miércoles, 10 de agosto de 2016

LASITUD ESTIVAL



Es tiempo de verano (curiosamente, suena mejor en inglés; una excepción, claro). Ahora es cuando la lasitud se impone, cuando los momentos se recrean con morosidad y memoria, cuando se tiende a dormir más de lo indicado, a olvidar más de la cuenta, a dejar que todo transcurra sin preguntar demasiado por las causas, sin tener mucho en cuenta las consecuencias. Tiempo de siestas, de faunos, de notas pesadas que se repiten en nuestros oídos, vía nuestra memoria. Es tiempo de dejadez y de abulia, de siestas infinitas, de cuerpos abiertos y anhelantes, de dilaciones consentidas, de viajes a territorios imaginados en otoño, en invierno, en primavera. Tiempo de frustraciones ante las expectativas creadas, de hallazgos impensados, de amores fugaces, de comidas pesadas y sobremesas eternas y espirituosas.
La fotografía nos muestra una joven desnuda que sueña o que se despereza, que tal vez se esté despertando o tal vez esté recuperando la consciencia, o que tal vez se disponga a sumergirse en lo más profundo, o puede que ansíe desaparecer. Muestra su cuerpo sin pudor, porque no es consciente de que la miramos. No sabe dónde está, aunque sí que puede reconocer el espacio que la circunda, que es siempre el mismo, siempre que ella no sueñe o fantasee, como hace, acaso, ahora. Su cuerpo nos señala el camino abierto, nos mueve a imitarla, a adormecerse, a soñar…

"El reposo", de Alfred Jean Boucher, en el Musée de Beaux Arts de Pau (Pyrénées Athlantiques, Aquitania, Francia)  
Julio, 2011 ----- Nikon d300


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