jueves, 7 de junio de 2018

DE NUEVO, CIORAN

Hacía muchos años que no leía a Cioran. Compré hace  unas semanas una antología de los 34 Cuadernos que año a año le sirvieron de depósito de ocurrencias, apuntes, esbozos, reflexiones, recordatorios puntuales. El reencuentro ha sido muy emocionante. Fue un autor de cabecera, unos años. Me impactó su desesperación; su amor por el fragmento, por lo breve; su tendencia recurrente al suicidio, que jamás perpetró ni siquiera como intento; su afilado verbo, que sólo podría explicarse tras una labor lenta y continuada de pulido corrector; sus contradicciones -humanas- en aspectos sorprendentes que hacían dudar de la sinceridad de sus afirmaciones, siempre contundentes y absolutas.

El reencuentro ha sido grato, ya digo. Es como si él no hubiera salido de su casa y yo fuera a hacerle una visita de nueva. El, por lógica, seguiría pensando lo mismo, pero el visitante, o sea, yo, ya no sería aquel que lo leyó con fruición arrebatada en la primera juventud. Habría sido yo quien hubiera cambiado, quien filtrase sus palabras con criterios de cetáceo y no con modos de escualo; el ágil tiburón que devoró a dentelladas sus libros, habría sido relevado por un pesado rorcual que permitiría pasar a través de sus ballenas sólo las ideas que se acomodasen al espacio entre las mismas. La cantidad de subrayados que surgen ahora como necesarios es considerablemente menor: mi nariz de viejo oso pardo rastrea alimento muy selecto y acorde a una dieta de madurez, porque me faltan piezas en la dentadura y los jugos gástricos ya no disuelven con el poderío de entonces.

Las conexiones de su inveterada soledad mental con la mía propia son mucho más laxas hoy que entonces. Con los años, las influencias, los autores, las lecturas, las personas, las experiencias, fui encontrando mi camino propio, que poco a poco se fue separando del suyo. Pero aun así, ¡qué delicia volver a sentir algún puñetazo de los suyos!, que te cogen siempre con la guardia baja, por mucho que sepas que es experto en los ganchos de izquierda. ¡Qué maravilla comprobar que la sorpresa anida siempre en las mentes privilegiadas, que ven y piensan de un modo tan redicalmente novedoso, tan violentamente nihilista!

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