lunes, 23 de enero de 2017

¿EL HORROR PUEDE GENERAR BELLEZA?


Un símbolo religioso que no comparto en lo más mínimo. También, exponente faraónico y propagandístico del horror de la guerra, de la destrucción sistemática del vencido, de la humillación continuada hacia el adversario, del sufrimiento (añadido) posterior a la derrota. Una muestra más de la maldad humana elevada al rango monumental, por la vía aparentemente artística. 

Y, aun con todo, yo soy capaz de encontrarle belleza en algún sitio. Digo que yo se la encuentro. No que los demás deban compartir que esta imagen muestra alguna belleza. Me obstino en hallarla incluso donde menos pueda adivinarse. Y si no la hay, puedo llegar a crearla por mi cuenta. Por otro lado, yo también soy capaz -todavía- de disociar belleza y contexto social y político. Si no lo fuera, ¿cuánto Arte podría paladear o cuánta belleza humana cabría apreciar en nuestro entorno?

Cruz del Valle de los Caídos (Madrid, España)
Enero, 2006 ----- Nikon d100

domingo, 22 de enero de 2017

LO QUE NOS DEPARARÁ EL FUTURO PRÓXIMO

Siempre estamos venteando el futuro, pero como todo transcurre cada vez con mayor velocidad, encontramos con mayor frecuencia reportajes como el que me acaba de suscitar estas líneas, intentando prefigurar lo que de interesante nos deparará la ciencia y la tecnología en los próximos años. Luego, fallarán estrepitosamente. Porque a ver quién pudo prever la explosión que la internet y el móvil iban a desarrollar sociológica y económicamente a nivel planetario. Pero el caso es que a la gente le gusta especular -con los datos actuales- sobre los logros del futuro que están al caer. Es tarea vana, ya digo, pero... Según un reportaje reciente del suplemento Magazine, serían los ocho que siguen; los enumero en lista, con algún apunte tan sólo.
  1. Reescritura y manipulación genética, tanto a nivel animal, como botánico, como ¡humano!
  2. Un ramillete impresionante de nuevos materiales, de los que destaca como más llamativo el grafeno
  3. Nuevas formas de gobernación de masas cada vez más desencantadas con las democracias liberales (aquí no se apuntan previsiones, curiosamente)
  4. Cambio en el concepto de ordenadores, que dejarían de ser sólo herramientas poderosas, para llegar a ser entes que aprendieran y reaccionaran de un modo “cuasi” humano
  5. Disposición de cada vez más energías alternativas renovables en la búsqueda de la ansiada fusión nuclear, con el agua de mar como combustible inagotable
  6. La aceleración de los estudios de biología molecular que intenten controlar las inevitables nuevas infecciones bacteriológicas y víricas
  7. Cultivos que precisen muy poca agua, logrando que ésta sea controlada técnicamente de forma que no se pierda apenas nada en el proceso
  8. La colonización del planeta rojo, referente mítico de los humanos, que siempre vieron en él la alternativa más viable a una Tierra decadente
Y a mí todo esto me parece divino y maravilloso y estupendo y genial. Pero mientras no me prometan la teletransportación universal y sin condiciones, por un lado; y por otro, nanoimplantes cerebrales con todo lo que es preciso saber a nivel técnico o enciclopédico (de inserción sencillísima e indolora), a mí, la verdad, el futuro ese que anuncian, me dice “ven”, pero no lo dejo todo. Y prefiero ir consumiendo día a día la dosis habitual de asombro que cada jornada depare e intentar asimilar la velocidad de los cambios con la de mi organismo, personalidad y estado mental, que no es poco (de momento).

sábado, 21 de enero de 2017

ASTURIAS ¿PARAÍSO NATURAL?


En apariencia, no hay nadie en las orillas del lago de la Ercina, en los Picos de Europa, en su vertiente asturiana. Sólo el agua con su reflejo azulado, la roca caliza circundándolo todo de gris cerúleo y el verde de la hierba que aún resiste la inclemencia de las alturas. Y, sin embargo, ese día los Lagos de Covadonga estaban repletos de visitantes (seamos genéricamente clementes con el apelativo). De hecho, fue noticia de periódicos tanto el excepcional buen tiempo, como el colapso circulatorio de la carretera que asciende a esa maravilla natural que aún permanece para ser apreciada por quien hasta allí ascienda. Así que, en apariencia, no hay nadie. Y en la imagen no hay nadie. ¿Magia? No. Sólo paciencia, reencuadre y un rato con el Photoshop. Todo, para que Asturias siga pareciendo eso: un paraíso natural.

Lago de la Ercina, Picos de Europa (Asturias, España)
Octubre, 2016 ----- Nikon, d500

viernes, 20 de enero de 2017

HITOS DE MI ESCALERA (12)

Como todo lo que comienza ha de acabar, así terminé yo mi preparación primaria en la EGB. El curso 8º tocaba a su fin, y las perspectivas se planteaban halagüeñas. Mis notas iban viento en popa, y todo apuntaba a que la media de mi expediente no bajaría del notable, como así acabó siendo. Es verdad que los tiempos sobresaliente de media habían quedado atrás (4º y 5º “tan sólo”), pero me encontraba siempre en el cajón del podio, o muy cerquita, que era de lo que se trataba. Y en éstas, y recién cumplidos los 13 años en mayo, terminé el curso como estaba previsto y con las calificaciones adecuadas. Pero yo no habría de coger mis merecidas vacaciones tan rápidamente, ni tan tranquilo como habría supuesto en mi ingenuidad. Un par de episodios anublaron lo que debería haber sido un motivo de celebración.

A un mes escaso de terminar mi enseñanza primaria sufrí la última agresión de un profesor a mi persona. Y refiero esto para que también se sepa que, además de flores, también hay algo de fango en mi historia, como en la de cualquiera. Impartía matemáticas ¡cómo no!, y era uno de los más respetados docentes de mi escuela. Siempre fui uno de sus alumnos dilectos, no sé si por lo pequeño, si por mi atención constante, si por mis contestaciones sorprendentes. Pero eso no le hacía olvidar que yo debía aprender matemáticas. Y a esas alturas, los números y yo ya nos llevábamos mal. No tanto como sucedería poco después en el BUP, pero ya las cosas renqueaban sin remedio. Y, como digo, a un mes escaso de terminar mi andadura en las aulas del Colegio Antonio González de Lama, don Esteban tiró de mi patilla izquierda hacia arriba con evidente intención de que me percatara no sólo de que había hecho algo mal, sino de que los favoritismos con él no iban reñidos con la justicia. Y, sí, un problema mal resuelto, de “esos que se los come usted con Nocilla”, fue la causa del episodio. Bien es verdad que cuando este hombre agredía -en aquélla lo hacían casi todos- jamás se regodeaba; era su modo de decir: “espabila, o la siguiente…”. Jamás le guardé rencor por ello, aunque me costó revitalizar mi orgullo y asimilar las risitas de quienes se alegran de los males ajenos, en vez de procurarse ellos algunos bienes a sí mismos. Pero nunca me traumatizó ninguna de sus justas reprimendas, fueran o no acompañadas de algún capón (su toque preferido). Todavía hoy, ancianísimo ya, le saludo cuando le veo en León, pues vive al lado de mis padres, aunque él ya no me reconoce.

El otro episodio fue mucho más grave y tuvo que ver con una acción de mi padre, ante la flagrante injusticia que se quería cometer conmigo. Como ya he dejado escrito, a mí se me adelantó un curso al comienzo de la EGB. Al no repetir ningún curso, y encima sacar buenas notas, me planté acabando 8º con 13 años, edad con la que iba a iniciar mis estudios de secundaria en el instituto. Pero pareció que había un problema. La edad mínima reglamentaria era de 14 años, y yo no los tenía. Con lo que a la infausta directora, la ya mencionada “Taconines”, no se le ocurrió otra cosa que decidir que no pasaba al BUP, y que debía repetir curso, porque la legalidad vigente... etc, etc. Pero tamaña injusticia no debía ser tolerada. Nunca había yo visto a mi padre hecho un basilisco por causas académicas (él era más de laissez faire, laissez passer; sobre todo, passer), hasta el punto de que fue al colegio, pidió audiencia, y delante de mí soltó por esa boca suya -tan parca otras veces- de todo, y mucho más. Gritó, gesticuló y espumarajó -valga el palabro-, y soltó todo lo que debía soltar. Al final, amenazó con no sé qué hechos delictivos que no recuerdo bien, ni él quiere hoy refrescar. Yo estaba totalmente acoquinado, y no sabía el efecto que produciría aquella entrevista en el ánimo de la directora, pero a los pocos días se nos notificó que se me había concedido el título de Graduado Escolar, con la calificación de “Notable”, con lo que quedaba expedita la vía para el ingreso en el Instituto. Pero la cosa no resultó ni mucho menos sencilla, como se verá en el siguiente suelto de estos “Hitos”.

jueves, 19 de enero de 2017

IMPERATIVO NEGATIVO




¿Qué es lo que no has de ser? ¿Quién te lo impone? ¿Por qué lo demanda? ¿Le harás caso o tendrás criterio propio? ¿Podrás abanderar unos valores, una ética, un comportamiento, que sean enteramente tuyos? ¿Te someterás a su dictado agazapado tras los puntos suspensivos? ¿Seguirás tu senda o te echarás a digerir la exigencia impuesta? ¿Aceptarás el imperativo negativo u opondrás tu afirmación positiva a cambio?

Tenme al corriente, por favor. Me interesará saberlo para conocerte mejor y, luego, actuar en consecuencia. 

Bazar en Almería (Andalucía, España)
Marzo, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

miércoles, 18 de enero de 2017

LA CONDICIÓN DE "SOLO"

Hallo palabras en cualquier lado donde se puedan hallar. Un diccionario en versión informatizada también puede desplegar una ayuda inestimable. Coloco el ratón en el vocablo “soledad”, y pulso otra función que me ofrece al instante unas cuantas palabras que incluyen ese vocablo en su definición. Me doy de bruces con varias. Las anoto como una forma de ampliar matices a un tema cercano y estructural en mi esencia.

Desconversable: De genio áspero y desabrido; que huye de la conversación y trato de las gentes o que ama el retiro en la soledad.
Ermitaño: Persona que vive en soledad, como el monje, y que profesa vida solitaria.
Retraído: Que gusta de la soledad.
Robinsón: Hombre que ama la soledad y sin ayuda ajena llega a bastarse a sí mismo.
Soledoso: 1. Que vive en soledad. 2. Que siente nostalgia.
Solitario: 1. Solo, sin compañía. 2. Retirado, que ama la soledad o vive en ella.
Solo: 1. Dicho de personas, sin compañía. 2. Único en su especie.

Ante lo cual, la pregunta inevitable: ¿en qué apartados contemplo mi reflejo?

Pues yo diría que en todos, con la excepción de la primera parte de la definición de desconversable. Sin embargo, en ninguno de esos vocablos aparece la causalidad que origina la situación en sí. Es decir, que no se especifica si esa condición “solitaria” ha de conllevar voluntariedad o fatalidad. Ni tampoco los beneficios o inconvenientes que dicha situación alcance a procurar. Y ahí es donde echo de menos yo mayor claridad, porque por desgracia todo lo que tenga que ver con la soledad tiene mala  prensa, o un tono que llega incluso a lo peyorativo. Y aunque yo únicamente constato esos datos, cual notario del reino, he de manifestar mi total afecto por dichos conceptos que, en su esencia, tanto bien me proporcionan.

En el diario inédito Migas para el bosque; entrada de 5 de Mayo de 1998

martes, 17 de enero de 2017

LA ORIGINALIDAD, ALIMENTO IMPRESCINDIBLE


La originalidad no debe ser algo que nos obsesione, pero es algo sin lo que difícilmente una vida puede ser considerada humana en su más alto grado. No debemos buscarla de continuo, pero sin ella, sentimos que carecemos de algo que sin saber qué es, su falta nos atenaza y nos agobia en grado extremo. Solemos criticar que nuestras vidas son el ejemplo perfecto de rutina, cuando no de monotonía paralizante, pero no nos percatamos de que con pequeños gestos, que acaso no sean del todo originales, pero sí distintos a lo que hacemos todos los días, tal vez podríamos contribuir a que ese día pasase a ser algo diferente, e incluso memorable. Veamos un ejemplo.

Una excursión por la costa de Llanes en autocaravana. Él conduce (entre otras cosas). Ella cocina (entre otras cosas). Los dos fotografían. Por lo común lo cocinado es fotografiado en el interior, en condiciones de luz suaves y con fondos que no perturben los manjares correspondientes. De súbíto, una sensación común: “me apetece una tortilla de patatas”, “a mí también”. Idea sugerente de ella: “pero podría hacerla rellena de morcilla, que me traje a última hora”. Sorpresa de él: “¿morcilla?”. Reafirmación de ella: “claro, ¿por qué no?; seguro que combinan bien”. Aceptación de él. Al término de su elaboración, y con los aromas penetrando hasta el último rincón del reducido espacio caravanero, queda la cuestión de la foto. Idea sugerente de él: “¿y si en vez de hacerla dentro, la hacemos con el magnífico paisaje de fuera?”. Rápida aceptación de ella. El resultado queda ahí arriba. Desde entonces, la deliciosa tortilla rellena de morcilla quedó asociada a ese sábado nublado en la playa de Barro, a esa foto inhabitual, y a la satisfacción de que ese día no fue uno más, sino algo distinto, memorable.

Playa de Barro, Llanes (Asturias, España)

Octubre, 2016 ----- Nikon, d300

lunes, 16 de enero de 2017

MI PALABRERÍO CANALLA (14)

ARREPENTIMIENTO: Sensación que se experimenta cuando, tras haber dado rienda suelta a los sentidos y al deseo, la moral nos agua la fiesta, planteando los pros y los contras de la misma; los poquísimos pros y los muchísimos contras, se entiende.
ARRIENDO: Cesión pactada del uso de algo propio a otra persona, a cambio del permiso para poder dominar, gritar y exigir de vez en cuando algo más que la cantidad de dinero estipulada.
ARRIESGAR: Apostar contra la hidra de la monotonía, aun a sabiendas de que dispone de siete cabezas y nosotros sólo de una (e insuficientemente aprovechada), y que las posibilidades de que ganemos son inciertas; pero, claro, eso es precisamente lo que es arriesgar. El premio a conseguir merece las más de las veces dicha jugada. Cuando el premio encima es irrisorio, no se habla de riesgo, se habla de estupidez, o de temeridad (v.).
ARROGANCIA: Altanería de quienes menos altura presentan como credencial a la hora de ser comparados objetivamente; suelen ofrecer a quienes los contemplan una relación inversamente proporcional a la aparentada o escenificada.
ARSÉNICO: Poderosa sustancia blanca que se ha utilizado durante mucho tiempo para aclarar dudas, como argumento convincente irrefutable, como liberador de problemas de amplio espectro y como ingrediente de relatos policiacos o de novelas realistas de palabrerío sobrio.
ARTE: Pretensión, meta, imitación, habilidad, negocio, búsqueda, subjetividad, impostura. Y no prosigo, porque me conozco.
ARTISTA: Persona ambiciosa y con los sentidos y la percepción por lo común muy alterados, que adolece del vicio más común del mundo, es decir, el de creerse diferente, pero que, asombrosamente, suele serlo y tener la desfachatez de hacer pública ostentación de su creencia. Lo cual sólo le es perdonado de manera tardía, con frecuencia tras su deceso, anticipado o no.
ASESINATO: Una de las bellas artes que, como todas, es más bella durante el aprendizaje de la teoría que en su aplicación práctica, dado que la mayoría de los ejecutantes no suelen tener vocación ni dotes artísticas, sino que lo aplican por motivos crematísticos o sentimentales, lo cual, claro, lo acaba reduciendo todo a un prosaísmo intolerable, razón por la cual hoy es poco apreciado y sujeto a gravámenes carcelarios de diversa duración.
ASESINO: Se aplica vulgarmente a todo sujeto que mata a otro (o a varios) a sabiendas y con algún fin. Pero los verdaderos asesinos son aquellos que lo planifican, lo ejecutan y lo recuerdan (o lo transcriben) con una pretensión de filigrana perfeccionista o artística, carente por completo de fines meramente cotidianos o rastreros. Los que carezcan de semejantes credenciales no son más que meros homicidas, puros artesanos del óbito violento, trabajadores especializados, sin más.
ASIRIOS: Pertenecientes a uno de los pueblos más sanguinarios a la par que cultos que hubo en la antigüedad. Durante unos pocos siglos del I mil. a. C. fueron superiores, y supieron lograr que los demás también se enterasen de ello, gracias a su cruel dominio militar. Cuando fueron conscientes de su inferioridad, tuvieron el coraje de desaparecer combatiendo, para acabar antes. Con un par.

Del libro inédito Palabrerío canalla, 1999

domingo, 15 de enero de 2017

DESCONSUELO


Desde que conozco la existencia de esta escultura, la palabra “desconsuelo” va asociada a ella. Ignoro las causas. Tal vez sea el impacto que ese cuerpo femenino desnudo provoca en la mirada asociado a algo tan poco erótico. Quizá que en un momento determinado de nuestro devenir, las palabras se adhieren de forma visual, táctil y hasta olfativamente a algunas materias concretas, máxime si, como en este caso, dicha materia ha sido moldeada de manera tan precisa, tan asociativa a un estado de ánimo que se vuelve real, a poco que pensemos en ello.

Se encuentra en los jardines de la Ciutadella de Barcelona, y ahora, tras unos años en los que el abandono parecía presidir la zona, vuelve a destacar imponente, en el estanque que se halla frente al Parlamento de Cataluña. No quiero sacar connotaciones políticas fáciles. Me centro en la escultura, que cada vez que la veo sabe sustraerme un buen cuarto de hora en diálogo permanente con ella desde todos los ángulos, buscando la incidencia de la luz, la ausencia de otros visitantes, la información mejor encuadrada. También, dialogando con ella. Preguntándole por qué, aun siendo una copia (el original se halla conservado en el MNAC), es tan intensa su presencia; por qué su autor eligió un cuerpo como el suyo para simbolizar una de las sensaciones más tristes que le quepa experimentar a un ser humano. Le pregunto también si se cansa de mantener siempre la misma postura, si la lasitud de sus miembros le impide aprovechar la lozanía de sus formas. Le pregunto. Nunca me contesta, claro. O lo hago yo por ella. Y, así, por una buena temporada, quedamos visitados y relacionados de nuevo. Yo, hechizado de nuevo por la aparente timidez de ese mármol silente. Ella, contenta por mi visita, sabedora de que, como todo amante que no ha solventado todas sus preguntas, volveré tarde o temprano a planteárselas de nuevo.

“Desconsuelo”, escultura de Josep Llimona, 1903, Barcelona, Cataluña, España
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

sábado, 14 de enero de 2017

CUATRO MIL FOTOGRAFÍAS

Antes de Navidades tuvo lugar una efeméride de carácter estadístico, que sólo a mí atañe, pero que tengo interés en publicitar, pues comentaré algo al respecto. El dato concreto y seco es éste: en mi galería de Flickr llegué a mi fotografía 4.000. Es decir que desde 2007, que fue cuando me uní a esta macroplataforma de imágenes, hasta ahora, unos nueve años y pico después, he colgado esa cantidad de fotografías. Con la paciencia y la constancia que me son propias, con la regular irregularidad que caracteriza a este tipo de proyectos. Pero, sí. Cuatro mil fotografías. Se dice (o se escribe) en un santiamén. Sin embargo, han sido necesarios todos esos días, todos esos meses, para que se pueda comentar el dato sin riesgo a mentir.

Evidentemente, cuando uno se mete en una empresa de este tipo, uno no se pone una meta con un número. Al menos, no en mi caso. Ese proyecto busca luchar contra mi tendencia habitual a la vagancia (y aunque esto haga reír a quien me conozca bien, es así, y sé muy bien de lo que hablo). Decía que uno no se ponía metas de número, pero sí de método. La idea era colgar dos fotos diarias e ir alternando en la medida de lo posible los diez temas fotográficos que me caracterizan. Pero enseguida se nota que el plan no ha resultado con la exactitud que uno lo definió hace años. Si se mira bien, salen unos 3.400 días, lo que habría supuesto casi 7.000 fotografías, de haber sido riguroso con la tarea (no entro en las causas por las que muchos días no llego a cumplir el plan: nos sacaría del tema ahora mismo). De modo que se comprueba con facilidad que una cosa es planificar, y otra cosechar.

Con todo, el número impresiona. Cuatro mil. Más de una foto diaria de media. Da para interpretaciones muy curiosas o truculentas. Un ejemplo: suponiendo que sólo un diez por ciento de ellas fueran imágenes realmente buenas, únicas, excepcionales, tendría 400 fotos que incorporar a un porfolio y poder pedir que me erigieran bustos y me concedieran galardones oficiales por los ayuntamientos de España y del orbe. Pero, no. No hay fotos sobresalientes en mi galería. No hay fotos “de autor”, cuya contemplación señalara automáticamente a su autor sin asomo alguno de duda. Mis fotos son buenas técnicamente. Son muy agradables visualmente. Son correctas tanto en su composición como en su edición. Pero no son fotos originales. No señalan a su autor como un creador neto, ni un revolucionario de la imagen, ni un pionero que abra caminos que otros desarrollarán. Hace quince o veinte años, afirmar esto me habría abocado a un gran disgusto, a una sincera desesperación. Hoy, no. Hoy sólo constato la evidencia. Será la madurez, supongo.

Y, sí, constato la evidencia negativa, pero también certifico la alegría que la actividad fotográfica instila en mi vida, las relaciones sociales que me ha posibilitado, la satisfacción de haber comprendido ciertas reglas que antes se me escapaban, el orgullo de comprobar la apreciable mejora de la calidad de mis obras, y, sobre todo, el incalculable beneficio que como motor de vida tiene este proyecto en mi existencia. Sin la fotografía, mi vida sería más pobre, más plana, más previsible, menos estimulante, y también -sí, por qué no decirlo- menos interesante a todos los niveles.


Las fiestas navideñas pospusieron la efeméride, pero hoy le pondré una vela a un pastel de milhojas, la encenderé, cerraré los ojos, pensaré un deseo que tenga que ver con ello, soplaré, sonreiré y luego me lo comeré con tranquilidad, mientras pienso en cuáles serán las dos fotos que pondré hoy.

viernes, 13 de enero de 2017

EL DETALLE SALVA EL TODO


De todos es conocido que mis artes mayores son la escultura y la arquitectura, acaso por ese orden. La pintura me gusta, pero pocas veces llega a emocionarme de tal forma que me proporcione un arrebato. Y yo, como heredero de los 80 que soy, me declaro heredero de Iván Zulueta en su concepto del arte (en su caso, el cine), como algo que te provoque un arrebato, una transubstanciación momentánea, que determine un antes y un después de haber contemplado dicha obra. Kafka apuntaba algo parecido cuando afirmaba que sólo deberíamos leer aquellos libros que nos abrieran la cabeza como lo haría un hacha. Son afirmaciones extremas, claro, y no podemos ser tan radicales a tiempo completo. Yo, no, al menos. Pero sí preciso cierta radicalidad de vez en cuando. Por eso, la pintura me gusta menos, porque me procura menos éxtasis que los que la arquitectura o la escultura me regalan a menudo, aun siendo obras menores, lo cual avala todavía más cuanto digo.

Sin embargo, en los últimos tiempos de omnipresencia del móvil, y aprovechando que también visito pinacotecas, quiera o no, he vislumbrado un modo en que la visita de las diferentes salas no me sea gravosa o tendente al aburrimiento. Me dedico a dejar pasear con libertad la mirada, hasta que un cuadro me llama la atención por algo. Y es justamente ese “algo”, que generalmente es un detalle pequeño del lienzo o de la tabla, lo que acabo fotografiando de la forma más interesante que me parece. Es decir, que a lo mejor la obra en su conjunto me parece plana, irrelevante, banal, mal iluminada, mal ejecutada o, tan sólo no es de mi agrado, pero... hay algo rescatable en ella, que es lo que intento captar con la ayuda de las tecnologías miniaturizadas de que hoy disponemos.

El ejemplo de hoy es un detalle mínimo de un lienzo en formato horizontal, mucho más ancho que alto (78x36), del que me interesó únicamente la violencia de la galopada y la disuelta pincelada que aparecía en su parte izquierda. Es la que aquí aparece. Ahí encontré toda la intensidad del humo, del polvo, del movimiento, del frenesí, que su autor (Salvador Sánchez Barbudo, un jerezano que no pisó nunca África) supo plasmar en 1900 con chorretones densos en toques parciales; aunque, eso sí, sin dejar el figurativismo nunca de lado, como si le diera miedo rendirse por completo a la vanguardia que venía del norte. Y yo, con esa muestra (y algunas más, confieso), ya di por bien aprovechada la entrada en el Museo Carmen Thyssen-Bornemisza de Málaga.

"La corrida de la pólvora" (detalle), Málaga, Andalucía, España
Enero, 2017 ----- iPhone 6 Plus

viernes, 6 de enero de 2017

DINÁMICA PARLAMENTARIA (MICRORRELATO)

Inaugurada la sesión, todo comenzó con un “tal vez”, pero de seguido alguien murmuró retador un “desde cuándo”. La oposición inició su andadura con una diatriba acerca de un porqué, unos quiénes y unos entonces. Nadie pronunció un “de acuerdo”, si bien se escuchó el silabeo de un “por supuesto”, que no prorrogó su existencia ante la irrupción de un interrogativo “entonces”. Había demasiados “o sea”, “sí, pero no”, “lo más seguro es que quién sabe” y una nutrida recua de apuntes propios de diputados originales. El asunto se prolongó todavía unos cuantos “hasta que” y varios "no sé yo", pero las adversativas sobrepujaron a las causales y las afirmativas por abrumadora mayoría, y todo terminó con gran prosopopeya mediante un rotundo acabóse, tras el cual comenzó el primero de una lista interminable de "y tú más".

Del libro inédito Micrólogos, 2012

jueves, 5 de enero de 2017

EL MUNDO ISLÁMICO MEDIEVAL ESPAÑOL (EN COMPARACIÓN CON EL CRISTIANO)


En el siglo X, la ciudad más poderosa de la Península Ibérica era Córdoba, que lideraba el califato homónimo. Superaba el medio millón de pobladores. En su imperio, las condiciones de vida, las costumbres higiénicas, las condiciones del abastecimiento y de todos los temas que tuvieran que ver con el agua, eran abrumadoramente superiores a cuantas pudiéramos observar en cualquiera de los reinos cristianos europeos, con la excepción del imperio bizantino, cuya capital, Constantinopla, era la única ciudad europea en superar a la capital del califato cordobés en medios y en población. Ejemplos prácticos: más de 70 bibliotecas, innumerables baños públicos, red de alcantarillado y suministro de agua en las principales ciudades, universidad, estudios de traducción del griego y del hebreo al árabe, intelectuales de la talla de Averroes, Maimónides, Ibn Massarra, etc.

En el siglo X, la ciudad más poblada de la Península Ibérica cristiana era León, capital de su reino homónimo. Rondaba los 10.000 habitantes. En ese reino, las condiciones de vida, sociales, costumbristas, higiénicas y de alimentación resultaban a cualquier visitante extraño abrumadoramente inferiores a cuantas pudiéramos observar en las mejores capitales del Islam (o de Bizancio). Los ejemplos prácticos los omito, por algo de vergüenza decorosa.

Se pueden sacar las oportunas conclusiones, si se dedica un poco a reflexionar sobre el asunto; tanto de lo que sucedía entonces, como la evolución posterior acaecida en ambos lados de la línea divisoria.

Patio de la Alberca en la Alcazaba de Málaga (Andalucía, España)
Enero, 2017 ----- Nikon d500

martes, 3 de enero de 2017

HITOS DE MI ESCALERA (11)

De mi etapa estudiantil, hubo algunos resultados que merecerían mención especial: alguna media de curso de sobresaliente, algún examen que quedaba por encima de los del resto, todo ello con el añadido de mi “adelantamiento” por edad, que me hacía ser siempre el más pequeño del aula, con todo lo que ello implica. Pero de todos esos momentos, el que más grabado me quedó fue haber sido seleccionado en primera instancia para el XV Concurso Nacional de Redacción de Coca-Cola. Corría el curso 1975-76.
Eso tenía lugar al final de la EGB. Entonces era un concurso con cierto prestigio, en una España bastante huérfana de todo cuanto supusiera cultura. Esa multinacional convocaba todos los años entre el alumnado de 8º un concurso al que se podía presentar cualquiera; de hecho, no nos presentábamos, porque era el profesor de Lengua quien nos encargaba una redacción, que se encargaba también después de entresacar la mena de la ganga de entre todos. De ese modo, se elegían a los que representarían a cada colegio o escuela. (La redacción versaría sobre uno de los temas que aquel cenizo profesor nos endilgaba de vez en cuando; pero debo confesar que no recuerdo sobre qué fue). Mi centro tenía asignadas tres plazas. Y una de ellas fue para mí. Los otros dos chicos se llamaban Saturnino y Luis Miguel; del segundo me acuerdo de su apellido, pero del primero no, que además fue la sorpresa del proceso, pues no constaba en el quinteto de cabeza, como sí ocurría en el caso de Luis y mío. Según recuerdo, no hubo dudas sobre quiénes deberían ser los ganadores del concurso que todos realizamos en una hora de clase. Los tres salimos de mi grupo. De los otros dos, nada. No sé si tendría que ver con quién les daba clase o les dejaba de dar. El caso es que quedamos un sábado lluvioso del mes de enero a la entrada de la escuela: la directora del centro y dos profesoras nos llevarían al instituto donde se celebraría. Que también viniera la “Taconines” (así la llamábamos por su baja estatura y sus zapatos siempre inmaculados) da una idea de la trascendencia del evento cada año.
El coche podía haber sido más pequeño, pero habría sido preciso buscarlo con detenimiento. Y dado el tamaño del utilitario, resultó que allí no cabíamos bien tres mujeres, dos preadolescentes y el niño que esto refiere. Pero doña Ángeles, una profesora muy bien plantada que daba clase a la sección de las niñas, dijo que abreviáramos, que el tiempo corría, y que a grandes males, grandes remedios. Dicho lo cual, se sentó en el asiento delantero derecho, y me dijo que me sentara sobre sus piernas. Yo era bajito de aquélla, lo cual no fue óbice para que fuera pegando con la cabeza en el techo durante todo el trayecto, lo que es muy probable que influyera en la cefalea que fue apareciendo poco a poco, aunque tampoco se descarta que yo, digno vástago de mi madre, me mareara progresivamente en un trayecto tan corto. De modo que, pese a sentir debajo de mis nalgas los muslos de la jamona profesora y sus abundantes pechos en mi espalda, no me dio mucho tiempo a disfrutar nada del viaje: antes al contrario, llegué a punto de la pota, el perolo, la olla, y lo que fuere menester. Por fortuna, había desayunado hacía bastante tiempo, y tenía poco que evacuar por la vía superior. Algo compungida por mi estado, me obligó a caminar un ratito con ella bajo la lluvia; eso sí, con el paraguas bien abierto. Se me pasó un poco el vahído, aunque muy católico no es que estuviera.
Una vez ya dentro, no sin antes recibir unas instrucciones de última hora de nuestras docentes, nos distribuyeron por aulas, nos dijeron de qué había que escribir: el tema era “Importancia de los medios de comunicación en el siglo XX”. Y nos pusimos a la tarea. Recuerdo que ni era algo que me sugiriese nada, ni qué fue lo que escribí, ni en qué tono o extensión. Lo tengo algo nebuloso. Ahora, lo que no se me despintan son dos apuntes que a continuación desgrano.
El primero es que aquel día me enteré de lo que era un “ensayo”, pues Luis Miguel, mi pedante compañero de clase, salió diciendo muy ufano que él había optado por esa modalidad para exponer lo que fuere. Como le preguntara yo por el significado de tal planteamiento, me lo explicó con toda suerte de detalles, ejemplos y orgullo-aumentador-de-volumen-torácico. Entonces me quedaron claras dos cosas: que yo palmaba, y que mi compañero había logrado superar sus ya de por sí altas dosis de pedantería militante; por ese orden.
El segundo fue el lote de regalos que nos fueron entregados a todos que allí acudimos por el solo hecho de haber sido seleccionados en la fase inicial. Los recuerdo con abrumadora nitidez. Constaba de una botella de tónica Finley de naranja, un bolígrafo tipo Bic, pero blanco y con la enseña de la bebida en cuestión, un llavero con similares referencias y, el pelotazo del momento: un libro de la colección Austral, que se podía escoger entre cuatro. El que yo elegí fue el primer libro que yo tuve en mi casa que no fuera un regalo de mis allegados, o sea, obtenido por mis medios: el Lazarillo de Tormes, que acabé leyendo tiempo después, ya en el BUP. Contentísimo con los regalos, volví a pasar por el suplicio de la vuelta en coche, sobre las piernas calentitas de la profesora en cuestión, que no pudo dejar de notar -seguro- que esta vez yo me apreté más contra ella que en el trayecto de ida. Y, cosa sorprendente, esa vez ni me di tantos golpes en la cabeza, ni tampoco me mareé. Llegué a casa animadísimo, y con la conciencia de que había vivido, no sólo una hazaña literaria sin parangón en la historia de la humanidad, sino que acababa de tener mi aventura erótica más jugosa, de la que mi fantasía bebería con profusión en los excitantes tiempos venideros.

lunes, 2 de enero de 2017

DIÁLOGOS DE PADRES E HIJOS



—Te lo tengo dicho, cielo, no te asomes tanto al borde, que ya sabes lo que puede pasar, que hace unos meses, perdimos a tu hermano mayor por una tontería parecida; además, ahí abajo no hay nada que te convenga, sólo hay hierba (que aún no comes), un sendero (por el que no circulamos) y humanos, como ésos de ahí abajo que ahora nos miran con esos tubos que se ponen delante de los ojos, y ésos aún menos mal, porque son cortos, pero si fueran largos e hicieran mucho ruido, serían como los que nos llevaron a tu hermano como te dije antes. Así que ya lo sabes: tú, al borde, ni asomar la cabeza. Prohibido, prohibido.
—Vale, papi.
—Así me gusta, que lo entiendas y que obedezcas.
—Aunque... lo de ahí abajo es más bonito que estos riscos de aquí arriba, ¿eh?, que conste. Y ese sendero, ¿a dónde conducirá? Y esos colores de los humanos, ¿no te parecen maravillosos? ¿No te gustaría tener esos colores encima, en vez de llevar siempre la misma? Y esa hierba verde... tú sí la comes. ¿No te gustaría bajar y comértela también? Nótala. Mira qué bien huele desde aquí, ¿a que sí?
— (Suspiro largo) Te he dicho que no, y es no.
—Vale, papi.
— (...)
—Aunque...

Cabra montesa con su cría en el Torcal de Antequera (Málaga, Andalucía, España)
Enero, 2017 ----- Nikon d500


domingo, 1 de enero de 2017

AÑO NUEVO Y TÓPICOS VIEJOS

Cómo no. Un día como hoy es propicio para felicitarse, para desearse lo mejor y todas esas martingalas que todos realizamos -yo, entre ellos-, que no comprometen a nada, y que en esencia están bien: no cuestan mucho y generan "buena onda". Cierto es que luego todo el mundo alcanza el hartazgo de deseos de bondad, salud, economías y otras menudencias crematísticas que acaso contribuyeren a la felicidad, y en realidad lo que se desea de veras es que acabe cuanto antes el período navideño ya, y comiencen los sinsabores cotidianos, que esos sí que dan vidilla a la vida. En fin.

Pero un día como hoy también es famoso por los planes que se realizan para procurar que el concepto de "nuevo" aplicado al año, vaya en consonancia con los cambios dispuestos al efecto de que la novedad sea en verdad nueva, y no una prolongación de la vieja, que es lo que acaba ocurriendo casi siempre. En esos planes se peca de hiperbólico en la cantidad y también en la calidad. Pareciera que uno no se conociera bien cuando los formula. Lo que en verdad sucede es que uno se autoengaña como una forma más de sobrevivir entre tanta miseria que nos rodea (y a la que hay que añdir la propia, que también tiene lo suyo para hundirnos muchas veces, como así pasa de continuo). Pero, con todo, somos cachazudos y pertinaces, porque creemos que nos conviene serlo. Y, de ese modo, las listas de objetivos van saliendo en serie, como chorizos de una máquina de embutidos.

En esas relaciones de objetivos entran los verdaderos deseos de cada persona. Y si de algo son útiles sería para comunicarlos al psiquiatra correspondiente para hacerle un repaso al subconsciente sin necesidad de inducciones de diván. Pero, como tales deseos, son... sólo eso: deseos. La inmensa mayoría no se van a cumplir, porque la mayoría de nosotros está a disgusto con su vida, pero la mayoría de nosotros no está dispuesta a los sacrificios que supondría variar nuestra conducta para lograr cambios en la misma; (o bien no sabe, o bien no puede). Y, dentro de unos meses, cuando a lo mejor hagamos un somero balance, comprenderemos de nuevo la falacia del intento. Porque  para que las cosas cambien, debemos ser nosotros quienes se transformen. Y a eso no estamos dispuestos. Aun siendo infelices, aun cosechando fracasos, aun viviendo mal. No queremos cambiar, está claro. Y eso se proyectará, como cada anualidad, en un mantenimiento de lo precedente y un sostenimiento de lo habido, a la par que una proyección idéntica hacia lo que será (que es lo que ha venido habiendo casi sin modificaciones en los últimos tiempos). De modo que todo seguirá igual, porque así somos, y así nos hemos educado. Y aquí acaba mi primera entrada del año. No puedo demorarme más. Aún no he terminado mi lista para los próximos 364 días; y eso que ya llevo casi una cara de folio.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

 CERVANTES, ENVIDIOSO

Anteayer caí en la cuenta, llegué a saberlo por fin. Antes de ayer, después de terminar mi quinta lectura de El Quijote, que Cervantes no hace morir a su protagonista como resultado de una evolución natural o de una planificación predeterminada. No. Este escritor comprobó que su personaje era ya más que él mismo, que lo había sobrepasado con creces, que formaría parte de la inmortalidad más real que la que puede generar la gloria. Envidioso, pues, de su fama, no pudiendo soportar que la fantasía pesara más en la memoria de sus coetáneos que su mísera realidad de escritor manco y fracasado, lo dejó morir del modo más deplorable que se pueda imaginar, con una sobredosis de cordura realista que desvirtúa de una manera absoluta al personaje, convirtiéndolo en algo material, es decir, manipulable, es decir, destructible.

Anteayer, al acabar el libro, reflexioné un buen rato y deduje esto que ahora apunto. Por la noche dormí mal. Ayer hubiera matado al autor, con aplicación deleitosa incluso, si un encantamiento maravilloso me lo hubiese puesto delante. Esta noche me he visto inundado de pesadillas que presentaban un rostro siempre idéntico. Hoy, impulsado por una violencia contenida a duras penas, he renegado públicamente de su autor, he deplorado la imagen caricaturesca de su principal personaje, y he elevado una ferviente plegaria por la eterna memoria de aquel caballero que fue sabio, que lo fue todo, gracias a la locura. A continuación, sin un ápice de remordimiento, he arrojado con furia los dos volúmenes al fuego imparcial de mi chimenea. Cuando hoy me acueste, como siempre de madrugada, seguro que podré descansar a gusto.

  Del diario inédito Desperdicios sueltos desperdigados, entrada de 8 de Febrero de 1998

martes, 29 de noviembre de 2016

LA HISTORIA DE UNA JARRA Y DOS VASOS



La historia de esa jarra y esos vasos tiene para muchas más líneas, pero aquí no podemos sino sintetizar, para reconocer una vez más las vueltas que puede dar la vida sin marearse.

La jarra y los vasos son italianos, y los compraron unos señoritos españoles en diferentes lugares de Verona y Lucca para regalar a sus vecinos, aún más acaudalados que ellos. Corría el año 1935. Los vecinos de los turistas acogieron el regalo hipócritamente encantados, y durante varios años sirvieron en su domicilio para los menesteres propios de esa quincalla; eso sí, entre los objetos del servicio. Pero un buen día, el hermano de la criada de aquellos señores de Madrid se alojó en su casa unos días de paso, y se encaprichó de uno de los vasos, donde su hermana le escanciaba vino de pitarra de su tierra extremeña, mientras a sus señores les servía convenientemente uniformada cava rosado de Perelada. A los señores les acabó haciendo gracia tanto el joven barbián, como su apego por aquella pieza, y cuando se marchó le acabaron regalando el juego entero. Poco después, aquel joven hubo de emigrar. Eran los años 50. Acabó en una localidad francesa llamada Colmar, en la Alsacia limítrofe con Alemania. Con él acabó trasladándose también su novia, que acabó siendo su mujer, con el tiempo. Allí acabaron sus días, unos cuantos años después. Su único hijo, tras la muerte, vendió la casa con todo lo que contenía, incluidas cuberterías, bibelots y todas las quisicosas que se pueden acumular con los años. Todos aquellos objetos fueron comprados por una almoneda de la Sarlat-la-Canéda, en la Dordoña, especializada en dichas transacciones. Con el tiempo, aquellos objetos fueron circulando por distintos departamentos franceses. Hasta que en el año 2011 mi pareja, tras proceloso regateo marca de la casa, le arrebató el lote a un vendedor de antigüedades en el monumental mercadillo de Orcival, en la Auvernia. Por un precio convenientemente razonable, asequible y generador de sonrisas inmensas. Tiempo después, los tres objetos sirvieron de atrezzo en varias de las composiciones fotográficas de su blog gastronómico. Un día, en cambio, tuvo la ocurrencia de que, adecuadamente dispuestos, y arropados por una servilleta de encaje -comprada en Portugal-, sirviera para ilustrar sus tarjetas de visita. La foto que arriba puede verse es el resultado de tal encargo.

Bodegón de estudio (La Coruña, Galicia, España)
Marzo, 2016 ----- Nikon d5200


lunes, 28 de noviembre de 2016

VIDA AVENTURERA DEL FUNCIONARIO (MICRORRELATO)

Ayer caí en la cuenta. Soy un aventurero. Como trabajo de funcionario de ventanilla de un negociado con poco público, sé que no tengo una profesión de alto riesgo. A eso debería añadirse que mi despacho sólo posee iluminación artificial. Pero, a cambio, cada día lo compenso con una serie de acciones que rozan el riesgo más peligroso. Por ejemplo, para salir de mi garaje, sorteo como una serpiente los morros y traseros de otros vehículos mal ubicados, amén de unos pilares colocados ex profeso para rayar laterales y defensas. Luego, algún semáforo en ámbar que atravieso a toda velocidad; cuando tengo suerte, dos o tres. El otro día hice el amago de atropellar a una vieja que siguió con su mismo ritmo cansino una vez cerrado su derecho a pasar. Aunque no llegué a arrancar a tiempo, la adrenalina me subió muchísimo, lo que me alegró definitivamente el día. Ya en la oficina, antes de entrar, esquivar la mirada asesina del conserje, que me odia por tener mejor sueldo que él, me pone en situación de afrontar la mañana con solvencia. En el despacho, los papeles presionan el ambiente para asfixiarme, pero yo soy más audaz y rocío la estancia con ambientador de lavanda. Es otra victoria frente a las agresiones del medio. Y luego, la fauna con la que convivo requiere una precisa estrategia de combate corporal y conocimientos de los principales antídotos contra los venenos más habituales. Las miradas, por ejemplo, de algunos compañeros en la cola del café, que requieren ejercitarse en el desprecio o la indiferencia, según vengan dadas. O los comentarios pertinaces de alguna compañera sobre cómo me visto. En verano podríamos añadir la lucha a muerte con los voraces mosquitos que desde el río cercano nos asaltan al mediodía, o las moscas compitiendo por el premio a la pirueta más inútil y asimétrica. Aunque nada más peligroso que el mordisco que pega en mi tarjeta la máquina de fichar cuando marcho a casa. Algunos días, es tan violento que me queda temblando el brazo unos minutos. Podría estar horas y horas refiriendo los apurados compromisos que mi vida diaria me obliga a asumir y a resolver. Pero habitualmente estoy siempre muy contento. Con esta existencia tan plagada de aventuras, ¿cómo me voy a aburrir?

Del libro inédito Micrólogos, 2012

domingo, 27 de noviembre de 2016

OTRA GAVIOTA PARA LA COLECCIÓN DE JUAN SALVADOR


Casi siempre que veo una de ellas volando, me acuerdo de Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Aquel libro me marcó profundamente. Lo he leído, releído y anotado en multitud de ocasiones. Luego, lo dejé a un lado. Había en él algo de ingenuidad orientalizante, de pseudointrospección de auto-ayuda que, conforme pasaban los años, me rechinaban dentro. Más adelante, me di cuenta de que, pese a ello, en el afán de superación del protagonista había un potencial ilimitado. Es lo único que hoy rescato del libro, que se lee en tres cuartos de hora. Eso, y las estupendas fotografías de Russell Munson que lo ilustran y acompañan. Lo cierto es que siempre me parecieron muy buenas, a pesar de no mostrar a las gaviotas con la nitidez que siempre he deseado. Antes al contrario, hace del desenfoque y de la textura del grano grueso una estética uniforme que aporta homogeneidad a la serie. Hace un rato me sobrevino la idea, a todas luces despropocionada (pero realista), de que la imagen que hoy muestro no desmerecería en absoluto en aquella famosa colección.

Gaviota en la Playa del Sablón, en Llanes (Asturias, España)
Octubre, 2016 ----- Nikon d500

sábado, 26 de noviembre de 2016

MUEREN LOS POLÍTICOS (Y SIEMPRE NOS SORPRENDEN)

Esta semana han muerto dos personas muy diferentes en todo (hasta en el género), salvo que ambas se dedicaron a la política. Una, fue alcaldesa de Valencia bastantes años; otro fue el jefe del estado de Cuba durante medio siglo. Ambos han muerto de manera muy diferente. La mujer, de forma un tanto sorpresiva, de un infarto. El hombre, en la fase final de su dilatada vida, de vejez inevitable. No admiten comparaciones, ni en los modos, ni en el contexto, ni en el lugar, ni en la importancia histórica. Sin embargo, han muerto casi a la vez, como si se hubieran puesto de acuerdo para que se hablara de ellos de forma simultánea.

Nadie esperaba que muriera la mujer. Todo el mundo aguardaba que lo hiciera el hombre; por motivos obvios y por otros motivos. Pero, cuando sucede, nos sorprende siempre. Pareciera como si no acabáramos de creernos lo que tantas veces hemos pensado, o como si no nos encajara esa noticia sorpresiva en el marco de nuestras actividades cotidianas. En todo caso, sirve de marco para las conversaciones diarias, para los análisis apresurados, para los especiales informativos, para correr cortinas de humo, para rellenar huecos de prensa, para insistir en lo ya reivindicado, para defender lo indefendible, para atacar lo derruido, e incluso para mostrar la falta de educación y hasta para mostrarse grosero.


La muerte siempre es noticia. Por un lado, sirve de alivio a los que continúan, aunque -sincera o hipócritamente- se compunjan del óbito. Por otro, alcanza para reflexionar sobre trayectorias, significados, futuros. De hecho, los informativos la consumen en cantidades desorbitadas; tantas, que uno piensa que, sin ella, los telediarios y noticieros languidecerían y acabarían por desaparecer. La muerte siempre es noticia, y la de los personajes públicos más. Da mucho juego. Permite deshojar muchas margaritas con personajes muy distintos que opinan, diseccionan y hasta vaticinan. La muerte de los políticos es un maná para la profesión antaño llamada periodismo. Con este tipo de sucesos, se pone de relieve la verdadera catadura moral de quienes afirman pertenecer a ella. La muerte nos retrata a todos, a los muertos y a los vivos. Pero sobre todo a los que aquí quedamos, que somos los únicos que tenemos oportunidad de decir algo distinto a lo ya dicho. Aunque al final siempre acabemos diciendo lo mismo.

viernes, 25 de noviembre de 2016

DEL OTOÑO INEVITABLE Y UN MANDALA DE REGALO



Asociamos el otoño con las hojas caídas, con los colores desteñidos, con el frío que poco a poco se adueña de los amaneceres y de las largas noches. En la foto, vemos muchas de esas hojas desparramadas por el suelo en inaprehensible desorden, y vemos también a tres gansos del parque que parecen ventear épocas menos bonancibles, y corren a guarecerse. La foto es de hace años, pero es igual. Año a año se repiten las fórmulas y la naturaleza impone su ciclo, que cada vez es menos férreo, no obstante.
Hoy, una alumna me ha regalado un mandala que pintó con interés y dedicación mientras yo intentaba instruirles sobre las maravillas del origen de la escritura en Mesopotamia. Ella en cambio prefirió seguir sus impulsos naturales, de corte estético, y realizar un dibujo perfectamente simétrico por todos sus lados y, luego, entregármelo con todo el candor de sus 12 años, antes de desearme un “buen fin de semana, profe”. Claro, uno ve la foto, la relaciona con el mandala, verifica que no tienen nada que ver y se queda pensativo. Pero luego lo vuelve uno a pensar, y cae en la cuenta de que igual ambas cosas pertenecen a la misma tesitura otoñal, decadente, natural. ¡Quién sabe!
Gansos en el Parque de Ferrera (Avilés, Asturias, España)
Noviembre, 2009 ----- Nikon d300

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