martes, 7 de agosto de 2012

EL SILENCIO ABSTRACTO DE LOS CLAUSTROS




El tiempo, tras los terrores del año 1000, no era circular, sino cuadrado. En los claustros de los monasterios, de las abadías, de algunas catedrales, el tiempo adquiría la forma de una forma geométrica abstracta, recorrida a diario por sus religiosos caminantes. El paseo por el claustro, ayudado por la simetría rítmica de sus capiteles y por la sincera fe inicial de la mayoría, era un recorrido místico, trasunto del viaje que todo humano lleva a cabo en su vida. En las cuatro galerías del claustro, de un modo repetitivo, tenaz, absorbente, uno podía figurarse en otro mundo, o incluso en éste, aislados de todo, para una comunicación más intensa con su dios.

Hoy, en cambio, ese silencio ha dejado arrumbado a un lado, porque lo  que predomina es la horda de turistas que invade algunos de estos recintos que sorprendentemente han resistido los embates de las eras. Con todo, si uno posee cierta capacidad de recogimiento y abstracción, puede aislarse mentalmente de los demás, y dejar que la sucesión de columnillas y los motivos de esos capiteles que las coronan inyecten una dosis suave de tiempo pasado y belleza resistente que lo impulsen a uno a seguir creyendo. Creer, sí; pero no ya en dioses vengativos o generosos, sino en que el ser humano, pese a todas sus sevicias e incontinencias, ha sido capaz siempre, siempre, de hacer aparecer, donde antes no había sino pura materia, habitual podredumbre e instintos primarios sin domesticar, un instante al menos de sobrecogimiento inútil y de egoísta reflexión, que permitan seguir respirando, pese a todo.

Capiteles de la catedral románica de Saint Bertrand de Comminges (Alto Garona, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon D 300

2 comentarios:

Mármara dijo...

Es que, si no fuera por esa capacidad, hace mucho, mucho tiempo, que nos habríamos autoborrado de la faz de la Tierra.
Te ha quedado muy propio el tratamiento de las foto.

Cris dijo...

Y cuando se consigue estar sólo/a en un claustro ¡qué paz!. En ese momento se únen todos los pequeños instantes de armonía (simetría)que se han vivido a lo largo del tiempo sin importar su origen: hombre o mujer, noble o plebeyo, religioso o ateo, mercenario o campesino, monja o puta...

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