domingo, 15 de enero de 2017

DESCONSUELO


Desde que conozco la existencia de esta escultura, la palabra “desconsuelo” va asociada a ella. Ignoro las causas. Tal vez sea el impacto que ese cuerpo femenino desnudo provoca en la mirada asociado a algo tan poco erótico. Quizá que en un momento determinado de nuestro devenir, las palabras se adhieren de forma visual, táctil y hasta olfativamente a algunas materias concretas, máxime si, como en este caso, dicha materia ha sido moldeada de manera tan precisa, tan asociativa a un estado de ánimo que se vuelve real, a poco que pensemos en ello.

Se encuentra en los jardines de la Ciutadella de Barcelona, y ahora, tras unos años en los que el abandono parecía presidir la zona, vuelve a destacar imponente, en el estanque que se halla frente al Parlamento de Cataluña. No quiero sacar connotaciones políticas fáciles. Me centro en la escultura, que cada vez que la veo sabe sustraerme un buen cuarto de hora en diálogo permanente con ella desde todos los ángulos, buscando la incidencia de la luz, la ausencia de otros visitantes, la información mejor encuadrada. También, dialogando con ella. Preguntándole por qué, aun siendo una copia (el original se halla conservado en el MNAC), es tan intensa su presencia; por qué su autor eligió un cuerpo como el suyo para simbolizar una de las sensaciones más tristes que le quepa experimentar a un ser humano. Le pregunto también si se cansa de mantener siempre la misma postura, si la lasitud de sus miembros le impide aprovechar la lozanía de sus formas. Le pregunto. Nunca me contesta, claro. O lo hago yo por ella. Y, así, por una buena temporada, quedamos visitados y relacionados de nuevo. Yo, hechizado de nuevo por la aparente timidez de ese mármol silente. Ella, contenta por mi visita, sabedora de que, como todo amante que no ha solventado todas sus preguntas, volveré tarde o temprano a planteárselas de nuevo.

“Desconsuelo”, escultura de Josep Llimona, 1903, Barcelona, Cataluña, España
Enero, 2016 ----- Panasonic Lumix G6

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