GUILLERMO TELL, TEJANO
El héroe tensó sus músculos y se dispuso a disparar. Sus ojos sólo buscaban concentrarse en los brillos verdes y rojos del blanco fatídico. En el instante supremo, su mano derecha descendió lentamente, pero en el último momento con una rapidez inimaginable sacó el revólver y acertó justo en el centro. Su admirable precisión provocó un grito estremecedor entre los asistentes, que apenas podían dar crédito a lo que acababan de contemplar, mientras el cuerpo de su hijo se desplomó hacia atrás sin apenas ruido. Sólo una carcajada proveniente de lo alto de la torre rompió el estupor general. Transido de rabia, con un segundo tiro destrozó la manzana en mil pedazos. Sólo un instante medió con la tercera bala, que heló para siempre el rostro satisfecho del taimado gobernador. Para concluir, habría deseado poder vaciar el cargador entero sobre sí mismo. Todo terminó, sin embargo, con la bala siguiente.
Del libro Micrólogos
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