Habían quedado para después de que la procesión finalizase. Se reconocerían por un distintivo especial concebido para la ocasión. Aquella noche darían por fin rienda suelta a sus deseos, largo tiempo postergados. Se habían soñado día a día, cada uno según sus ilusiones. Una semana antes habían contactado en un espacio de chat como tantos otros, y se habían fascinado mutuamente con el poder hipnótico más penetrante, el de la palabra. Los dos coincidían en que habían sido demasiados días postergando lo inevitable, pero su inexperiencia, su juventud y sus demasiadas dudas sobre lo correcto habían dilatado el momento de conocerse. Habían quedado para el final de la procesión, pero a mitad del recorrido, en el descanso frente a la catedral, reconocieron la enseña en el otro, y se besaron sin pensarlo. Fue un beso tímido, sin contacto directo de los labios, a través del capirote blanco, pero largo y dulce. No se dijeron nada. Sólo había que sentir la respiración y la mirada del otro, y eso fue lo que hicieron. Que el chico más alto creyera que estaba besando a otro chico, en vez de a la hermana de éste, que fue quien acudió a la cita y con quien en realidad había estado hablando, es cosa digna de relatar en otra ocasión. Pero ese día la Procesión del Encuentro cobró para ambos, por unos instantes, una dimensión verdaderamente celestial.
jueves, 20 de marzo de 2008
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2 comentarios:
La foto muy contextual, me ha encantado por lo oportuna a los días que acabámos de vivir. El relato con esa mezcla de lo tradicional con las nuevas tecnológia demostrando una vez más que ante los sentimientos no existen modas, me ha rechiflado. Enhorabuena. Besitos
¡Me rechifla! La foto, la historia, el equívoco... ¡todo!
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