viernes, 2 de junio de 2017

EL PESO DE LA VANIDAD


Esta imagen muestra parte de la fachada de la casa natal de un poeta en su localidad natal, Arévalo, en la provincia de Ávila. Del estado desvencijado de la misma no cabe apuntar nada (y eso que se encuentra en plena Plaza del Real grande y concurrida, pues en ella se ubica el Ayuntamiento), pues habla por sí misma. La lápida es una muestra de lo que llamamos orgullo local. Tiene su lógica, aunque se base en los sentimientos. Un señor nace en un sitio, tiene alguna relevancia en un momento, y los que nacen en el mismo lugar se creen -ingenuidad, obliga- que participan algo de sus capacidades y que sus logros les afectan directamente a ellos. Es una estupidez, claro; un absurdo. Pero uno lo entiende y tampoco hace gala de crueldad militante, como hizo el Périch -q.e.p.d.- (en una viñeta memorable decía no entender por qué en una localidad de 3.000 habitantes se ufanaran del éxito de uno ellos, pero no se condolieran del fracaso o la mediocridad de los 2.999 restantes). Por supuesto, a este poeta y dramaturgo no lo recuerda nadie, ni siquiera en su pueblo, pero parece que en el momento de la colocación de ese texto -1930- sí; aunque también pudo suceder que se beneficiara de la necesidad municipal de insuflar orgullo patrio en un momento concreto (las palabras “gloria” e “insigne” así lo indican).


Esto viene a cuento del tema de la vanidad, que me ha sobrevenido hoy, mientras iniciaba la última entrega del diario de José Luis García Martín, El arte de quedarse solo. En la p. 30, dice: “Me gusta tomarme a broma mi vanidad, una de las pocas cosas que tengo en común con el resto del mundo. De sobra sé que la regla general es que a un escritor, después de muerto, le harán todavía menos caso que cuando estaba vivo. Pero toda regla tiene sus excepciones. Y yo confío en ser una de ellas. Aunque si me equivoco, tampoco pasa nada. No me voy a enterar”. A Martín le va a pasar como al vate arevalense, sólo que él, lúcido en su paradoja del sí-pero-no-aunque-igual-sí, sabe que, en realidad será que no. Triste destino, en fin, para la inmensa mayoría de los escritores que en el mundo han sido, son y seguiremos siendo.

En Arévalo (Ávila, Castilla y León, España)
Abril, 2011 ----- Nikon D300

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