miércoles, 22 de marzo de 2017

PRESERVAR EL INSTANTE

En la película Tango feroz. La leyenda de Tanguito (Marcelo Piñeyro, 1993), pese a diversas distorsiones tendenciosas, aparecen varios momentos memorables, pero hay uno especial, que me emocionó un poco más.

Están toda la panda de músicos y sus respectivas parejas viendo amanecer, luego de una noche intensa de camaradería y juerga, tras haber asistido a un concierto. Se hallan sobre un puente, o un viaducto, no se sabe bien, sobre el estuario del río de la Plata. Se hacen bromas. Ríen. Se divierten. Están felices. Entre ellos, uno no deja ni a sol ni a sombra su pequeña cámara tomavistas: es el cineasta del grupo. Todos le dicen que pare ya de filmarles, que no sea pesado. De repente, Tanguito le pregunta que por qué hace eso. El portador de la cámara le dice que se dedica a conservar, a conservar momentos, personas. Se hace un silencio. Les dice que se callen un momento. Le obedecen. Luego dice que ese instante, ese lapso ya pasó, desapareció, se volatilizó. Sin embargo, si él lo hubiera filmado, pasaría a la película y al proyectarse se volvería a ver el mismo momento. Ese mismo momento y esos mismos personajes con sus mismos rostros, con sus mismas risas, con sus mismas preocupaciones, con sus mismos gestos.

Tanguito se siente atraído por dicha explicación, y como previendo que ese documento tendrá un valor enorme en el futuro, le pide a su amigo que le ruede, que tiene algo que decir. Ahí la escena se interrumpe. Es al final de la película cuando se recupera ese instante, cuando ya Tanguito ha muerto (¿asesinado?), y surge de nuevo su voz, su rostro, hablando a la cámara: ≪Todo, no se compra...; todo, no se vende...≫.

En ese pequeño fragmento se condensa la esencia de todo proceso creador. La permanencia, el ansia por detener el tiempo, por permanecer, por conservar lo que se posee, por perdurar. Por continuar, por no morir, en suma, que es a lo que se reduce todo.
Pero dicho de una forma dulce, hermosa, convincente, atípica y práctica. E inolvidable.

En el diario inédito Migas para el bosque, entrada de 6 de Mayo de 1998

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