domingo, 25 de mayo de 2008

Ejercicio de moral


Nos dirigíamos hacia la parte más meridional de las Rías Bajas. Era una carretera comarcal con poco tráfico. Hacía un calor agobiante, húmedo, pegajoso. Era la hora de comer, más o menos. Cuando pasamos, no pudimos menos de detenernos unos cientos de metros más allá. En pleno agosto, se encontraba un gaitero sentado en el pretil discontinuo de una carretera como ésa, por donde apenas circulaba nadie. Y, sí, estaba tocando su gaita; y lo hacía muy bien, además. En un principio, pensamos que simplemente ensayaba, pero mi acompañante se percató de que el estuche del instrumento estaba ante él, abierto, en clara disposición de recibir alguna moneda. Lo que no teníamos tan claro era de quién. Por eso, nos quedamos un rato mirándolo sin decir nada, pero con la cara del sorprendido que a la vez interroga buscando explicación. El hombre soplaba cada poco, y de vez en cuando nos miraba, y alguna vez hasta sonreía. Cuando no pudimos más, le preguntamos si no pensaba que aquel era un mal sitio para hacer negocio con su arte. Respondió que no, que era excelente. "¿Para qué?", inquirimos. "Tan sólo me ejercito en fracasar". La respuesta nos dejó atónitos, pero me retrotrajo a los tiempos del instituto y a los breves pero intensos estudios de griego. "¿Así que es usted un cínico renovado, eh?". Nunca lo dijera. Dejó de soplar, nos miró furibundo, comenzó a insultarnos y a despotricar de mala manera, mientras agitaba las manos amenazadoras. Desalentados y confundidos, optamos por irnos. El resto del viaje no dejamos de pensar en el gaitero que se ejercitaba en fracasar, que no había leído a Diógenes Laercio, ni sabía quién era el otro Diógenes a quien aquél se refiere. Concluimos que el ser humano puede llegar a determinadas conclusiones por sí solo, pero que la incultura es muy mala consejera y peor educadora.

2 comentarios:

la cocina de frabisa dijo...

Sorprendente fotografía, tan rodeada de soledad, pero mucho más aún, sorprende el relato.

Leí con avidez el desarrollo de la situación y la respuesta del gaiteiro, me dejó atónita y admirada.
Conozco mucha gente que se ejercita en el estéril ejercicio del fracaso a diario y con ahínco. Sin embargo pocos son los que son capaces de reconocerlo, tener las ideas claras, tranquiliza mucho, aunque uno haya concluido que el éxito le queda fuera de su horizonte.

Muy bueno e interesante.

un beso

Mármara dijo...

"Ejercitarse para fracasar", debe de ser que, estos días, me encuentro floja de remos, porque no he podido resistir a la tentación de apropiarme la sentencia.

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