Los gestos son importantes. Los gestos a veces llegan a convertirse en símbolos. Significan más de lo que en apariencia ofrecen. Connotan, además de lo que denotan. A menudo no les damos la importancia que merecerían. Las personas públicas que deambulan de continuo por entre los diversos medios de comunicación, y que están expuestas a muchísima presión ante cualquier cosa que digan o hagan, deberían saberlo. Y si son de esos personajes que la ciudadanía toma como modelos de determinadas actitudes o valores, no sólo deberían saberlo, sino tenerlo grabado en sus ADN éticos, para que no cupiera el olvido cada vez que hacen o dicen algo ante unos micrófonos o unas cámaras.
Gestos. En nuestra constitución actual (Art. 16) se exponen con claridad los siguientes tres puntos, al respecto de la cuestión religiosa:
Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
Gestos. El flamante presidente del gobierno español accedió a su cargo el pasado día 7 de junio, sin la presencia de un crucifijo o una biblia, sin jurar nada, sino prometiendo sobre un ejemplar de la Constitución respetarla y hacerla respetar. Todo impecable. No hay nada que comentar. En primer lugar, porque si este señor fuera católico y hubiera querido jurar su cargo sobre la Biblia y con un crucifijo presente, e incluso arrodillado, yo estaría diciendo lo mismo. En segundo lugar, si lo fuera acaso quisiera ser escrupuloso con la observancia de la ley, que es bien clara, como se puede apreciar más arriba. Ahí es donde aparecería el gesto, el símbolo. Los presidentes de gobierno de España, país laico, prometen o juran su cargo de una forma laica. Que alguien en un futuro quiere hacerlo por una vía más religiosa, no habrá nada que objetar. Ahora bien, deberíamos acostumbrarnos a este tipo de situaciones, que son las que proceden, y no rasgarse las vestiduras por cuestiones que en el resto de los países civilizados de nuestro entorno están más que superadas.
Gestos. El flamante gabinete ministerial formado hace unos días tiene la curiosa peculiaridad de tener más carteras femeninas que masculinas, concretamente 11 sobre 7, casi el doble. ¿Por qué? El nuevo presidente del gobierno, político joven, que no inexperto, aunque aún le falte mucha andadura para convertirse en un estadista, ha pulsado el sentir de la calle, sobre todo en los últimos tiempos, que contemplaron la manifestación más multitudinaria habida en la España democrática. No sólo las mujeres son la mitad de la sociedad, no sólo copan ya varias facetas de la vida cotidiana, sino que resulta insultante el trato a que se somete a muchas de continuo. Tal vez por ello Pedro Sánchez haya querido lanzar ese gesto, buscando mujeres profesionales competentes que incorporar a su consejo de ministras (y ministros). Personalmente, a mí cada nombramiento de lo que sea, sólo me interesa en lo concerniente a su valía, independientemente de su género, pero entiendo y aplaudo ese gesto, que me alegra, porque es un mensaje que alguien tiene que dar por primera vez para que en breve sea algo tan cotidiano que ni nos acordemos de cuando actuábamos como estúpidos (anteayer mismo).
Gestos. ¿Tan difícil era lograr reunir un puñado de profesionales con reputación en cada ámbito, cuya mención ya sea sinónimo de excelencia, esperanza e ilusión? Pues bien, este pimpollo resucitado y recalcitrante, inasequible al desaliento, lo ha logrado de la primera tacada. Con la sola excepción de un ministro “televisivo”, este presidente, que sólo cuenta con el apoyo fijo de 84 diputados (sobre 350) ha logrado el asombroso consenso de lograr que casi todo el mundo admire el elenco escogido. No deja de ser asombroso, pero a mi modo de ver es mucho más sencillo de lo que se piensa, si se aplica el sentido común, y se elige para crear un parterre a un jardinero, o para construir un edificio se encarga el asunto a un arquitecto, y no al amigo Perico, que necesita el cargo para enriquecerse con prontitud, y que luego devuelva los favores prestados.
El ser humano es el único que puede generar símbolos. Los gestos simbólicos que he visto estos días, me han cambiado el semblante por unas horas. No creo que sea demasiado pedir más, muchos más, todos los días, a cualquier hora. En la misma órbita progresista, quiero decir.