Haciendo acopio del último valor de que disponía, la madre decidió salir de la casa, y dirigirse al malecón. Allí estaba a punto de partir un carguero con destino lejano, del que ella no había oído hablar. En él viajaría su hijo, su único hijo, y en su mente sólo retumbaba la idea de si lo volvería a ver. "Estaré aquí antes de un año, ya lo verás, madre", le había dicho por la noche. Ella no había respondido. Se había tragado las lágrimas después de haberle deseado felices sueños, como había hecho desde que era pequeño. No le respondió, porque ella sabía cómo iba suceder todo a partir de entonces, lo había ido sabiendo a golpe de intuición, mientras conversaba con su hijo a lo largo de las últimas semanas, cuando le comunicó que se marchaba, y que nadie le impediría irse. El hijo también sabía lo que iba a suceder, pero a él estaba reservado el papel protagonista y éstos no son proclives a la reflexión, sino a la acción. A lo largo del año siguiente tras su marcha, las dos posturas se dejarían traslucir sin ataduras. Uno de los dos llevaría razón. Pero uno de los dos no llegaría a saber el desenlace final de dicha historia.
miércoles, 16 de abril de 2008
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6 comentarios:
Ais que maravilla las madres, les puedes romper el alma que ellas estarán tan frescas, despidiendose por su hijo :)
Besicos
Esa escultura es impresionante, tiene una fuerza desagarradora.
Es inevitable que cuando la veo me recuerde a tantas madres que en los años 50 tuvieron que despedir a sus hijos que embarcaban rumbo a América. Por supuesto que en aquella época no era fácil que se produjera un pronto regreso y en muchísimas ocasiones, no se volvían a ver.
Imaginar por un momento lo que debe de suponer despedir a un hijo de aproximadamente 20 años (la emigración se producía en torno a esa a edad), pensando en no verlo nunca más, nos hace entender el desgarro del rostro de esta madre representada por la escultura.
Muy buen post.
Bss
Es un relato precioso,pero triste porqué triste es despesdirse de alguien intuyendo o sabiendo ya con certeza qué no lo volverás a ver y mucho peor, si se trata de tu hijo qué es parte tuya.
Hace pensar :Es qué esa madre sabe de su mal incurable y cuando su hijo regrese ella no estará?
El muchacho qué lleva una maleta cargada de ilusiones piensa en volver y ofrecerle a esa madre una vida mas facil y cómoda y se hunde con ese carguero?
La foto es preciosa destaca en la imagen su extrema delgadez ,sus ojos tristes y hasta las lineas de su mano.M.T.
OYESSS a este paso con tus relatos haciendonos pensar ya voy a escribir yo támbien.
Una madre siempre sabe...
Felicidades por esta presentación, Eduardo. La cara de esa escultura con ese gesto tan cargado de tristeza es conmovedora y el pie que le has hecho, magistral, sinceramente.
No puede ser más desgarrador ese adios y encima, sin adivinarse un desenlace lo que aún es más penoso...Enhorabuena.
Lo que son las cosas, no me había fijado, hasta ahora, en la expresión de ese rostro. Impresiona.
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