DIME QUE ME QUIERES
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Se acostumbró desde muy pequeño a pedir lo que necesitase. “Anda, dime que me quieres”. Desde pequeño escuchó siempre a su lado, la reconfortante frase: “Te quiero mucho, mucho”, aunque le resultara algo monótona en el tono. Pero él se sentía atendido por aquella voz y en determinadas noches era lo último que escuchaba antes de conciliar el sueño. Una tarde especialmente oscura y lluviosa, hastiado de soledad porque sus padres estaban fuera, requirió con urgencia la voz que le calmase. Pero esa tarde la voz no sonó. Repitió su deseo una y varias veces, con agresividad creciente, pero la voz no sonaba. Cogió entonces al muñeco y lo golpeó una y otra vez contra el suelo, contra la mesa, contra la encimera de la cocina, buscando una respuesta. La cabeza rodó a sus pies. Se sorprendió cuando oyó un entrecortado “Te qu...”, brotar de un lugar entre sus manos, lejos de aquella boca que se hallaba inmóvil a sus pies. Enfurecido, cogió un cuchillo y abrió la goma de aquel cuerpo inerte. No encontró nada que lo tranquilizara. Las pilas cayeron al final con mucho estrépito, sobre el parqué.
Del libro Micrólogos
3 comentarios:
Parece un relato de terror :)
Me recordó el muñeco diabólico, aunque aquí el diabólico es el niño.
Muy buena recreación de la ira en la más tierna infancia.
un beso
Un buen relato educativo.
Cuidado con los te-quieros y regalos que damos a nuestros hijos por tapar nuestras ausencias, no vaya a ser que se conviertan en muñecos Chucky.
El mejor regalo que se le puede hacer a un niño es nuestra escucha con empatía, eso y... un regaño a tiempo sin bajar su autoestima.
Muchas veces el escuchar ese "te quiero mucho"se hace tan rutinario que no se valora,la desolación viene cuando nadie nos lo dice,se echa de menos,y cada uno reacciona de una manera,los niños con perretas y los mayores con amargura
M.T.
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