EXIMENTE
Su ansia de venganza contra el colegio de curas databa de mucho tiempo atrás, pero cobró realidad aquella tarde, cuando, rojo de ira, se lanzó a arengar a sus compañeros, los cuales quedaron muy impresionados por sus razones y sus palabras. Cuando concluyó su discurso, se decidió a dar un paso más. Tomó una piedra de un parterre cercano, y tras sopesarla un par de veces, la arrojó contra el rosetón de la portada sur, produciéndole un boquete notable. A continuación, los demás, inflamados por sus palabras y animados por su gesto, comenzaron a hacer lo propio. En pocos minutos, no quedaba una ventana intacta en aquella iglesia, famosa por sus conjuntos vitrales. Los religiosos llamaron a las fuerzas del orden que, pese a la desbandada, todavía pudieron alcanzar a varios. El protagonista, en cambio, se presentó sin resistencia alguna ante los guardias, que lo detuvieron en el acto, acusado de ser el cabecilla e instigador de los desmanes. Al ser interrogado, sorprendió a todos declarándose por completo inocente de los hechos que se le imputaban. Como a continuación se le mostraran las imágenes de las cámaras de seguridad donde se mostraban sus acciones, él adujo que ahí tenían la prueba definitiva, ya que en esas cintas se podría verificar que él había tirado la primera piedra, y por tanto se hallaba eximido de toda culpa, como tanto le repitieran en otro tiempo.
Del libro Micrólogos
3 comentarios:
Y es que, lo que nos ocurre en la vida nunca sabemos si es para bien o para mal. Al sujeto del relato los años con los curas, ya ves, (y la sed de venganza), le llevaron a la interpretación literal del pasaje bíblico. Muy astuto. Y el autor, muy ocurrente.
Un besito.
Muy bueno de principio a fin. Intenso y ameno en su recorrido. Sorprendente y acertado final.
(a qué parezco un crítico literario??;)
besitos
Juer Eduardo tus microrrelatos se van pareciendo a cortometrajes, qué nivel, chico!
En cuanto al contexto... yo me eximo con una frasecita "conciliadora" de Juan XXIII: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior». Que una cosa es ser culpable (o sertirse culpable) y otra muy distinta es ser culposo, aunque en ambos casos se lleve esa molesta carga.
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