martes, 4 de marzo de 2008

Concierto flamígero


Con la catedral iluminada desde fuera, y ya sentados, con todo el coro dispuesto, y los instrumentistas en su sitio, intuimos que aquella noche iba a ocurrir algo para lo que nuestras mentes no estaban preparadas. El concierto de órgano y trompeta inició su andadura, y las notas fueron ocupándolo todo, hasta los resquicios más solemnes y recónditos. Nuestra emoción, también en aumento, contribuyó a que todo pareciera una hipérbole inenarrable, inmensa, necesaria. Cuando las naves se incendiaron a partir del triforio, nadie se dio cuenta, de tan embebidos que nos hallábamos en aquel océano de melodías entrecruzadas. Nadie cesó en la ejecución de aquella obra suprema, y ni siquiera el coro se movió, a pesar de que no cantaba nadie en ese instante. Nadie, pues, sintió las lenguas de fuego mordiendo nuestras carnes. Aquello fue un momento de éxtasis completo, que el ulular exterior de las sirenas de bomberos y ambulancias no logró traspasar. Quienes sobrevivimos, no pudimos declarar apenas. Aun seguíamos traspasados por la trompeta de Maurice André, extasiados por Ricardo Muti, incendiados definitivamente por Telemann.

7 comentarios:

Ana Vázquez dijo...

Suena ñoño pero la música puede hacer que nos olvidemos de casi todo. Cada momento en el que escuchemos música será uno más que nos dirá que seguimos vivos, cuando ya no oigamos nada, ahí llegará la preocupación.

Como siempre: texto magnífico.

Besos.

Perlita dijo...

Lo dices tan rebién, que cierro los ojos y me veo escuchando la trompeta de Maurice a sus piés...
Desde luego, no hay nada como un buen escenario, un buen entorno, una buena compañia y todo ello, coronado por una buena música...
Desde la musical Valencia, un abrazo, amigo.

la cocina de frabisa dijo...

Una foto estética pero que sin el relato que la acompaña, no me diría nada. La narración me ha transportado al lugar de los hechos. Muy buena.
Besos

Belén dijo...

Hay conciertos que se te quedan clavados en el cerebro y los recuerdas con la emoción en la piel, y si es de música clásica ya.. bufff

Besicos

Anónimo dijo...

Tenemos momentos en nuestras vidas en qué se nos quedan cosas grabadas,por una imagen , un olor,una cancion..qué al volver a escucharla nos transporta a ese momento vivido con intensidad.Yo recuerdo muy especialmente la banda sonora de "Los Puentes De Madison".M.T.

Lyra06 dijo...

Sé que no tiene nada que ver pero me ha recordado al espectáculo de luz y sonido que vi en Futuroscope en el viaje a Francia... Fue una sensación parecida, aunque no tan perfecta. Fantástico relato. Un beso!

Sibyla dijo...

Sí, la música puede transportarte, y llevarte a un éxtasis!

Bendita música!
Un abrazo:)

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