sábado, 12 de noviembre de 2016

¿POR QUÉ NOS GUSTAN TANTO LOS FUEGOS ARTIFICIALES?



Porque nos gusta el fuego, porque nos atrae la noche, porque nos encanta que nos sorprendan, porque no sabemos cuándo va a estallar el color, porque el olor a pólvora que queda en el ambiente nos conecta con pasados más violentos, porque suponen una victoria técnica del hombre frente al medio, porque el ruido y los fogonazos son como tormentas polícromas bajo control, porque los reflejos del magnesio transfiguran nuestros rostros durante unos instantes, porque el reflejo en las aguas dota a esas figuras de una duplicidad hipnótica, porque nos impulsa a capturar en imágenes estáticas lo que por definición es volátil y cambiante, porque nos gusta imaginar formas reconocibles donde no existen, porque es un modo de estar muchos juntos mirando algo al unísono, porque nos encanta ser convocados y acudir en masa, porque nos fascina tomar como real lo que no lo es, porque albergamos un yo estético o artístico que es capaz de transigir con que lo no útil pueda sobrepujar a lo necesario durante media hora al menos, porque podemos observar palmeras luminosas en lugares donde no hay ni de las vegetales, porque nos encanta comprobar cuán efímera es la belleza a la par que nuestra vida continúa tras el espectáculo, porque mirar al cielo durante un buen rato nos recuerda los tiempos en que aún implorábamos a los dioses, porque aún albergamos el niño que un día fuimos, porque nos conmueve el temblor del aire en las pupilas…

Fuegos de artificio en Vigo (Galicia, España)
Agosto, 2005 ----- Nikon d100

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