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domingo, 27 de noviembre de 2011

MICRORRELATO

ÚLTIMAS NOTICIAS

—Podrías al menos haberme traído un periódico con las últimas noticias sobre mí, en el juicio.
—No hace falta. Te las puedo decir yo mismo.
—Dilas, pues.
—Vas a morir ahora mismo.
—No me refiero a eso; ya sé lo que vas a hacer. Cuando digo las últimas, quiero decir las últimas. Al efecto que produjo mi anuncio de confesión en...


El estampido seco selló su boca para siempre al final de su frase.


—Que conste que esta bala no es mi respuesta. Las últimas noticias sobre ti tardarán unos cuantos meses en llegar. Referirán en titulares de portada que habrán encontrado tu cuerpo en el lago, descompuesto y devorado tras varias semanas sin saber nada de ti. Yo para entonces me hallaré en paradero desconocido, disfrutando del dinero y una vida muelle, como nuestro jefe y yo convinimos.
Del libro Micrólogos

domingo, 18 de septiembre de 2011

MICRORRELATO

EXIMENTE

Su ansia de venganza contra el colegio de curas databa de mucho tiempo atrás, pero cobró realidad aquella tarde, cuando, rojo de ira, se lanzó a arengar a sus compañeros, los cuales quedaron muy impresionados por sus razones y sus palabras. Cuando concluyó su discurso, se decidió a dar un paso más. Tomó una piedra de un parterre cercano, y tras sopesarla un par de veces, la arrojó contra el rosetón de la portada sur, produciéndole un boquete notable. A continuación, los demás, inflamados por sus palabras y animados por su gesto, comenzaron a hacer lo propio. En pocos minutos, no quedaba una ventana intacta en aquella iglesia, famosa por sus conjuntos vitrales. Los religiosos llamaron a las fuerzas del orden que, pese a la desbandada, todavía  pudieron alcanzar a varios. El protagonista, en cambio, se presentó sin resistencia alguna ante los guardias, que lo detuvieron en el acto, acusado de ser el cabecilla e instigador de los desmanes. Al ser interrogado, sorprendió a todos declarándose por completo inocente de los hechos que se le imputaban. Como a continuación se le mostraran las imágenes de las cámaras de seguridad donde se mostraban sus acciones, él adujo que ahí tenían la prueba definitiva, ya que en esas cintas se podría verificar que él había tirado la primera piedra, y por tanto se hallaba eximido de toda culpa, como tanto le repitieran en otro tiempo.
Del libro Micrólogos

domingo, 14 de agosto de 2011

MICRORRELATO

COSA DE ARAÑAS

Aquel niño no dejaba de insistir con las arañas. Desde que las conociera en un libro de ciencias, en el colegio, a todo el mundo asediaba para que le contara cosas sobre ellas, le regalara libros con fotografías o le recomendara lugares en la red para visitar. Poseído de una fiebre sin control, comprobó que a los pocos meses lo sabía casi todo sobre ellas. Pero un día reparó en que desconocía la procedencia de ese nombre que tanto le había cambiado las apetencias. Se enteró por fin de que provenía de una experta tejedora griega, llamada Aracne, cuya delicadeza en el arte del bordado sobre tela y tapicería era sólo comparable a su soberbia; y tanta fue, en efecto, que pretendió que la hermosura de su labor y la pericia de su arte aventajarían incluso a Atenea. Siguió indagando, y comprobó que la diosa accedió al desafío y que éste tuvo lugar en la casa de la tejedora, donde la diosa de la inteligencia y de la guerra fue vencida por la calidad artesana de su oponente mortal. Al chico le molestó mucho, en cambio, que Atenea no pudiera soportar la derrota, y que, despechada, golpeara a su rival y destrozara su telar. La conclusión de la historia, con su trágico final y la reparadora metamorfosis lo dejaron estupefacto.

—Pero, ¿quién se creía esa diosa que era? Hoy, Spiderman la habría fulminado por completo —sentenció, muy resuelto.
Del libro Micrólogos

domingo, 22 de mayo de 2011

MICRORRELATO

INSPIRACIÓN MERCENARIA

Contraté a una puta para que me contara su vida (que yo imaginaba desgraciada y abocada a la molicie involuntaria) para trasladar luego esa experiencia al papel. Tuve que sortear los recelos iniciales de la protagonista, pues nadie antes le había planteado una propuesta de semejante calibre. También, añadir un tanto más a la tarifa establecida y, lo más sorprendente, hacer promesas curiosas a cuál más llamativa, como que figurara su nombre completo con sus dos apellidos, así como el de sus padres y hermanos, para que así quedara constancia del drama de su familia y de ella misma. Cuando estuvo todo acordado y se convenció de que no íbamos a practicar sexo, se dispuso a largarlo todo, muy contenta. Y empezó a hablar y a hablar. Su facundia era demoledora, pero mi grabadora lo registraba todo. A la media hora, le dije que ya estaba bien, que me valía, que estupendo, que había sido justo lo que necesitaba, y que podía irse. Sin yo preverlo, se ofendió muchísimo, y comenzó a insultarme a voz en cuello. Como yo buscara defenderme e intentara echarla, lanzó al suelo varios adornos del salón, le pegó patadas a los butacones y montó un escándalo que seguro se oiría en otros pisos. Al final, antes de salir dando un sonoro portazo, me largó una expertísima patada genital que me dejó sin aliento ni reacción. Pero todo ello lo he asumido con estoicismo profesional, pues sigo convencido de que no habría logrado calmarla si me hubiera propuesto explicarle las tendencias actuales más innovadoras en microficción.
Del libro Micrólogos

domingo, 1 de mayo de 2011

MICRORRELATO

ILUSIONES REALES

Mi marido intentó compensar su última paliza con dos entradas para un extraño espectáculo: un ilusionista moldavo, de nombre imposible, que prometía maravillas. No obstante, sólo hallamos lo típico: las cartas, las adivinaciones, el numerito de la levitación, seguido al final de la consabida partición por la mitad, vía serrucho largo con el que además improvisaba unas notas musicales que más bien parecían chirridos graves. Con todo, cuando eligió a mi marido como sujeto paciente para el último número, la cosa me interesó ligeramente. Se puso mejor cuando vi cómo empezó a cortarlo en dos partes. Mis ojos debían mostrar a quien los mirase el destello exterior de mi propia ensoñación. Pero creo que casi me desmayo de gusto cuando ordenó a los pies que movieran los dedos y éstos permanecieron inmóviles, al tiempo que un reguerillo de sangre fue salpicando el suelo. Mi marido no profirió ni un gemido siquiera; acaso soñara, acaso fuera drogado. Pero de entre el público fueron brotando muchos gritos, de forma escalonada, cuando la ilusión dio paso a la tremenda realidad. El tipo alegaría en su defensa que le falló no sé cuál dispositivo, pero no pudo convencer a nadie o nadie quiere creerle, habida cuenta de las sustancias que le encontraron en su organismo. ¡Pobre! A mí me gustaría visitarle cada semana, todas las que hicieran falta hasta que el asunto se resolviera de una vez. Para consolarle un poquito su pesar. Y para agradecerle, sobre todo, su aparición providencial. Pero me parece que dichos encuentros resultarían harto sospechosos. Porque, claro, a mí el espectáculo me encantó. Al ilusionista, imagino que mucho menos. Y a mi marido, ya ni le preguntamos.
Del libro Micrólogos

domingo, 17 de abril de 2011

MICRORRELATO

ODIO MANCHEGO

Odio a mi hermano. Un anormal a quien le da por encerrarse a leer libros de aventuras fantásticas, se vuelve mochales, se pone uns hierros o latas encima a modo de armadura pasada de fecha, agarra el penco y se larga de casa con el bestia de su vecino, que, a mayores, se come a Dios por los pies. Y eso, sin contar con nadie. Y se larga de casa, no una, sino dos veces, y por ahí anda en una tercera. Que  va a arreglar los problemas del mundo, dice, el muy lunático. Lo gracioso es que de sus correrías regresa con mucho quebranto y bien molido; pero ni por ésas se vuelve atrás, el infeliz: él, hala, a salvar a quienes lo necesiten. Imagino la de tonterías que habrá cometido en esos meses. Y tantas tonterías debió hacer, tantas, que cogió una fama tremenda por todos lados, y hasta un tullido que sabe escribir, ha puesto sus correrías en un libro gordo, que se corrió como la espuma, y alguna versión más hay por ahí suelta, según cuenta el cura. De modo que si antes se había hecho famoso por imbécil, ahora, todavía más. Y todos van ganando una bicoca a su costa. Si hasta el tragaldabas del vecino anda muy subido de humos por la fama y el ansia de dineros. Pero a ál no le toca nada; y a su familia, menos. Aunque él dice que no le preocupa en absoluto. Pero lo peor es que ¡a mí ni se me nombra! Aun nuestra tía y una sobrina salen un poco en esos libros; y creo que el dómine también,  y el ama; y hasta el rapabarbas, que ya es delito. Pero yo no existo en ninguna parte, según me han dicho quienes saben leer. No aparezco para nada. Y eso que soy el mayor, ¡el heredero!, el responsable de los apellidos de nuestra familia y del mayorazgo de nuestra hacienda.¡Cómo le odio! Nunca valió para nada, pero ya ha superado todas las marcas: se ha arruinado la vida y me la arruinará a mí de paso. Ganas dan de salirle al camino y molerle a palos o recluirle en alguna torre. O, quizá mejor, retarle con misterio en singular combate, vencerle y luego descubrirle la identidad de su dominador, para que se le cayera la venda de los ojos y se humillara por completo, como cumple a la ocasión. Acaso así le volviera el seso, pidiera perdón y todo acabara. Pero me da que la cosa ya no tiene remedio.
Del libro Micrólogos

domingo, 13 de marzo de 2011

MICRORRELATO

SER PRÁCTICO

A las tres semanas de enterrar a mi hermana, me propuse ser práctico, para no sufrir, para dejar de llorar de continuo. De nada había servido recordar que estaba en su mejor momento, que era bella e inteligente, que destacaba en todo, que tenía un futuro maravilloso por delante, que mis amigos la deseaban; que yo la quería como sólo yo podría quererla. No me la devolvería a mis brazos seguir pensando en el conductor colgado que le volteó la vida en una rotonda a la que entró como si se afanase en lograr una buena posición en un circuito. Por eso, tras días anegados en un encierro absoluto y lágrimas continuas, me propuse no pensar ni recordar más. Sentir poco, actuar conforme a unas reglas preestablecidas, automatizar mis gestos. De ese modo, no lloraría más. Y así fue: ni una lágrima más brotó de mis ojos. Me obstiné en dejar de pensar en ella, puesto que de nada me habría servido, salvo para entristecerme o enloquecer de llanto. Mis amigos hicieron lo posible por consolarme, me acompañaron todo el tiempo y me aconsejaron pensar con la cabeza y no con el sentimiento. Tuve que estar de acuerdo con ellos, lo mejor resulta ser práctico. Esa compañía fiel me abstrajo durante un tiempo, aunque de todo se cansa uno. Por eso llegó un día en que decidí actuar y convertirme en alguien práctico. Recabé datos y localicé al sujeto enseguida. Compré cierto material necesario en varias ciudades distintas, por aquello de no dejar rastros fáciles. No llevó demasiado tiempo. Los disparos tan sólo ocuparon unos instantes, en su propio domicilio. Cargar el cuerpo y trasladarlo hasta nuestra casa en el monte, me llevó apenas hora y media. Fueron necesarios, eso sí, algunos días de paciente espera para trocearlo, disolverlo, colarlo y envasarlo en garrafas lastradas. Cuando las arroje al embalse esta noche, cerca de la compuerta, comenzará una nueva etapa en mi vida. Una etapa en la que seré, ya para siempre, un hombre absolutamente práctico.
Del libro Micrólogos

domingo, 13 de febrero de 2011

MICRORRELATO

MUÑEQUITA ARISCA, RENCOROSA


Al llegar a casa, colgó el abrigo en la percha, dejó el maletín al lado del taquillón, soltó las llaves y la llamó en voz alta. Nadie respondió. “Mira que eres arisca; y rencorosa, además” comentó. Anduvo por todo el piso, y al final recaló en la alcoba. “Claro, en la cama echada, donde te dejé; ¡qué espectáculo!”, comentó con un gesto de aparente desprecio. Ante el mutismo recibido, se detuvo unos instantes a mirarla. Su piel brillante y juvenil, su cabello largo, lacio, ordenado y limpio, su mirada ausente, su desinterés. “¿De verdad aún no me has perdonado por lo de esta mañana? Vamos, amor, no fue para tanto”. Y se acercó y la besó en los labios con cierto ardor. Ella ni se inmutó. Su mirada seguía perdida y sin hacer contactar sus ojos con los de él. “Resentida, mal tomada. Ya me lo advirtieron, ya, pero no les hice caso. ¿Y sabes por qué? Porque en el fondo me gusta esa cara de rencor que le pones a tu maridito cuando regresa del trabajo. Me excita esa pasividad que me lanzas a la cara. Compruébalo tú misma”. Y le cogió la mano con violencia, y la colocó sobre su sexo, que ya le abultaba el pantalón. “¿Lo ves?”. Y continuó besándola en la cara, en los ojos, en el cuello, y manoseando sus senos, pellizcando zonas sensibles, sin obtener reacción ni respuesta alguna. Pero la excitación del hombre iba en aumento y trasladó su cuerpo encima del de ella, frotándose sin disimulo. “Muñeca, eres la mejor, ya lo sabes”. En un momento dado, la hebilla del cinturón se abrió hacia adelante y presionó más de la cuenta, hundiéndose hacia abajo. Fue entonces cuando ella reaccionó por primera vez dejando escapar un sonido agudo, como un silbido prolongado que se hacía cada vez más intenso a cada embestida, hasta que por el último estertor de él coincidió con el desinflado completo de ella.
Del libro  Micrólogos

domingo, 6 de febrero de 2011

MICRORRELATO

GUILLERMO TELL, TEJANO

El héroe tensó sus músculos y se dispuso a disparar. Sus ojos sólo buscaban concentrarse en los brillos verdes y rojos del blanco fatídico. En el instante supremo, su mano derecha descendió lentamente, pero en el último momento con una rapidez inimaginable sacó el revólver y acertó justo en el centro. Su admirable precisión provocó un grito estremecedor entre los asistentes, que apenas podían dar crédito a lo que acababan de contemplar, mientras el cuerpo de su hijo se desplomó hacia atrás sin apenas ruido. Sólo una carcajada proveniente de lo alto de la torre rompió el estupor general. Transido de rabia, con un segundo tiro destrozó la manzana en mil pedazos. Sólo un instante medió con la tercera bala, que heló para siempre el rostro satisfecho del taimado gobernador. Para concluir, habría deseado poder vaciar el cargador entero sobre sí mismo. Todo terminó, sin embargo, con la bala siguiente.
Del libro Micrólogos

domingo, 5 de diciembre de 2010

MICRORRELATO

NO SON FANTASMAS

Dicen que vivo rodeada de fantasmas, pero no es verdad. Lo que sucede es que no comprenden que los recuerdos cobran vida en cuanto el cerebro los conecta. Mis anteriores amores, por ejemplo, están presentes —todos ellos— cuando mi actual amante me penetra con violencia y yo casi pierdo el sentido a causa del placer o del dolor (según). Están presentes, y comentan, bisbisean, animan, critican. Alguno, pudoroso, se da la vuelta para no mirar: fue el que más me quiso, y me consta —aunque no lo veo— que llora en silencio cuando chillo de gusto o se indigna profundamente cuando gimo de dolor. Yo a veces los miro, y veo que me miran con deseo o con melancolía, y si su deseo se suma al mío la explosión de mi cuerpo es intensísima, hasta casi perder el sentido, y por ello les agradezco infinitamente su presencia. En cambio, si me miran con desprecio, critican mi postura o mis acciones, o desaprueban cómo me trata mi amante, o tan sólo les veo desinteresados en lo que me sucede, no me concentro del todo, y el sexo que me penetra todas las noches me desgarra el interior sin poder lograr placer alguno. Entonces, les grito y les ordeno que se vayan, aunque no me hacen caso, y acaban riéndose de mí y haciendo una gran burla a mi costa. Mi amante no me entiende porque no me cree, y me suelta que él no está para fantasmas. Mi hermana y mi madre sí creen lo que les digo.  Me dicen que estoy loca, porque me creo rodeada de fantasmas. Pero yo sé que son ellos en su realidad de siempre, y no fantasmas. Pues las fotos de la pared bien los retratan a la perfección (y están como siempre), y las ropas suyas que atesoré en mis armarios a lo largo de estos años son las mismas que llevan puestas cuando me miran. Son reales, muy reales, y no fantasmas, porque sé muy bien lo que hacen conmigo cuando mi amor se va. Y es más, más, mucho más.
Del libro Micrólogos

domingo, 17 de octubre de 2010

MICRORRELATO

LA PRUEBA

Asustado, tembloroso, aquel hombre entró en el salón semioscuro. Una vez dentro, se arrojó al suelo cabizbajo, y entre sollozos pidió perdón al padrino por su reciente equivocación. Le habló de sus deudas, de su desesperación, de que haría cualquier cosa para sacar a los suyos adelante. Quería continuar en la familia, con todos los respetos y pedía una oportunidad para expiar su falta. Hasta ese desliz, había sido un hombre de fiar e hizo una relación de situaciones que demostraban que se había podido contar con él. El padrino lo escuchó en silencio, pero no daba muestras de aprobación. Al final, dijo: “no me convences”. El hombre porfió, con la mayor educación, insistiendo en sus habilidades, apelando también a la piedad, que él sabría corresponder, si era perdonado. “Está bien, te pondré a prueba”. El arrepentido a punto estuvo de desmayarse de satisfacción y su rostro irradió un destello de luz. “No te alegres tan pronto. La prueba será dura. Tendrás que matar”. El hombre dijo que estaba dispuesto. “Será a tu único hijo”. El mundo se le vino de golpe encima. Se echó a llorar con gran congoja y tras unos instantes eternos admitió que no podía hacerlo, que le resultaba inhumano. El padrino se levantó y lo miró primero con desprecio, luego esbozó una sonrisa helada. “Te llamas Abraham, ¿verdad?”. El hombre asintió con el gesto, sin levantar siquiera la cabeza. “Lástima que yo no sea Dios”.
Del libro Micrólogos

domingo, 19 de septiembre de 2010

MICRORRELATO

AMOR IMPOSIBLE


¡Y todavía creen los humanos que Eros es un niño adorable, cuyas travesuras hay que perdonar porque no anda bien de la vista! ¡Qué ironía! Si algún día doy con él, lo patearé sin descanso hasta que mis cascos le aplanen esa cara de estúpido vendado que lleva, y le arrearé tal número de coces, que se va a acordar toda su vida lo suficiente como para pensárselo dos veces a la hora de lanzar sus dardos así como así. Porque es cosa sabida de todos que yo, Quirón, instructor de hombres y héroes, me acerco poco al mar, dada mi aversión al agua; y él más que nadie lo sabe. Pero que aprovechara una de las escasas veces que, acompañando a Heracles, me encontrara en las orillas del Ponto Euxino, para traspasarme con una de sus caprichosas flechitas, a mi edad y con mi condición, parecería una broma fuera de lugar. Pero que lo hiciera además en el momento justo en que asomaba sobre las olas la belleza refulgente de una sirena jovencísima, supone una vil canallada intolerable, de naturaleza olímpica.
Del libro  Micrólogos

domingo, 25 de julio de 2010

MICRORRELATO

DESPECHO
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La cólera de Aquiles estuvo siempre bien justificada. Enamorado de la apostura elegante de Héctor, no pudo soportar que éste hubiera creído matarle en la figura de Patroclo.
Del libro Micrólogos

domingo, 20 de junio de 2010

MICRORRELATO

MIRA, HIJO, YO...
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Mira, yo, a estas alturas, ya estoy viejo, qué quieres, no me interesa ahora nada de lo que me pides, no me vengas a joder, no me cuentes ahora milongas del pasado, aquello ya se olvidó, sí, en serio te lo digo, toda la cera que hubo ardió enterita, y no hemos estado ni tú ni yo cerca para aprovecharnos, porque lo de tu madre y yo, pues ya sabes, cuando se es joven, se hacen pendejadas, como la que me cuentas tú ahora, y aunque seas más fuerte que yo y lleves un arma, la razón nada más lleva un camino, o eso decía tu abuelo, y él sabía mucho, ya te imaginas, así que no creas que a un viejo como yo le vas a sacar plata, porque lo tengo todo atado en mi testamento bien clarito, ni tampoco palabras más suaves, pues a mis años ya da casi todo igual, ni promesas que no sé si cumpliré, porque me queda poco ya, mi bravo pistolero de pelo y medio, así que convéncete de que no hay nada que puedas hacer conmigo ni galpón que componer, hay que dejar que las cosas sigan su curso, ya que así se iniciaron y así deben continuar, si no, romperías una línea del destino, ¿no te das cuenta?, vamos, anda, abate el arma, que se te puede disparar de súbito y ve diciéndole a tu madrecita querida que yo soy como soy, y que ella fue como fue, que no escurra el bulto, que bien se lo pasó entonces, que te cuente, que te cuente lo bueno, y no te envenene sólo con lo malo, porque malos somos todos, tú sabes, pero buenos también, si acaso un poquito, una pizquita así nomás, y, sobre eso, encima, mira, hijo, reflexiona, yo...
Del libro Micrólogos

domingo, 6 de junio de 2010

MICRORRELATO

NECESIDAD DE LO IDÉNTICO
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Mientras conducía, quitó de su dedo el anillo que le identificaba como hombre casado. Las posibilidades de la noche eran infinitas. Llegó a la fiesta muy alegre y animoso. Entre el bullicio, buscó a alguna mujer de su agrado que pareciese sola y dispuesta a compartir unas horas de engaño y placer. Finalmente eligió a una por la que sintió una irremediable atracción. Luego cayó en la cuenta de que tenía un intenso parecido con su esposa. Le preguntó su nombre, con la mejor de las sonrisas y la mayor de las zozobras. Se llamaba igual. Su aroma era el mismo, y su sonrisa tan cautivadora como la de su mujer. También poseía la leve cicatriz bajo el cuello que le dejara una rama al romperse. Ella también se encontraba muy interesada en él y el acercamiento pronto se coronó con un beso de sabor distinto, pero de formas reconocibles. La noche siguió su curso y su capacidad de seducción y de ser seducido se demostraron intactas. En ese punto, él decidió dar un golpe de efecto a su noche de reestreno, y llevarla a su propia casa. La extrañeza por encontrarla vacía sólo duró unos instantes. La noche de pasión fue devastadora, como él ya no recordaba. A la mañana siguiente, ella se había ido antes de que él despertara. En una nota, la mujer lo insultaba a lo largo de varias líneas y se despedía para siempre, con un estilo muy depurado, que él conocía tan bien.
Del libro Micrólogos

domingo, 9 de mayo de 2010

MICRORRELATO

VULNERANT OMNES, ULTIMA NECAT
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Durante meses, aquella mujer le mandó cartas apasionadas. No obtuvo respuesta alguna del destinatario. Su amor nunca fue correspondido. Optó entonces por mandarle cartas quejumbrosas, lastimeras, en las que le reprochaba que no tuviera en consideración su pasión hacia él, el sufrimiento que le causaba su silencio. El resultado fue igualmente un ejemplo perfecto de omisión y desprecio sin hacer aprecio. Por último, decidió enviarle una carta última, definitiva. Y ésa vez sí obtuvo respuesta. La halló en los periódicos, en primera plana a tres columnas. El cuerpo del hombre de sus amores, destrozado y cubierto con un manta de aluminio brillante, ilustraba la noticia. Las palabras que seguían al titular explicaban que la policía barajaba pistas que apuntaban a una acción terrorista.
Del libro Crueldades necesarias

domingo, 18 de abril de 2010

MICRORRELATO

ÍCARO, HUÉSPED DE LAS PROFUNDIDADES
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Ícaro no se desplomó desde el cielo porque sus alas de cera y pluma se derritieran al contacto con el sol (cualquier físico podría desmontar tal falacia). Lo que le sucedió fue que siempre había soñado con ser un ángel. Y ello, porque la religión de sus ancestros le sonaba demasiado a mitología. Por eso, en cuanto Dédalo le ayudó a construir aquellas alas maravillosas, lo que hizo fue subir, subir, en busca de ángeles. Pudo hallar algunos, e incluso llegó a conversar con ellos de lo humano y lo divino. Pero para su desgracia postrera, el Supremo Hacedor consideró su anhelo como una muestra impropia de ambición y de soberbia que no podía tolerar. Así, ordenó a uno de sus espíritus flamígeros que pusiera fin de inmediato a tan desmedida pretensión. Fue obedecido sin demora. Las crónicas refieren que la estela de la ígnea caída suscitó la atención de otra criatura también ambiciosa, antaño bellísima y entonces exiliada, que se apiadó de inmediato de su desgracia, abriéndole un hueco hasta las profundidades del abismo, donde aún permanece en su solidaria compañía.
Del libro Micrólogos

martes, 13 de abril de 2010

BURLA, BURLANDO

domingo, 21 de marzo de 2010

MICRORRELATO

EL CELOSO RELOJERO
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Al descubrir por fin a su mujer desmigando las horas sobre el cuerpo desnudo de su amante, todo el tiempo del mundo se le vino encima. Los años convividos con ella le oprimieron las sienes de súbito y le avivó los celos que siempre lo habían consumido. A él lo dejó ir, pero ella sufrió su ira acumulada durante años. El relojero celoso quitó la vida a su amada con la aguja larga de un carillón. Con sus cenizas purificadas fabricó un rutilante reloj de arena, que le recordaría grano a grano cada uno de los besos que jamás volvería a sentir.
Del libro Micrólogos

domingo, 7 de marzo de 2010

MICRORRELATO

DIME QUE ME QUIERES
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Se acostumbró desde muy pequeño a pedir lo que necesitase. “Anda, dime que me quieres”. Desde pequeño escuchó siempre a su lado, la reconfortante frase: “Te quiero mucho, mucho”, aunque le resultara algo monótona en el tono. Pero él se sentía atendido por aquella voz y en determinadas noches era lo último que escuchaba antes de conciliar el sueño. Una tarde especialmente oscura y lluviosa, hastiado de soledad porque sus padres estaban fuera, requirió con urgencia la voz que le calmase. Pero esa tarde la voz no sonó. Repitió su deseo una y varias veces, con agresividad creciente, pero la voz no sonaba. Cogió entonces al muñeco y lo golpeó una y otra vez contra el suelo, contra la mesa, contra la encimera de la cocina, buscando una respuesta. La cabeza rodó a sus pies. Se sorprendió cuando oyó un entrecortado “Te qu...”, brotar de un lugar entre sus manos, lejos de aquella boca que se hallaba inmóvil a sus pies. Enfurecido, cogió un cuchillo y abrió la goma de aquel cuerpo inerte. No encontró nada que lo tranquilizara. Las pilas cayeron al final con mucho estrépito, sobre el parqué.
Del libro Micrólogos

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