jueves, 24 de enero de 2019

REESTRUCTURANDO PARA GANAR ESPACIO

Como buen neurótico de los "cuántos", los "cómos", los "cuándos" y los "porqués", voy acumulando uno a uno los volúmenes que, leídos o inconclusos, van pasando por mis manos cada año. Luego, cuando llega enero, paso todos esos títulos a una lista que será incluida en una carpeta que lleva ya unos algunas décadas de antigüedad. Hecho eso, toca reubicar dichos libros en sus correspondientes anaqueles para que queden perfectamente localizables, consultables, acariciables, etc.

Pero dicha tarea no está exenta de problemas, que cada año se incrementan. Sí, lo habéis adivinado: el espacio. El saber no ocupará lugar, pero los libros, las revistas, las carpetas de apuntes y de materiales sí. ¡Y de qué modo!. Por eso, los meses de enero suelen ser épocas de reestructuración de los diferentes espacios de mi piso que, no se os ocultará, está muy mediatizado por las implicaciones derivadas de mis dos ocupaciones favoritas: mi biblioteca y la "habitación de las fotos". No hablo de la habitación de los libros, porque no hay pieza de mi vivienda donde no haya ninguno, incluidos los dos cuartos de baño. Por eso hablo de la "biblioteca". Y ésta, año a año y kilo a kilo, sigue aumentando. Y el espacio no pare ni se expande como el universo. Ya quisiera yo, ya, que la relatividad que descubriera Einstein se pudiera aplicar a mis anaqueles. Pero, no, no. Nada de eso. Por eso, en enero, toca hacer cábalas de dónde esto, dónde eso, si tiro esto o si lo conservo, si cambio eso o lo subo al trastero, y otras disquisiciones muy irrelevantes ahora.

Pues bien, el año pasado no pude reestructurar nada, por diversas circunstancias que no vienen al caso. Pero éste sí, aprovechando la baja laboral que me ha procurado mi maltrecha espalda. Y aunque lo he ido haciendo de a poquito, pues no podía forzar los movimientos, al final lo he podido concluir. Los resultados han sido espectaculares. 

Pero a cambio de poder ver bastantes huecos donde ubicar futuras adquisiciones, y de racionalizar aún más dónde se encuentra cada elemento, he tenido que tirar unas cuantas cosas, reubicar varias más, regalar otras, y lamentar no poder usar ya bastantes otras. De ese modo, por mis manos han pasado apuntes de hace años, docenas de cintas de cassette que no sé por razón habían quedado al fondo de un armario, cientos de diapositivas de cuando hacía fotografía analógica (de las de clase y también personales -algunas de las cuales ya habían sido escaneadas con anterioridad), libros de los que ya poseo copia en tapa dura para mi "SELECCIÓN MAGNA", carteles, posters, acumulaciones y una nutrida miscelánea de basuras variadas. Fui comprobando, en definitiva, cómo se iban en muchas bolsas de basura, cientos -por no hablar de miles- de horas de trabajo autodidacta, tenaz y entusiasta; cómo desaparecían de mi vida muchos momentos clave de mi existencia reciente; cómo se llenaban mis ojos de agua cada poco, lo que ralentizaba mi tarea más que el cuidado puesto en no realizar movimientos extraños con mi espalda. Pero, bueno. Sé que no será la última vez que esto suceda en mi vida. Aunque sí que ha sido la que ha adquirido mayores proporciones de los últimos tiempos, y cuyas deleitosas consecuencias espero empezar a disfrutar de inmediato. Espero.

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