jueves, 13 de octubre de 2016

EL SEÑOR BOB DYLAN, PREMIO NOBEL DE LITERATURA



Si le conceden un premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, excelso cantautor y poeta, es probable que en breve provean a Haruki Murakami de una medalla de oro olímpica en su labor de esforzado corredor de fondo, o que a Daniel Baremboim, sublime pianista y director de orquesta, le otorguen un máximo galardón en pro de la paz por su papel en pro del acercamiento de judíos y palestinos, o de los primeros con su bestia negra musical: Wagner.

No sé. Me he quedado de aquella manera cuando he oído la noticia en la radio. Sin que ello suponga desdoro hacia algunas de sus magníficas composiciones, que superan en número a las de la mayoría de los grandes, y sin que se pueda aventurar aversión alguna de mi lado hacia el genial músico estadounidense, yo opino que el asunto se ha salido un poco de madre. Es como cuando le dieron el Príncipe de Asturias de las Letras a mi amado Leonard Cohen. Los premios de los nórdicos, últimamente, ya no son lo que fueron. La ingesta de toneladas de novela negra y esos veranos con tanta luz, es lo que tienen.

Claro que igual se trata precisamente de ello. De tejer puentes transversales entre las artes. O de epatar a la concurrencia. O de asegurarse titulares. O de tocar abruptamente los genitales de tantos biempensantes que ya festejaban la enésima candidatura del norteamericano Phillip Roth o de nuestro Javier Marías. Me parece poco serio. Claro que habría que ver quiénes forman parte de los jurados que emiten sus votos en cerradas salas con más fisuras informativas que un gallinero al aire libre. Habría que saber cuánto saben de Literatura los que premian al galardonado cada año y cuánto de geopolítica (o sentido común), los que conceden el premio Nobel de la paz cada año. Porque no hay que olvidar que en 1973 le concedieron este último a Henry Kissinger después de una dilatada trayectoria de terrorismos de estado o a Barack Obama apenas unos meses tras iniciar su primer mandato. De lo de Literatura, mejor no profundizar, que este espacio no admite recorridos tan largos, ni chuflas que produzcan eco eterno. Pero de lo que sí estoy seguro es de que el señor Bob Dylan, a estas alturas, se está descojonando por todo lo ancho de la residencia donde viva ahora. Eso, se lo garantizo.

 

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