domingo, 24 de agosto de 2014

DISCIPLINA DE LA FAMILIA PLÁTANO


La imagen no está compuesta para la ocasión, sino que es, una vez más, un robado en situación no comprometida: es decir, es un robado sano, gregario, consanguíneo.

En ella, contemplamos a toda una familia compuesta de ocho miembros (¡ocho!)  en el trance de comerse un plátano cada uno en el transcurso de una jornada campestre. Pasemos por alto que no se ven mochilas ni impedimenta alguna donde transportar algo (ropa, utensilios, plátanos...). Omitamos que no sabemos si van a subir el pico Puy Sancy (cumbre del Macizo Central francés), o acaban de bajarlo; ignoramos si se están dando fuerzas para la breve pero intensa ascensión o si, por el contrario, se conceden un premio por la “hazaña” reponiendo parte de las fuerzas  invertidas. Dejemos también a un lado su concentración, pasmosa en este tipo de situaciones, de carácter libre y carente de los protocolos de la vida cotidiana. Y tampoco debiéramos fijarnos demasiado en la disposición atípicamente ordenada de sus cuerpos en el suelo inclinado de la falda del volcán.

No. Concentrémonos en la sincronía, en la acción ejecutada con sorprendente uniformidad en el tiempo y hasta en los gestos. Todos comen su plátano a la vez, pero con bocados que parecieran haber sido establecidos de antemano en sus dimensiones, así como el comienzo de la operación que debió ser iniciada al unísono, una vez llevado a cabo el reparto de la fruta. Como una tropa bien disciplinada, cada uno tomó su plátano, lo abrió con gestos automatizados por la experiencia (cuatro gajos exacto desnudan el fruto en su interior), y todos comenzaron a aplicarle bocados medidos para que nadie se atragantase y fueran apreciando su sabor, y para que todos concluyeran al tiempo, en una operación con mayor simultaneidad que el desembarco aliado en las playas de Normandía.

Quién sabe cómo es la naturaleza de sus días. Tal vez ese momento congelado sólo fuera una casualidad de las muchas que se nos es dado contemplar, a poco que nos hallemos atentos a cuanto se nos ofrece delante. Pero acaso la educación de esa familia sea la que procede en progenie tan numerosa, único modo de que tantas bocas, tantos deseos, tantas inteligencias, que han de convivir en reducido espacio, puedan llevar a cabo su vida con el mínimo desgaste posible y la mayor eficiencia de que sean capaces. Algo me inclina a pensar como más plausible esta segunda interpretación e imaginar que esa mecánica vital, a la que todos parecen perfectamente acostumbrados, sea la que preside cada uno de sus días. Cocinando, estudiando, jugando, limpiando,  conversando. Viviendo, en suma. Lo que también incluye comer plátanos de vacaciones en la montaña.

Robado en la base del Puy Sancy (Puy-de-Dôme, Auvergne, Francia)
Agosto, 2014 ----- Panasonic Lumix G6

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