
-Sí, podéis estar alineados conmigo sobre vuestras peanas, y haber sido cincelados en los materiales más nobles, y haber inmortalizado a personajes de importancia variable, cuyos nombres lleváis inscritos, y haber pertenecido a coleccionistas de renombre, y ser tan valiosos que varios se han peleado por vuestra posesión. Sí, podéis alardear de una condición exquisita, de vuestro abolengo bien reputado, y de haber salido de manos expertas. Pero en el fondo no sois más que piedra, memoria esculpida sólo para durar, en una muestra más de la vanidad humana, también de sus fútiles quimeras. Yo, en cambio, me pienso, me reconozco, calculo el alcance de mis contradicciones, siento la calidez del aire, percibo la impostada atracción que representamos, y a su vez la frialdad o la indiferencia de los alientos que se nos acercan. Yo lo capto todo. Por eso nuestras existencias no discurren próximas. No, no somos iguales: jamás lo hemos sido. Yo siento, yo pienso. Vosotros, no.