martes, 15 de abril de 2008

Rencores rebañegos


El viento era de los que comenzó siendo molesto, pero al final salpicaba más arena de la que las pieles veraniegas pueden soportar. La playa se fue despoblando de gente, pero siempre hay personas irreductibles, sobre todo con el maravilloso sol que lucía. Quienes quedaron los úlitmos eran lugareños residentes; los turistas habían ahuecado en cuanto la sensación desagradable se prolongó mucho rato. Poco a poco, los grupos se fueron acercando a la escollera más protegida. Poco a poco, la gente estaba más próxima entre sí. Poco a poco, las miradas se fueron haciendo más agrias. Poco a poco, los silencios arreciaron para evitar que los demás escucharan las conversaciones: en las localidades pequeñas, los odios se hacen notar sin disimulos. El temporal prosiguió sin desmayo, y pronto aquello fue pasto de los silbidos del viento, que azotaba sin piedad el arenal y batía los flecos de las sombrillas. La protección que ofrecía el acantilado y la subida progresiva de la marea reducían el espacio, pero nadie cedía. Allí estaban todos juntos, pegados, mirándose de soslayo, callados como muertos, aguardando que el vecino se marchara, y atribuirse de tal modo un triunfo personal. Las sombras prosiguieron su avance, pero el nordeste no cedió ni un ápice su intensidad. Llegó la noche, y nadie se levantó. El cronista que esto refiere se marchó antes a dormir, y no alcanzó a ver cómo acabó la historia. Pero a la mañana siguiente, los sangrientos sucesos acaecidos aquella noche en la playa fueron noticia que dio mucho que comentar en el pueblo, en la provincia y en dos noticiarios de alcance nacional.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues sí el cronista eras tú, no debiste irte a dormir sino qué tenias qué estar allí a pie firme para ver acabar la historia y podernos contar la segunda parte así, la noticia, en primicia y fresquita seria tuya.

La colección de sombrillas muy bonita por cierto.M.T:

Ana Vázquez dijo...

Pues al cronista dadle un café para la próxima...entre sucesos tan extraños y tantas sombrillas fijo que era difícil adivinar quién fue el culpable.

Un beso.

Perlita dijo...

Amigo Eduardo:
Me encanta la fotografía tan colorista que nos presentas y me gusta como cuentas las cosas, ahora, esta crónica. Debo estar"cortita" de entendederas porque no sé cómo pudieron acabar los frustrados bañistas si la sangre hizo acto de presencia. Por lo menos esos dos noticiarios, podían aclarar si es que se mordieron unos a otros o un tiburón hambriento saltó a la arena...Como intriga, vale, pero mal por el cronista: Se tenía que haber quedado el último...

Mármara dijo...

Has plasmado a la perfección la tensión, la violencia, el drama, y, sin embargo, no he podido por menos que sonreír rememorando situaciones parecidas en la que, afortunadamente, la sangre no llegó al mar.

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