viernes, 8 de febrero de 2008

Por aguardar la eternidad


Al principio, el Maestro le dijo que se humillara, que lo adorara, que lo tuviera siempre presente en sus pensamientos, que la vida que le esperaba compensaría todos los sacrificios, todas las carencias. Después, le dijo que se prosternara a sus pies, que confiara todos sus instintos a su benevolencia, que él proveería. Más adelante, le impuso el designio de la postura más animal, que le reconciliaría con el universo, que hiciera de la inmovilidad una redención de todo su pasado vergonzoso e impío. Nunca más volvió a oír sus palabras. El cumplió sus prescripciones al pie de la letra, hasta sus últimas consecuencias y fue tomado como ejemplo durante generaciones. Hasta nuestros días, en que el paso del tiempo ha borrado todo designio, toda vida prometida, toda huella posible, y ya nadie sabe quién fue, o qué representa, o por qué está allí o, simplemente, qué es.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que me toca hacer el primer comentario; con lo cual no cabe la posibilidad de que otras interpretaciones pudieran “condicionarme” en modo alguno.
Creo que la fe ilimitada, el pacto con el Maestro le hizo terminar doblegándose, en ese afán que tiene el ser humano por perpetuarse.
Día a día espero tus fotos con curiosidad, pero te confieso que los textos son lo que más me motiva a merodear por tu bitácora.

la cocina de frabisa dijo...

Qué casualidad, he visto esa escultura y ya en ese momento me impactó. La fotografía tiene una armonía cromática importante, el estar sobre la hierba tan verde concede agrado a la retina a pesar de lo dramático de la imagen. Del perfecto encuadre ya no voy a comentar porque es habitual en tus fotos. El relato se me hizo creíble, el engaño materializado por una mente noble, ingenua que creyó que su maestro jamás faltaría a su palabra. Lástima que llevara su creencia hasta sus últimas consecuencias, pero la confianza ciega tiene a veces costes similares.

Eduardo Arias dijo...

Sea por los textos, sea por las fotos, tus visitas y tu prosa son siempre bienvenidas, anónimo/a recurrente.

Y, sí, Frabisa, seguro que la has visto alguna vez si has visitado Santillana del Mar, en Cantabria. Aunque seguro que la recordarás del color del hierro oxidado y entre otras muestras del arte escultórico de ese museo tan maravilloso que hay al lado de la colegiata. Esta es un poco más pálida; pero, claro, el paso del tiempo es lo que tiene.
Gracias por tu fidelidad diaria. Y enhorabuena por tu bitácora, recientemente premiada.

Anónimo dijo...

Esta vez si me ciño más al texto qué a la foto incluso con cabreo quizás yo sea demasiado temperamental.Alguien qué se humilla así qué cree a ojos ciegos y confia en su Maestro no se merece ser tan insignificante a sus ojos y a sus oidos.Nunca fué escuchado ni pudo abrir su corazón qué triste,no sabe ese todopoderoso Maestro qué el también tiene sus miserias y qué cualquier persona por insignificante qué sea le puede aportar humanidad,humildad y sabiduria.Comparto lo qué te dicen eres un fenómeno me encantan tus fotos y textos.M.T.

Lua dijo...

Hola ,que tal ?
Gracias por pasarte por mi blog ,algunas imagenes son mias ,esta concretamente si ,me fascina la fotografia ,creo que soy una fotografa frustrada .
Besitos y vuelve cuando quieras .

Lyra06 dijo...

Lo siento pero tengo que decir que el texto me ha recordado al Opus Dei. Debe ser tanto leer obras en plan Codigo Da Vinci. La escultura un tanto macabra...

nieve dijo...

Hola Eduardo, he llegado a tu blog a través de Lu (las cosas de lua) y me ha encantado la imágen y el texto. No se si porque soy muy dada a buscar "abanicos" de posibilidades, pero se me ocurren dos:

Una, es una cuestión de confianza a pesar de que todo a tu alrededor parezca conspirar en contra de ti.

Dos, la sumisión nunca es buena. No hay maestros absolutos. La vida es la gran maestra, la que va enseñándonos y ayudándonos a intentar ser un poquito más sabios de cada vez.

En fin, quizá un viernes, a estas horas de la tarde, no sea buena idea ponerse a buscar posibilidades.

Un saludo

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