miércoles, 18 de mayo de 2016

LAS CRUCES DE PUNTA RONCUDO (COSTA DA MORTE)


Cuando viajo, no lo hago nunca para descansar. De hecho, vuelvo siempre al borde del agotamiento, aunque la mayoría de las veces feliz. Por lo visto, por lo comido, por lo sucedido, por lo imaginado, por lo fotografiado, por lo conocido. Sin embargo, a veces no es alegría lo que uno halla, sino la estela de una tristeza que puede condensarse en evidencias que se pueden llegar a captar. 

En esta imagen, tomada en Punta Roncudo, en plena Costa da Morte coruñesa, se aúnan dos referentes para atragantarle a uno el día: una lejana pátina grisácea que avanza hacia tierra, con ganas de inundarlo todo con una niebla sorda e igualadora; y dos cruces de sencillez abrasadora, que nos recuerdan que pisamos una zona de muerte, de muchas muertes asociadas a la mar. (He visitado varias veces esta misma zona, y nunca la he podido ver con un cielo azul que me pudiera quitar la visión que anteriores encuentros me ha ido transmitiendo. Acaso algún día pueda desquitarme). Pero de momento, la imagen de los acantilados, engañosamente bajos en esta zona, me remiten sin poder evitarla a la imagen de los marineros caídos en zozobras que la mar provoca de la manera más aleatoria y cruel. Muertes bajo la niebla azul o gris en un paisaje azotado de continuo, que a pesar de hallarse al lado de zona habitada, resulta agreste y parece alejado de todo, como adentrado en un océano ignoto del que nadie pudiera salir. Siempre que he recorrido este cabo, he salido con un nudo en la garganta, y con la mente traspasada de pañuelos negros y sayas entristecidas por los hombres perdidos, por el luto diluido en lágrimas doblemente saladas, en velatorios de cuerpo ausente y en añoranzas infinitas. Las cruces de la Costa da Morte nos recuerdan que somos sólo eso: jirones de espuma que se mueven al compás de un reloj a quien nadie da cuerda, y que a veces se detiene para siempre. 

Cruces en Punta Roncudo (Ponteceso, La Coruña, Galicia, España)
Agosto, 2011 ----- Nikon d300

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