropa con mucha soltura y movía el grupo de aquí para allá, pero no tenía ni idea de qué más hacer; hasta que el hambre los fue venciendo, y poco a poco cada vez que miraba hacia atrás, notaba que había un hermano menos siguiendo su estela. Alarmado, se paró a reflexionar sobre las causas de las desapariciones. Pero aunque se paró, notó que seguía la dirección de la corriente, río abajo. Como aún no comprendía la causa de este fenómeno, también le dio motivo para iniciar otro puñado de sesudas reflexiones. Por desgracia, éstas no pudieron llegar a una conclusión satisfactoria, pues los tremendos remolinos adonde las rápidas aguas les encaminaron acabaron con dichos pensamientos de forma un tanto brusca, dado que no se salvó ninguno.

viernes, 30 de mayo de 2008

Iniciación a la caza


Al gatito le comunicaron que la leche se había acabado, que no podía seguir mamando de su madre, que debía empezar a conseguir su propia comida mediante la caza. El gatito rezongó y durante una mañana entera estuvo acosando a cuantos familiares encontró, e incluso a varios amigos y a los padres de éstos. Pero no hubo caso: el siguiente paso de su evolución había comenzado, y no había vuelta atrás. Y la evidencia más acuciante le sonaba en las tripas cada pocos minutos: tenía un hambre muy ruidosa, muy insistente, dolorosa incluso. Por eso, viendo que nadie subvenía sus necesidades alimenticias más básicas, se decidió a probar. Merodeando por el claustro donde su familia tenía su residencia más habitual, encontró el cadáver de una cría de ratón. Estaba limpia, y era reciente. La olisqueó repetidamente, e intentó comprender por qué aquella masa de carne tan asquerosa podía ser aquello de lo que tendría que comer el resto de su vida. Pero estas filosofías se le iban perfilando a medida que los retortijones de su estómago le indicaban que el hambre ya empezaba a ser insoportable. Probó a olerlo y a lamerlo a la vez, pero nada: aquello no le gustaba nada. Hasta que se imaginó que aquella carroña diminuta estaba viva. Eso fue determinante. Saltó sobre ella, la zarandeó, la manoteó, la desplazó durante un buen rato. El ejercicio de la tarea, el hambre atrasada y la excitación de un instinto todavía en sus comienzos, tuvieron sus frutos. Así, al poco, se decidió a hincarle el diente a aquella carne. Su saliva reaccionó de modo distinto a como cuando le daban leche. Pero ahora comprobó que haber peleado con aquella presa (y haberla vencido) le había gustado muchísimo. Le mordió la cabeza, luego el cuerpo, y por último se la tragó por entero. El sabor todavía no le satisfizo, pero el hambre quedó saciada. Y su instinto cazador se mostró por primera vez. Nunca más volvería a pasar tanta hambre como aquel día. Sin embargo, el postre aún estaría por llegar. Cuando localizó a su madre, la asaltó por detrás, se amorró al pezón que le pertenecía y succionó durante un buen rato. La madre le dejó hacerlo, orgullosa y satisfecha. El ciclo de iniciación a la caza había comenzado.

viernes, 23 de mayo de 2008

¿Puedo jugar con vosotros?


El niño negrito aún no sabe muchas cosas, porque es pequeño. Pero a sus años ya sabe que está solo, y que no tiene con quién jugar. No tiene a nadie cerca porque su padre está trabajando y su hermana mayor hace las tareas de casa y cuida de sus dos hermanos pequeños, desde que su mamá se murió en el parto de los gemelos; y además no le han mandado a la escuela. No sabe tampoco que el color de su piel será determinante en su vida, rodeado de personas que no se le parecen. Pero sí le da la impresión de que esa madre y ese hijo juegan el uno con el otro, y que parecen felices. Todavía no sabe que son dos esculturas de resina de policarbonato de vinilo creadas por un artista famoso y colocadas ahí por el ayuntamiento local. Pero sí sabe que son negras, y se parecen un poco a como es él. Por eso se queda mirándolas arrobado durante unos minutos. Luego, se acerca y se sube en las piernas de la madre y con timidez pero mucho deseo en el alma, formula la pregunta esencial, decisiva, cuya respuesta nosotros podemos anticipar, pero él no, todavía no, porque es pequeño, negro, pobre, huérfano, y aún desconoce el verdadero alcance de todas esas realidades.

domingo, 18 de mayo de 2008

Escapismo vital


-¿Y para qué preocuparme? Lo de mi marido ya no lo resuelve nada ni nadie, nunca: ni las cuentas en Suiza, ni lo de los puticlubs ni lo de las tragaperras. Lo de mis hijos, a estas alturas de su vida, tampoco, y ya he gastado demasiado en psicólogos. Mis padres, da igual que cumplan años, porque éstos no les hacen más sabios sino más contumaces en sus propias estupideces y venganzas recíprocas. Las dos zorras que tengo por compañeras en el bufete, por mucho que les haga o les diga, seguirán conspirando y haciéndome la vida imposible. El estúpido de Rafa sólo seguirá viendo en mí un cuerpo apetecible y revisable cada dos o tres semanas. Y por supuesto la vecina del chalé de enfrente seguirá dejando que su perro deposite sus mierdas delante de la puerta del garaje. En cuanto a mí, mi cleptomanía infantil y los restos de psicodelia sesentayochista han combinado fatal con mi estrés recurrente y una fallida serie de dietas y deliciosas operaciones de estética. Así que, teniendo en cuenta que estoy en un país hermoso donde abundan la arena y el sol, la brisa suave y los cócteles más dulces, con las cuentas comunes transferidas íntegras a mi nombre en este paraíso, que también lo es para las cuestiones de dinero, creo que no deberé preocuparme de nada, de nadie; ni siquiera de mí misma. Así que ahí se quedan todos. Y aquí me quedo yo. Lejos. Y al sol.

sábado, 10 de mayo de 2008

Escaleras al recuerdo


Subí muchas veces esa escalera de pequeño, cuando me mandabas ir al desván a que descubriera por mí mismo que había mundos extraños que se podían juntar en un lugar lleno de polvo. Cuando te fuiste para siempre, mi memoria te recordaba en cada aspecto positivo que la vida me fue dando. También bajé en muchas ocasiones esos peldaños, cuando iba a la escuela, cargado con la mochila que me habías comprado al principio del curso, cuando ya no tenía esperanza de que lo hicieras; o cuando trasladamos la antigua biblioteca al salón que habilitamos tras tirar el maldito tabique. Subimos y bajamos ambos muchas veces esas escaleras. Ahora sólo se puede contemplar con la mirada la devastación que el tiempo ha llevado en lo que fue nuestra casa. Dos líneas quebradas oblicuas sobre la horizontal del suelo, unos colores sucios y terrosos que tienen más que ver con el tiempo y la memoria que con cualquier realidad presente. Unas manchas en zigzag que servirán para pintar tu rostro con la mente, ayudado por mi recuerdo. Porque, si me esfuerzo, sabría reconocer en todas esas grietas cada una de tus hermosas arrugas, y tus blancos dientes en la sombra de esos peldaños desnudos.

miércoles, 7 de mayo de 2008

De a tres


Ella no quería. Él se negaba. Pero el crío se empeñó. "Un beso los tres, sí, venga, los tres. Una vez sola". No lo habían vuelto a hacer desde hacía meses; y menos en medio de la calle, con todo el mundo mirando. Los adultos decían que no. El niño amenazó, chilló, pataleó, hasta lloró un poco. No le hicieron caso. Al final, decidió cambiar de táctica. Mientras su padre lo sostenía en brazos, se quejó de que algo se le había metido en el ojo. El padre, muy atento, aproximó su cara para mirárselo bien. La madre se acercó también a ofrecer su ayuda. Cuando tuvo sus cabezas a tiro de sus manitas, los agarró a los dos del pelo y los aproximó a su cara. Entonces los besó a los dos, primero a él, luego a ella. Al final, sin soltarlos, y con una voz dulce pero firme, exigió: "Venga, un beso los tres, los tres, como antes". Los tres juntaron sus bocas; casi sin mirarse los adultos, con los ojos muy abiertos, el niño. "¿Veis qué fácil? Como antes, como antes". Y, como había ocurrido hacía meses, los dos adultos volvieron a llorar, pero esta vez sin ansia, muy despacito, casi sin ruido, comprendiendo, cediendo, perdonando, mientras se abrazaban cada vez más.

lunes, 5 de mayo de 2008

Planes de boda


-(Dios mío, la que me espera. Pero quién me mandaría a mí enrollarme con una tía que lo que único que buscaba era cazarme por mi dinero. Porque en nuestros días, a ver quién no tiene precauciones, si no ya para evitar enfermedades, sí para evitar un bombo. ¡Y eso es lo que consigue la muy...! Y, claro, había que casarse como fuera. Ahora, se va a cagar, porque a esta la voy a meter en vereda, se va a acordar de este día toda su vida, se va a...)
-(Dios mío, la que me espera. Sólo a mí me puede ocurrir que el único mes que me olvido una píldora, me quede embarazada de este zopenco que me buscó mi madre. Y, encima, lo de intentar un aborto, ni se llegó a plantear siquiera, con esta madre retrógrada que me tocó en suerte. Y, claro, había que casarse como fuera. Ahora, que éste se va a acordar toda la vida, porque
lo tendrá todo vivo y en su sitio, pero no va a recibir un mimo mío jamás. Yo sufriré, pero él va a lamentar haberse casado conmigo en toda su vida.)
-(Dios mío, la que les espera a estos dos idiotas. Mira que casarse sin quererse. Pero mira que les dije que aun con amor, la cosa sale mal casi siempre, sin quererse, ¡aún es peor! Incluso así, nada, siguieron adelante, porque
, claro, había que casarse como fuera. Pero es que no pueden ser más distintos. Ella, guapa, hacendosa, honrada, sí, pero también ingenua, idealista, sin malicia y tontadelaba al completo, que aunque sea mi sobrina, lo que es de ley, es de ley. Y él, buen mozo, buena posición, apellidos, sí, pero algo mayor, fullero famoso y cacique reconocido por todos, incluso él mismo, que está más acostumbrado a ir de putas que a tratar con una señorita de buena familia y posición modesta. O sea, que les espera una buena, sí. Aunque cada uno acaba teniendo aquello que se merece. Al menos, eso decía mi difunto Agustín, que en la misma paz se halle que a mí me dejó.)

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