martes, 29 de mayo de 2018

EL HERMOSO MESTIZAJE DE LA GIRALDA


La Giralda es una de las torres más bellas del arte hispano. Casi nadie queda indiferente ante su ajustada esbeltez, su abstracta decoración, su logrado sincretismo; también por su elevación (101 metros, con el Giraldillo), en una ciudad donde predomina lo horizontal. Todos le encuentran alguna belleza a tan distinguida torre, pero pocos conocen que dichas calificaciones provienen de una decisión inusual en tiempos de religión y sangre. La Giralda es una torre que es a la vez musulmana y cristiana. Y de dicho mestizaje, logradísima integración en sus dos partes, proviene esa misteriosa atracción.

La Giralda, antes de ser lo que hoy vemos, no tenía campanas y era bastante más baja y achaparrada. Era un alminar más, de tantos como poblaban las ciudades musulmanas de Al-Ándalus. Era la torre desde la que el muecín convocaba a los fieles a la oración, en la mezquita aljama más importante de la ciudad de Sevilla. Había sido construida en tiempos del integrismo y la austeridad almohades, en el siglo XII, lo que no le impidió estar decorada en su exterior por bellísimos paños ciegos de sebqa. Cuando Sevilla fue conquistada por los ejércitos castellanos de Fernando III el Santo, parecería que todo iba a cambiar, pero no. Al menos, no tan pronto. Durante 150 años se usó la antigua mezquita y el alminar (con el añadido de campanas), como templo cristiano. En el s. XV, sin embargo, se demolió el edificio musulmán para edificar sobre él el mayor templo gótico del mundo, la actual catedral sevillana. Con todo, la belleza del alminar se impuso, al tiempo que el pragmatismo por no tener que construir otra torre influiría también lo suyo. De modo que se cristianizó el minarete, añadiéndole un tercio más de altura, donde se colocaron varios cuerpos con campanas y otros aditamentos cristianos, que concluiría ya en el XVI, en plena estética renacentista.

La contemplación de la Giralda ofrece a nuestros ojos lo mejor que cualquier mestizaje cultural puede transmitir: la posibilidad de la mezcla sin que las formas disuenen a la viste; la capacidad de la coexistencia sin que se pierdan todas las esencias. Cierto que la torre forma parte hoy de un edificio cristiano, pero no sería lo que es sin su apariencia netamente musulmana en sus dos tercios inferiores. Eso es lo que todos miran y admiran cuando la contemplan, pero que tan pocos ven. 

La Giralda, de noche (Sevilla, Andalucía, España)
Enero, 2018 ----- Nikon D500

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