lunes, 30 de mayo de 2016

SUFRIMIENTOS DEL FÚTBOL (Y OTROS SUFRIMIENTOS)

En la final de Campeones de fútbol del sábado pasado, observé algo curioso, que acaso explique bien algo de lo que a nuestro mundo aqueja en profundidad. Como el resultado era escueto, y las circunstancias podían variar a favor de quien iba en contra, y viceversa, en cuestión de minutos, a medida que el partido avanzaba, la angustia de los seguidores se iba haciendo palpable. El realizador de la transmisión, consciente del juego que daban las expresiones de los aficionados, cada poco iba enfocando a algún grupo de ellos, con sus vestimentas y adminículos bien representativos, después de algún lance favorable para su equipo o peligroso por parte del rival. Se veían rostros transidos por la emoción, expresiones de temor, de pánico en ocasiones, de alivio ante el peligro conjurado. Así, todo el partido. Yo entretenía el aburrimiento por la obligación de tener que verlo (familia obliga) con el periódico del día y alguna partida de Scrabble en el móvil. De vez en cuando levantaba la mirada, a ver si la intensidad inevitable del encuentro cedía en aras de mayor calidad de juego. Pero, no. Lo que sí aumentaba eran las expresiones de lamento, susto, terror, placer, según conviniera al episodio observado. Y el paroxismo llegó ya al final, cuando, agotados los cuerpos, las resistencias, y la prórroga de media hora correspondiente, llegó la fatídica tanda de penaltis, en la que todo el mundo sabe que los mejores no siempre hacen valer sus cualidades. Las cámaras enfocaban antes y después de los lanzamientos a los diferentes grupos o rostros. Las manos se tapaban los ojos, que por una abertura minúscula buscaban en cambio poder ver lo que iba a suceder, pero se temía que sucediera de forma adversa. Así, se pudo contemplar a varias chicas y a algún mocetón con las lágrimas formando regueros, incluso antes de que el final del encuentro decantara hacia un lado la apurada victoria y al otro la amarga derrota. Lágrimas, tensión, miedo, terror, en una gama de gestos que podrían tomarse como ejemplo para muchos otros casos, muy alejados de ese mundo. Y, en éstas, mi madre, sorprendentemente muy atenta al desarrollo del encuentro, dijo: “Pobres, hay que ver lo que sufren”. Y ella misma lo dijo ciertamente compungida, como si empatizara con dicho sufrimiento.  Yo, harto ya de todo aquel espectáculo lamentable, me arranqué y solté aquello que llevo diciendo mucho este curso en clase, cuando mis alumnos se quejan de algo: “¿Sufrimiento? Para dolor y desesperación, los de los refugiados sirios, no lo de esos descerebrados masoquistas”. Mi madre me miró, extrañada, y hasta molesta por mi tono. “¿Los sirios?. Y ésos, ¿quiénes son?”. Ya no respondí, porque ¿para qué? Pero de repente entendí todo lo que había que entender sobre ese conflicto que lleva varios años intentando mordernos la conciencia a los europeos desarrollados y deportistas. En vano hasta la fecha, como se puede comprobar sin dificultad.

1 comentario:

la cocina de frabisa dijo...

´Tal cual! Pero es así, cuando hay un partido que los entendidos denominan "importantes", no hay paro, ni IRPF, ni listas de la seguridad social, ni problemas en casa, todo se focaliza y lo demás deja de importar. Me cuesta entenderlo, no me interesa NADA el fútbol. Bss

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