jueves, 31 de enero de 2019

AUTOBIOGRAFÍA (OBLIGADA) -MICRORRELATO-

Me nacieron contra mi parecer a mediados del siglo XX; me oponía a salir, pero un obstetra con fórceps zanjó mi resistencia. Fui un niño enfermizo, por lo que los diversos episodios de fiebre, cuarentenas e incluso dos operaciones graves, marcaron mi infancia. En aquella época, no podía decidir nada: ni la alimentación, ni la vestimenta, ni la diversión, pues los libros que me ofrecían, además de los prescriptivos de texto, eran los que mi abuela elegía por mí. Como era obediente a la par que sumiso, casi siempre obtenía buenas calificaciones. Acabado el bachillerato, la dilatada trayectoria jurídica de mi familia obró el prodigio de encaminar mis pasos hacia el Derecho. Pero, como siempre fui débil de carácter, no me opuse a recibirme de abogado, transcurridos los cinco años correspondientes, más la pasantía, con mi tío, el fiscal. Enseguida mi vida quedó organizada en un excelente bufete y con una excelente mujer, que me recomendó mi prima, jueza de primera instancia. La boda la organizó mi ilusionada madre, que también eligió el nombre de nuestros tres hijos, que crecieron bajo la atenta mirada de mi esposa, que velaba por el bienestar de todos, incluido yo, por lo que todo quedaba bajo su jurisdicción. La palabra “todo” comprendía también la naturaleza de mis diversiones y ocasionales vicios, y hasta la elección sobre los destinos vacacionales, el modelo de auto familiar, y, por supuesto, la urbanización donde nos construyeron el chalé. Mi vida ha transcurrido, como se puede imaginar con facilidad, entre la comodidad y la realización personal completa. Y ahora, cuando ya peino canas, hago balance y rememoro, comprendo que ha llegado el momento de quitarse de enmedio, pues nada más resta por hacer. Había decidido llevarlo a cabo de un modo algo original, pinchándome en diversas partes del cuerpo con un abrecartas impregnado en curare. Pero mi amigo el farmacéutico me desaconsejó el método, por extravagante y lento, y me facilitó la cantidad precisa de arsénico para proceder en consecuencia, lo que aceleraría el proceso a cambio de algunas convulsiones violentas. No convencido del todo, cuando le planteé mis objeciones a otro de mis mejores amigos, me las disolvió de un plumazo; no sin antes recomendarme con insistencia la redacción de una breve autobiografía, como corolario final de mucha mayor elegancia. Y aquí queda.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

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