lunes, 3 de diciembre de 2018

DIÁLOGO DE CAÍN Y ABEL (MICRORRELATO)

Caín adoraba a Abel, y era correspondido. Sólo amor exhalaban sus obras. Y cuando ofrecía a Dios sus sacrificios, era lo mejor de sus cosechas lo que entregaba al Supremo Hacedor. Éste, en cambio, prefería lo mejor de los rebaños de Abel, cuando hacía lo propio. Caín no entendía el trato de favor hacia su hermano, y ésa era una idea que lo torturaba. Una tarde, se lo comentó a Abel, el cual también había captado las preferencias divinas. 

—Yo tampoco lo entiendo, la verdad. Pero sí es cierto lo que dices.
—Acaso prefiera la carne al cereal y las verduras. 
—Sí, pero siendo Dios, eso debería darle igual, ¿no?
—Es verdad, no debería hacer distinciones, naciendo como nacen del mismo amor puro.
—Pienso lo mismo, Abel. 
—Deberíamos hacer algo, ¿no crees?
—Preguntárselo, por ejemplo.
—Pero tal vez se ofenda por ello. Los padres nunca reconocen las preferencias hacia sus hijos 
—Tienes razón. ¿Y qué tal si tú me cedes tus ganados y tú cultivas mis tierras? 
—Pero ¿qué dices, Caín? Yo no sé nada de la tierra, y tú no sabes nada de reses. ¿Qué locura es ésa?
—No estoy loco, no me llames loco.
—No te lo llamo, pero con esa propuesta, lo pareces.
—Te lo repito, no estoy loco, no me llames loco
—Pero si nadie te llamó loco, ya te lo digo. No insistas más.
—Pero vuelves a poner la palabra loco en tu boca, y no lo soporto, Abel, no lo soporto, de verdad...
—Vale, ya veo que vuelves a las andadas y no atiendes a razones. Pues si ésa es tu única sugerencia, creo que es de locos seguir por esa vía. Adiós, hermano.

Y Caín, cuando le dio la espalda, tomó una quijada de burro que allí se hallaba, y de un certero golpe lo mató. 

—Te dije repetidas veces que no estoy loco, que no me lo llamaras, pero tú insistes, insistes, y venga, y dale, y zumba, y vuelta y dale, y...

Del libro inédito Micrólogos, 2012

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