domingo, 3 de junio de 2018

YA ERA HORA DE QUE LOS ECHARAN, COÑO

Y, sí. Nadie lo pensaba, pero al fin se han ido. Aunque en realidad les han echado. Por fin los que no gobernaban se han dado cuenta de que juntos son más que quien estaba en el gobierno, y que ellos estaban siendo cómplices de su permanncia. Independientemente de lo que cada grupo piense, todos han pensado -¡por fin!- que el gabinete presidido por M. Rajoy era ultraconservador, monolítico, sordo, egoísta, interesado, altivo, inculto, manipulador, chantajista y, sobre todo, corrupto; y que debía ser castigado por ello.

El partido que nos ha gobernado (sic) los últimos siete años ha sido un modelo de servilismo con los poderes económicos, que han hecho cuanto han querido, y no lo que demandaba la ciudadanía. Ha rescatado a la banca con el dinero de los españoles, sin que haya revertido nada favorable para éstos; antes al contrario, los beneficios actuales de las entidades sobrevivientes tras la reestructuración se han multiplicado con respecto a los tiempos previos a la crisis de 2008. Ha legislado todo lo posible para favorecer el ámbito privado de la medicina, la sanidad y la educación, los tres pilares del Estado del Bienestar, seriamente amenazado por esta panda de golfos apandadores. Ha legislado contra las energías renovables para favorecer a las empresas eléctricas, que serán las que los acojan ahora cuando algunos ya no tengan con qué mantener su insultante tren de vida. Se ha apropiado de dineros públicos de todos los ámbitos, desde los de cooperación internacional hasta del ámbito sagrado de las pensiones, cuyas arcas han quedado vacías, sin que hayan buscado alternativas para compensar las tropelías, aunque ello no les ha impedido mostrar una desfachatez absoluta, echando culpa a anteriores ocupantes del poder.

El partido que ha dirigido (sic) los destinos de España en los últimos años, fue estableciendo una red clientelar de jetas profesionales, de trincones de profesión, de inútiles para casi todo (excepto para medrar a través del partido), de meapilas que aconsejan sobre lo divino sin olvidar lo humano (pero sólo lo que les conviene), de faltones sin escrúpulos, de mentirosos compulsivos, de negadores de la mayor, la menor y la del medio, de gente creyente en la autoinmunidad que genera el poder, basado en el Partido, esta vez sí con mayúsculas. Dicho partido del gobierno, ha sido incluso definido en sentencia reciente como una organización mafiosa que, además de poseer una doble contabilidad, ha albergado en su seno a personas que, desde sus puestos de poder, han obtenido beneficios millonarios, de los que el propio partido se ha beneficiado. La misma sentencia llega a decir que la declaración de su líder y presidente del Consejo de Ministros resultaba poco creíble y dudaba de su veracidad.

Esta capacidad de resistencia frente a la inmensa cantidad de casos de corrupción en que se ha visto involucrado este partido, especialista en utilizar el poder como forma de ganar dinero a espuertas, resulta, en cambio, asombrosa. Como igualmente asombrosa es la pertinacia del electorado en mantener a estos golfos en el lugar que no les corresponde. Pero las sociedades, como las personas, también se encanallan en determinadas circunstancias.

La España de 2018 ha sufrido en los últimos años una involución en su calidad de vida como no había sucedido en los 40 años de democracia reciente. Con las libertades restringidas, vigiladas, censuradas incluso. Con la Cultura como territorio al que convertir en yermo, por la peligrosidad del pensamiento frente a los ladrones sin escrúpulos. Con los trabajadores sometidos a una legislación que concede toda la capacidad de maniobra a los contratadores, y con una bajada de nivel salarial que no resultaría creíble para nadie en 2007. Con una generación de estudiantes que ha de buscarse la vida en otros países, donde sí precisan sus cualificados conocimientos, o bien someterse aquí a empleos muy por debajo de sus titulaciones, y con sueldos acordes a una escala muy inferior a sus merecimientos.  España entera es un Estado lleno de mangantes, compañeros de partido, parientes, enchufados, correas de transmisión caciquil del poder hasta sus últimas estructuras.

No digo que el nuevo presidente sea un genio de la política -ni se aproxima-. Tampoco, que sus coyunturales “socios” sean más admirables que los salientes -en algunos casos, apostaría por lo contrario-. Pero era hora de que toda esta caterva de cínicos impresentables corruptos fuera expulsada de sus poltronas y que otros prueben otros modos, otras formas. A ser posible, con la Ética y la Constitución como referentes. Bendita moción de censura. Por fin.

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