Y sin avisar, con la pericia adquirida en tantas horas de vuelo, sin que nada lo anticipe, ni ruido alguno la delate, inicia la maniobra para posarse en el tejado que le servirá de atalaya apenas unos instantes, mientras otea el panorama, intuye posibilidades, escucha lo que le rodea. Todo con suavidad, girando el cuerpo silencioso, grácil, con esa perfecta armonía que da la experiencia de haberse leído de una sentada, cuando polluelo, aquella obra que dignificó a su especie para siempre: Juan Salvador Gaviota.
En Cudillero (Asturias, España)
Abril 2005 ----- Nikon D100
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