sábado, 30 de enero de 2016

UN REFERENTE PARA DIALOGAR Y PACTAR

Mal asunto, lo de negociar en este país. No sabemos. No tenemos experiencia. No hay referentes claros. Y los que existen, parecen no servir. En España, por tradición, tenemos más tendencia a imponer las ideas propias, que a pactarlas. No hay más que echar una ojeada somera a nuestra historia, bien triste y lamentable en tantos sentidos. La capacidad negociadora se limita a muy pocos casos, a muy pocos personajes dotados de tales artes. El resto, imposición: pronunciamientos personalistas, revoluciones descafeinadas, golpes de estado mesiánicos, asonadas cíclicas, guerras inciviles y posguerras de crueldad impune.

Con todo, tenemos un ejemplo reciente que ha sido de capital importancia en nuestro devenir, al que ahora se denuesta casi sin excepción, y que nos podría servir para calibrar fuerzas y tomar modelos con los que avanzar posición. Me refiero a cuanto se realizó en la Transición tras la muerte de Franco. En mi calidad de enseñante de la Historia, sigo sin saber por qué hay hoy este sospechoso olvido hacia el papel del rey Juan Carlos I y por qué parece haber una campaña orquestada para señalar más las imprecisiones y omisiones llevadas a cabo en esa transición que sus logros efectivos. Hasta lo que yo sé, lo que tuvo lugar entonces, no tiene parangón en nuestra historia. Con todos sus defectos, con todas sus flaquezas, con todas sus costuras a la vista, el sistema que se levantó con la Constitución de 1978 supuso el mayor ejemplo de diálogo que nuestros siglos vieron. No fue una constitución impuesta por unos contra otros, como las del XIX (con la excepción -relativa- de la 1876) o la anterior republicana (que si bien no fue exactamente impuesta, sí destilaba un rencor muy notable de unos contra otros; que fuera justificado, no invalida el argumento). Por contra en la constitución actual, tras intensísimas discusiones y debates, se realizó un encaje de bolillos de tal complejidad que sólo los muy avezados le pueden ver las puntadas. Pero de lo que no hay duda es de su probada utilidad como instrumento catalizador de nuestra modernidad más reciente.

Para crearse, hubieron de juntarse en la misma mesa epígonos del antiguo régimen franquista con comunistas de viejo  cuño, socialistas recién llegados y redefinidos con democristianos que creían perder el tren de unos tiempos que ya no eran suyos. Parecía imposible, no sólo por las diferencias de siempre, los rencores históricos, las desconfianzas mutuas, sino porque todo aquello tenía lugar en medio de una tensión que ahora los jóvenes no pueden entender bien, porque la mayor que han presenciado es el extravío de su móvil o el de su cargador cuando la batería reclama alimento. Aun así, se logró. Y la refrendó la casi totalidad de los españoles. Aquella constitución pudo convertirse así en la segunda más longeva de nuestra historia constitucional. Y, sí, hace falta reformarla con cierta urgencia, como todo edificio o vehículo de delicado diseño precisan mantenimiento para conservar su uso y adaptarse a las nuevas circunstancias. Pero entonces se dialogó, se pactó, se cedió. Y con ello, se lograron los años de mayor crecimiento y modernización que nuestro país recuerda en los últimos siglos.

Ahora, en cambio, cuando contemplo las actitudes mezquinas de nuestros líderes políticos actuales, temo que su enanismo de miras, su ausencia de perspectiva histórica, sus personalismos y sus incapacidades, hagan naufragar el barco que con tantas dificultades se botó hace poco más de 37 años.

1 comentario:

la cocina de frabisa dijo...

Que bien lo expresas, no puedo estar más de acuerdo. Eduardo for president :)

AVISO A VISITANTES

Todas las imágenes (salvo excepciones indicadas) y los textos que las acompañan son propiedad del autor de esta bitácora. Su uso está permitido, siempre que se cite la fuente y la finalidad no sea comercial
Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.