
Caminaban lentamente, cuando el sol declinaba. Sus caras estaban serenas, pero serias. Sus manos no iban entrelazadas y sus cuerpos caminaban el uno al lado del otro, sin pegarse. Cuando llegaron a la rotonda, se sentaron sobre el pretil, frente al mar, dejando la gente a sus espaldas. Hablaron muy poco, apenas unas palabras de cada vez, en dos ocasiones. Luego callaron. Se dejaron arrullar por el rumor del manso oleaje y acariciar por el sol que iba bajando cada vez más. De repente, él se inclinó suavemente y se echó sobre su costado. Ella no se inmutó, y permaneció sentada como estaba, sin mirarle, con la vista perdida lejos, en el horizonte. Formaron de ese modo un ángulo recto, el único instante perfecto de una tarde -es de imaginar- bastante imperfecta.
2 comentarios:
Una imagen que trasluce, invita a la deducción, a la interpretación, a imaginar. Ese silencio en el que ambos aparecen sumergidos, esos momentos de reflexión, esas posturas que les mantienen más alejados si cabe, sabemos lo necesario que resulta en determinados momentos para evitar (aunque sea por una vez o mil) alejarse definitivamente con una decisión precipitada sin haber contado hasta diez. Ahhhhh, qué difícil ser y tener una pareja perfecta, mucho más que conseguir ese ángulo perfecto!!
Ángulo y prespectiva muy diferentes,mientras él,quizás sea más tranquilo y conformista visualizando desde una postura más cómoda,ella se mantiene erguida mirando más allá a lo lejos,en el horizonte,en guardia y queriendo divisar sin qué se le escape ningun detalle.M.T.
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