jueves, 14 de febrero de 2008

La casita linda


A la casita linda llegaron los dos hermanos, exhaustos y con hambre. El uno, preguntaba sin parar y no dejaba de moverse; la otra husmeaba el ambiente intentando ventear algún posible peligro. Los dos eran ávidos lectores de cuentos, y se imaginaban que dentro habría seres extraordinarios. Ella, brujas crueles y ogros enormes, monstruos horribles y vampiros inmortales. Él, caballitos voladores y gnomos dulces, mayordomos de caramelo y hadas luminosas. Sin embargo, ambos dudaron si deberían entrar. Dudaron también sobre si asomarse a las ventanas sería una buena idea. Al final, e instantes antes de que se echaran a temblar por la emoción, la voz tonante de su madre, instándoles a entrar y a lavarse las manos para la cena, los dejó paralizados y sin capacidad de reacción. Lo que les hizo reaccionar por completo, fueron las manazas del padre, que pellizcando sendas orejas logró arrancarlos de su mutismo y hacerlos ingresar en el delicioso porche de la casita linda.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tantos recuerdos entrañables almacenados en la memoria y de pronto… un olor, un objeto, un cuento; nos retorna a esos años de risas y juegos compartidos con hermanos.
Y por unos minutos, segundos tal vez… lo disfrutamos tanto como entonces y podemos volver a ser completamente felices.
Gracias por esa historia tan linda

Anónimo dijo...

Como no?Viendo esa preciosa casita te transporta a un mundo de cuento y fantasia donde quieres sentirte niño y disfrutar como un enano corriendo entre árboles cazando mariposas y soñando con esas hadas y gnomos qué habitan los bosques. ¡AY!ese padre qué nos despierta de golpe al igual qué la propia vida y nos hace ver la realidad.Creo qué deberiamos conservar un poco de nuestra inocencia.M.T.

la cocina de frabisa dijo...

Me encantan las casas, será porque viví mi niñez y mi adolescencia en una. Cuando viajo siempre voy mirando unas y otras, escojo la que me gustaría habitar y vivo con la ilusión de que en algún momento, venderé mi piso para comprarme una. Una casa de sueños e ilusiones, una casa de cuento, mí cuento, una casa que bien podría albergar miles de historias con que dormirme por la noche. Una casa que bien podría ser la de la fotografía. Un beso.

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