Cuando uno se cruza con la gente, y ésta se comporta con naturalidad o con afectación (esto es igual), se pueden observar momentos, gestos, acciones muy sorprendentes. La sorpresa será todavía mayor en quienes no están acostumbrados no ya a ver, sino simplemente a mirar, que es todo un arte, como ya muchos sabrán. Pues bien, cuando uno se cruza con imágenes como éstas, a uno le asaltan (tal vez por la práctica, tal vez por la propia deformación personal, tal vez por disfunciones mentales diversas) diversas posibilidades para explicarla, hilvanarla, construirla en mi interior.
- La niña se mea, obviamente, y se contonea en un intento de domeñar la biología, obturando orificio natural de salida.
- La nena baila uno de los cuatro famosos pasos de baile que el Chikilicuatre ha popularizado hasta el hastío.
- La chiquilla quiere llamar la atención como sea, y no contenta con haberse manchado el precioso pantalón blanco, adopta posturas de lo más atípicas en un paseo marítimo una tarde de domingo.
- A la niña le pica una pierna, y en vez de agacharse y hacerlo con la mano, prefiere rascarse con el empeine de la pierna contraria.
- La nena, tras haber pisado adrede a su abuela, a quien maltrata de palabra y obra, quiere experimentar en propia carne lo que se siente al hacer lo propio consigo misma
- La chiquilla, animada por el fotógrafo, ofrece una pose que la inmortalice para siempre, dado que ¡al fin!, alguien la toma en serio en sus aspiraciones de modelo.
- La niña tropieza en alguna de las múltiples baldosas levantadas del paseo, y la posición en que la capta el objetivo no le favorece el atractivo, pero sí la oportunidad del gesto distinto.
- O, simplemente, tanto la cámara como la cría coinciden en un punto y lugar del universo, y por azar, una dispara y la otra es captada del mismo modo a como lo habría sido una anciana, un motorista o un marsupilami haciendo equilibrios en una farola.