jueves, 29 de junio de 2017

HITOS DE MI ESCALERA (20)

Mis graves problemas con la gimnasia (ahora, Educación Física) tuvieron una notable presencia en mi etapa adolescente. Pensando en ello, creo que los antecedentes causales podrían ser tres. El primero, mi edad, siempre un año inferior a la de mis compañeros. El segundo, mi timidez extrema, que sólo se superaba en cuestiones que tuvieran que ver con la palabra, no con el cuerpo. El tercero, que en una clase de gimnasia de 8º, salté mal el potro, y caí sobre el pecho, quedándome unos segundos sin poder respirar; me asusté mucho, y le cogí un miedo patológico a los aparatos gimnásticos. Podría añadir un cuarto, apuntando que en una elección entre mente y cuerpo, mi favorito nunca admitió dudas.

Cuando comencé el BUP, no existía eso que ahora se llama “diversidad”. Allí tenías que correr los 3 km y medio que había entre Papalaguinda y Sáenz de Miera en menos de 12 minutos, fueras mayor o pequeño, enano o gigante, gordo o delgado. Y si no, caía bronca de forma inmisericorde, puntuación negativa aparte. Luego, las notas iban acordes a lo comentado. Pero, más o menos, iba sobreviviendo. Correr no se me dio nunca mal, pero yo era muy bajito, por lo que me cansaba mucho. Además, en la adolescencia padecí de fiebres reumáticas y “velocidad en la sangre”, por lo que muchas veces me pude librar de aquellos torturantes recorridos. Pero de lo que no parecía que pudiera librarme era de las sesiones en el gimnasio con los aparatos (potro, caballo, plinto, espalderas, cuerda…). Cuando, una vez cambiados con la indumentaria deportiva, entraba en el recinto, y veía montados los aparatos, yo reculaba, me iba a las duchas o a los servicios y, sencilla y llanamente, me piraba la clase. Como no eran más que 6 u 8 veces en todo el curso, no parecería demasiado significativo. Fueron las únicas clases en las que hice pellas en mi etapa de secundaria. Pero merecían la pena. Luego, agazapado, leía algún tebeo o estudiaba otra cosa. Así me sirvió -increíblemente- hasta un día a finales de 1989.

El día de autos, sucedió lo mismo que otras veces, pero esta vez alguien debió delatarme, y a los pocos minutos comprobé aterrorizado que el profesor entró en el vestuario y allí me encontró, ya vestido de calle, y con monumental libro de Geografía e Historia de España y los Países Hispánicos, en las manos. Como si me hubieran hallado robando en unos almacenes, enrojecí hasta los zapatos. El profesor me interrogó sobre mi actitud. Y una vez que le expliqué los motivos de mis retiradas-anti-aparatos, comentó que le agradaba aclarar las dudas que tenía sobre algunas de mis ausencias. Su calma me desconcertó. No me gritó. Se me acercó y me dijo: “bueno, Arias, usted tiene un buen expediente, e imagino que no le gustará empañarlo con un suspenso en mi asignatura, ¿verdad?”. Paralizado, logré asentir. “Bueno, pues tiene dos opciones: una, yo le dejo seguir aquí leyendo, le pongo la falta injustificada correspondiente, suspende la asignatura hasta junio, y tan amigos; no tiene que hacer nada más”. Tragué saliva. “¿Y la segunda?”, atiné a preguntar. “La segunda es algo más complicada, pero factible. Usted se viste inmediatamente; entra en el gimnasio, y con mi ayuda al principio, va a saltar potro y caballo, para empezar; ambos de forma exterior; yo le sujeto, no se preocupe; y, poco a poco, logrará hacerlo como sus compañeros”. Argüí que no podría, que me daban pánico los aparatos. “¿Más que suspender?” No acerté a responder. “Usted mismo. Tiene cinco minutos para pensarlo”. Y dio media vuelta y se volvió al gimnasio.

Ni que decir tiene, que me vestí, que intenté saltar los aparatos, y que me hubiera caído todas las veces, si no hubiera estado allí el profesor para evitarlo. Aquel día no salí muy contento de todo, por el futuro negro que me aguardaba. Pero en la clase siguiente, me dijo que no saltara, que observara atentamente cómo lo hacía él un par de veces, y luego toda la tanda de mis compañeros. “Atienda sobre todo, a los que mejor lo hacen. Fíjese dónde ponen las manos, y en qué momento apoyan los pies para impulsarse. Cree usted su propio patrón”. Así lo hice, por espacio de unos veinte minutos. Al final, puso a mis compañeros a pelearse con las espalderas. Luego me cogió por el hombro y me dijo: “Ahora, usted; coja un buen impulso”. Por increíble que parezca, logré el salto, y aunque salí trastabillado, lo había logrado superar. Fue una revelación. Podía. Lo hice más veces. La sonrisa se me instaló en el rostro de una manera bien tonta, acreditando un entusiasmo excesivo. Cuando vio que le tenía cogido el tranquillo, me enfrió: “Bueno, no se me emocione ahora; y suba por la cuerda de nudos diez veces hasta arriba; y rapidito, que quedan sólo cinco minutos”. 

Aquel día terminaron mis pellas académicas en la secundaria -de las universitarias, hablaré en otro momento-. También aprendí unas cuantas cosas con el episodio. Y en junio me puso un Suficiente, la nota más baja de mi 3º de BUP. A mí me supo a Sobresaliente.

miércoles, 28 de junio de 2017

EJEMPLO DE BELLEZA, DE GEOLOGÍA


He aquí una bellísima lección de geología, en la que se podría hablar de plataformas de abrasión, de calizas cenomanienses, de calizas aptienses, de margas cretácicas blandas y erosionables, de impresionantes fuerzas tectónicas que levantaron hacia lo oblicuo o lo vertical antiguos estratos horizontales, de diaclasas rugosas y caóticas, de alargadas afloraciones de flysch selectivo, de erizados acantilados de vértigo, de erosión kárstica disolvente y acumulativa. Se podría estar comentando horas -sabiendo, que no es el caso- la historia geológica de este espectacular paraje; y seguramente aprenderíamos mucho. Sin embargo, lo más probable es que el previsible asombro hubiera surgido ya con la mera contemplación del paisaje en sí. La acumulación de elementos genera una estructura similar a otras muchas, pero resulta única e individualizada. Y lo que la hace irrepetible, como a todo paraje, como a todo ser humano, es el modo en que el tiempo ha elevado, hundido, esculpido y destrozado materiales, destruyendo formas y creando otras para dar lugar a lo que nuestros reciente ojos pueden contemplar hoy. Por eso, será el asombro, y no el conocimiento, lo que nos permitirá añadir otra celdilla de memoria donde poder acumular ese momento, y recrearlo después. Será el asombro, sí. Pero, una vez pasado el efecto, la lectura y la comprensión de textos de quienes de esto entienden, engrandecerá lo contemplado a la categoría de admirable, único e irrepetible.

Playa del Madero o de Los Pedruquios (Liencres, Cantabria, España)
Octubre, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

domingo, 25 de junio de 2017

MI PALABRERÍO CANALLA (22)

CALCOMANÍAS: Remedos de tatuajes que se ponen los niños para imitar las exhibiciones icónicas de sus progenitores; suelen adolecer de policromía, lo cual resta credibilidad hombruna y delata gustos infantiles, pero por contra, posee la ventaja de que dicha payasada es reversible; es más, no dura casi nada, unos días apenas.
CALENDARIO: Generador de agobios cronológicos que suplen sus deficiencias de diseño con clases exhaustivas de santoral que, por otra parte, tiene la utilidad de infundir en la gente la idea de que cualquiera puede llegar a aparecer en letras de molde; lo cual es rigurosamente cierto.
CALLE: Espacio más o menos lineal entre hileras de edificios que antaño se usaba de albañal. Hoy está mucho más libre de excrementos humanos (aunque no de los caninos) y se emplea como plataforma donde exhibir modelos de costura indefinida y vehículos automóviles sublimadores de impotencias.
CALMA: Ante todo, mucha, mucha.
CALOFILIA: V. Filocalía. Pero la cosa va de amor a lo bello, vaya.
CALVICIE: Desnudo craneal involuntario y progresivo, principalmente hereditario, más propio del género masculino (muy a su pesar), que origina dudas y pesares en quienes lo padecen y réditos portentosos en quienes les ofrecen remedios. Aunque todo el mundo conoce la irreversibilidad del proceso, ello no ha menguado la creencia firme en un milagro científico que, mientras tanto, engorda los beneficios de las empresas de dicho sector.
CAMA: Horizontal depósito nocturno de los cuerpos humanos durante las horas en que, hartos de la realidad, se retiran por unas horas a vivir de verdad, bien practicando el sexo (real o ilusorio), bien soñando con todo menos con la vida. No obstante, especímenes hay que, si pudieran, la convertirían en trono eterno del que no se separarían.
CAMINO: Único sendero, verdadera vía, pura vereda, sacrificado recorrido, que el beato/santo más veloz, oriundo de Barbastro, tuvo la gentileza de mostrar al mundo de un modo escrito, habida cuenta de que Jesús, en olvido imperdonable, no recordó tal menester ni predicar a base de ideas tan pequeñas, digeribles y simples.
CAMPO DE CONCENTRACIÓN: Prado con barracones que se suele emplear para almacenar a un número difícil de precisar de especímenes humanos, los cuales son considerados inferiores por quienes los retienen. Se les reúne allí con el objeto de practicar con ellos los innumerables avances médico-científicos de cada momento, hasta que ya no sirven, y entonces se les tiene que facilitar el cambio de estado: del vivo al muerto. 
CÁNCER: Enfermedad que se produce porque unas células determinadas se vuelven citófagas y, no contentas con el desaguisado que montan, se obstinan en no querer (o no poder) suicidarse de ninguna de las maneras. De sobra son conocidas las consecuencias de los cánceres físicos; desgraciadamente, pocos tienen en cuenta los psíquicos, que son más abundantes, más fácilmente previsibles y más certeramente atajables, si se deseare. Pero, en fin.
CANDOR: Actitud de inferioridad voluntaria con vistas a lograr algún fin. También se puede dar el caso de que no se dé fingimiento: en ese caso, el diagnóstico se encontrará cercano a la estolidez y acaso próximo al electroencefalograma plano.

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

sábado, 24 de junio de 2017

LA EMOCIÓN DE LA NOCHE DE SAN JUAN



Las noches de san Juan son todas iguales, pero en cada una de ellas hay algo distinto que las individualiza. Sobre todo, si se tiene la suerte de estar cerca y de estar mirando de continuo, a ver por dónde aparece la suerte, que se desea siempre con fruición, pero que sin salir de casa es difícil que aparezca.
Tras las hogueras que arramblen con todo lo pernicioso, tras los fuegos artificiales que corroboran el carácter festivo del acontecimiento (y antes de que las borracheras monumentales precedan -o se simultaneen- a los coitos furtivos y playeros de la muchachada omnipresente), se lleva a cabo la elevación de estos fanales o farolillos de papel que se elevan al cielo con la intención de contactar con los espíritus y solicitarles deseos.
La noche de san Juan de este año estaba a punto de fenecer sin pena ni gloria, cuando ya de regreso, en la parte final de los eventos de esa noche mágica coruñesa, encontré esta escena. En ella, dos padres sostienen el frágil artilugio, al que han prendido el fuego que caliente el aire del interior y cree las condiciones para que, tras unos momentos, se eleve y escape a las manos de sus dueños. Pero en ese momento, todas las voluntades convergían en el fanal, y varios de cuantos pasábamos al lado, nos detuvimos a contemplar la escena, que se hacía emocionante por momentos. La imagen es un pálido reflejo del empeño que ponían los padres en la operación que era competencia suya, y sólo muestra un ligero atisbo de la ilusión expectante con que las niñas contemplaban las evoluciones de aquéllos. Su expectación era tan grande, su concentración tan puntual, que el robado no presentó ninguna dificultad a tan corta distancia. Y al final, tanta emoción se había contagiado en el ambiente, que en cuando por fin el farolillo elevó su volumen resplandeciente por encima de todos nosotros, las niñas arrancaron a aplaudir, y todos, con solidaridad espontánea, las secundamos con una sonrisa tierna en la boca. Fue, en efecto, el momento clave de la noche. A partir de ese momento, la magia regresó de nuevo, un año más.
Robado en La Coruña (Galicia, España)
Junio, 2017 ----- Nikon D500

viernes, 23 de junio de 2017

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (10)

Pregunta 14 
¿Preferiría gozar de un tremendo éxito en lo profesional y tener una vida privada tolerable, aunque nada excitante, o tener una vida privada extremadamente feliz y una vida profesional y nada inspiradora?

Pues es difícil responder, porque en mi caso lo profesional no tiene demasiada relevancia, y no se puede hablar con rotundidad de “éxito” pedagógico, ni fama añadida a dicha circunstancia. Ahora bien, si cambiamos el concepto profesional por el de “éxito artístico” o “éxito literario”, entendiendo como tales no el reconocimiento, la popularidad, sino el haber logrado con mis escritos o fotografías lo que yo me proponía, entonces ya podremos hablar.

Si tomamos este supuesto como intercambiable por el que el autor propone, puedo decir que lo tengo absolutamente claro. Prioridad absoluta al arte, a la literatura. La vida privada, con que sea tolerable, con que permita el desenvolvimiento de la otra faceta, sirve. La calidad no se puede observar en ambos mundos si se opta por uno de ellos con tal intensidad. No son compatibles en calidad, pero sí pueden sobrevivirse mutuamente, negociando con los demás si se vive con otras personas, o bien aceptando que la vida privada propia pueda ser tan sólo un marco que facilite la vida literaria, si se vive solo, como es mi caso.

La felicidad en la vida privada es algo que nutre todo lo que se aborda, pero no es más que eso, vida privada. La vida privada que ha logrado un nivel de serenidad o equilibrio, con momentos puntuales de felicidad ha conseguido algo de importancia capital, partiendo del hecho de que nos nacen y no nos piden permiso para nacer. Pero creo que, de disponerse de unas cualidades e intereses más elevados, es deber de cualquiera intentar producir algo trascendente, artístico, sea cual sea la faceta en que se traduzcan tales pulsiones.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

jueves, 22 de junio de 2017

LA TECNOLOGÍA, UNIFORMADORA DE CULTURAS


Ahí las tenemos. Haciéndose una autofoto, vulgo selfie, para incrementar su colección de imágenes personales, vacacionales, promocionales. Da igual dónde estemos (Jardines del Palacio de Aranjuez), no importa el país del que provengan (Argelia), es indiferente su edad (adolescencia, primera juventud), tampoco es relevante su cultura o religión (islámica). El móvil lo universaliza todo, lo uniforma todo. La tecnología es lo que hace a la humanidad una, formando parte de la misma especie. No las diferentes subformas de entender el mundo a través de las diferentes culturas, civilizaciones, religiones o filosofías. Quienes quieran hacer avanzar (es un decir) a los seres humanos en una misma dirección, no tienen que hacer declaraciones segregacionistas o confrontadoras; menos, prohibir velos o costumbres obsoletas: sólo tienen que proporcionarles -abaratarles, popularizarles- la adecuada tecnología globalizadora. No hay mejor agente uniformador de lo general que catalice mejor el olvido progresivo de lo específico.

En los jardines del Palacio de Aranjuez (Madrid, España)
Marzo, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

domingo, 18 de junio de 2017

JUSTIFICANDO EL PRIMER PECADO (MICRORRELATO)

Ambos éramos inocentes. No sabíamos lo que era la Ciencia, y mucho menos, el Bien y el Mal, así, con mayúsculas. Vivíamos sin problemas. Ninguna preocupación nos embargaba. Todo encajaba a la perfección. Vivíamos, comíamos, nos solazábamos, lo nombramos todo. A todo aquello le llamamos Edén. No había dudas, zozobras, penas. Tan sólo el aviso terrible sobre el dichoso árbol, la amenazante prohibición. Ni siquiera sabíamos lo que era ni el bien ni el mal. De modo que la curiosidad hizo el resto. De la serpiente nunca sospechamos, pues conversábamos con ella con mucho deleite al concluir algunas tardes. Ni siquiera creo que fuéramos tentados, como luego se escribiría. Era sólo que aquella orden rigurosa disonaba con todo lo demás. Había que averiguar qué implicaba. Día a día la comezón fue aumentando y nos propusimos saberlo como fuera. Ahora, por desgracia, sí conocemos sus efectos, pero entonces ¿cómo saberlo? Éramos inocentes. Pese a la irremediable condena, aún lo somos.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

viernes, 16 de junio de 2017

EJERCICIO DE TRANSFORMACIÓN DE LA REALIDAD

Primera imagen

Segunda imagen

Tercera imagen


Para que quede claro que nada de lo que vemos en los medios de comunicación tiene que ver con la realidad absoluta, y que toda ella forma parte de una manipulación de uno u otro signo, con mayor o menor énfasis, pero que actúa siempre, voy a poner un ejemplo sencillo. (Para verlo con más detalle, PINCHE EN CADA IMAGEN, para agrandarla)

Si se observa la primera imagen (que es la original, sin tratar), representa en un contrapicado la fachada de la catedral de Santiago de Compostela, tomado desde el Palacio de Rajoy (no confundir con el otro deficiente). En ella se ve una inusualmente vacía plaza del Obradoiro, y la fachada con las torres barrocas de Casas Novoa. Como la imagen ha sido obtenida con un gran angular y la posición de la cámara con respecto al suelo no ha sido paralela al mismo, sino que se ha inclinado hacia arriba en un ángulo equis, las verticales que nuestro ojo “retraduce” en la calle en un sentido más vertical, aquí en la imagen están deformadas en un sentido convergente exagerado. Primera distorsión de la realidad. Culpa: el objetivo usado y la inclinación de la cámara respecto al suelo.

Si se observa la segunda imagen, se ve lo mismo, pero mucho más reducido en cantidad. Se la ha recortado en una relación 1:1, que acentúa la verticalidad del edificio. Además, el cielo es más azul, los blancos más brillantes. Pero si se fija uno en las personas, se comprenderá que es la misma imagen anterior, pero con un tratamiento de “punto de fuga”, que estira artificialmente las líneas convergentes, para convertirlas en líneas paralelas, como en la realidad están, pero que tanto a través del ojo como de la cámara, por determinadas leyes ópticas vemos que se juntan (o se separan, depende desde dónde miremos). Aun así, la conversión no surge sin costes “colaterales”, pues deforma otras muchas líneas que podríamos comprobar si la contempláramos en detalle, que ésas sí que no están de ese modo en la realidad. Pero que se toleran porque el efecto de ver el edificio sin convergencias compensa lo demás. Por lo que esta imagen es más estética que la primera, pero tampoco es lo que allí había, en sentido estricto.  Segunda distorsión de la realidad. Culpa: un comando del plugin de Photoshop Adobe Camera Raw, denominado “Transformar”; comando “recortar; y una capa de brillo y otra de contraste, para el cielo.

La tercera imagen es otra creación, basándose en la imagen segunda, que a su vez lo estaba en la primera. En ésta simplemente se añaden unas plantillas de foto tipo polaroid, para darle un efecto visual curioso, aunque si se compara, se comprende que por debajo se encuentra la segunda de las imágenes, esta vez intocada. Lo “único” que tiene es un buen ramillete de capas para enmascarar la imagen de fondo, y una hora y pico de trabajo de aprendiz.

No soy falsamente modesto. De hecho, la modestia no es una de mis cualidades. Pero en este asunto soy eso justamente. Así que si yo, que sólo soy un aprendiz, puedo realizar estas transformaciones de la realidad ¿qué no podrán hacer los profesionales que trabajan para los medios de comunicación? Y al final sobreviene la pregunta, a continuación ¿qué realidad consumimos realmente? Una mejor de la que desearíamos ver, sin duda. Y en dicha operación todos resultamos cómplices. Todos, sin excepción.

Santiago de Compostela (La Coruña, Galicia, España)
Junio, 2010 ----- Nikon D300

miércoles, 14 de junio de 2017

LAS MEMORIAS DEL PINTOR BALTHUS

Hay muchos tipos de memorias. Como aficionado a esta modalidad de autoficción, lo sé bien, y existe mucha variedad. Las hay clásicas, inconexas y caóticas, ordenadas y metódicas, diacrónicas y secuenciales… Como la vida misma, en definitiva. En las memorias, como en todo, uno se comporta como en realidad se es, o como se cree que se es. Las que acabo de terminar ahora mismo es un ejemplar raro, distinto, muy revelador. Las Memorias de Balthus, el pintor polaco emigrado a la parte francófona europea desde muy pronto, más que unas memorias al uso, son una reflexión sobre su pintura. Fueron dictadas -que no escritas por él mismo, al parecer- al final de su vida, cuando faltaba poco para que muriera, longevo, en la Suiza donde acabó aposentando su existencia. Y en ellas los recuerdos del artista se desperdigan de forma desordenada, a lo largo de los 107 cortos fragmentos en que se divide la obra. De su vida aparecen algunos fragmentos, porque lo que le interesa recordar son las razones de su arte, el porqué de sus cuadros.

De su trayectoria vital, conocía poco, y poco acabo sabiendo al terminar el volumen. Pero de la esencia de su pintura, de por qué sus obras tenían esas características, de por qué vivió apartado de todo y de casi todos (sin por ello carecer de excelentes e importantes amigos -escritores, cineastas, artistas, incluso políticos-), de las influencias recibidas, de la explicación desmitificadora del presunto erotismo de sus motivos, de la coherencia consecuente de sus decisiones, de su más íntima percepción de lo que debe ser el arte, de la acendrada religiosidad que penetraba su arte, de todo ello el libro nos impregna de un perfume delicioso, apoyado en una escritura sencilla pero clara, profunda pero llena a su vez de maravillosos matices.

De su lectura, me quedo con la idea que tiene del Arte, con mayúsculas, de cuya expresión contemporánea abominaba, por su vaciedad, su prisa, su ausencia de reflexión, su falta de técnica, que se adquiere con lentitud y estudio continuado de los grandes del pasado, para luego trascenderlos y volar sobre ellos. Me quedo con la equiparación del acto de pintar con el de la oración, con su decisión de pintar contra corriente y contra las corrientes más en boga en su momento, como el cubismo -intelectual y frío-, la abstracción -vacía e irreflexiva- y sobre todo el surrealismo, cuya idolatría por el mundo onírico le parecía insufrible. Me quedo con su sencillez a la hora de exponer su necesidad de un espacio grande donde poder crear, y de un tiempo dilatado del que poder disponer para dialogar con el cuadro, mirándolo callado mientras fumaba un cigarrillo, preguntándole y dialogando con él, hurgando en sus misterios, para al final acabar disolviéndose en la propia tela. Me quedo asimismo con su incorruptible veneración por los maestros italianos del Quattrocento (Masaccio y Piero de la Francesca), por Rilke y Bonnard (sus mentores y consejeros coetáneos), con la tierna amistad que le unió siempre a Giacometti, con la unión cómplice que logró en la etapa última de su vida con la pintora japonesa Setsuko Ideta, con su amor por el silencio, el apartamiento casi monástico en lugares apartados de todo, donde las palabras que él y su obra se intercambiaban no pudieran ser perturbadas. Un silencio y un diálogo que son tan ejemplares y motivadores, que han sido el mejor antídoto que he tenido estos dos últimos días, contra todo el ruido y la vacuidad que nos invade.

martes, 13 de junio de 2017

GATO APRENDIZ DE GUARDIÁN


Los gatos no me gustan. Sólo estéticamente, y no todos. Pero éste se ganó a pulso mi respeto. Era muy pequeño, pero tenía muy claro cuál iba a ser su función en la vida: guardián, como su madre, de una librería de lance a la entrada del monasterio de Poblet. Vigilaba, y no te quitaba ojo de encima. Claro que la edad se le notaba en que, si pasaba un rato, se acercaba buscando con inocencia una caricia. Yo se la negué, pero no me opuse a que se restregara contra mi tobillo, pues más arriba no llegaba. Así, mientras ojeaba libros de filosofía, un gatito de pocas semanas, frotaba su cuerpo contra mí, en una situación que perdurará en mi memoria, por lo inusual, por lo atípico del sitio, por lo extravagante del dueño, por la mercancía que adquirí. Y por sus uñitas, que si bien aún no eran preocupantes, muy en breve lo acabarán siendo.

En Poblet (Tarragona, Cataluña, España)
Abril, 2017 ----- Nikon D500

lunes, 12 de junio de 2017

EL PURITANISMO HIPÓCRITA CONTRA AMANCIO ORTEGA

Porque lo fui, me molestan los maximalistas. Porque yo también me realicé con la confrontación, me fastidian los radicalismos. Como yo ejercí de extremista dialéctico, me sacan de quicio los que se mueven entre los extremos. Los entiendo (¿cómo no hacerlo?), pero no los soporto ya. Y al único que soporto en esas tesituras es a mí mismo -y de vez en cuando, y no siempre-.

Estos días, una de las polémicas que más artículos, mensajes y palabras ha generado es la donación de dineros procedentes del empresario Amancio Ortega, cuyo objetivo oficial es servir de ayuda en la investigación del cáncer, aunque sus objetivos últimos tengan que ver con lavados de imagen, ingeniería fiscal u otros fines que se nos escapan. Las críticas que ha suscitado dicha decisión en algunos sectores han sido de tal calibre, que las querría yo igual de intensas e insistentes con muchos de los gobernantes españoles -de diferente signo- que nos pastorean en los últimos tiempos.

Al parecer, ese dinero está manchado con la explotación de miles de trabajadores en países subdesarrollados y con prácticas salvajes de capitalismo global. Bien. Eso no está en duda. Cualquier fortuna que en el mundo haya habido no se habrá fundamentado jamás sin que hayan mediado delitos, cuando no crímenes directos. Eso tampoco se discute. Se discute la moralidad de ese dinero. Pero el dinero no tiene moralidad. Hay quien se la otorga, pero no la tiene. Ya el emperador Vespasiano respondió con su genial “non olet” (no huele) al cuestionamiento de un impuesto concreto sobre las letrinas de Roma. En efecto, el dinero no huele, y da igual de donde venga, si las medidas que con él se efectúen son adecuadas, beneficiosas o necesarias. Quiero decir que la moralidad de su procedencia no debería afectar a la moralidad de su destino. Lo contrario sería ejercer la hipocresía a unos niveles inabarcables.

Un ejemplo clarificador. Un asesino conocido amasa una gran fortuna, una parte de la cual entrega a un ayuntamiento para la construcción de una escuela, un hospital, un centro deportivo. ¿Cuál es mi postura al respecto, si soy el alcalde? Aceptar cada una de las monedas ofrecidas, construir todo aquello para lo que fue donado, y al mismo tiempo, conseguir que dicho asesino acabara en prisión. Eso sí, con alguna reducción de la pena, por los beneficios realizados a la comunidad con sus dineros. Alguna. Sólo alguna. No buscaría ni negociar su reinserción social ni aceptaría chantaje alguno. Ahora bien, si voluntariamente lo dona, yo lo acepto. Pero también hago cumplir la ley. Pocos delincuentes o criminales derivan sus beneficios a la misma sociedad a la que explotaron o esquilmaron. Cuando esto ocurre, deberíamos congratularnos. ¿O se puede comparar a este señor con los ladrones de este país en los últimos años? ¿Nos podemos imaginar a Urdangarín, Bárcenas, Correa, Rato y demás compañía haciendo donaciones de sus prolongados y egoístas latrocinios? Creo que hay muy sensibles diferencias entre las dos actitudes. Y también creo que hay que ser práctico y cabal. Y también agradecido, cuando procede.

domingo, 11 de junio de 2017

ENIGMA CON TRES ELEMENTOS



Cuando tomé esta imagen, lo hice como tantas veces, por el mero encuadre que formaban la puerta, la niña y el perro. Cuando la revisé, capté que lo que esos tres elementos me inspiraban era misterio y perplejidad, aunque, si bien se mira, no hay relación entre ellos. El perro mira de frente, quieto y sin nerviosismo aparente, sin que sepamos bien qué atrapa su atención. Parece ajeno a su dueña, amarrado como está con la correa, que se pierde en el interior de la vivienda. ¿Aguardará con paciencia infinita el inicio del paseo matinal? ¿Habrá divisado otro animal que ponga en entredicho su territorio; acaso una pareja potencial? ¿O bien su hastío habrá rebosado los límites de lo que podría ser una rebelión puntual y bien ladrada? No lo sabemos. Sólo captamos su estoica espera, bien asentada sobre sus cuartos traseros. Por su parte, la puerta ejerce de línea divisoria entre dos mundos que se nos muestran desconocidos e inquietantes. La niña, en cambio, no aparece sino de forma parcial, sólo nos la sugiere, porque su cabeza, vuelta hacia el zaguán, parece mirar o aguardar algo. ¿Acaso la llegada del papá o la mamá que acompañen en el paseo? ¿Quizá está oliendo el aroma a magdalenas que acaba de hornear la abuela? ¿Tal vez una discusión conyugal que está retrasando la salida, y contrae su rostro en un amago de llanto? No sabemos nada. Intuimos (¡qué remedio!). No indagamos (no podemos hacerlo). Imaginamos (no queda otra). Y con eso damos un paso adelante que nos hace contemplar la escena de forma conjunta. Pero el significado posible cambia a cada centímetro que nos movamos. Aunque también puede ser que uno posea demasiada imaginación y disponga de demasiado tiempo libre, en comparación con el resto de los mortales. Todo puede ser. Y no lo sabremos nunca.

En Llanes (Asturias, España)
Octubre, 2016 ----- Nikon D500

sábado, 10 de junio de 2017

DOS GITANOS MODÉLICOS

Los periódicos locales siempre me parecieron una mandanga, en general, y algunos especialmente en particular. Hoy, donde viven mis padres, mientras caminaba cerca de la universidad, encontré un ejemplar en el suelo del Diario de León. Me sigue pareciendo la mandanga de siempre. Pero una noticia destacada en la parte superior me lo redime unos instantes, porque me alegra el día de un modo inesperado. La noticia reza así, antes de remitir a las páginas interiores: “El primer gitano de matrícula de honor. José García es alumno del IES García Bellido”. Y, sin poderlo evitar, me viene a la memoria de inmediato una alumna mía de hace diez años, Olga Heredia Montoya, que en 2007 obtuvo un premio de una fundación asturiana por haber concluido el bachillerato, y por su esfuerzo personal.

Hablamos de una trayectoria contra corriente. En ambos casos, contra una cultura que no se integra en lo esencial, seamos claros (ellos dirán que los discriminamos nosotros, pero yo llevo dando clase a gitanos muchos años, me llevo muy bien con ellos, y sé de lo que hablo). En ambos casos, tendrán que haber sorteado tantas burlas, tantas presiones, tantas tentaciones de abandonar. Y, sin embargo, ambos, con la inestimable e imprescindible ayuda de sus padres (sin los que nada de eso habría sido posible), habrán sorteado vientos, mareas, tempestades, tornados y huracanes, para lograr sacar adelante sus sueños. Es tan admirable y tan atípico lo que ambos lograron que es muy difícil de comunicar. En un caso, el de mi alumna, porque lo consigue a pesar de ser mujer. Y el “a pesar de” no hace falta que lo explique, a poco que se sepa algo del machismo de la cultura gitana. En el caso del chico, porque ha sido la única matrícula de honor en 2º de Bachillerato en un instituto en el que todos sus compañeros son payos. Ambos quisieron, ambos pudieron, ambos lo lograron. Vaya desde aquí mi enhorabuena más entusiasta y mi felicitación más gigantesca. Son un ejemplo maravilloso de espejo en el que todos deberíamos mirarnos de cuando en vez.

jueves, 8 de junio de 2017

LA INHUMANIDAD MONOTEÍSTA (TOMADA AL PIE DE LA LETRA)


La mejor prueba de que la religión judía y la cristiana son absolutamente inhumanas e inasumibles no es única, sino doble. La primera, ya valdría para invalidar todo lo demás. Reside en su primer mandamiento, válido para ambas religiones, pues la segunda brota de la primera. Dicha prescripción reza así: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. Es decir que el primer requisito para ser un buen judío o un buen cristiano es que el amor a Dios lo sobrepuje todo, incluidos todos los seres queridos. Colocándolo en primer lugar, quienes idearon esta religión tenían muy clara la sumisión que pretendían. Todo lo demás sobra, si nos atenemos al pie de la letra de este mandamiento. Entenderemos, pues, que nadie (con la excepción de los fanáticos descerebrados) podrá cumplirla sensu stricto al completo: nadie ama más a Dios -por muy religioso que se sea- que a sus padres, a sus hijos, a sus tierras, a sus animales. A no ser, claro, que se sea un fanático maximalista, de los que vemos muchos en los últimos tiempos; si bien de otra religión, la musulmana, que también es monoteísta (¡qué casualidad!).


Decía al principio que la prueba era doble, pero en realidad son muchísimas. Esta que presento a continuación sería una de ellas. Desde que el cristianismo tuvo un carácter oficial, lejos ya de las persecuciones, proyectó sus ideas, sus valores de un modo didáctico, en forma de esculturas y pinturas. Uno de los temas más recurrentes a lo largo de la historia del arte cristiano es el episodio en el que Dios pone a prueba a un hombre, para verificar si su fe está a la altura de las expectativas creadas. A tal efecto, le ordena realizar un sacrificio humano, en la figura de su propio hijo. Pese a su dolor, íntimo e inenarrable, acata la orden y se dispone a hacerlo, es decir, a descargar la cuchillada que acabaría con el chico. En el último momento, Dios lo libera de tal responsabilidad, pues su fe ha quedado probada. Es la conocida historia del sacrificio de Isaac  -no consumado-, a manos de su padre Abraham. Conviene hacer notar que como Dios es omnisciente, dicha prueba sobraba, pues ya sabría de la calidad fidedigna del creyente; y como Dios es omnipotente, no cabe que perdiera el tiempo en esas tonterías probatorias. ¿Por qué, pues, la abundancia de este tema en la iconografía cristiana? Porque el episodio es uno de los que con más contundencia muestra lo que hay que hacer para cumplir con el primer mandamiento: Dios, por encima de un hijo. Seguro que algún caso se ha dado en la historia de la humanidad, pero el porcentaje no superará las milésimas por ciento -los fanáticos referidos-. Entonces, ¿queda probada la inhumanidad de estas religiones, la imposibilidad de asumirlas a nivel global? Y si queda probada, quienes las siguen y son considerados buenos judíos o buenos cristianos ¿sólo la seguirán parcialmente? Y si la siguen parcialmente (quienes la sigan), ¿obtendrán post mortem sólo un premio parcial? Son preguntas, sólo preguntas.

Portada del Cordero, en la Basílica de S. Isidoro (León, Castilla y León, España)
Diciembre, 2007 ----- Nikon D100

miércoles, 7 de junio de 2017

HEINE DESTRUYE SUS MEMORIAS

Me encanta, antes de entrar en la materia pulposa de un libro, leerme la introducción, si la tuviere. Lo hago no con afán de intentar entender con datos apriorísticos la obra en sí, sino por un motivo más morboso y utilitarista: abundar en los datos biográficos de su autor o autora. De esa rebusca siempre encuentro alguna carnaza que aprisionar entre mis neuronas hambrientas, algún elemento que aprehender como posible referencia emuladora o, como en esta ocasión, sorpresas que de tan fuertes me impulsan a plasmarlas aquí por escrito, para que no haya lugar a pérdida o tergiversación.

Leo una introducción a un librito que me tentó por la mañana. Un autor desconocido y virgen para mí: Heinrich Heine, pero que según parece es una de las glorias de la lengua alemana. Se titula Memorias del señor Schnabelewopski. De entre los tópicos y cosas interesantes, algo me noquea. Los abultados volúmenes de Memorias que llevaba escritos son destruidos por el propio Heine, al recibir la visita de su primo, hijo de su principal valedor económico, el tío Salomon, que acaba de morir. Aquél le ruega que no publique nada contra su familia. La introducción no aclara más en este punto que "Heine destruye las Memorias". Y luego, que "Arrepentido de haber destruido sus Memorias, empieza a escribirlas de nuevo, y entrega el manuscrito a su amigo y abogado..."

¿No es como para quedar atónito, sin respiración? A mayor abundamiento, cabe destacar el hecho de que este corrosivo y comprometido escritor había comenzado su redacción a edad temprana, desde muy principios de su tercera década, o sea, con veintipocos años. ¿No es sorprendente? De una forma doble. Por un lado, el hecho de escribir unas memorias siendo tan joven, lo que fuerza a suponer que serían el equivalente a un diario. Por otro, que una labor tan íntima e ingente se volatilice de inmediato, y encima por injerencias externas. Puedo comprenderlo todo, al fin y al cabo yo estudié Historia, pero no puedo sino lamentarlo; ni su destrucción, ni la falta de anticipación que no es capaz de prever que en algún momento de su futuro inmediato se acabaría arrepintiendo, como resultaba bien fácil predecir. Ahora bien, reescribirlas de nuevo -y dárselas a un abogado para que las custodie, y evitar de ese modo otra tentación destructora- ¿no presenta un tinte sobrehumano, titánico, que uno se resiste a creer? ¡Qué espíritu el de quien tal hiciera! Heinrich Heine, gloria de las letras alemanas.

En el diario inédito Instantes intestinos e inconstantes, entrada de 18 de julio de 1997

martes, 6 de junio de 2017

BELLOS Y TONTOS (TEMPORALMENTE, QUEREMOS IMAGINAR)


Uno puede ser joven, guapo, encantador, y comportarse como un perfecto imbécil. Las causas pueden ser variadas: estar en grupo y tener-que-cumplir-un-papel-concreto, estar borracho o drogado, ser en realidad un perfecto imbécil, verse obligado por convencionalismos de costumbres sociales, o también hallarse bajo los influjos endorfínicos y dopantes del amor . Este es el caso que nos ocupa hoy.

Los dos chicos eran jóvenes, con un tipo estupendo, bellos cada uno en su nivel, y parecían encantadores (esto, a una distancia de 15 ó 20 metros, que luego ya se sabe que las cercanías lo enturbian todo con el mayor detalle disponible). Se hallaban en Toulouse, Francia, en uno de los parques más grandes de la ciudad, siendo objeto del tradicional reportaje fotográfico de boda que llevaban a cabo dos profesionales, que no salen en la escena por motivos obvios. Porque los protagonistas son ellos. Ellos en su belleza, en su desinhibición, en su estupidez temporal. Inducidos por el fotógrafo, y sin mostrar vergüenza alguna ni sentido del ridículo de ningún tipo, pasearon de la mano, se miraron, se besaron, se hicieron carantoñas y posaron ante la cámara de variadas formas, en algún caso inverosímiles, forzadas y ridículas. Pero nada de eso afectaba a la felicidad de la pareja, que aceptaron con ovina sumisión cuanto les marcaba el retratista.


Como yo andaba por allí en ese momento, coincidimos durante un rato, y aproveché para dejar constancia gráfica de lo que digo. Lo hice desde la distancia que permite un zoom 70-300 mm, pero si me hubiera acercado más, seguro que tampoco se habrían percatado de mi presencia (al menos, ellos dos). He de comentar, no obstante, que por prudencia autocensora, he omitido otras tomas bastante más indicativas de la tontería del instante. Con todo, seguro que nos podemos hacer una idea bastante aproximada de lo que cuento. Sobre todo, porque todos -o casi- hemos hecho el imbécil de semejante forma alguna vez. O más de una, en los peores casos.

Toulouse, Parque Grand Rond (Haute Garonne, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon, D300

lunes, 5 de junio de 2017

LÁGRIMAS FINALES (MICRORRELATO)

Durante apenas un instante, alzó la vista al cielo. Buscó en su memoria una oración de sus tiempos mozos. No pudo recordar ninguna, pero murmuró algunas palabras. Mientras lo hacía, culebreó por su cuerpo la sensación del llanto, que trató de contener, poseído de una incontenible vergüenza. Pero aun así, a pesar del ímprobo esfuerzo por mirar al frente con orgullo, sin un pestañeo, al final dos lágrimas recorrieron sus mejillas. Se derramaron un segundo antes del estampido seco, casi uniforme, de la descarga del pelotón. Su último pensamiento fue el deseo de que nadie las hubiera visto. Inexplicablemente, le fue concedido. La tierra del patio amortajó su rostro al caer.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

domingo, 4 de junio de 2017

LA ASOMBROSA MODERNIDAD DEL PERICH


Hace años, yo adoraba al Perich. Se trataba de un dibujante barcelonés, cuyas viñetas tenían la rara cualidad de decir (como los grandes) mucho con pocos rasgos, pocas palabras, poca cantidad. En clases de Ética y de Tutoría he trabajado muchísimo su obra. Una tarde de febrero, cuando volvía desde Asturias a León, en uno de mis habituales viajes para ver a mis padres, la radio difundió la noticia: había muerto el Perich. Sin saber por qué, se me saltaron las lágrimas mientras conducía. Hube de parar en un área cercana. Moría muy joven. Moría con la misma edad que yo acabo de cumplir hace un mes: 54. Creo que es pronto para morir; aun en 1995, que fue el año en que sucedió lo que estoy contando. Y creo, por añadidura, que es pronto para que los genios mueran. Él lo fue en lo suyo, por eso me dolió tanto su desaparición.

Hace años, yo adoraba al Perich. Hoy, he vuelto a él, porque en un artículo que estaba leyendo se le mencionaba. Al acabar, cogí uno de sus libros, y me puse a mirar sus viñetas tremendas de intuición, claridad, contundencia y coraje. Me sorprendió la modernidad de todo cuanto decía. Me chocó comprobar que si colocáramos viñetas de entonces en noticias de hoy, no habrían perdido ni un ápice de actualidad, ni un gramo de su intensa calidad. Ved, si no, este ejemplo extraído de Google imágenes -cómo no-. Y captad su extraordinaria capacidad de penetración, que llega hasta el punto de la sutileza de la coma, que da todo el sentido a la pancarta que exhibe el peticionario.

Hoy, al leer algunos datos de su biografía, he descubierto la curiosa coincidencia entre los años con que muere y los que yo tengo ahora mismo, que he vuelto a releer su obra. He aprendido además que fue el traductor de los cómics franceses de Pilote (Astérix, El teniente Blueberry y Aquiles Talón), lo que lo enaltece más aún en mis altares personales. ¡Cómo no imaginar cuanto nos privó su muerte! Hace años, yo adoraba al Perich. Hoy, le adoro más aún. ¡Cómo no añorarle! 

sábado, 3 de junio de 2017

MI PALABRERÍO CANALLA (21)

BURGUÉS/A: Preclaro/a vividor/a que ha penetrado en lo más profundo del alma  humana y habiéndose dado cuenta de cómo estaba el patio, decidió dejar de hacer el primo y apuntarse al lado de los que cortan el bacalao, o por mejor decir, los que sacan tajada. No sé si me explico con suficiencia.
BURLA: Broma jocosa con tintes de crueldad que busca ridiculizar algo de alguien o a alguien con algo. De cualquiera de las dos formas, lo que está muy claro es que ejercita la selección natural de las especies a las mil maravillas, como mandan los cánones y ya descubriera el patriarca Job. O, no sé, a lo mejor no fue Job, sino otro. En fin, ¿qué más da?
CÁBALA: Conjunto de teorías de ingenuidad rayana en lo inefable. Pretendían lograr el conocimiento de Dios a través del estudio de las manifestaciones escritas sobre dicho ser, e incluso, obtener su poder pronunciando su nombre mágico. En el fondo, lo que les hubiera gustado a los cabalistas hubiera sido ser califas en lugar del califa. Y con eso se explica todo.
CABALLO: Noble animal de elegancia soberbia (hasta defecar lo hace con gesto fino y en formas agrupadas). Pese a que algún literato sabio los elevó a la máxima categoría civilizadora onomatopeyizando su nombre, tuvo la mala suerte de que el depredador de depredadores se fijase en él; su tradicional debilidad de carácter logró que se tragaran las promesas de aquél. El resto de la domesticación es historia conocida.
CABEZA: Si es de alfiler, podremos decir que es pequeña; si es de ajo, maloliente; si de puente, innecesaria; si de turco, propiciatoria; si de chorlito, pues ya se sabe; si no se levanta, es que chungo, chungo; si se pierde, malo, malo; y si se tiene a pájaros, pues... ¿por dónde andaba?
CABEZA RAPADA: Espécimen de humano que gusta de pelarse el cuero cabelludo al cero con la pretensión de mostrar el cerebro que tiene, cuya atrofia le produce complejos, y también por su escaso uso, concentrado en enviar a los músculos órdenes poco discriminadas de agresión gratuita, y en preocuparse por el lustre de los cadenajes que portan y que simulan el brillo personal del que se sienten tan huérfanos.
CACIQUE: Personaje dominador de un territorio, a veces simpaticón, de ideología política mudable y pragmática, prevaricador, generador de clientelismos utilitaristas, usuario de derechos de pernada y otras suculencias, que desarrollaba en la zona bajo su poder, en la cual mandaba más que el papa en Roma, con lo que ya queda dicho casi todo.
CACIQUISMO: Forma de subvertir y amañar el funcionamiento de las elecciones en la España de la Restauración alfonsina, gracias a un engrasado y rentable mecanismo de transmisión que arrancaba del gobierno, pasaba por el gobernador civil de la provincia y se ramificaba a los distintos caciques (v.) de la misma. No se gastaba apenas en recuentos y se ahorraba muchísimo tiempo. Requería una alternancia pactada entre dos partidos, mucho analfabetismo y un carácter ovino, masoquista y aquiescente a prueba de comparación con el ruso, o con el polaco, si me apuran.
CAFÉ: Bebida estimulante de extraordinario sabor (si se la edulcora) que quienes no requieren de estímulos pueden añadirle otras bebidas espiritosas quemadas levemente para formar el carajillo, que es la bebida más equilibrada y excelsa que existe, porque lo que un ingrediente activa, lo aplaca el otro, y viceversa.
CALABOZO: Residencia lúgubre y reducida, pensada para retirar de la circulación a quienes no son bien vistos, bien por el sistema o por quien manda en él, que para el caso es lo mismo; hasta que se crearon, la condición de los presos era realmente escalofriante a más de breve (las mazmorras eran muchísimo peores); en comparación, con aquéllas, los calabozos son jauja; y es que el ser humano necesita un techo donde poder cobijarse, independientemente de su condición y merecimientos...

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

viernes, 2 de junio de 2017

EL PESO DE LA VANIDAD


Esta imagen muestra parte de la fachada de la casa natal de un poeta en su localidad natal, Arévalo, en la provincia de Ávila. Del estado desvencijado de la misma no cabe apuntar nada (y eso que se encuentra en plena Plaza del Real grande y concurrida, pues en ella se ubica el Ayuntamiento), pues habla por sí misma. La lápida es una muestra de lo que llamamos orgullo local. Tiene su lógica, aunque se base en los sentimientos. Un señor nace en un sitio, tiene alguna relevancia en un momento, y los que nacen en el mismo lugar se creen -ingenuidad, obliga- que participan algo de sus capacidades y que sus logros les afectan directamente a ellos. Es una estupidez, claro; un absurdo. Pero uno lo entiende y tampoco hace gala de crueldad militante, como hizo el Périch -q.e.p.d.- (en una viñeta memorable decía no entender por qué en una localidad de 3.000 habitantes se ufanaran del éxito de uno ellos, pero no se condolieran del fracaso o la mediocridad de los 2.999 restantes). Por supuesto, a este poeta y dramaturgo no lo recuerda nadie, ni siquiera en su pueblo, pero parece que en el momento de la colocación de ese texto -1930- sí; aunque también pudo suceder que se beneficiara de la necesidad municipal de insuflar orgullo patrio en un momento concreto (las palabras “gloria” e “insigne” así lo indican).


Esto viene a cuento del tema de la vanidad, que me ha sobrevenido hoy, mientras iniciaba la última entrega del diario de José Luis García Martín, El arte de quedarse solo. En la p. 30, dice: “Me gusta tomarme a broma mi vanidad, una de las pocas cosas que tengo en común con el resto del mundo. De sobra sé que la regla general es que a un escritor, después de muerto, le harán todavía menos caso que cuando estaba vivo. Pero toda regla tiene sus excepciones. Y yo confío en ser una de ellas. Aunque si me equivoco, tampoco pasa nada. No me voy a enterar”. A Martín le va a pasar como al vate arevalense, sólo que él, lúcido en su paradoja del sí-pero-no-aunque-igual-sí, sabe que, en realidad será que no. Triste destino, en fin, para la inmensa mayoría de los escritores que en el mundo han sido, son y seguiremos siendo.

En Arévalo (Ávila, Castilla y León, España)
Abril, 2011 ----- Nikon D300

jueves, 1 de junio de 2017

HER, O EL AMOR AL SISTEMA OPERATIVO

He vuelto a ver Her, la película de Spike Jonze, en la que el personaje de Joaquin Phoenix se enamora de un nuevo sistema operativo (OS), que adquiere propiedades humanas y tiene capacidad de evolución, tanto intelectual como emocional. Cuando la vi en el cine, me pareció igualmente buena, pero se me aparecía más como un episodio largo de la excelente serie británica Black mirror, donde se nos dibuja un panorama sombrío sobre la influencia e importancia que las nuevas tecnologías van acaparando en nuestras vidas. Pero ahora, viéndola en el televisor, con la posibilidad de parar la reproducción, retroceder, analizar ciertas frases, estudiar mejor los gestos, y calibrar con más detalle las emociones del protagonista humano (pero también las muy logradas inflexiones de voz de la “protagonista” femenina -con la sensual voz de Scarlett Johansson-), con todo eso, digo, los matices han agigantado lo que se nos plantea en esta no tan novedosa cinta.
Por un lado, no es un simple capricho que Theodor se enamore de una voz (ni siquiera de una voz, puesto que se trata de un programa informático avanzado), sino que lo que en él surge es verdadero amor. Con todas sus fases. Desconcierto inicial, pensamiento constante hacia el objeto amado (aquí no cabría la palabra “sujeto”), sobreexcitación progresiva, deseo físico, alegría generalizada, placer inmenso; amor, en definitiva. Máxime si, como se puede apreciar, es correspondido. No es un capricho. Es amor verdadero. Otra cuestión es por qué este hombre sensible, culto, delicado, con una sociabilidad aceptable, acaba enamorándose de un sistema operativo, tras una serie de fracasos sentimentales, incluido el de su matrimonio. Pero de que se trata de amor no cabe duda.
Por otro, lo que contemplamos en la película es la evolución de ese amor, desde la sorpresa inicial, el progresivo crecimiento de los sentimientos y del bienestar, hasta la posterior ruptura. Es un esquema clásico, sin paliativos. Lo que nos descoloca, al menos en los inicios, es que se enamore no de un congénere, sino de un programa de software.
Y esto puede darse porque dicho programa piensa y siente como una persona, aun no siéndolo. Pero pese a ello, no le preocupa al protagonista convertirla en objeto de sus atenciones, de su tiempo, incluso de sus deseos. La razón es sencilla: el ser humano sólo necesita interactuar a nivel comunicativo. Lo de los cuerpos es necesario, sí, pero relativo. La prueba la tenemos en el éxito de las redes sociales, de los programas de chat, de las compras por la red, donde el contacto social no es presencial, no es físico, pero la comunicación se da. Y si se produce el contacto comunicativo, lo demás se da por añadidura. O no se da, pero compensa de sobra la alternativa. Y la alternativa es terrorífica: es la soledad más atroz.
De modo que me he sentido profundamente conmovido por este personaje, cuya soledad y monotonía vital son tan lacerantes, que se siente impulsado a una experiencia única, a la que no vemos, sin embargo, como algo lejano o imposible. Me he sentido muy próximo a su peripecia y he comprendido todas y cada una de sus reacciones. Y por un par de horas, yo también he sido Theodore Twombly.

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