jueves, 3 de enero de 2013

LA MUJER SIN CABEZA



La mujer decapitada tiene hambre. La revoltura la consume. Los hechos más recientes, también. La memoria no hace sino empeorar las cosas. Ha recordado su infancia. Cuando su madre le traía un vaso de leche todas las noches al acostarse. Y de repente se encuentra deseando tener en sus manos un gran vaso de leche con que saciar su añoranza de antaño, su rencor por lo sucedido esa misma tarde, con que evaporar las previsiones más funestas. Se inclina sobre la mesa, y todo su cuerpo se vence, por su pecho, pero la cabeza no le responde. No la tiene. Hoy mismo se la han arrancado de un solo tajo. El vaso de leche, en cambio, se encuentra frente a ella. La fuerza de su deseo lo ha hecho surgir al borde de la mesa. No es muy grande, pero permitiría saciar de golpe su sed de felicidad pasada, de justicia presente, de antojo futuro. Alarga las manos, pero éstas son ciegas, sin ojos que los guíen. Bracea hacia un lado y otro, como una nadadora invisible en un líquido opaco. Impotente, se vence de nuevo sobre la mesa. Las manos hacia adelante, intentando atrapar no sabe bien qué. La leche, impasible, inmóvil, blanquísima, aguarda.



Escultura de Juliâo Sarmento, titulada "Licking the milk off her finger" (1998), expuesta en la Fundación Serralves (Oporto, Portugal) 
Enero 2013 ----- Panasonic Lumix G3

martes, 1 de enero de 2013

LA CHICA DEL PERRITO


Bajaba por la Praza da Liberdade. Sus movimientos no eran corrientes. Se desplazaba con grandes pasos, impropios de quien pasea simplemente, o de quien anda con tranquilidad, máxime siendo mujer. Eran movimientos erráticos, casi en zig-zag. No parecía loca, pero tampoco parecía muy cuerda. Pero eso no trae sustancia a la historia. Lo que sí lo da era la relación con su perro, a quien seguía con la mirada, tirando con suavidad de la correa, cuando se alejaba un tanto, diciéndole palabras suaves. El perro la miraba de vez en cuando con unción. Ella no pronunció una palabra en todo el rato, aunque a veces sonreía tímidamente. Él no ladró en ningún momento, ni produjo más sonido que el de sus patas recorriendo el suelo. Por un momento, me despisté. Otros motivos atrajeron mi atención. Cuando los volví a enfocar, se encontraban en un banco. Ella, vestida con sorprendente elegancia, sostenía sobre su regazo al perrillo, que, muy quieto, parecía vigilar todo cuanto los rodeaba. Ella, con la cabeza baja, sin hablar nunca, ni siquiera susurrarle algo de cerca, no dejaba de acariciar su lomo, lo que parecía encantar al animal. Eran unas caricias largas, sentidas, intensas. Me transmitieron tanto, capté tanto cuanto les unía, que no pude menos que sentirme partícipe de aquel enlace. Y de hacerle una fotografía robada para dar constancia de ello a quienes no les baste sólo con las palabras... y para ayuda -algún día- de mi propia memoria.

Mujer con perrito, en un banco de la Praza da Liberdade (Oporto, Portugal)
Enero, 2013 ----- Panasonic Lumix G3

lunes, 31 de diciembre de 2012

AMANECER DE ATARDECIDA


No se puede añadir mucho a lo que ya ha sucedido. Todos lo hemos vivido con intensidad diferente, pero con una sensación de pesar variable y de crispación que ha ido creciendo conforme los meses pasaban.
No se puede añadir mucho, pero hay que seguir. No queda otra. Lo contrario sería rendirse, y eso sí que no. Está claro que ceder es morir, y tampoco queremos eso, aunque otros sí empujen para que caigamos más aún.
Os regalo esta foto de ayer mismo, en el extremo de Galicia, en la desembocadura del Miño, en La Guardia, con el mar embravecido, enfadado, pero bellísimo en su evolución. Era un atardecer, pero si os queda la imaginación intacta después de tanto golpe, tanta mentira y tanta infamia, podréis comprobar que podría ser perfectamente un magnífico amanecer.
Que el nuevo año nos sea propicio a todos los que lo merezcamos.

Paseo de las Cetarias (La Guardia, Pontevedra, Galicia, España)
Diciembre 2012 ----- Nikon D300

domingo, 28 de octubre de 2012

EL "ENCANTO" MEDIÁTICO DE LA GIOCONDA


Advierto de entrada que guardo cierto prejuicio frente a la obra de arte más famosa de la historia de la humanidad. No sé si precisamente por ser la más conocida, si por serlo sin verdadera justicia, si por haber suscitado más bibliografía que tantos temas acuciantes y necesarios, o si porque, sencillamente no me atrae gran cosa ese rostro amorcillado y deliberadamente ambiguo. Con todo, no creo que mi prejuicio me impida la valoración que la imagen contribuirá a clarificar.
Hace mucho, cuando con casi 20 años entré en el Louvre por primera vez, y después de una jornada agotadora viendo antigüedades y esculturas (mis prioridades de siempre), me decidí a ver uno de los iconos del museo y del Arte en general, llegué a una sala relativamente pequeña, sin luz natural, de tonos mortecinos, llena de gente, que se apelotonaba y hacía cola para entrar a ver el susodicho cuadro, que es más bien pequeño y que tan sólo muestra a una mujer bien delimitada por abundante sfumato, enmarcada por un paisaje lleno de perspectiva aérea. Para más inri, la obra aparecía protegida por un cristal de grosor anti-bala, donde uno podría peinarse con decoro, sin que se apreciara rubor alguno. Me decepcionó mucho entonces: el cuadro y el “ambiente”. Las dos veces que volví en años posteriores, ni siquiera pasé a visitarla. Esta vez, ya la cuarta, decidí ir comprobar cómo estaba, presentarle mis respetos, y, sobre todo, documentar gráficamente el asunto.
Mi sorpresa fue mayúscula. La sala donde ahora se halla es enorme y de techos altos, bien iluminada con luz natural. Se encuentra sobre un panel único, donde ningún cuadro más estorba su vista... pero, enfrente justo, han colocado “Las Bodas de Caná”, de Paolo Veronés, un gigantesco lienzo de casi 7 por 10 m. De modo que si el lienzo ya me antojaba indigno de mis desvelos, esta vez me lo pareció más todavía. No obstante, el espectáculo no estaba en los cuadros. Lo fascinante eran las reatas de turistas que allí se arracimaban dándose codazos para acercarse a la diosa y... hacerle una foto. Esa es la prueba necesaria, el recuerdo básico y el objetivo claro de quienes allí se congregaban
Si se aprecia la imagen, se pueden apreciar las reducidas dimensiones del lienzo, la ansiedad del rebaño y el tan desaforado número de cámaras fotográficas, de vídeo, tabletas, móviles y otros artilugios captadores de imagen, que incluso quien no lleva ninguno, se siente impelido a hacer siquiera el gesto del disparo, como para engañar su pulsión cerebral y proseguir el recorrido como si tal cosa. Es lo suyo. Como también lo fuera que la magnificencia, exquisitez, esfuerzo y enciclopedismo lujuriante de Veronés pasaran, pese a su tamaño y ubicación, más bien desapercibidos.

Turistas fotografiando la Gioconda, de Leonardo (Museo del Louvre, París, Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon D300

viernes, 5 de octubre de 2012

LA NECESARIA INUTILIDAD DE VERSALLES


Si bien se observa, esta puerta es, más que un objeto de apertura, una frontera. La que separaba a la nobleza y la corte francesas del resto de su pueblo. Una frontera, una división. Está dorada. La han pintado recientemente. Busca el asombro contemporáneo hacia una época donde el oropel más rebuscado convivía con la miseria más atroz. Aún nos sorprendemos de que aquello tuviera lugar tan sólo hace  apenas tres siglos. La impudicia de los poderosos suele ir pareja a su deseo de exhibición. Ése es uno de sus defectos más notables. Por ella, entre otras muchas causas, las monarquías cayeron, presas del descrédito, del desamor, de la desconfianza. Cuando se accede hoy día al palacio de Versalles, a pocos kilómetros de París, lo primero que sorprende es la inmensa cantidad de personas que acuden a él para comprobar algo que resulta difícil creer si no se ve, aunque tantas veces lo hayamos contemplado por otros medios: la inutilidad manifiesta de la belleza, y cómo la falta de correspondencia entre lo inútil y lo realmente necesario fue la nota dominante de una cultura que hizo del hedonismo estéril un modo de vida. Si se recorren las salas, las habitaciones, los jardines, todos ellos atestados de turistas ávidos de imágenes y de pruebas de haber estado allí, se tiene una impresión de agobio, a la que acaso no fueran muy ajenos los habitantes de esa corte endogámica y aislada del dieciocho francés, aunque por razones diferentes. Lujo, belleza, apariencia, recargamiento, riqueza, abundancia. Todo ello es contemplado sin apenas detenimiento, con la prisa habitual en estos recintos. La protagonizan manadas de personas para quienes la entrada a este enorme palacio es sólo la excusa para poder afirmar que allí estuvieron, que se van como llegaron, con la misma idea preconcebida, y con pocas sensaciones nuevas, alegres de poder mandar a alguien querido una foto presencial y justificante, electrónica e instantánea. La puerta dorada de acceso no es ya la entrada principal, mucho más modesta y práctica. Es la muestra singular de que aun siendo falsa fue más verdad de lo que ahora ha de contemplar cada día.

Reja de la puerta principal del Palacio de Versalles (Île-de-France, Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon D 300

miércoles, 22 de agosto de 2012

ANTAÑO, HOY, LOS DIOSES...



Antaño, los dioses se conformaban con ofrendas que los humanos les ofrecían con regularidad. Sabían que ambos mundos son incomunicables, aunque sí se puedan observar el uno al otro en determinadas circunstancias. Ellos decían que intervenían, y los creyentes miraban a otro lado, cuando se hablaba de las causas. La comodidad del pacto quedaba fuera de toda duda. Con el tiempo, el conocimiento aparentemente creciente, la sucesión de las civilizaciones, los avatares diversos de la especie, fueron evaporando las creencias en los dioses antiguos. Estos fueron quedando poco a poco arrumbados en los libros  clásicos, en la memoria de los mayores. La mayoría se retiraron a su medio natural, a su Arcadia, su Olimpo, su Elíseo... Algunos, más persistentes en la memoria, transigieron en ser imaginados en materias nobles, como el mármol, el alabastro, el bronce de aleación proporcionada. Otros, los menos, admitieron cualquier material, aun deleznable, con tal de proseguir presentes en el pensamiento de los hombres. A costa incluso de caricaturas horribles, distorsiones vergonzosas y herrumbres intolerables. Algunos, siguen todavía entre nosotros. Pese a todo. Pese a todos.

Joven sátiro (Parque del Muelle, Avilés, Asturias, España)
Abril, 2002 ----- Konica Minolta ZiMage


OS ESTÁN GOBERNANDO (IMBÉCILES)



Así es, os gobiernan. Hacen cuanto desean de vosotros. Os engatusan, os engañan, os oprimen, os estafan, os dirigen, os roban. Todo, con la idea perenne de ser ellos quienes posean la riqueza y vosotros les sirváis como puente para lograrla. Perpetuarla. Incrementarla. Cada época, el juego cambia. El resultado, no. Siempre son los mismos. Esos a quienes insultáis, a quienes despreciáis, a quienes restáis todo el mérito. Saben que quien golpea primero, golpea más, y genera sensación de memoria de miedo. Ellos son quienes poseen los medios de producción o quienes poseen los resortes de los otros poderes, son aquellos cuyas riquezas no admiten guarismos inteligibles, quienes detentan la política gracias a unos sistemas que acaban siempre del mismo modo, quienes hacen lo que les viene en gana, y que no contentos con eso, siempre aspiran a más. Son quienes carecen de escrúpulos y de ideas, salvo las que en cada momento inspire la ganancia, la victoria, la explotación, la huida en el peor de los casos. Son los que tildamos de tontos, de analfabetos, de hipócritas, de canallas. Pero son ellos quienes vencen siempre. Y cuando parece que no, es sólo una demora para el siguiente asalto. Es  lo natural. No son superiores, pero vosotros sí que sois inferiores. Es fácil para ellos, porque carecen de oposición. Son expertos en calibrar las contradicciones y debilidades del ser humano, y de sortearlas con resultado a su favor. Saben que criticaréis, que pondréis el grito en el cielo, que incluso podréis cometer alguna violencia puntual. Pero en el fondo saben que sois unos mierdas y que nunca os pondréis de acuerdo para nada útil, ya que la sartén es un instrumento de menaje que sólo admite un asa, y ellos son quienes la manejan a la perfección. Sí, os están gobernando, y lo seguirán haciendo por los siglos de los siglos, porque desde que trazaron su plan, con la revolución agrícola y ganadera, siempre han tenido muy claro qué hacer, cómo y a costa de quiénes. Os están gobernando, sí. Si lo sabré yo, que soy uno de vosotros.

Pintada callejera en Granada (Andalucía, España)
Diciembre, 2008 ----- Nikon D 300

viernes, 17 de agosto de 2012

EL MITO MARILYN: PUDOR E INCITACIÓN



Si se mira con atención, Marilyn se resume en este gesto, captado de un modo algo torpe (y no demasiado bien fisonómicamente) por una empresa que lo ha congelado en esta escultura seriada de resina industrial. Es un ademán que capta sus dos esencias principales: el pudor (aparente) y la incitación (evidente). Norma Jean fue una mujer atrapada en un cuerpo espectacular, y cuya mente fue siempre a rastras del mismo. No creo que ni sus cualidades como actriz, ni como persona reflexiva rayaran a gran altura, pero le bastaron para crear el mito Marilyn. Con todo, emociona todavía recorrer su historia dubitativa y acomplejada, que ella resolvía con algunos saltos adelante más arriesgados aún o recurriendo a lo que sigue siendo infalible hoy día: la imagen irresistible que proyectaba ante una cámara. Todavía en nuestra época emociona su sorprendente ingenuidad sobre la naturaleza del hombre pensante, aunque resulta evidente la claridad que albergó sobre lo que los varones sentían por alguien como ella, y que supo utilizarlo a su favor. También nos siguen emocionando aún sus intentos por ser alguien cultivado, alguien desasido de una imagen exclusivamente física y sensual, pero también notamos sus contradicciones extremas y sus maniobras de mujer pura y primaria. Y eso nos la aproxima tanto, que logra convertir su imagen en un icono y hace que parezca más humana y más nuestra, en posesión de cada uno, y de todos al mismo tiempo. Con ese gesto, tomado de la película de Billy Wilder La tentación vive arriba, se compendia toda Marilyn: se sujeta los volantes de su amplia falda, para que el aire procedente de la boca de metro no la deje demasiado expuesta, pero lo que deja ver a quien puede contemplarla no deja lugar a dudas: es la cara satisfecha de quien se sabe deseada en cualquier circunstancia y que con sus movimientos en apariencia castos genera un deseo creciente de verlo todo y de disfrutarlo todo. Ahora se han cumplido 50 años de su muerte (accidental, provocada o criminal; tanto da). Ella sólo alcanzó los 36. Pero seguimos pensando y sintiendo lo mismo en cuanto la vemos reproducida de cualquier manera.

Escultura-reclamo de la librería "El Baúl de los Recuerdos" (La Coruña, Galicia, España)
Agosto, 2012 ----- Panasonic Lumix G3

jueves, 16 de agosto de 2012

INFINITUD DE LAS CUMBRES



En las cumbres, sólo se escucha el silencio y el bisbiseo del viento en su roce silbador contra cualquier cosa que le dispute protagonismo. Si el sol compite con autoridad, los brillos suscitan en ocasiones los recuerdos, y a continuación una conciencia de pequeñez que refuerza la marcha sobre la vida, colocando a cada uno en su verdadero lugar. En invierno, cuando hasta las aves escasean, ateridas por los elementos, sólo la roca, la nieve y el cielo logran el maridaje perfecto. Acompañándolos, la vegetación se muestra rala, desnuda y agazapada, a la espera de un nuevo brote de vida, en meses venideros. En las cumbres, la nieve y el silencio forman a veces otra hermandad que nos habla de historias contadas al amor de la lumbre. En nuestra cabeza, pese a todo, jamás nieva, ni reina esa paz que sólo estos lugares procuran. Por eso hay que ir cada cierto tiempo a las alturas, a renovar ciertos pactos, a henchirse de ideas puras y a adivinar el parecido de cuanto se contempla con el concepto tan humano de la perfección, de la infinitud.

Puerto de Piedrasluengas, entre Palencia y Cantabria (España), con la Liébana al fondo
Febrero, 2010 ----- Nikon D 100

viernes, 10 de agosto de 2012

COMO EN SU PROPIA CASA




Ella estaba allí convencida de estar en su casa. Nunca había estado en el palacio, pero en su cabeza residía la certidumbre de que alguien la había invitado a pasar una temporada en la corte. Tuvo que efectuar un largo viaje para ello. Ahora, se encontraba en el umbral del acceso, pero no entendía por qué había tanta gente aguardando tras ella en una inmensa cola, pero eso le importaba bastante menos. Venía ataviada para la ocasión, o eso creía ella. Las raíces del cabello se le notaban con facilidad, y la lencería superior quedaba algo a la vista. Pero ella iba muy peripuesta con su vestido blanco de organza, su mejor collar y su pamela cortesana, que siempre imaginó compitiendo con otras damas en alguna boda británica. La sonrisa firme mostraba su fuerza y su decisión. Cuando sonó la bocina, ella entró alborozada la primera. El Palacio Real de Versalles le abría sus puertas al fin.

Robado en los jardines del Palacio Real de Versalles (Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon D 300

jueves, 9 de agosto de 2012

LA ABSTRACCIÓN DE LO ABSTRACTO




Hay muchos a quienes no les gusta el arte abstracto. Por completo respetable. Sobre todo, si la frase “no me gusta el arte abstracto” ha pasado por una serie de filtros y experiencias que abocan a una decisión. Cuando ya no es tan respetable es cuando, por dejadez, inercia o ignorancia, al no reconocer nada de lo representado, volvemos la vista como si las obras de arte tuvieran la obligación contractual de representar la realidad de los sentidos. Si encima el título es numérico o aséptico, el rechazo puede ya resultar categórico, cuando no insultante. El problema es, únicamente, de tiempo, intención, decisión y paladar (léase sensibilidad). Del mismo modo que en un McDonald’s y en un restaurante tres estrellas Michelín ingerimos en ambos comida, el modo de degustarla no puede ser el mismo. Si urgidos por el momento, entramos en el primero, nos alimentaremos mal que bien en unos minutos y habremos cumplido de sobra. Pero si somos unos gourmets, y buscamos el deleite sensorial, en ese lugar sufriremos horrores, del mismo modo que si entramos en el segundo restaurante con prisa y el único objetivo de llenar el estómago.

Dicho esto, contemplemos la foto. Está realizada en el Centro Pompidou, en París, en una exposición temporal retrospectiva del pintor alemán Gerhard Richter. La persona que contempla el cuadro, de grandes dimensiones, es oriental, probablemente japonesa. Está de espaldas, y más o menos a la altura de la mitad del lienzo, que no sale entero, porque no es necesario. Éste muestra una serie de varias líneas finas horizontales de prácticamente todos los colores del espectro, más alguna vertical. No hay figuración. Sólo abstracción geométricamente distribuida. Sólo abstracción cromática. La espectadora estuvo delante de la obra no menos de diez minutos, lo que, en equivalencia para un museo, es haber estado viviendo allí muchos días. ¿En qué pensaba? ¿Sentía? ¿Recordaba? ¿Qué contemplaba exactamente? ¿Con qué relacionaba esas líneas? ¿En qué universo recaló? ¿En qué grado de relajación o excitación se hallaba su cuerpo? ¿Conectó con el espíritu que impulsó al pintor a ejecutar la obra? ¿Analizaba la técnica pictórica del autor? ¿Memorizaba la disposición de los colores buscando algún patrón o significado? O, sencillamente, ¿estaba calibrando un problema personal que la acuciaba y la paralizaba hasta ese extremo? Todas estas conjeturas albergan una probabilidad de éxito. Jamás conoceremos la verdad. Igual que, ante un cuadro abstracto conoceremos nada. Como esta mujer de espaldas ante la obra de Richter, lo único que podremos será dejarnos llevar por lo que a cada uno nos procure nuestro cerebro, que no es más que una amalgama de sensibilidad esencial, bagaje adquirido e intención positiva. Lo demás será sólo eso: conjeturas.

Robado en el Centro Pompidou (París, Francia). Exposición temporal de Gerhard Richter
Julio, 2012 ----- Panasonic Lumix G3

miércoles, 8 de agosto de 2012

RITMOS DE COLOR



La apariencia es sencilla: apenas un rectángulo oblicuo de piedra granítica, bordeado de un poco de tierra y algo de césped no demasiado homogéneo, todo ello desenfocado en proporciones diversas. Lo único enfocado es lo que capitaliza la mirada: cuatro barras de colores distintos. Cuatro colores que tampoco significan nada, son sólo el reflejo de algo que no vemos sobre una superficie mojada por la lluvia (lo que hace más gris el día, más suavizada la luz y más saturados los colores). Pero justamente porque no ofrecen significado alguno, la mirada recala más en ellos y en su sucesión rítmica. Porque los ritmos nos atraen, nos arroban a veces. Una explicación podría ser que toda repetición nos tranquiliza, que nos da la impresión de una serenidad salvífica mediante la eliminación de la sorpresa. Repitiendo la mirada muchas veces hacia lo que a su vez se repite muchas otras, creemos en un continuum que es irreal, pero tranquilizador. Relajémonos unos instantes: la lluvia y unos objetos de color desconocidos conspiran para darnos un destello de paz.

Reflejos en el suelo mojado en Ares (La Coruña, Galicia, España)
Mayo, 2008 ----- Nikon D300

martes, 7 de agosto de 2012

EL SILENCIO ABSTRACTO DE LOS CLAUSTROS




El tiempo, tras los terrores del año 1000, no era circular, sino cuadrado. En los claustros de los monasterios, de las abadías, de algunas catedrales, el tiempo adquiría la forma de una forma geométrica abstracta, recorrida a diario por sus religiosos caminantes. El paseo por el claustro, ayudado por la simetría rítmica de sus capiteles y por la sincera fe inicial de la mayoría, era un recorrido místico, trasunto del viaje que todo humano lleva a cabo en su vida. En las cuatro galerías del claustro, de un modo repetitivo, tenaz, absorbente, uno podía figurarse en otro mundo, o incluso en éste, aislados de todo, para una comunicación más intensa con su dios.

Hoy, en cambio, ese silencio ha dejado arrumbado a un lado, porque lo  que predomina es la horda de turistas que invade algunos de estos recintos que sorprendentemente han resistido los embates de las eras. Con todo, si uno posee cierta capacidad de recogimiento y abstracción, puede aislarse mentalmente de los demás, y dejar que la sucesión de columnillas y los motivos de esos capiteles que las coronan inyecten una dosis suave de tiempo pasado y belleza resistente que lo impulsen a uno a seguir creyendo. Creer, sí; pero no ya en dioses vengativos o generosos, sino en que el ser humano, pese a todas sus sevicias e incontinencias, ha sido capaz siempre, siempre, de hacer aparecer, donde antes no había sino pura materia, habitual podredumbre e instintos primarios sin domesticar, un instante al menos de sobrecogimiento inútil y de egoísta reflexión, que permitan seguir respirando, pese a todo.

Capiteles de la catedral románica de Saint Bertrand de Comminges (Alto Garona, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon D 300

lunes, 6 de agosto de 2012

EL PERRITO INVÁLIDO



Observen bien la foto. Lo primero que se aprecia es algo trivial: un perro sentado encima de una silla de ruedas. Nada que llame la atención, en principio. Detrás, se adivina la chiquilla que, acaso, será hija de la persona impedida, y que cuida también del perrito. Su sonrisa nos tranquiliza. No parece haber anomalías. Hasta que reparamos en la lengua del perro. Podría parecer que hace calor, y que el animal jadea. Pero lo sorprendente es que la lengua sale por un lado de la boca, no de frente. Y eso ya nos hace sospechar. Por otro lado, a continuación, ya algo escamados, comparamos el respaldo de la silla de ruedas con el del perro, que es de una raza pequeña. El respaldo no parece diseñado para una persona, aunque sea de reducido tamaño. Y no; porque la silla de ruedas, convenientemente adaptada es para el perro, pues éste es el minusválido en realidad.

En el rato en que estuve pendiente de esta escena, tanto desde lo alto, como ya —más interesado— a su misma altura, no pude comprobar que el perro no se pudiera mover o corretear, pero sí que al animal le faltaba la parte derecha de su mandíbula, que es justo por donde se le descuelga la lengua, que parece hacernos burla. En el rato que este asunto me abstrajo, desentendiéndome de la fortaleza que había ido a visitar, pude notar que en verdad la silla era para él, y que era tratado con unos miramientos que para sí hubieran querido muchos ancianos. Lo gracioso fue que el perrito, cuando fue consciente de cuanto yo lo miraba (y fotografiaba), empezó a mover la cola a juego con la lengua, en una sincronía coreografiada que hizo que en breves instantes me muriera de la risa. Mi actitud parecía contrariar al perro, que a su vez movía más la lengua en un fallido intento de amedrentarme. Lo cual hacía que yo siguiera riendo tanto, que hasta las lágrimas se me saltaron. Después, me fui, con la tarde mucho más alegre que como había comenzado. A la noche, soñé con el perro y su silla de ruedas. En ese caso, yo era el impedido, y el perrito con la lengua ladeada me conducía entre grandes carcajadas hacia un precipicio. Y no, no me desperté antes de que lo hiciera.

Robado en Collioure (Pyrénées Orientals, Languedoc-Rosellón, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon D 300

domingo, 5 de agosto de 2012

AQUELLAS AULAS, AQUELLOS TIEMPOS



Si se fija uno en la imagen expuesta, hay dos cosas que no cuadran a quienes vivimos alguna vez en este tipo de aula. La primera es la luz. Es artificial, intensa, reveladora. Nada queda en penumbra ni en sombras. Todo queda a la vista. Porque el objetivo del lugar donde nos hallamos (el impresionante Museo Etnográfico de Grandas de Salime) es justo ése: mostrar, revelar, siquiera en parte, aquello que fue. Y es justo reconocer que se ve muy bien lo que nos quieren mostrar. Sin embargo, en aquellos tiempos, la luz que bañaba nuestras aulas era, sobre todo, natural (provenía de los amplios ventanales) y escasa (al menos, en los nortes donde uno creció). También de tono azulado, gris, macilento.


La segunda es la abundancia de mobiliario, de mapas, de láminas, de objetos didácticos diversos. El único lugar austero de ese aula idealizada son los pupitres, pero porque no pueden albergar prácticamente nada encima. Lo demás, nos habla de medios antiguos, pero mucho más numerosos de los que nuestra memoria alcanza a adivinar. Es, pues, otra mistificación propia de la intención museística, didáctica. En los tiempos en que yo era crío, dicha abundancia brillaba por su ausencia, sobre todo en el mundo rural, que fue el único que —escasamente, durante apenas un curso— yo llegué a verificar en persona. Es más, las carencias eran la nota común.


Con todo, el aroma que se siente cuando se entra en este aula recreada es reconocible de inmediato, porque los olores permanecen de forma indeleble en nuestro recuerdo, y las gomas, los papeles, los lápices, la madera y demás materiales, nos transportan  con facilidad a un mundo muy alejado del nuestro, del que sin embargo bebimos  y que nos sirvió para —mal que bien— llegar donde estamos ahora. Nos retrotraen también a los sonidos, a los rostros abrasados de tiempo y olvido, a los instantes hermosos y tristes que aguardan a todo niño en su devenir. Y esa inyección de nostalgia agradecida o agria, vivificante o mortecina, es el verdadero antídoto para  que no nos creamos más de lo que somos y el mejor estimulante para pensar que si entonces estuvimos peor y crecimos, ahora no va a ser menos.


Aula de la época de Franco, en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime (Asturias, España)
Octubre 2009 ----- Nikon D 300

sábado, 4 de agosto de 2012

CARICIA SOLAR



El calor parece desprenderse de esa piel tumbada en la arena. Es la hora de mayor intensidad. A pocos metros, otra piel de plástico, desinflada y abandonada un tanto a su suerte, no cumple con su función de divertimento. No es necesario. Ahora procede dejarse mecer por la escasa brisa del mar, aliviar la mente de los problemas domésticos, convertir el pensamiento propio en la guarida indestructible donde el mundo no nos toca, recordar y, sobre todo, soñar todo lo bueno que deseemos y que alcancemos a imaginar. Será nuestro único rédito del verano. Pero si se hace bien, no será poco. Ya habrá tiempo de inflar el balón de nuevo.


Playa de América (Pontevedra)
Agosto 2009 ----- Nikon D 300

viernes, 3 de agosto de 2012

EL LLANTO DE LOS ÁRBOLES



Comentaba yo una vez en voz alta que el llanto era algo ajeno a los árboles, cuando mi pareja, sorprendida y divertida a la vez, me soltó: “¿y los sauces llorones?”. Hube de convenir, también sorprendido y divertido, que tenía razón, siquiera fuera enunciativa. Pero yo seguía poético o melancólico o simplemente caprichoso. Y, no sé por qué, lamentaba que los árboles no pudieran llorar. Ellos, que son de las formas vivas más antiguas y longevas del planeta, no habían desarrollado el llanto. Pero me equivocaba. Como si alguien me escuchara, los cielos se ennegrecieron y pronto comenzó a llover, no de un modo fuerte, pero sí constante y molesto, por ser verano. Poco rato después comprobé que los árboles sí lloran, pero necesitan de la ayuda de la lluvia para poder hacerlo.

Hoja de tilo, en la localidad de Saint Bertrand de Comminges (Haute Garonne, Midi-Pyrénées, Francia
Julio 2009 ----- Nikon D 300


jueves, 2 de agosto de 2012

MILNOVECIENTOSSESENTAYTRES




Cuando bajé al gimnasio, ya había acabado todo, y sólo quedaban los del hip-hop haciendo de las suyas. El chaval que estaba actuando no era ninguna lumbrera en clase, pero allá abajo era igual de indolente. Hasta los colegas le hacían chuflas a sus movimientos lentos y al desgaire. Por fin la música cesó. Se entregaron los premios a los mejores, y el asunto estaba a punto de disolverse, cuando vi su cazadora por detrás. 1963. Mi año de nacimiento. Me acerqué a él. Le pregunté de dónde la había sacado. Se sorprendió. Era de su padre, que la había pillado en Londres, porque también era el año en que había nacido y le había hecho ilusión encontrar una así. Le dije que su padre y yo éramos de la misma quinta. Su gesto inexpresivo me indujo a explicarle qué significaba esa coincidencia. Se sonrió. “Date la vuelta”, le dije, “que le voy a hacer una foto”. Obedeció, divertido. El gesto que le salió de forma natural, enmarcó su espalda de un modo muy propio.

Cazadora de un alumno de 2º de la ESO, del curso 2007-08
Junio 2008 ----- Nikon D 300

miércoles, 1 de agosto de 2012

CREACIÓN



Recala la mirada en un nacimiento que crece, cilíndrico y húmedo. Barro moldeable a voluntad de su hacedora, que dota de líneas, volumen y sentido a lo que sólo instantes antes era un amasijo verdoso, veteado e informe. Con la pausa de quien sabe que el tiempo es sólo lo que construyas con él, las manos hacen rotar, crecer, abrirse, surgir, ser. Los dedos, impregnados de la materia nutricia elemental, aún se diferencian poco de la obra, como en el relato del Génesis. Juntos, creadora, manos y vasija, en un todo que por unos instantes no admite la diferenciación.

Manos de una alfarera en la localidad de Bergerac (Dordoña, Aquitania, Francia)
Julio 2010 ----- Nikon D 300

REEDICIÓN (NUEVA TEMPORADA)

A veces hay que detenerse, para reequilibrar la marcha, que acaso no sea la que más satisfacciones íntimas nos depare. Cuando al menos no hay presión externa, todo se produce de una forma más suave, y las transiciones apenas se notan, porque brotan de un modo natural, casi necesario.

Esta bitácora se detuvo hace meses. No lo hizo por agotamiento de su creador, ni por falta de ideas, ni siquiera por problemas personales. Era una falta de trayectoria coherente. Y sin una ruta determinada, sólo se pueden dar tumbos. No me gusta esa sensación.

Absorbido cada vez más por el mundo de la imagen fija, no me fue quedando muy claro cuál sería la finalidad de este blog. Y proclamar —como se hizo a principios de año, en la ya habitual declaración de intenciones anual— que serviría para hacer lo que me diera la gana en él, no fue más que un bienintencionado error en alguien que, como yo, pese a ser muy libre de cara afuera, gusta de marcarse rumbos bien claros por los que transitar.

Había que buscar, pues, un cometido, una finalidad a este blog, que no requiriera una bidireccionalidad, feedback o pretensión alguna de influencia en los demás, ni obligación de reciprocidades diversas. Mi blog debe servir, antes que nada, a mi interés. Si éste conviene o favorece a alguien más, maravilloso. Pero los demás no son el objetivo. Lo difícil es encontrar ese objetivo, que no suponga una repetición de lo que ya cubre mi galería de Flickr.

La fotografía ha sido la elegida, al fin. No porque ya no escriba microrrelatos —al contrario—, sino por la desproporción cuantitativa entre ambas actividades y porque soy muy pudoroso con mi obra, y sólo me gusta publicar aquello que no me desmerece. El proceso de corrección y validación de mis cuentos no admite plazos marcados con regularidad, a no ser que ya dispusiera de ellos en su fase previa al visto bueno final, como sucedió con los publicados en anteriores temporadas.

Fotografía, pues. Pero no imágenes sin más. Para eso, ya está la galería de Flickr. La foto tendrá palabras que la delimiten, la estimulen, la comenten, la contradigan, la provoquen o, tan sólo, la ubiquen y la referencien. Va a ser así con cada una de ellas. Así, final o fatalmente, esta bitácora acabará haciendo honor a su verdadero título: “Fotografía y palabra”.

sábado, 14 de abril de 2012

INSPIRACIÓN EN EL SUPLEMENTO (MICROFICCIÓN)

(Cuando uno está con ganas de crear, cualquier atisbo puede hacer brotar la chispa de la que surja la deflagración con que se alimente todo proceso creativo. La lectura de un reportaje en un suplemento semanal reciente dio lugar a lo que sigue. El orden de lectura de ambos textos, el de origen y el relato, no influye en su valoración.)

EL ARTISTA SUPREMO

Niego la acusación, naturalmente. ¿Quiénes son ustedes para negar mi arte? Tal vez según sus leyes haya cometido alguna ilegalidad. Pero ¿sobre qué base? ¡Yo soy un artista! Nadie mejor que yo conoce a los pintores cuya obra estudié hasta agotar las referencias. Nadie mejor que yo sabe cómo eran sus trazos, los materiales que utilizaban, los paisajes que visitaron, las vivencias que les trastornaron, las técnicas que desarrollaron, las rivalidades enconadas que les hicieron evolucionar y, a algunos, caer. No he copiado cuadros de nadie. ¡Qué vulgaridad! Yo he creado obras nuevas con modos antiguos. Perfectas. Todas habrían podido ser firmadas por los autores en los que me he inspirado. Ningún crítico de arte, ningún especialista de museo ha detectado jamás fallo alguno en mis obras. Pero si hasta la viuda de Max Ernst dijo que una de las obras “reaparecidas” era el cuadro más hermoso que habría creado su marido. Siempre dije que, si aún vivieran, habría sido capaz de convencer a algunos de esos autores que una de mis obras era suya, olvidada tras muchos años de pérdida o desprendimiento voluntario. Pero, no. Yo no falsifico. ¡Creo! Pinto obras nuevas. Mi pericia es sobrenatural. Sin embargo, ¿habría reconocido el mundo mi habilidad? ¿Habría podido ganar el dinero que he ingresado en mis cuentas con mi propia pintura? No, no se me habría reconocido jamás. Por eso mi método consistió en inventar colecciones extraviadas, rescatadas de guerras o coleccionistas misántropos. Cuando veían las fotos preparadas para la ocasión, envejecidas artificialmente, donde figuraban mis obras colgadas en paredes sepia, las posibles dudas se disipaban de inmediato. Al mercado del arte habría que juzgar, no a mí. Me han pagado lo que pagan por obras infladas en el mercado. Los galeristas, los coleccionistas, los museos, necesitan más cuadros. Su propia necesidad y ambición los ha cegado. Yo sólo he aprovechado una fisura del sistema. Pero, por favor, ¿culpable yo? Soy un artista, no lo duden. El mejor, porque con la misma facilidad que pintaría un Derain, enmarcaría sin titubear un Léger, o cualquiera de los artistas de cuya creación hubiera alguna mínima duda sobre cuántas obras habría pintado. Yo soy el mejor artista, el más global. Mi obra debería estar en los mejores museos del mundo. No olviden mi nombre, señores: yo soy Wolfgang Beltracchi.

viernes, 23 de marzo de 2012

EL MÉTODO (GRONHÖLM)

La duda entre lo conocido y lo por conocer, a medida que uno envejece, se hace menos turbulenta, y la claridad se impone a la tiniebla, del mismo modo que el goce sobrepuja a la ansiedad. Me pasa a menudo con los libros; también, aunque en menor medida, con el cine.
Viene esto a cuento de que ayer, a la hora de mi película diaria, se estableció la duda entre si ver una película de nuevo cuño  (Moneyball, de Bennett Miller, el director de Truman Capote) o ver una más antigua y que ya había visto tres veces antes (El método, de Marcelo Piñeyro). En el caso de ayer, la duda tardó cuatro segundos y medio en resolverse a favor de esta última, porque yo en ese momento requería emociones fuertes, sin que hubiera tiros ni apocalipsis, y la primera las prometía, pero la segunda las aseguraba. De modo que vi otra vez El método.
La experiencia, no por repetida menos intensa, fue como un subidón de adrenalina pura. En un marco muy reducido, unos personajes perfectamente dibujados e individualizados, luchan con todas sus armas mentales y caracterológicas, en una lucha de la que sólo acabará venciendo uno: quien ocupará el puesto para el que una empresa ha convocado esa selección de personal. La anécdota puede consultarse en cualquier lado, no procede explayarla acá.
Pero qué trama, qué actores, qué alternancia de planos, qué guión, qué intensidad, qué crítica más feroz al capitalismo salvaje, qué sensación de novedad a pesar de conocer perfectamente lo que sucede. 
Con obras así, ¿quién se arriesga a que lo vayamos a ver nos defraude? He aquí la reflexión de un viejo.

martes, 20 de marzo de 2012

ARTE EN EL REFLEJO


Llovía bastante. A ratos de forma violenta. Luego paraba. Cuando llueve, las cámaras se vuelven trémulas y contagian sus miedos a sus dueños. Pero a veces hay que violentarlas, forzar su tendencia tradicional a minimizar los riesgos. Y es entonces cuando uno comprueba que hay mundos distintos, y que se pueden ver de otro modo, con otra mirada.
Aquel día vimos el Colegio de la Compañía de Monforte de Lemos, como no lo habíamos visto nunca. En el suelo, reflejado en los charcos de esa lluvia que tanto nos quería molestar y que tanto nos dio, al final.

martes, 13 de marzo de 2012

MIL ENTRADAS DE BLOG


Me he enterado de casualidad. Quizá porque el guarismo "cantó" mucho el otro día, después de la entrada de la luna. Qué curioso, me dije. Mil entradas. Habría sido más interesante, como querría Borges,  que el número hubiera sido más contundente, como "Mil entradas y una entrada", remedando las "Mil noches y una noche" de Burton. Pero yo soy más clásico. Y el número me impacta. Claro que como ésta es la entrada 1001, los dos quedaremos satisfechos. 

Decía que es una cifra que impacta. Y lo hace porque no se va buscando. Si lo hubiera hecho, la ansiedad por alcanzar la meta no me habría dejado vivir. En cambio, así, poco a poco, de forma constante, foto a foto, relato a relato, sin pensarlo demasiado, como si fuera un juego (aunque muy serio, que no admite desmayo), uno llega donde nunca pensó llegar.

Esto es lo más fascinante de los blogs. Y de la voluntad que debe conllevar, como es lógico. Porque abrir una bitácora, vulgo blog, lo puede hacer cualquiera. Mantenerlo con cierta regularidad es más costoso. Conservarlo varios años, complica su existencia. Alcanzar cifras sorprendentes es más inhabitual. La sensación de repetirse, las fallas de la voluntad, la impresión de que nadie lee, nadie contempla, nadie comenta, todo ello contribuye al cansancio, a la tentación de dejarlo todo y de dedicarse a tareas más gratas, más rentables, acaso más lúdicas. No ha sido mi caso, de momento.

En realidad, el blog surgió hace cuatro años por una causa práctica. No era capaz de aprender a manejar Photoshop, ese programa maravilloso y cabrón, que fue diseñado para prometer paraísos, a cambio de infiernos. Aprendía algo, y como no lo reforzara y prosiguiera practicándolo, se me olvidaba todo. De modo que probé a obligarme a algo, con la finalidad de generar una continuidad que me apretara las tuercas con el programa. Dio resultado, he de añadir.

Pocas cosas me han cambiado la vida tanto en los últimos años -y tan gratamente- como esta bitácora chiquita.

Fotografías y palabra. Es de lo único que sé algo. Por aquí seguirán los tiros...

domingo, 11 de marzo de 2012

LUNA LLENA

 

El otro día, al levantarme sobre las 7'15, vi refulgir frente a mi ventana una luna tan llena como incitante. El impulso de fotografiarla brotó de inmediato. Poner el trípode y montar la cámara con el objetivo, llevó sólo unos minutos, aunque iba con el tiempo algo justo. La verdad es que no es más que un objetivo de 500 mm catadióptrico, que sumado al sensor de la d300 se convierte en 750 mm de longitud focal. Pero quedó con una impresión de proximidad similar a como la sentimos algunas veces, tan lejos, tan cercana, tan influyente en todo y en muchos. Y así quedó. Convenientemente enmarcada, claro.

sábado, 10 de marzo de 2012

OJALÁ CREÁSEMOS MENOS, Y MEJOR

Steven Soderbergh ha sido noticia estos días pasados por haber afirmado que deja su oficio, que ha de reinventarse de nuevo, que ha de aniquilar todo cuanto ha creado, y volver a empezar. Soderbergh es, como se sabe,  director de cine ("Sexo, mentiras, cintas de vídeo", "Erin Brockovich", Ocean's eleven", "Traffic", "Che", y varias otras). Sorprende su afirmación, pero se comprende. Lo que se comprende menos es que la haga. Sorprende su sinceridad (o su deseo de llamar la atención, que nunca se sabe), su desgarro. No, en cambio, su agotamiento, admisible desde cualquier punto de vista, ya que tiene estrenada o a punto de hacerlo tres películas.

Admitamos a juicio la totalidad de sus afirmaciones. Está cansado. Siente que todo lo hecho no lo justifica. Puede que tenga que sacrificar cuanto ha llevado a cabo para reinventarse. Se retira en el momento de máxima actividad. Admitámoslo. ¿Por qué, pues, uno no acaba de creérselo del todo? Porque no suele ser común esa postura. La "droga" de la creación, o de lo que uno piensa que es creación, motiva la "recaída" de casi todos cuantos anuncian su abandono o su retirada. Sucede en todos los ámbitos, sean o no ligados a la creatividad: la música, el toreo, el cine, el arte, la política... A la inmensa mayoría de quienes anuncian que se van, los vemos regresar al poco, como corderillos, a la escena pública, intentando argumentos para explicar la vuelta al tajo: necesidad de dinero, ausencia de motivación, síndrome de abstinencia, necesidad de cubrir un hueco "vacío" desde su marcha, ofertas imposibles de rechazar, perentoriedad...

El resultado es la hipertrofia de libros, películas, canciones, obras de arte (o sucedáneos con dicho nombre). Sobra demasiado de todo ello. Sobra basura en cualquiera de los mundos que acabo de enumerar. Quizá si creásemos menos, corrigiéramos más y no dependiéramos tanto de la opinión ajena, acaso la creación se beneficiaría de una mayor autenticidad y una energía contagiosa, más propensa a la expansión.

Pd/ Sería bueno lanzar una hipótesis algo envenenada sobre cuánto tardará Soderbergh en asomar de nuevo por el mundo del celuloide. Yo no le doy más de dos o tres años.

domingo, 4 de marzo de 2012

EL PROBLEMA ES LA IMPUNIDAD

Desayuno los domingos con morosidad manifiesta. Lo hago habitualmente, pero los días festivos remoloneo más, y me detengo en detalles que la velocidad de la vida cotidiana impide realizar a diario. Me detengo, entonces, en una carta al director de un ejemplar de dominical -XL Semanal, nº 1270, muy reciente-. (Algún día alguien tendrá la idea de realizar una completa sociología de nuestro país, llevando a cabo un estudio serio de lo que pensamos, analizando en profundidad estas cartas que los ciudadanos de a pie mandan a los diarios, con la esperanza de ver publicadas alguna vez sus palabras, fruto de sus pensamientos. Pero me desvío.)

Apuntaba que una carta al director había llamado mi atención. En ella, se nos habla de alguien que es conductor de autobús escolar desde hace muchos años, que todos los días las vidas de unos 50 críos dependen de su pericia y su cumplimiento de las normas, y que su sueldo se cierra en 18.200 € anuales. A continuación, nos habla de una señora que dirige el departamento de cardiología de un importante hospital, con muchas vidas salvadas a sus espaldas, se nos recalca, que es recompensada con un salario de 38.000 € al año. Por último nos habla de un fulano cuya profesión es banquero de alta graduación, cuya gestión "ha dejado a centenares de personas sin vivienda, ha hecho que miles de empresas tenga que cerrar y  dejará próximamente sin trabajo a más de 700 personas". Nos refiere la preocupación de este hombre, porque el Gobierno acaba de limitar su salario a un máximo de 600.000 € anuales. El artículo compara las responsabilidades de los tres, y es concluido con una ironía, que busca una pequeña sonrisa que compense tales atropellos, pero que a mí se me resiste.

Pasemos por alto que el hecho de que sea relativamente fácil conducir un autobús (e incluso lograr el empleo) y de que el sueldo de la cardióloga sea incorrecto (es bastante superior). Centrémonos en las responsabilidades, y en las utilidades. No es verdad que la responsabilidad del conductor sea superior o inferior a la de la cardióloga, y la de éstos, mayores o menores que la del banquero. Todos formamos piezas de un engranaje, y todas las piezas son importantes, porque cuando dejan de funcionar, nos resentimos todos. Nadie duda de las utilidades de los dos primeros, aunque muchos ignorantes cuestionen la del tercero. Pero yo no defiendo a este compungido ejecutivo.

Lo que a mí me hace hervir la sangre es que mientras los dos primeros, con toda su responsabilidad a cuestas, si cometen errores (humanos y no dolosos, se entiende), tendrán que pagar por ello, aun no teniendo culpa directa, si el tercero comete desfalcos, desviaciones y tropelías diversas (obsérvese el diferente matiz inculpatorio), puede acabar impunemente limpio, a poquito que haya urdido bien su red de caída.

El problema no es cuánto gane cada cual, aunque resulte insultante que en esta época de globalización informativa, sepamos hasta cuánto se gastan en moqueros los famosos. El problema no es la diferencia abusiva entre pobres, medianos y ricos. El problema es que quienes son culpables de gestiones incorrectas, prevaricadoras, explotadoras, mentirosas y con ánimo de lucro personal, queden sin castigo proporcionado a sus delitos. Eso es lo que genera alarma social, desidia hacia lo político y desesperanza hacia el futuro.

miércoles, 29 de febrero de 2012

¿PIERDO EL TIEMPO O LO INVIERTO?



Resulta sorprendente, pero las crisis a lo largo de la historia han dado mucho material para imaginar y para crear. No se debe olvidar que uno de los siglos más aciagos de nuestro pasado español, el XVII, albergó a una pléyade de literatos, pintores y escultores de tan alto fuste, que fue denominada Edad de Oro.

Pero a mí me sorprende más el efecto que las crisis provocan en el intelecto de personas que por lo común no darían más palo al agua que el que se echa en el chiringuito correspondiente, mientras se escarban la dentadura con un mondadientes de largo recorrido. Lo arriba mostrado es un buen ejemplo de ello.

Ahora, lo que más atónito me tiene es que en los últimos tiempos quien esto escribe se pasa no menos de 15-25 minutos de reloj al día mirando tonterías o genialidades de éstas por la red, vía Facebook, enlace a enlace, comprobando que el tiempo se me pasa como si me lo fumara, y que acabo riéndome con unas ganas tales como si la vida me fuera en ello. 

O sea, que saco varias conclusiones

  • En época de crisis, la gente aumenta su inventiva
  • Ante esa gran inventiva, se incrementa la necesidad de compartirla con cualquiera
  • Ese cualquiera es tan cualquiera, que puedo llegar a ser yo, que apenas uso el feisbuc ése
  • Pierdo bastante tiempo todos los días. O lo invierto, no sé. Lo que está claro es que disfrutar, disfruto
  • ¡Qué raro yo, haciendo comentarios de este tipo en mi (serio) blog!
  • AQUÍ HAY ALGO QUE FALLA

lunes, 27 de febrero de 2012

¿POR QUÉ FOTOGRAFÍO LOS DETALLES?

Practico la fotografía porque me gusta la belleza de una forma visual, bien captándola, bien seleccionándola, bien creándola. Entre otros muchos temas, me gusta la macrofotografía, vulgo macro, por unas cuantas razones.

Podría comenzar diciendo que me fascina la Belleza -bajo cualquiera de sus expresiones- y ésta abunda por doquier; sólo hay que buscarla:  en lo grande, sí, pero también en lo diminuto, porque es lo que no estamos acostumbrados no sólo a mirar, sino a hacerlo con el suficiente detalle. 

Precisamente, los detalles son, muchas veces, trasuntos del todo, pero con una apariencia mucho más elegante, divertida, impactante o intensa.

De igual modo, cabría apuntar que me gustan algunas sorpresas, las que depara algo que estamos acostumbrados a ver de un modo habitual, desde determinada altura, o en un contexto concreto, cuando se lo mira desde muy cerca, y las perspectivas cambian y las relaciones entre los objetos y las formas se alteran.

Aquí añadiría que si me encanta contemplar algo que nunca había visto antes, aunque lo tuviera delante de mi mirada de continuo, la estética de la macrofotografía se adecua de un modo excelente a esa afición contemplativa y degustadora.

También, porque me entusiasma crear nuevas e impensadas relaciones entre las líneas, los contenidos, los colores y las texturas, vistos todos ellos con los ojos artificiales de unos aparatos (sobre todo, objetivo macro y tubos de extensión) que amplían y diversifican cuanto el ojo pueda captar.

Y en último término, porque creo que si se observa bien lo pequeño, tal vez podamos ver con otra mirada lo que parece grande, y valorarlo en su justa medida.

Y porque es difícil, ¡coño! Y a mí me gustan los retos que me obligan a crecer.

Pd/ En estas dirección1, dirección2 y dirección3 puedes mirar unas cuantas muestras de esta técnica en mi galería de FLICKR, según quieras Composiciones, Macro vegetal o Macro animal, respectivamente.
O, simplemente aquí, en este mismo blog, en la etiqueta MACROFOTOGRAFÍA

sábado, 25 de febrero de 2012

PERDER TIEMPO Y ENERGÍA

Perdemos demasiado tiempo intentando cambiar a quienes difícilmente lo harán a instancias nuestras (los demás),  e invertimos demasiada poca energía en transformar y asumir a quien más nos debería importar (nosotros mismos). ¡Qué de pérdidas! ¡Qué de frustraciones! Familiares, sobre todo.

viernes, 17 de febrero de 2012

Y, DE NUEVO, CARNAVAL

La sucesión de las fiestas cíclicas tiene una función bien clara: la de que la vida se nos haga más corta, dándonos la imprecisión -falsa- de que el tiempo pasa volando, pues después de una fiesta viene la otra, y así en un continuum absoluto, que hace musitar en voz baja "ya está aquí...". Y no. Cada fiesta tarda exactamente un año en llegar. Pero nos acordamos de que hace muy poco era la anterior fiesta y en breve vendrá la siguiente (sólo hace un mes y poco era Navidad, y en 40 días llega la Semana Santa) y así nos parece que pasó poco tiempo. Pero los carnavales llegaron hace aproximadamente un año (es fiesta con referencias astronómicas, con lo que sus fechas varían de un año a otro). Y eso no tiene vuelta de hoja.

No me gusta el carnaval. No sólo por lo que supone de simbolismo al respecto, ese derroche de comida y divertimento antes del período cuaresmal de ayuno y abstinencias. Eso, fue. Hoy, ya no supone nada de ello. Pero es un ritual basado en creencias que no comparto. No, me refiero a que no me gusta por un par de razones distintas. La primera, su categoría de fiesta de masas (no soporto a las masas, y menos cuando ejercen conscientemente de tales). La segunda, porque supone que durante unos días, unas horas, un  tiempo, uno se disfraza y es lo que no es, se convierte en lo que no puede ser, ansía ser y acaso nunca será, pero durante unas horas, unos días, un abrir y cerrar de ojos, uno se transforma en alguien distinto.

El éxito del carnaval se fundamenta en esto (además de que cualquier motivo de jolgorio es aceptado sin rechistar por la mayoría): en ser quien no se es, porque a uno no le suele gustar ni la apariencia ni la esencia propias. Y estos días de carnestolendas, uno prueba a ser otro cuerpo, otra esencia, otra actitud. ¿Respetable? Sí, claro. ¿Compartible? En mi caso, para nada. Me gusta lo que soy en un grado superior a la media. Y quienes esto sufren o disfrutan a diario en mis proximidades, lo podrían corroborar. Por eso, la posibilidad de colocarme otra piel y otra personalidad encima, siquiera sea por unas horas, me horripila, aunque pudiera ser divertido.

Hay otra razón para que no me guste el carnaval. Y es que soy muy vago para algunas cosas. Y pensar en qué tipo de persona (o animal, o ente) se quiere aparentar ser, elaborar el correspondiente disfraz, acondicionarlo todo para que sea un éxito, y otros etcéteras... ya me supone un desasosiego que me aboca directamente a la inacción más absoluta. 

De todos modos, el carnaval me gusta mucho. Como motivo fotográfico, es de los más agradecidos. 

martes, 14 de febrero de 2012

¿DEL AMOR? EN PRIMERA PERSONA





Pese a todo lo que se diga, nadie puede hablar cabalmente del amor. Como mucho, y siendo generoso con el permiso, uno puede hablar de su propia experiencia personal, que tampoco es que dé para mucho (una vida... siempre es poco, a qué engañarse). Sin embargo, se generaliza mucho, se comercializa más y -como todo el mundo ha tenido la experiencia a mayor o menor nivel- se pontifica lo infinito.

Con todo,  lo cierto es que hablar de amor es muy fácil. Parece que cualquiera podría hacerlo, tomando como base sus propios pasos en la materia. Pero por eso mismo, me parece frívolo, oportunista y autojustificativo.

Como mucho, del amor cabría hablar en primera persona. Y no de cualquier forma, sino en un susurro, con la compañía adecuada del género que se quiera, con la condición que se desee, arropados bajo una manta, tomando un té aromatizado en un salón o sintiendo la caricia del sol en una playa. Uno podría decir, entonces, en la confidencia: "pues no, no me he enamorado nunca, pero llevo emparejado con la misma mujer desde hace casi doce años, cuando no pensaba que el asunto pasara de dos o tres meses a lo sumo, lo cual en alguien con mis características, debe significar algo más que mucho". También, podría comentar: "no sé cómo lo hace, porque es más divertida que la radio, y me cago de risa nueve y media de cada diez veces que estamos juntos, por no hablar de que cocina como los ángeles, pero también lee, camina, ve cine, viaja, hace fotos, cursillos, cuida a sus hijos, a sus padres, a sus amigos, a sus sobrinos...". O incluso, algún detalle anatómico: "siempre que caminamos, no podemos hacerlo sin que nuestros dedos vayan juntos e incluso en el cine jugueteen, aun a veces sin sentirse, de pura costumbre relajante, y también resulta que esos dedos que acarician, se entrelazan, amasan, hojean, disparan, señalan, planifican y se hidratan a diario, han caminado junto a mí unos cuantos miles de kilómetros por cinco países europeos, amén de unas cuantas provincias del país patrio".  Aunque lo más seguro es que sólo se escuchara al final que quiero seguir haciéndolo, porque si no lo hiciera, demasiadas cosas se desajustarían. Empezando por mi cabeza, siguiendo con mi entusiasmo y mis proyectos, y terminando con mis dedos, que sólo se podrían encaramar a la frialdad de la empuñadura de mi cámara, a las curvas nacaradas de mis plumas y a las convexidades doradas de mis libros. Únicamente.

domingo, 12 de febrero de 2012

MI COHERENCIA


En sesuda consonancia con mis dos anteriores entradas, he dado comienzo a la lectura de David Copperfield, opera magna del bicentenariado Charles Dickens.

Titulo del libro: DAVID COPPERFIELD (CAJA)El ejemplar en tapa dura que me he comprado (editado en Barcelona por Alba editorial, Colección Clásica Maior, nº XX, 2003, 2ª ed., de 2010, en traducción de Marta Salís) pesa 1590 gramos y posee 1022 páginas, adecuadamente cosidas en unos cuantos cuadernillos.

A esto llamo yo coherencia suma.

AVISO A VISITANTES

Todas las imágenes (salvo excepciones indicadas) y los textos que las acompañan son propiedad del autor de esta bitácora. Su uso está permitido, siempre que se cite la fuente y la finalidad no sea comercial
Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.