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domingo, 18 de diciembre de 2011

MICRORRELATO

COHERENCIA FINAL

Que no, que no, que no quiero. Que yo no me convertí en caballero andante para nada, que buenos palos recibí, y escarnios y burlas. Que mi empresa, voto al cielo, fue de tal altura, que los tiempos venideros hablarán de mí, y sabrán de mis hazañas, no siempre bien contadas o tergiversadas en sus esencias. Así, ¡cómo tolerar que ese tullido ahora decida para mí un final tan insípido y sin honor! En la cama, y cuerdo, ¡como si yo estuviera loco! No, he dicho que no. Un caballero de mi condición y que, a diferencia de los que lo eran por alto linaje, debo todo a mis acciones y aventuras, no puede morir en el lecho, rodeado de los amigos y familiares como un vulgar destripaterrones o incluso un alguacil. Me niego. Facilitadme, pues, una soga suficientemente larga con que dar su merecido a ese soldadito desertor metido a escritorzuelo de mis desdichas. Y, luego, dadme una daga de hoja ancha o, mejor, una espada de largo filo con la que, como el aciago Ayax Telamonio, ponga fin a mi propia historia y así lavar tanta injuria y deshonor vertidos contra mi heroica persona.
Del libro Micrólogos

domingo, 7 de agosto de 2011

MICRORRELATO

LA HISTORIA DE TU VIDA

Cuando empecé a elaborar la historia de tu vida, no imaginé que tuviera tanto éxito, que se venderían tantos libros; al fin y al cabo, ni tú eras famosa, ni yo tan conocido como lo soy ahora; todavía no me lo puedo explicar del todo, aunque tal vez tenga que ver con el morbo de los años que pasaron entre que desapareciste y que encontraran tu cuerpo; o que los forenses llevaran a cabo aquella investigación tan minuciosa, tan aireada por la prensa, entusiasmada con nuevas técnicas químicas que nadie podía prever hace tiempo, como no fuera en alguna serie de televisión; ni siquiera yo mismo, que me precio de calculador y metódico. Cuando empecé a elaborar la historia de tu vida sabía que el último capítulo sería el más difícil y también el más revelador, así que no lo escribí, razón por la cual conservé el manuscrito mucho tiempo inacabado. Mientras duró la investigación, mi propio texto de biógrafo, que ofrecí como ayuda desinteresada, no les aclaró gran cosa. Sin embargo, otros procedimientos más profesionales acabarían revelando con sorprendente precisión detalles que sólo yo podía haber imaginado. Desde el momento en que me comunicaron que lo sabían todo, pude escribir ya sin tapujos el capítulo final. Me dio tiempo suficiente antes del juicio, que fue sorprendentemente rápido, previsible e inapelable. Con la historia de tu vida, he obtenido mi mayor éxito como escritor. No sé si los próximos años me alcanzarán a resolver tal paradoja.
Del libro Micrólogos

domingo, 26 de junio de 2011

MICRORRELATO

SOMNUS INTERRUPTUS

Cuando alcanzó a dormirse, todos los microrrelatos que había leído en su vida pasaron por su mente en riguroso orden alfabético (autores), uno detrás de otro, sin omitir ninguno, palabra por palabra, con exactitud absoluta. Tal sucesión de historias lo desveló por completo, y ya no fue capaz de recuperar el sueño nunca más. Pero tampoco pudo dejar de ver recreados en su mente los diferentes argumentos, que pasaban por él a velocidad de vértigo. Cuando dicha sucesión concluyó a los veintiún días, quince horas y diez minutos, falleció —según llegó a trascender— a consecuencia de un fallo multiorgánico severo. A la nueva disfunción neuronal descubierta para la comunidad científica, acabaron bautizándola con su propio nombre. De tal modo, todavía pudo alcanzar la celebridad que siempre había anhelado. Eso sí, a posteriori, y sin efecto retroactivo alguno.
Del libro Micrólogos

domingo, 17 de abril de 2011

MICRORRELATO

ODIO MANCHEGO

Odio a mi hermano. Un anormal a quien le da por encerrarse a leer libros de aventuras fantásticas, se vuelve mochales, se pone uns hierros o latas encima a modo de armadura pasada de fecha, agarra el penco y se larga de casa con el bestia de su vecino, que, a mayores, se come a Dios por los pies. Y eso, sin contar con nadie. Y se larga de casa, no una, sino dos veces, y por ahí anda en una tercera. Que  va a arreglar los problemas del mundo, dice, el muy lunático. Lo gracioso es que de sus correrías regresa con mucho quebranto y bien molido; pero ni por ésas se vuelve atrás, el infeliz: él, hala, a salvar a quienes lo necesiten. Imagino la de tonterías que habrá cometido en esos meses. Y tantas tonterías debió hacer, tantas, que cogió una fama tremenda por todos lados, y hasta un tullido que sabe escribir, ha puesto sus correrías en un libro gordo, que se corrió como la espuma, y alguna versión más hay por ahí suelta, según cuenta el cura. De modo que si antes se había hecho famoso por imbécil, ahora, todavía más. Y todos van ganando una bicoca a su costa. Si hasta el tragaldabas del vecino anda muy subido de humos por la fama y el ansia de dineros. Pero a ál no le toca nada; y a su familia, menos. Aunque él dice que no le preocupa en absoluto. Pero lo peor es que ¡a mí ni se me nombra! Aun nuestra tía y una sobrina salen un poco en esos libros; y creo que el dómine también,  y el ama; y hasta el rapabarbas, que ya es delito. Pero yo no existo en ninguna parte, según me han dicho quienes saben leer. No aparezco para nada. Y eso que soy el mayor, ¡el heredero!, el responsable de los apellidos de nuestra familia y del mayorazgo de nuestra hacienda.¡Cómo le odio! Nunca valió para nada, pero ya ha superado todas las marcas: se ha arruinado la vida y me la arruinará a mí de paso. Ganas dan de salirle al camino y molerle a palos o recluirle en alguna torre. O, quizá mejor, retarle con misterio en singular combate, vencerle y luego descubrirle la identidad de su dominador, para que se le cayera la venda de los ojos y se humillara por completo, como cumple a la ocasión. Acaso así le volviera el seso, pidiera perdón y todo acabara. Pero me da que la cosa ya no tiene remedio.
Del libro Micrólogos

domingo, 30 de enero de 2011

MICRORRELATO

CASTING DE PERSONAJES

Una vez que hube tomado todas mis notas previas y decidido el marco donde ubicar mi novela, comencé con la selección del personaje principal. De ese modo, convoqué una reunión donde seleccionar los candidatos principales y poder contratar a uno de ellos para incluirlo en mi único proyecto serio. Pero pronto me di cuenta de que aquello sería una tarea muy complicada. Vinieron muchos, casi cuarenta, a cada cual más dispar. Voceaban mucho y varios al tiempo, exigían demasiado, polemizaban entre ellos, eran maleducados, coléricos, engreídos, imposibles de dirigir. Pero, con todo, fascinantes, cada uno en su estilo. Decidí postergar mi decisión. Se fueron todos malhumorados, y alguno pronunció incluso palabras gruesas antes de marcharse. Una semana después, efectué otra convocatoria, con idéntico desenlace. Comprendí que no me quedaba más remedio que tomarme a mí mismo como personaje clave. Yo no escaparía de mí, no podría negarme a formar parte de tan importante proyecto, y siempre tendría la posibilidad de modelarme a mi antojo. El problema que se planteó entonces es que en mi novela el protagonista acaba ahorcándose al final, desesperado de todo y en lucha contra todos. Aun así, no opuse resistencia. Desde que comencé a escribirla, he dedicado un ratito al día para imaginar cómo sería la cuerda de la que acabaría colgando. Hoy por fin la encontré. Resulta sedosa de tacto, pero de material fuerte y resistente. Aguantará mi peso sin venirse abajo. He dejado instrucciones precisas para que la novela se concluya conforme lo que va a suceder a continuación. Sólo deseo que no se malinterpreten mis intenciones, que mis instrucciones sean aplicadas al pie de la letra, sin cortes ni censuras, ni compasión ni piedad; y que no se cuestione mi autoría.
Del libro Micrólogos

sábado, 30 de octubre de 2010

jueves, 7 de enero de 2010

MAGIA EN EL RINCÓN

sábado, 4 de abril de 2009

RINCÓN LECTOR Y CONFESOR

viernes, 9 de mayo de 2008

En línea (aproximadamente)


-(Madre mía, lleva ahí sentada casi una hora, y no ha levantado cabeza del libro. Una lectora empedernida, nada menos. Es verdad que llegó después de mí, pero ¡qué constancia, qué pasión por la lectura! Seguro que es igual de apasionada en la cama. Mmmm. Pero ¡qué cosas digo! Si no la conozco. Aunque podría conocerla. Y ya me gustaría. Por lo que veo así de reojillo no está mal, parece sencilla, no una engreída de esas que te hacen el favor de hablarte desde lo alto. Y de curvas no anda escasa. Podría aproximarme poco a poco. Aunque, no sé. Parece tan abstraída... Claro que podía ser una típica treta femenina. El truco del libro para atraer a alguien parecido, como se hace con los perritos, que con ellos sí que se liga, desde luego. Sí, yo creo que debería ir aproximándome poco a poco, y cuando vea qué libro está leyendo, ya tendré un tema que tratar, y después de eso, la cosa ya está cantada. A mí las intelectuales se me dan de maravilla. En unos instantes, de palique y, luego, lo que venga. Hoy, seguro que pillo plan.)
-(Madre mía, no me lo puedo creer. Que ese capullo me dejara ¡a mí!, que siempre he ido dejando yo. Inaudito, una tragedia al completo. Si no puede haberme ocurrido a mí. Y
Ángela y Mari de viaje de estudios, con lo que no puedo hablar con ellas. Y en casa me podría morir, claro, no era plan quedarse. Así que: ¿qué me quedaba? Pues un libro y al rincón, a hacer como que leo, porque si me quedo en casa, me tomo un tubo de algo, aunque ese cabrón no lo merezca, porque estoy que reviento por largarlo todo, pero, claro, en casa ni pensarlo, antes me voy de tiendas, pero a fin de mes... Dios, qué faena, y justo en primavera, que ya llega el buen tiempo y se pueden poner sandalias y enseñar muslazo. Y por aquí no hay nadie interesante, salvo el gafotas feo ése que lee; y yo sin nadie a quien contarle todo esto, por favor.)

martes, 6 de mayo de 2008

En la soledad, el libro


-En la soledad de mi espacio, sólo la compañía de siete libros impulsa mi alma hacia adelante. Mi celda me atrae únicamente porque en ella encontraré refugio en lo que esas siete obras me repiten día a día desde hace años. Hace mucho tiempo que perdí mi fe, que ya no creo en el dios al que prometí adoración eterna, privaciones materiales y una entrega absoluta. Ahora, pienso, es tarde para comenzar de nuevo. Por eso, los libros son mi única balsa para poder salvarme en esta vida. De la otra salvación, ya ni hablo, ni tampoco me la planteo, pues me parece perder el poco tiempo de que dispongo en fútiles preguntas. Sin embargo, llegar a la celda y sumergirme en estas historias, en estas ideas codificadas por la palabra, suponen el mayor (y único) placer que me está reservado todavía. Poder recorrer con mis ojos las mismas letras que fueron escritas hace siglos por autores tan solitarios como yo y con problemas similares a los míos, es algo que aunque se quisiera no se puede agradecer bastante; no sabría cómo, ni a quién rendir esa pleitesía. Tan sólo hacer lo que hago: leer de continuo esas frases hermosas, desarrollar mentalmente esos ingeniosos diálogos, imaginar cuanto se me cuenta, sucediera o no, y aguardar sereno el último acto que finalice mi recorrido. Mientras, transido de soledad, mis manos y mis ojos se alimentan al unísono con las palabras de este libro.

sábado, 19 de abril de 2008

Sueños por lecturas


Al cerdito le habían dicho que la lectura le daría todo lo que no podrían darle su madre y sus hermanos: sabiduría, imaginación, conocimiento. Por eso, había conseguido un par de libros que había hallado abandonados en la granja. Muy entusiasmado, los abrió enseguida y comenzó a pasar sus ojos por sus páginas; pero no entendió absolutamente nada de todos aquellos garabatos sin sentido. Sólo pudo reconocer algunos animales que había visto de paseo con sus hermanos; pero la experiencia le defraudó. "¿Así que esto era la lectura? Pues vaya", se dijo, muy frustrado. Por contra, comenzó a pensar en lo que le habría gustado leer, en un mundo en el que los humanos se dedicaran a servir a los cerdos, a limpiarles varias veces la cochiquera, donde la comida abundara y se les ofreciera en grandes recipientes que nunca se dejarían vaciar por completo, donde el juego fuera todo lo que ocupase el tiempo entre comida y comida. En ésas estaba, cuando se quedó completamente dormido, y por suerte casual soñó con todas las cosas que había estado pensando antes de que el sopor lo venciera. Fue un sueño espectacular, estimulante, generador. Cuando se hubo despertado, se sintió muy contento, extraordinariamente animado. Tanto, que fue diciendo a cuantos le preguntaron que la lectura era algo sorprendente, maravilloso y utilísimo, y que pensaba empezar a practicar con mucha frecuencia a partir de ese mismo día.

martes, 11 de marzo de 2008

Polvo de libros


No sé cómo alejar de mí esta sensación de pesar constante, de perenne culpabilidad. Soy consciente de que entendí sin problemas cuanto me dijeron sobre aquella biblioteca medieval. Me acuerdo perfectamente de las palabras de aquella docta guía que nos habló de los famosos códices, sellados durante siglos, de los tipos de encuadernación, de la forma especial de guardarse, del lugar donde se hallaban, de los huecos que había bajo las tarimas para que los ventilara el aire y también quedaran a salvo de animales ignaros, pero devotos del buen sabor del pergamino. También, de sus comentarios sobre la fragilidad extrema de aquellas obras, que no se podían microfilmar siquiera, por su delicado estado. Soy consciente de todo. Pero no soy consciente de en qué momento me sentí impulsado a tocar uno de aquellos lomos, y cómo mis dedos se impregnaron de inmediato de polvo, y cómo ante mis ojos, aquellos volúmenes se desintegraban, y eran arrastrados hacia los sumideros inferiores, por la misma corriente de aire que antaño los protegía. Soy culpable, lo admito. La curiosidad me pudo más. Ahora nada puede remediarlo, ni el desastre, ni mi permanente compunción.

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