miércoles, 30 de abril de 2008

El precio del deseo


El duende era muy joven, pero sabía muy bien lo que quería: ser músico y dedicarse a ello toda la vida. Para él los encantamientos y las costumbres de sus ancestros no le reportaban ni interés ni riqueza. Por eso, cuando se enteró de que un búho cercano tenía el poder de predecir el futuro con algunos meses de antelación, se decidió a consultarlo.
El búho lo recibió muy amablemente, pero le dijo que su precio sería costoso, tal vez de difícil pago. Como el duende le preguntara cuánto le cobraría por el servicio, el adivinador le contestó que el precio era servirlo a él durante el primer año tras desvelarse su futuro. El duende aceptó de inmediato, sin más dilación. Ya puestos de acuerdo, lo citó allí para el día siguiente, pues ambos debían reposar para que la visión fuese lo más nítida posible.
En el lugar convenido y a la hora prevista, el búho, tras una serie de rituales pesados y poco comprensibles para el duende, le dijo que sería músico y que se ganaría la vida con ello. El duende, loco de contento, empezó a dar saltos y a gritar su felicidad a los aires. "Es cierto que serás músico y que te ganarás la vida con ello. Pero hay más". "¿Más?", inquirió el duende. "Así es. Queda la parte final del oráculo". "¿Y qué dice?". "No sé si querrás saberlo, pero debo decírtelo". "Adelante, pues, sin miedo". "Está bien, ahí va: Serás músico, y tocarás el caramillo; te ganarás la vida con ello, pero sólo lo que baste para comer, y nada más; y sólo vivirás otro año y ese año que te reste de vida estarás a mi servicio, como habíamos quedado, para amenizarme con tu música siempre que yo quiera". El duende se quedó petrificado con la noticia, pero no le dio tiempo a pensar más. "Y, venga -urgió el búho-. Comenzarás ahora mismo". Así ambos emprendieron el vuelo para dar cumplida cuenta al trato establecido. Pero mientras el duende tocaba, el búho notó algo terrible: A cada nota, a cada arpegio, sus plumas se iban desprendiendo. Le mandó parar, pero concentrado como se hallaba, el duende no lo oyó. Poco a poco, la masa de sus alas fue desapareciendo, mientras iban perdiendo altura. Cuando acabó su melodía, el duende salió de su arrobo, y pudo comprobar que se encontraba en el suelo, sentado sobre el cuerpo desnudo del búho, que en dichas circunstancias no podría obligarle ya a cumplir pacto alguno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una historia preciosa y por la foto se quedó inmortalizada.

El búho, parecia predecir el futuro de los demás, pero no sabia ver el suyo, de ser así ,no se meteria en semejante lio para quedarse desplumado.
Por eso ,todo tiene su moraleja:
Deseos, qué te pueden salir caros incluso costarte la vida y la forma de querer cobrarlos de quien te los concede qué también puede venir en su contra.M.T.

Mármara dijo...

¡Ay, qué peligroso es querer adelantarse al futuro! Precisamente andaba, yo, tentada a hacerme una tiradita de tarot para consultar sobre cierto asunto. después de leerte he desechado la idea.

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