viernes, 7 de marzo de 2008

Alto en el camino


Al llegar a la ciudad, el maestro y su discípulo se detuvieron unas horas a reponer fuerzas y a admirar el empuje de la piedra elevándose hacia lo alto de aquella forma tan imponente. Todo lo que veían era nuevo para ellos. Todo lo que sus ojos contemplaban era una nueva maravilla que contemplar, admirar; o dibujar. Porque aquel anciano tocaba la flauta, pero sobre todo dibujaba. Su discípulo le miraba atento cómo iba plasmando, a lo largo de la ruta que venían siguiendo, tantos y tantos momentos, edificios, lugares, rostros. En aquel momento, ante la esbelta fachada, el anciano dibujaba las vidrieras, imaginando cómo sería su color por dentro, pero el chico se percató de que al poco que las pintaba, desaparecían del papel, y que de nuevo las manos del viejo comenzaban a dibujar sobre el blanco inmaculado de aquella hoja. Así estuvieron casi una hora: uno, dibujando, otro, observando y aprendiendo, ocultando con silencio todo su asombro. Hasta que le dio por mirar al suelo. A sus pies se encontraban, afiligranados, los múltiples tonos de las vidrieras que el maestro había ido trazando. Se agachó y tocó aquellos colores de papel, hilados por la capacidad compositiva de quien lo ha visto todo, y puede condensarlo en pocos trazos. Los acariciaba, pero mientras lo hacía, lo que sintieron sus dedos no fueron serpentinas de papel, sino el tacto frío de las antiguas celdillas de vidrio, que, al contacto, llenaron de color su joven corazón.

3 comentarios:

Belén dijo...

Cuando el arte te toca, es cuando te sientes vivo, o al menos uno de los momentos en los que mas vivo te sientes...

Besicos

la cocina de frabisa dijo...

Me encanta esta foto, me gusta la composición, el blanco y negro, el color de las filigranas de papel. Los protagonistas tienen un puntazo por construir una imagen poco frecuente. El anciano con esa barba blanquecina y el chico observándolo es total. El relato descansa mi imaginación y me ofrece una historia metafórica y entrañable. Muy buena entrada. Un beso

Sibyla dijo...

Siempre me fascinaron las vidrieras,
desde niña me encantab ver la luz a través de ellas.

Me gustaría ser el discípulo de un maestro de vitrales!

Besos:)

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