domingo, 24 de febrero de 2019

LA BANALIDAD EXPERIMENTAL: "ME ACUERDO" DE GEORGES PEREC

Bien, por fin, después de muchos años de espera, he leído los 480 apuntes del libro experimental de Georges Perec Me acuerdo (Je me souviens, en el original francés). Escrito por uno de los autores más emblemáticos de la literatura vanguardista del siglo XX, el famoso OuLiPo (Taller de Literatura Potencial), las expectativas que suscita son enormes para cuantos amamos lo que tenga que ver con la memoria, el pasado, el tiempo. Sin embargo, lo más suave que puedo decir ahora mismo, es que he perdido una hora y media de mi tiempo. No es demasiado inconveniente, claro, y además ya puedo opinar con conocimiento de causa. Pero me ha parecido una estupidez invertir ese rato en algo tan banal e inane salido de las manos de un autor famoso. Las conclusiones, tras su lectura del tirón, son frustrantes en grado máximo.

Como sabrán muchos, pues es obra conocida, trata de exponer por escrito de forma muy breve, casi telegramática, unos cuantos recuerdos de la etapa infantil y juvenil de este autor francés. El problema no es ése, pues una enumeración de recuerdos es algo que contamos y escuchamos todos los días. El problema es que sólo los enumera; eso sí, de un modo muy breve -¡menos mal!-. Es decir, que no interpreta ni saca conclusión alguna, ni toma el pasado como maestro, ni intenta explicar por qué le vienen esas imágenes o frases o personas a la cabeza, ni qué influencia han tenido en su vida. Nada: los expone, sin más, de forma directa, sin subordinadas, como quien lee la lista de la compra. Les pongo unos ejemplos muy breves: “Me acuerdo del café de Jean Robic, en la avenida de Maine”; “Me acuerdo de las guerras de almohadas”; “Me acuerdo de la paloma de Picasso, y de su retrato de Stalin”; “Me acuerdo de que en tercero me pasé más de quince días dibujando un mapa de la Roma antigua”. Y así, hasta 480, incluyendo varios cuya traducción resulta imposible por ser juegos de palabras de la lengua francesa. Como se puede ver, ninguna valoración se aprecia en ellos, frustrándose de ese modo poder saber su opinión sobre lo memorado. 

La famosa Me acuerdo, de Georges Perec, es tan solo una enumeración de flashes mentales, sin utilidad para nadie que no sea amante del OuLiPo, su familia o su club de fans. No sé la que le habrá supuesto al autor, además de para sacar otra obra extraña más de su magín, y ponerla en el mercado, al alcance de sus minoritarios lectores potenciales. Desde luego, la que le puede reportar al lector habitual es nula, más allá de la curiosidad coincidente que pueda tener un francés (la mayoría de sus recuerdos nada le dicen a un español, un alemán o un ruso, por ejemplo). En concreto, en mi caso no puedo decir que sea de “cero absoluto”, porque si estoy escribiendo esto, ya es un beneficio indirecto; además, me ha suscitado curiosidad por leer la obra del estadounidense Joe Brainard (que antes que él ideó el procedimiento, y en cuyo libro homónimo confesó Perec haberse inspirado), para comprobar si su planteamiento genésico el mismo que nos muestra el francés. Y también (¡qué narices!) porque me ha entrado gana a mí de crear mi propia serie de recuerdos breves (nada que ver con la extensión de los Hitos de mi escalera), pero donde después de cada uno de los apuntes venga algo que dé sentido a dicho recuerdo. Porque en mi diario yo puedo escribir lo que me dé la gana, lo más obsceno, monstruoso, o irrelevante; en él puedo escribir lo que desee. Pero cuando uno lo expone a ser leído por los demás... Si por ejemplo yo a mis lectores les cuento en mi blog que cuando hice la primera comunión me regalaron los 50 Juegos Reunidos Geyper, y no digo más que eso, ¿qué importancia tiene que yo lo cuente? Es una pura exhibición narcisista aún más inútil que el narcisismo puro. Ahora bien, si digo que dentro de esa caja de juegos había un ajedrez chiquito de piezas de plástico, y que ahí comenzó una historia de pasión por ese juego que hoy aún perdura casi 50 años después, eso sí -pienso- puede venirle bien a alguien además del autor mismo, que entenderá así parte de su presente, preguntándole con cautela a su pasado.

Pero esta vida nuestra es muy rara, porque, hurgando un poco sobre este particular, me entero de que hay una serie de personas que son amantes acérrimos de esta obra, de entre las cuales me llama la atención Juan Bonilla -escritor a quien admiro mucho, y que es una de mis referencias patrias en cuento y crítica literaria-, que ama esta obra de un modo tan obsesivo que colecciona ediciones del Me acuerdo de Perec en todos los idiomas que encuentra, aunque no los hable ni los entienda. Esto, yo, tampoco lo entiendo del todo. Pero, como decía El Gallo, ha de haber “gente pa’tó”.

Pd generosa/ El único apunte -el único- que me produjo interés -y risa- de todo el libro, lo transcribo a continuación, por lo excepcional: “Me acuerdo de que el día  después de la muerte de Gide, Mauriac recibió este telegrama: ‘El infierno no existe. Suéltate el pelo. Stop. Gide’.”

sábado, 23 de febrero de 2019

ÚLTIMA JORNADA DE PESCA




Mira, Manolo, yo no doy más de mí.
—Pero, mujer, y ahora, ¿qué pasa?
—Pasa, que ya me cansé.
—Y ahora ¿de qué te cansaste? Porque la semana pasada, fue de jugar al tute a dos bandas.
—Pues me cansé de venir a pescar contigo.
—Y eso, ¿desde cuándo?
—No me gustó nunca, hijo, nunca.
—Pues me entero ahora mismo. Parecía que venías con ganas.
—Era por darte gusto, pero siempre me aburrí como una osa. Y además, estoy cansada de todo lo restante.
—Pues mira cuándo me voy a enterar...
—Siempre hay un momento primero para todo.
—Claro, pero ya podías haberlo dicho antes. Habrías ahorrado disgustos
—Eso se dice muy fácil, pero a ti cualquiera te lleva la contraria, hijo.
—Ni que hubieras acabado en el hospital conmigo.
—Bueno, porque no fui a dar parte nunca, pero...
—Pero ¿qué?
—Nada, nada. Que me aburro, vamos, y que no vengo más. Te quedas con la caña y todo, y así pescas tú el doble.
—Pues tú verás lo que haces, porque yo en casa sola no te pienso dejar.
—Pues tú verás lo que haces, porque a estas alturas ya me da igual todo.
—Y con eso, ¿qué quieres decir?, a ver.
—Quiero decir, que ya me cansé, ya te digo. Y no sólo de pescar, sino de todo lo que tiene que ver contigo.
—Ya, y eso lo decides tú solita, ¿verdad?
—Pues claro.
—Pues no está nada claro. Y ya te estás yendo para casa, que cuando
 yo llegue ya aclararemos esto mismo y más cosas. Y con la cena puesta, que empiezo a tener gazuza.
—Faltaría más.
—Menos cachondeo, que la tenemos.
—La vamos a tener igual, así que...
—Que ¿qué?
—Que allí te espero, y que la tendremos; y gorda, te lo garantizo. (Y seguro que va a ser la última, de eso me encargo yo).
—Pues a lo mejor es la última que tenemos.
—Pues sí, mira, eso también lo pensé yo. Ya era hora de que coincidiéramos en algo. Aunque igual no, porque mi final seguro que es diferente al tuyo.
—Bueno, anda, tira pa'casa, que ya voy yo dentro de un poco.
—Sí, sí, no te demores, que las cosas en caliente, mejor. (No sabes lo caliente que estoy, pero no para la cama, sino para clavarte un hierro entre los ojos, animal)
—A ti te voy a calentar yo el morro todavía.
—Venga, en casa te aguardo; mientras, tendré todo a punto (la cena, la lumbre, la escopeta...).


Robado en Benicassim (Castellón, Comunidad Valenciana, España)
Julio, 2006 ----- Nikon D100

viernes, 22 de febrero de 2019

COSAS QUE ME FASCINAN (III)

  1. Comenzar a ver una serie nueva, una película nueva, una entrevista nueva, y sentir que me olvido de todo cuanto no se halle ante la pantalla porque me atrape hasta ese punto
  2. Entrar en una iglesia románica de peregrinación a una hora cercana al cierre, comprobar que no hay nadie, y que puedo pasearla, honrarla, paladearla, fotografiarla en absoluta soledad entre 15 minutos y media hora
  3. Comprobar los efectos que la orogenia tectónica produce en la corteza terrestre en algunos lugares como costas o montañas
  4. La verificación de que la relectura de una obra literaria clave en mi vida no sólo no desvanece los placeres pretéritos, sino que los incrementa, porque yo ya no soy la misma persona que la leyó entonces
  5. Comer en un restaurante donde el esmerado servicio, los novedosos y deliciosos platos, el maridaje de bodega y el entorno del lugar y sus vistas logren un ensamblaje perfecto, que perdurará para siempre en la memoria
  6. Hallar que entre las 50, 100, 500 o 1000 fotos que puedo realizar en un día tipo, hay una docena que me transporte al paraíso por originalidad, oportunidad, belleza y composición, y que permita aventurar una gozosa y exitosa edición
  7. Sorprenderme de un modo sincero y absoluto por algo escrito por mí o fotografiado por mí, comprender que es algo de calidad, y llamarme la atención que haya sido hecho por mí, pues ya no lo recordaba
  8. Comprobar que a pesar de los múltiples intentos por arrumbar la excelencia, todos los cursos encuentro unos pocos alumnos por los que merecería la pena vivir
  9. Ir de librerías, a la caza de alguna novedad no fichada; o bien hacer lo mismo por la red a la caza de algún libro interesante en las webs de libros viejos
  10. Jugar al ajedrez, de modo físico o -más comúnmente- de forma virtual por internet. Se trata del único juego al que le soy fiel a mi edad, teniendo en cuenta que aprendí a jugar con 8 años

Por si interesa ver las entradas primera y segunda de esta serie

miércoles, 20 de febrero de 2019

RENDICIÓN





Harto de su propia historia, de los rumores que su figura destilaba, del temor que suscitaba entre las gentes, de su poderío ancestral, de no encontrar jamás rivales a su altura; hastiado de la rutina temporal de los sacrificios de héroes y doncellas, de la monotonía geométrica de su residencia sin salida; avergonzado por los orígenes impuros de su nacimiento y convencido de la inutilidad de luchar contra su destino, el Minotauro, ya viejo y fatigado, cansado de prever con antelación todo cuanto pudiera sucederle, se despojó de su escasa vestimenta, relajó sus miembros y se dispuso a aguardar la violencia ambiciosa y embaucadora del héroe, que se adentraba ya en el quebrado recinto, y caminaba tan seguro de sí, como lo estaba él mismo del desenlace final.
Del libro inédito Micrólogos, 2012

Minotauro, en Jerez de la Frontera (Cádiz, Andalucía, España)
Julio, 2004 ----- Minolta dImage 5

martes, 19 de febrero de 2019

MI PALABRERÍO CANALLA (42)

DIGNIDAD: Equilibrio de fuerzas entre la opinión que poseemos de nosotros mismos y el trato que recibimos de los demás. El desequilibro hacia nosotros lo llaman prepotencia (los demás). El que se inclina hacia los demás, lo denominamos vejación (nosotros).
DILETANTE: Aquel que obtiene deleite con la comprobación de que los demás no disfrutan tanto de las cosas artísticas como él/ella y, además, se congratula ostentosamente de ello, que es lo que más fastidia precisamente a los demás.
DINERO: Codiciadísimo conjunto de objetos usado como instrumento de cambio. Es la principal causa de recurrencia a los atavismos más violentos entre los que se tienen por seres humanos.
DIOS: 1. Con mayúscula (aunque no se sabe bien por qué), ente de ficción cuyas andanzas y aventuras han tenido enorme éxito y mayoritario seguimiento desde el albor de los tiempos. De los libros que las han narrado se han tirado miles de ediciones en todos los idiomas, convirtiéndose en los best-seller de los best-sellers. 2. Con minúscula (aunque no sé bien por qué motivo), yo mismo; desde mi punto de vista, naturalmente.
DIPSOMANÍA: Afición contumaz e irredenta por la ingesta deleitosa de bebidas alcohólicas con el objeto de alcanzar un estado que sea distinto del que habitualmente se tiene sin beber. Como por lograrlo se arrostran vejaciones, despidos, desprecios, cirrosis, humillaciones y otros desatinos diversos, da la impresión de que, una de dos, o ese estado merece la pena, o el estado anterior es realmente penoso.
DISCÍPULO/A: Seguidor de alguien que piensa por sí mismo o de alguien que dice  hacerlo y convence a los demás de la veracidad de su aserto; por regla general, se trata de seres débiles, sin carácter propio, volubles, influenciables, dirigibles, explotables, humillables, sacrificables, etc. Aunque excepciones hay.
DISCURSO: Toda sucesión de palabras engranadas con algún fin, casi seguro lucrativo para quien lo pronuncia y horroroso para quien tiene la obligación de oírlo; pese a que siempre queda el nunca bien ponderado recurso de no escucharlo.
DISCUSIÓN: Monólogo pugilístico, inmovilista, sin concesiones, de resultado nulo.
DISECCIÓN: Acción de crear un rompecabezas con un cuerpo animal a base de escalpelo, aguante estomacal y ciertas dosis de morbo.
DISFAGIA: Imposibilidad para tragar, sobre todo políticos, charlatanes, famosos de couché, críticas literarias o cinematográficas de periódico, experimentos vanguardistas de museo reciente, divos mediáticos y otras chusmas contemporáneas.

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

lunes, 18 de febrero de 2019

EL AMOR REPOSA DE SUS BATALLAS



Tras una noche muy inquieta, llena de sobresaltos, agresiones verbales y físicas, discusiones violentas y sexo liberador, los dos amantes habían aplazado sus hostilidades de forma temporal, y habían salido a dar un paseo. El sol brillante permitía una brisa ligera que impedía la formación de calima, por lo que el cielo resultaba de un azul cerúleo que invitaba a su admiración. Andando, llegaron a lo alto del paseo, sobre el mar. Habían cruzado pocas palabras, pero habían ido de la mano todo el tiempo. Cuando hubieron alcanzado la parte más alta del paseo, la brisa cesó, y el calor de la mañana se hizo el dueño de las sensaciones, haciéndolas muy agradables. Se sentaron en un banco. Contemplaron el mar, que no mostraba signo alguno de movimiento. El calorcillo en los cuerpos resultaba de lo más adormecedor, y ella acabó recostándose sobre las piernas de él, alargándose en el resto del banco. El no se echó, pero también sintió cómo le sobrevenía el sopor. Todo parecía en calma: no había gritos, no había insultos, no había reproches, ni tampoco golpes; en ese momento, ninguno de los dos se sentía frustrado. A su alrededor, sólo silencio y un día espléndido. Además, el cuerpo de su chica yacía sobre él, y parecía adormilada, acaso estuviera soñando. Le acarició el pelo. La quería, pero siempre había muchos peros. Habría que tomar decisiones; pero ¿cómo? y ¿cuándo? En ese momento, no parecía posible. En ese momento, no cabía más que sentir la caricia del sol en la espalda, y rogar que se levantara algo más de brisa para templar algo la temperatura, para retomar fuerzas ante el próximo asalto, de camino a casa. Entretanto, su amor restañaba sus heridas frente al mar.


Robado en Llanes (Asturias, España)
Mayo, 2003 ----- Minolta dImage 5

sábado, 16 de febrero de 2019

NECESIDAD DE LOS MITOS

Los mitos siempre han sido necesarios para poder soportar la realidad en todas sus dimensiones.  Los mitos generadores, presentes en todas las cosmogonías antiguas.  Los mitos que dan miedo, como los fantasmas, los vampiros, los zombies o el diablo. Los misteriosos, como los ovnis, las civilizaciones generadoras de los inicios (antes del comienzo de la Historia) o la infalibilidad del papa. Los esperanzadores, como la reencarnación, la vida eterna tras una vida pía, la viuda rica que se enamora de ti, la piedra filosofal, conseguir oros olímpicos con puntuación de 10,  un tesoro enterrado en el jardín, el grial, el mayor premio de la lotería, adelgazar sin dejar de comer, o que la tecnología nos consiga un futuro sin privación alguna.

Cada uno tenemos los nuestros, que no tienen que ser por obligación religiosos, ni deportivos, ni siquiera espirituales. Pueden ser de lo más carnal, de lo más inmediato, de lo más prosaico. El amor eterno o la pareja ideal; el progreso infinito en cualquier actividad; conseguir publicar una obra o colgar un cuadro en una exposición; evitar el dolor de nuestros hijos; conseguir dar las clases perfectas al grupo perfecto; llevarse bien con toda la familia o con todo el vecindario y caerle bien a todo el mundo; conseguir escribir la obra imperecerdera; erradicar el hambre del mundo; o la inmortalidad, por poner sólo algunos ejemplos.

Sin mitos, es difícil encajar los vaivenes de la vida, su insoportable mudabilidad, su sinsentido intrínseco que uno ha de llenar como mejor sepa, su impredecible e ingobernable transcurso. Y aun sabiendo que los mitos son zanahorias que nos colocamos ante los ojos para que nuestros cuerpos avancen; aun conociendo la falsedad de los mismos, solemos preferir las ventajas que nos ofrecen a los inconvenientes que generan. Preferimos una falsedad impulsora que una verdad dolorosa, inmovilizadora o paralizante

[Concluir, aunque queda poco] 

jueves, 14 de febrero de 2019

PENITENCIA







Así me gusta, hija mía, que seas obediente. Ya sabes que si no haces lo que te digo, tu salvación resultará muy difícil, por no decir imposible.
—Sí, padre.
—Veo que has venido a mí, pura, desnuda, libre de taras mundanas, como te ordené ayer, para proceder a tu limpieza general de pecados.
—Como Su Reverencia me mandó, padre.
—Bien, bien. Ése es el camino. El de la obediencia sin tasa, porque el Señor, que todo lo ve, no tolera distracciones de sus preceptos divinos.
—Eso creo, padre.
Tu cuerpo te delata, hija mía. ¡Cuánto vicio se atesora en él!
—Muy cierto, padre. Soy una gran pecadora.
—Pero eso no debe afligirte, pues Cristo perdonó a María Magdalena, que había pecado más de lo que hayas podido hacerlo tú.
—Sí, padre, mucho más.
—Con todo, Cristo permitió que ella, en agradecimiento, le agasajara con ungüentos y perfumes, ante la mirada asombrada de los discípulos.
—(...)
—Lo que quiero decir es que tú no debes ser menos, hija mía. Y que debes agasajarme en la medida que corresponda.
—¿Y cómo, padre? No tengo dinero para lujos caros con que obsequiarle.

No te preocupes por eso, y ven, hija, ven conmigo. En mi celda sabré yo darte acciones y tareas con que agradecerme el bien que por mi intercesión el Señor te va a conceder y yo, en calidad de su representante, te voy a administrar.
—¿Será como una penitencia, padre?
—Podríamos decir que sí, hija. Aunque de la penitencia por tus pecados hablaremos después, cuando hayamos terminado.

Grupo escultórico en San Millán de la Cogolla (La Rioja, España)
Agosto, 2005 ----- Nikon D100

miércoles, 13 de febrero de 2019

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (24)

Pregunta 64

Usted y una persona a quien ama profundamente se hallan en habitaciones separadas; cada uno tiene un botón cerca. Saben que ambos morirán, a menos que uno de ustedes oprima su botón antes de que transcurran sesenta minutos. Más aún, el primero que oprima el botón salvará a la otra persona, pero morirá de inmediato. ¿Qué cree usted que haría?

Pues éste me parece un argumento excelente para un relato de tipo medio, de unas 8 ó 9 páginas, sí señor. Resume muchos de los temas que me son caros: el amor puesto a prueba, la comprobación de que en una situación extrema es donde los sentimientos “cantan” si son sinceros y si no son sinceros, también, una disyuntiva perentoria con peligro inminente, la muerte, la lucha de contrarios, la verificación de la verosimilitud del amor, y otros etcéteras. Es más que probable que tome esta magnífica idea argumental y la traduzca a un cuento, si me pongo a ello y no me da el canguelo.

Por lo que respecta a la respuesta en sí, debo repetir que mi egoísmo inveterado me motivaría a esperar hasta el último segundo que la otra persona me salvase. Si lo hiciera, la mantendría para siempre en mi memoria con agradecimiento perpetuo y convencido de que el amor puro y sincero existe. Si se cumplieran los cincuenta y nueve minutos y 55 segundos y comprobara que mi amada no había pulsado su botón, con lo cual ella manifestaría idéntico egoísmo que el mío, me defraudaría de tal modo que quedaría a las claras que su amor no era tan intenso y perfecto como ella había manifestado tan alegremente con anterioridad; por ello, no me importaría que desapareciera de mi vida y por tanto, me importaría tres narices que muriese. Pero es que además en este punto se añadirían unas virutas de venganza por no haber hecho lo que yo estaba deseando que hiciese, que es salvarme. Por esa razón añadida, y teniendo la absoluta seguridad de que yo iba a morir igual, no haría nada por salvarla a ella, con lo que ella también moriría. Ambos dejaríamos de existir en justo castigo a nuestro comportamiento mutuo, que sería igual de reprobable, pero como el que juzga al final todo lo referente a mí soy yo, pues prevarico siempre que puedo y dicto sentencias a mi favor con liberalidad y sin tino. De modo que ahí queda eso.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

martes, 12 de febrero de 2019

ENVIDIAS ENTRE ELLAS


—Vamoh, niñaaaa, que yevah tóa la mañana con el puto luná pa'rriba y pa`bajo.
—(...)
—Ci, totah, no te ha cresío de ayé a hoy.
-(...)
—Ademá, no é feo del tó. Te cienta bien. Paresse que puéh mirá de ehparda.
—(...)
—Ay, nena, qué pezaíta ehtá con la coza fícica. Ci totá, er chico éce te quié lo mihmo. ¿No vé que zólo te quié pa'una cosa, tonta'l pino?
—(...)
—¿O qué te crée, que ece tío te quié?
—(...)
—Mira, a esoh gachó, me loh conoc-co yo, Ci yo te contara, hiha.
—¿Tú? ¿Qué vah a contá tú, si no te comeh ná?
—Ezo é lo que tú te crée. De todoh modoh, no hablamoh de mí, sino de ti, bonita, y te digo yo que ece tío, no te quiere máh que pa'l seso.
—(...)
—Y pa'ezo, da iguá que ehtéh gorda que flaca, porque... ya me entiendeh.
—(...)
—Y lo de lah manchita, máh de lo mihmo.
—(...)
—Ci, totá, pa'lo que te va a dá ece muertodhambre.
—(...)
—Que zeguro que hahta foya má, como zi lo viera.
—Mira, guapa, mi novio me quiere, me guhta y me foya de vissio.
—Ah, ¿cí?
—Cí, ¿y zabeh otra coza?
—¿Qué? A vé...
—Pueh que te den por culo, bien dao; pero bien, a ver ci ací deha de jodé ar personá, que no hay dioh que te aguante, tontalnabo, envidioza de mielda, que ci tuvierah algo que yevarte ahí en medio, a lo mehó ce te quitaba eza cara de malfollá que yevah ciempre, bonita. Ale, condió.

Robado en Menorca (Islas Baleares, España)
Julio, 2004 ----- Nikon D100

lunes, 11 de febrero de 2019

HITOS DE MI ESCALERA (36)

De mis tiempos de estudiante en Madrid podría escribir tantas cosas, que aburriría. Pero el objetivo de estos Hitos es mostrar los momentos clave que a mi juicio han supuesto experiencias, momentos o volantazos lo suficientemente importantes como para que mi vida cambiara en buena medida. Por eso, de las dificultades para acomodar mi timidez congénita, mis escaseces monetarias y mi particular carácter, con el férreo y prioritario objetivo de lograr el mejor expediente académico posible y la nueva realidad de inquilino novato de un hostalito madrileño en pensión completa, hay que pasar necesariamente, si no parecería un lágrimas convicto y confeso.

En cambio, hubo algo esos primeros meses de novedades absolutas y casi diarias que tuvo una importancia capital para mi devenir intelectual. Fue en una de mis múltiples incursiones por las bibliotecas de que disponía por la zona donde vivía (barrio de Tetuán, cerca de Bravo Murillo). En una de ellas, mientras fatigaba sus catálogos de fichas en busca de referencias para las diferentes asignaturas, di con un libro -no sé bien cómo- de cuyo desconocido autor (Sébastian Faure) nada sabía, pero con un título impactante que me noqueó: Doce pruebas de la inexistencia de Dios. Como no estaba disponible para préstamo, fui a la sala donde se hallaba. Abrirlo y comenzarlo a leer fue una epifanía. Allí estaba todo cuanto había estado demandando durante años. Y ya no paré hasta que me hice con él en propiedad, pocos días después.

Quienes no hayan seguido estos Hitos con regularidad, acaso quieran informarse de mi problemática religiosa, desde mi ferviente creencia infantil (Hitos, 5), las dudas iniciales y ruptura definitiva con la religión católica (Hitos, 18), hasta las primeras lecturas teóricas (Hitos, 19). Pero, para resumirlo, yo caminaba adecuadamente hacia un ateísmo militante de progresiva radicalidad. Pero... El problema es que no encontraba las obras o las justificaciones teóricas que me acabaran de “rematar”. No se piense por ello que la labor había sido reciente. Para quien se lee El Anticristo de Nietsche con 16 años, o Por qué no soy cristiano, de Russell, con poco más, no era ningún problema acceder a obras sobre ateología (aunque de aquélla no se había escrito la famosa obra de Michel Onfray). Pero lo que me satisfacían desde unos puntos de vista, se me acababa escapando por su falta de sistematización. Total, que yo necesitaba algo que me lo dejase no sólo bien claro, sino que pudiera “estudiarlo”, para poder exponerlo con soltura en mis tertulias y debates y poder derrotar dialécticamente a mis oponentes, sobre todo, algunos oponentes del Opus, con quienes me las hube y me las traje.

Y, de repente, aparece la obrita de Sébastian Faure, que ni siquiera era un pensador original (por eso quizá fuese tan didáctico y tan claro), sino un divulgador anarquista francés, que sistematizó en este librito justo lo que yo precisaba para ordenar con solidez argumentos, ilaciones, silogismos y razonamientos lógicos con los que contrarrestar los muy documentados teístas de mis compañeros opusinos, o sólo conservadores. El panfleto fue escrito probablemente a principios del XX -no hay certeza absoluta-, pero tiene una modernidad estructural que lo hace actualísimo. En ese libro, yo veía cómo el autor desmontaba las incoherencias de los razonamientos religiosos cuando intentaban justificar la existencia de Dios usando la razón. Y empleándola él mismo llevada al extremo de la lógica pura, conduce su escrito a una crítica demoledora que paladeé con infinita satisfacción. Varias veces. Mi dialéctica cobró nuevos bríos, y mi propia concepción del concepto “dios” se tornó más clara, delimitada y sin flecos. 

La primera edición que poseí de aquel libro, de la editorial Akal (¡cómo no!) todavía obra en mi poder; destrozado, abierto, subrayado, acuchillado, deshojado, manchado, etc. Una  hermosa edición en tapa dura muy posterior, de la editorial La Máscara,  con el título algo cambiado: Doce pruebas que demuestran la no existencia de Dios, y una portada con un detalle del Saturno devorando a sus hijos de Rubens, figura en lugar de honor entre mis “selectos de tapa dura”, a mis espaldas, protegiéndome en mi escritorio.

viernes, 8 de febrero de 2019

ANTE TODO, MUCHA CALMA


Paciencia, Fermín, paciencia. Piensa que la vida es una sucesión de trágalas y que a ella se viene a sufrir y a sufrir, que no en vano le llaman el valle de lágrimas. No debes tomarlo todo por la tremenda. Piensa que las cosas a veces se juntan de una manera que nadie controla, y que por algo se dice que a perro flaco todo le son pulgas. Templanza, Fermín, templanza. Has de entender que los hijos son, justamente eso, hijos: seres dependientes, pero independientes y que no pertenecen a tu generación, y que un embarazo más o menos, en los tiempos que corren, es natural y, si me apuras, necesario. Morigera tus impulsos, Fermín, y maneja suavemente la espada. Por otro lado, ya has oído hablar de las tribus urbanas; es como lo de los hippyes, los rockers, los mods, los punkies; sólo que ahora el padre eres tú, que eres también quien paga y corre con los gastos de vestuario y atrezzo. Moderación, Fermín, que los movimientos no dejen vislumbrar tu ira. Piensa que los matrimonios hoy no son para siempre -nunca lo fueron-, que al fin y al cabo es una situación contractual sometida a las leyes de la oferta, la demanda y el desgaste, sometida, pues a las reglas de revisión temporal reglamentarias. Es cierto que unos cuernos son unos cuernos, y que duelen más si es tu primo quien te los pone, pero de ese modo todo queda en casa, y los trapos sucios no salen demasiado lejos a relucir. Mucho tiento, Fermín, que la espada no corte el aire con violencia, sino que lo acaricie en su trayectoria. Además, hazte cargo de que lo de la oficina es siempre lo de siempre: una secretaria que te traiciona con el jefe del sindicato, un jefe que te hincha hasta las venas, una máquina de café que no funciona mientras sigue robándote, un recorte presupuestario cuando peor van las cosas, un apagón de los ordenadores centrales y un borrado técnico de la información de las bases de datos. Pero ya se dijo que se habría de ganar el pan con el sudor propio. Por lo que la prudencia se debería imponer siempre, hijo mío. O casi, porque anda, que esa llamada cancelándote la hipoteca, la factura telefónica de varios ceros y que para colmo os hayan apeado de la final de petanca, más lo de la Champions... La verdad, hijo, bien pensado, afila la espada, Fermín, afílala bien, y adelante con todo. Eso sí, hagas lo que hagas, hijo, ante todo, mucha calma.

Robado en La Coruña (Galicia, España)
Julio, 2003 ----- Konica Minolta dImage 5

miércoles, 6 de febrero de 2019

COSAS QUE ME SACAN DE QUICIO (II)

1. Que los criminales de más grande espectro (Vladimir Putin, Donald Trump, Xi Jinping) sean quienes gobiernen el mundo
2. Constatar que para dominar el mundo hace falta ser muy criminal (o dejar que los verdaderos criminales te compren)
3. Las emisoras centro-derechistas, derechistas o ultraderechistas que llevan en sus respectivos vehículos los conductores de taxi. Eso, cuando no llevan el “partido de la jornada” a todo volumen
4. El desorden, en cualquier circunstancia, lugar, residencia privada o pública
5. La venal facilidad con que los críticos de las secciones de cultura y los suplementos literarios hablan de “obras maestras” y “obras revelación”
6. Las modas que las redes sociales expanden como el humo, la pólvora, la cizaña, y que “obligan” a sus usuarios a incurrir en lo solicitado (y comprobar el número de personas que pican)
7. Que los partidos políticos se hayan convertido en empresas para dar empleo a sus afiliados y simpatizantes, donde no cuenten las ideas sino la obediencia suprema, que es lo que hace medrar
8. Que en la educación se haya ido olvidado el concepto “excelencia”, y que la igualdad se realice por lo bajo, y no por lo alto
9. Los programas del corazón o de cotilleo grueso, tipo Sálvame o Gran Hermano (o los que haya ahora)
10. La obsolescencia programada de los aparatos electrónicos, informáticos, ofimáticos y, a este paso, hasta los puramente mecánicos

Por si se quiere consultar COSAS QUE ME SACAN DE QUICIO (I)

martes, 5 de febrero de 2019

PERSPECTIVA DEL CABALLITO DE MAR



Me miran tanto, que ya no sé qué pensar. Me miran, ladean la cabeza, acercan sus miembros, tocan el cristal. ¿Qué se imaginarán desde ahí dentro? Son tan extraños, los humanos, siempre en grupo, siempre distintos, por oleadas; nunca están de uno en uno. ¿Cómo podrán vivir así, sin pasar nunca dos veces por el mismo sitio? Pero me resulta tan gracioso que me miren de esa forma, como si se sorprendieran de verme. Claro, a lo mejor no saben quién soy, ni por qué les miro con cierta pena, porque es que me dan lástima, los pobres, siempre encerrados ahí, tras el cristal, sin poder respirar este agua rica y limpia. Sí, va a ser seguramente eso, que no saben quién soy ni cómo me llamo, pero me da que no lo van a saber nunca, porque se lo digo todos los días varias veces, y ninguno me contesta. Se limitan a hacerme muecas y a mirarme, y a ladear la cabeza, y a tocar el cristal. Lo cierto es que la cautividad vuelve muy graciosos a los humanos.

Casa de los Peces (La Coruña, Galicia, España)
Septiembre, 2002 ----- Konica Minolta Z7

sábado, 2 de febrero de 2019

NI FRÍO NI CALOR (BAJADA DE NIVEL DE EXIGENCIA CRÍTICA)

Decía el preclaro Ignacio Echevarría en un "reciente" artículo (El Cultural, 28-IX-2019), que "estamos acostumbrados a que el cero sea el valor numérico neutro, por encima y por debajo del cual las cosas que medimos se cuentan positiva o negativamente, en un sentido o en otro".

"Se diría (...) que se viene rebajando de modo cada vez más galopante el grado a partir del cual un libro es juzgado como bueno, incluso excelente. (...) y el consenso en torno a esos títulos termina siendo tan unánime que se traduce, por acumulación (pues el fenómeno no deja de repetirse), en una regraduación más o menos implícita de toda la escala de valoración".

En definitiva, se trata de hablar de lo que se entiende por un gran libro, por literatura con mayúsculas.

Palabras como "imprescindible", "seminal" o "imperecedero"; o expresiones como "clásico desde el inicio", "llamado a marcar tendencia" o "referencial en su género", son utilizadas de continuo por los críticos que hoy pueblan las revistas de lectura y los suplementos culturales de los periódicos patrios. Y sin arrobo alguno, ni el menor pudor, ni la menor continencia. De tal modo que si hiciéramos caso a cada crítica libresca calificada con buena puntuación, tendríamos una biblioteca de clásicos de varios miles anuales. Sólo en España. Esto es ridículo, por descontado.

La categoría de clásico la otorga el tiempo, y una particular habilidad (de la que nadie tiene la fórmula exacta) para encajar la calidad de la obra con la aceptación mayoritaria por parte del público lector, alianza mágica que se renueva generación tras generación, que lo acepta una y otra vez, variando las lecturas e interpretaciones, que tienden en los buenos casos al infinito. Por ello, los críticos no pueden saber casi nunca cuándo una obra será clásica, cuándo se convertirá en imprescindible para entender un período o la evolución de un género o la de cualquier escritor.

La labor de los críticos debería ser menos mercenaria (todos sabemos que muchos de ellos escriben al dictado de sus jefes editoriales, o al menos inducidos a decir buenas cosas de las editoriales que inyectan una buena cantidad de dinero en publicidad, imprescindible siempre, pero más en los tiempos actuales, que corren en sentido contrario al que hasta ahora han llevado). Debería ser menos mercenaria, sí. Pero también debería estar más preparada de lo que lo está. Tengo para mí que estos escribanos de suplemento deben ser los pastores que iluminen las dudas de quienes leemos para elegir entre tanta novedad editorial, da muchas veces la impresión de que más que luz ofrecen tinieblas, porque cada uno tira en la dirección que le viene dada desde lo alto. Y más que claridad, uno ve una niebla difusa donde la abundancia de títulos es un mar imposible de surcar. Asimismo, nos gustaría que además de ser buenos guías, la mayoría aprendiera a ser más humilde en sus predicciones, aunque solo fuera para que la hemeroteca no les abofetee, a poco que se la consulte.Caben excepciones en esta labor, por descontado. Profesionales hay que ejercen su magisterio y de todos son reconocidos. Pero son la minoría.

Aunque también es preciso añadir que no toda la culpa es suya, quede claro. Hoy día el concepto de calidad está cambiando a golpe de tuit "democrático", y la idea de excelencia no pasa por sus mejores tiempos tras dos décadas de bajada de niveles educativos. A mayores, los casi 90.000 títulos diferentes de nueva edición el año 2018 no deja posibilidad alguna a que ningún crítico pueda seleccionar lo mejor, ni llevando a cabo lecturas cuánticas a la velocidad de la luz. Se edita demasiado. Demasiado. Demasiado, sí. Aunque ¿quién puede ponerle puertas al campo, teniendo en cuenta la crisis del sector? Ahora bien, entre tanta abundancia de títulos, que muchos críticos se arroguen la petulancia del hallazgo de la próxima obra maestra del milenio... Me recuerda la misma cantilena del deporte: mañana, el partido del siglo, pasado, el del milenio, mañana el de la Historia; y después ¿qué?

viernes, 1 de febrero de 2019

DIFERENTES PREOCUPACIONES



No sé por qué pasa de mí, por qué no me ve, si no paro de hacerle regalos (...sí, sí, tú vende, coño, que esa empresa está por bajar...), como por ejemplo en la fiesta de Andrea, el otro sábado, no paré de endulzarle la oreja (...que ya te dije que me lo notificó el contacto que tengo en Bruselas...), que si me encantaba su moto, que si la carrera del otro fin de semana había estado genial (...10.000 títulos, de momento... sí, joder, ¿no te lo acabo de decir?, que está cantado, sí...), pero el muy gili, igual que hace en clase, venga a tontear con la Cristinita de marras, que es que no la puedo soportar, con esa voz de pito (...venga, no te hagas el interesante conmigo, que tengo otras tres llamadas que hacer, tú, lo que te digo...), pero se va a enterar, porque esa pija no se va a llevar en un mes lo que a mí me ha costado curso y medio (...y también le dices a la chica que esta tarde en el hotel de siempre, pero que sólo dispondré de una hora...), antes le araño la cara, le destrozo el estuche, le pateo el móvil....

jueves, 31 de enero de 2019

AUTOBIOGRAFÍA (OBLIGADA) -MICRORRELATO-

Me nacieron contra mi parecer a mediados del siglo XX; me oponía a salir, pero un obstetra con fórceps zanjó mi resistencia. Fui un niño enfermizo, por lo que los diversos episodios de fiebre, cuarentenas e incluso dos operaciones graves, marcaron mi infancia. En aquella época, no podía decidir nada: ni la alimentación, ni la vestimenta, ni la diversión, pues los libros que me ofrecían, además de los prescriptivos de texto, eran los que mi abuela elegía por mí. Como era obediente a la par que sumiso, casi siempre obtenía buenas calificaciones. Acabado el bachillerato, la dilatada trayectoria jurídica de mi familia obró el prodigio de encaminar mis pasos hacia el Derecho. Pero, como siempre fui débil de carácter, no me opuse a recibirme de abogado, transcurridos los cinco años correspondientes, más la pasantía, con mi tío, el fiscal. Enseguida mi vida quedó organizada en un excelente bufete y con una excelente mujer, que me recomendó mi prima, jueza de primera instancia. La boda la organizó mi ilusionada madre, que también eligió el nombre de nuestros tres hijos, que crecieron bajo la atenta mirada de mi esposa, que velaba por el bienestar de todos, incluido yo, por lo que todo quedaba bajo su jurisdicción. La palabra “todo” comprendía también la naturaleza de mis diversiones y ocasionales vicios, y hasta la elección sobre los destinos vacacionales, el modelo de auto familiar, y, por supuesto, la urbanización donde nos construyeron el chalé. Mi vida ha transcurrido, como se puede imaginar con facilidad, entre la comodidad y la realización personal completa. Y ahora, cuando ya peino canas, hago balance y rememoro, comprendo que ha llegado el momento de quitarse de enmedio, pues nada más resta por hacer. Había decidido llevarlo a cabo de un modo algo original, pinchándome en diversas partes del cuerpo con un abrecartas impregnado en curare. Pero mi amigo el farmacéutico me desaconsejó el método, por extravagante y lento, y me facilitó la cantidad precisa de arsénico para proceder en consecuencia, lo que aceleraría el proceso a cambio de algunas convulsiones violentas. No convencido del todo, cuando le planteé mis objeciones a otro de mis mejores amigos, me las disolvió de un plumazo; no sin antes recomendarme con insistencia la redacción de una breve autobiografía, como corolario final de mucha mayor elegancia. Y aquí queda.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

miércoles, 30 de enero de 2019

MANIOBRA DE ATERRIZAJE




Y sin avisar, con la pericia adquirida en tantas horas de vuelo, sin que nada lo anticipe, ni ruido alguno la delate, inicia la maniobra para posarse en el tejado que le servirá de atalaya apenas unos instantes, mientras otea el panorama, intuye posibilidades, escucha lo que le rodea. Todo con suavidad, girando el cuerpo silencioso, grácil, con esa perfecta armonía que da la experiencia de haberse leído de una sentada, cuando polluelo, aquella obra que dignificó a su especie para siempre: Juan Salvador Gaviota.

En Cudillero (Asturias, España)
Abril 2005 ----- Nikon D100

martes, 29 de enero de 2019

ESCRIBIENDO, DE NOCHE, HACE AÑOS, COMO AYER MISMO

Leo, leo. Docenas de entrevistas pasan ante mis ojos y revueltos por mis dedos, años después de haber sido seleccionadas y guardadas. Es uno de mis modos de suplir mi “carencia de interlocutores válidos”, tantas veces aludida. Sin embargo, si no supiera que ese tipo de actividad podrá —podrá— tener alguna concreción material, algún objeto a un plazo más o menos largo, es muy posible que yo no desarrollase esa tarea. 

Ahora, de noche, siento dos músicas en el exterior, una música interna y una música de esferas futuras.

En el exterior, la lluvia me avisa de su virulencia en los cristales e intenta distraerme de las sensaciones que me produce la audición del adagietto de la 5ª de Mahler, sin conseguirlo sino sólo parcial y momentáneamente. (Para siempre, esta música irá unida a Visconti y a Bogarde en la versión cinematográfica de Muerte en Venecia. De modo imperecedero, mi espalda se contrae al ritmo cansino, ascendente de una de las melodías más hermosas que se hayan podido componer, y cuya feliz asociación con una de las obras literarias más hermosas —también— y terribles que se hayan escrito nunca.)

En el interior, unas notas de índole agridulce. El ordenador marca ya buena parte de mis pulsos diarios, pero su ausencia no me tiene maniatado, ni mucho menos. Aprovecho para inmiscuirme en pulsiones distintas de mi contradictorio yo, cuya inestabilidad sorprendería a más de uno y de dos si la pudieran comprobar por sí mismos.

En el futuro, unas esferas de curva imperfecta a simple vista, de prodigiosas tonalidades en una segunda aproximación, de atractivo suficiente a través de la distancia como para ejercer de reclamo natural hacia el que tender mi transcurso, sin aspavientos o prisa alguna, tan sólo prosiguiendo la marcha sin pausa que la dilatase en exceso con riesgo de que el interés se evapore y todo lo demás entre en crisis estructural o existencial.

Entre medias, yo aguardo.

En el diario Escorzos de penumbra, entrada de 4 de Marzo de 1999

lunes, 28 de enero de 2019

CHICA CON PERRITO



Bajaba por la Praza da Liberdade. Sus movimientos no eran corrientes. Se desplazaba con grandes pasos, impropios de quien pasea simplemente, o de quien anda con tranquilidad, máxime siendo mujer. Eran movimientos erráticos, casi en zig-zag. No parecía loca, pero tampoco parecía muy cuerda. Pero eso no trae sustancia a la historia. Lo que sí lo da era la relación con su perro, a quien seguía con la mirada, tirando con suavidad de la correa, cuando se alejaba un tanto, diciéndole palabras suaves. El perro la miraba de vez en cuando con unción. Ella no pronunció una palabra en todo el rato, aunque a veces sonreía tímidamente. Él no ladró en ningún momento, ni produjo más sonido que el de sus patas recorriendo el suelo. Por un momento, me despisté. Otros motivos atrajeron mi atención. Cuando los volví a enfocar, se encontraban en un banco. Ella, vestida con sorprendente elegancia, sostenía sobre su regazo al perrillo, que, muy quieto, parecía vigilar todo cuanto los rodeaba. Ella, con la cabeza baja, sin hablar nunca, ni siquiera susurrarle algo de cerca, no dejaba de acariciar su lomo, lo que parecía encantar al animal. Eran unas caricias largas, sentidas, intensas. Me transmitieron tanto, capté tanto cuanto les unía, que no pude menos que sentirme partícipe de aquel enlace. Y de hacerle una fotografía robada para dar constancia de ello a quienes no les baste sólo con las palabras... y para ayuda -algún día- de mi propia memoria.

Mujer con perrito, en un banco de la Praza da Liberdade (Oporto, Portugal)
Enero, 2013 ----- Panasonic Lumix G3

sábado, 26 de enero de 2019

HITOS DE MI ESCALERA (35)

A cualquiera con dos dedos de frente y escaso sentido patriótico o localista, León se le queda irremediablemente pequeño enseguida. Ya el hecho de que me coincidiera la fundación de la universidad con el inicio de mi carrera fue un hecho penoso con el que hube de cargar tres años, aunque eso sólo lo supe tiempo después, cuando pude comparar con otra institución, otra facultad, otros profesores. Pero cuando estaba en 3º, yo comprendí que en León sólo podría estudiar Historia general, cuando yo deseaba una especialidad, en concretel el mundo contemporáneo. Por ello, hube de plantearme primero a mí mismo la posibilidad de efectuar esa rama de la Historia. Una vez asumido que en mi carrera, sólo se podía lograr algo si destacabas con claridad, y acepté el reto que me suponía cambiar mi vida, el siguiente paso era plantearlo a mis padres. Eso ya fue otro cantar.

De primera mano, mi madre planteó serias objeciones: económicas, umbilicales, egoístas. En aquella no sobraba el dinero en casa, y mi hermano aún no trabajaba, por lo que la aventura de “estudiar fuera” se planteaba peliaguda, cuando no inviable. Por otro lado, mi vinculación emocional con mi madre era alta, pues de aquélla era su único apoyo en casa, con un hermano en plena adolescencia salvaje y un padre que se desentendía de demasiadas cosas. Por último, mi madre no comprendía que para estudiar lo que me gustaba hubiera de hacerlo fuera. O lo comprendía, pero le fastidiaba todo lo que iba a perder con ello.

En segundo lugar, mi padre, parco en comunicación como siempre, preguntó los porqués y los cómos. Yo los expliqué de todas las formas posibles. Y teniendo en cuenta que yo había elegido mi carrera, en franca oposición al Derecho que habría preferido él, esperaba que ahora pudiera desquitarse, limitando mis posibilidades de expansión. La verdad es que lo habría tenido fácil, pues ya digo que sólo con la cuestión económica podría haber justificado una negativa de lo más razonable. Pero, no. Ésa fue la primera gran sorpresa (la segunda la sabría tiempo después, cuando tuvo que tomar un empleo para las tardes, para compensar los gastos del "exiliado"). No sé cómo lo decidió ni cuándo, pero dio su consentimiento. Y a mi madre ya no le quedaron argumentos ni fuerzas (estaba en una etapa muy delicada, muy depresiva, sufriendo mucho por muchas causas), como para oponerse frontalmente, lo que en otras circunstancias podría haber sucedido, y yo me habría quedado en León y sin especialidad.

Admitida por la magistratura gerente -con reservas- mi matriculación en otra universidad, había que decidir cuál. Eché tres instancias, por orden de interés. La Complutense y la Autónoma (Madrid), y la de Valladolid. El plan de estudios que menos me gustaba era el pucelano, pero también era la ciudad que más cerca estaba, y eso siguió pesando hasta muy al final. Y allá por mayo del 1983, en vísperas de un tardío y ya casi irrelevante estupendo expediente académico en ese curso último en León, contestaron las universidades. La Complutense denegó el traslado, pues no admitía en esa facultad a gente que no hubiera realizado el COU en Madrid. Las dos restantes contestaron afirmativamente.

Me decidí por la Autónoma de Madrid (y mis padres acabaron aceptándolo, al final) por varias razones. La primera, el prestigio de dicha entidad (iba a recibir clase de D. Miguel Artola, nada menos, y yo quería recibir la mejor enseñanza posible). Luego intervinieron otros aspectos. Huir de León lo más lejos que fuera posible resultó casi una necesidad, teniendo en cuenta lo que estaba sucediendo en mi familia por aquel entonces, haciendo gala del más absoluto egoísmo que me caracteriza. El atractivo cultural del Madrid de la Movida era absoluto y con un potencial incontestable, con el añadido que en aquella época del socialismo de los inicios, todos los museos estatales eran gratuitos. La posibilidad de “volar” del nido familiar, y desenvolverme por mí mismo sin el control paterno, se mostraba como muy tentadora. Y la excitación propia de cualquier cambio de etapa, que si bien convivía con las zozobras, era más poderosa que los miedos. Todo ello junto concluyó con mi matriculación en la Facultad de Historia de Universidad Autónoma de Madrid, en la especialidad de Hª Moderna y Contemporánea de España, 4º curso. Hacia allí dirigí mis pasos el curso 1983-84. Era octubre. Había cumplido 20 años hacía 5 meses justos.

viernes, 25 de enero de 2019

HOMBRE INVISIBLE


Ahí lo tienen. Agazapado. Oculto. Tal vez pensando en su hipoteca, tal vez añorando un poco más de abrigo, acaso sudando y deseando tomarse un buen trago fresco. Pero de momento, ahí se encuentra, en mitad de la calle bien flanqueado de transeúntes sorprendidos que, una vez identificado el truco, se sonríen y pasan de largo, o tras arrojar algunas monedas, quizá con foto mediante, claro.

Pero el hombre invisible en lo que realmente piensa es en que tuvo tiempos mejores, en los que incluso su caso interesaba a los literatos y a los productores de cine. Aunque los tiempos lo mejoran todo, también estropean muchas cosas, o casi todo, piensa él, embutido falsamente en un traje de ejecutivo con que embaucar a la concurrencia. Humillado, vencido, pero superviviente de otra época, se adapta, se transforma en lo que ahora pueda permitirle un remedo de modo de vida. Mientras piensa en cómo escapar, en cómo disolverse sin que  le vean. Mientras piensa en cómo parecer invisible, siéndolo.

Robado en Vigo (Pontevedra, Galicia,España)
Mayo 2009 ——- Panasonic Lumix g6


jueves, 24 de enero de 2019

REESTRUCTURANDO PARA GANAR ESPACIO

Como buen neurótico de los "cuántos", los "cómos", los "cuándos" y los "porqués", voy acumulando uno a uno los volúmenes que, leídos o inconclusos, van pasando por mis manos cada año. Luego, cuando llega enero, paso todos esos títulos a una lista que será incluida en una carpeta que lleva ya unos algunas décadas de antigüedad. Hecho eso, toca reubicar dichos libros en sus correspondientes anaqueles para que queden perfectamente localizables, consultables, acariciables, etc.

Pero dicha tarea no está exenta de problemas, que cada año se incrementan. Sí, lo habéis adivinado: el espacio. El saber no ocupará lugar, pero los libros, las revistas, las carpetas de apuntes y de materiales sí. ¡Y de qué modo!. Por eso, los meses de enero suelen ser épocas de reestructuración de los diferentes espacios de mi piso que, no se os ocultará, está muy mediatizado por las implicaciones derivadas de mis dos ocupaciones favoritas: mi biblioteca y la "habitación de las fotos". No hablo de la habitación de los libros, porque no hay pieza de mi vivienda donde no haya ninguno, incluidos los dos cuartos de baño. Por eso hablo de la "biblioteca". Y ésta, año a año y kilo a kilo, sigue aumentando. Y el espacio no pare ni se expande como el universo. Ya quisiera yo, ya, que la relatividad que descubriera Einstein se pudiera aplicar a mis anaqueles. Pero, no, no. Nada de eso. Por eso, en enero, toca hacer cábalas de dónde esto, dónde eso, si tiro esto o si lo conservo, si cambio eso o lo subo al trastero, y otras disquisiciones muy irrelevantes ahora.

Pues bien, el año pasado no pude reestructurar nada, por diversas circunstancias que no vienen al caso. Pero éste sí, aprovechando la baja laboral que me ha procurado mi maltrecha espalda. Y aunque lo he ido haciendo de a poquito, pues no podía forzar los movimientos, al final lo he podido concluir. Los resultados han sido espectaculares. 

Pero a cambio de poder ver bastantes huecos donde ubicar futuras adquisiciones, y de racionalizar aún más dónde se encuentra cada elemento, he tenido que tirar unas cuantas cosas, reubicar varias más, regalar otras, y lamentar no poder usar ya bastantes otras. De ese modo, por mis manos han pasado apuntes de hace años, docenas de cintas de cassette que no sé por razón habían quedado al fondo de un armario, cientos de diapositivas de cuando hacía fotografía analógica (de las de clase y también personales -algunas de las cuales ya habían sido escaneadas con anterioridad), libros de los que ya poseo copia en tapa dura para mi "SELECCIÓN MAGNA", carteles, posters, acumulaciones y una nutrida miscelánea de basuras variadas. Fui comprobando, en definitiva, cómo se iban en muchas bolsas de basura, cientos -por no hablar de miles- de horas de trabajo autodidacta, tenaz y entusiasta; cómo desaparecían de mi vida muchos momentos clave de mi existencia reciente; cómo se llenaban mis ojos de agua cada poco, lo que ralentizaba mi tarea más que el cuidado puesto en no realizar movimientos extraños con mi espalda. Pero, bueno. Sé que no será la última vez que esto suceda en mi vida. Aunque sí que ha sido la que ha adquirido mayores proporciones de los últimos tiempos, y cuyas deleitosas consecuencias espero empezar a disfrutar de inmediato. Espero.

miércoles, 23 de enero de 2019

UN GUARDIÁN DEL HARÉN MUY CURIOSO


El animal que se halla en primer término era el custodio de un harén gallináceo en un pueblo de Toledo. Se supone que sus funciones, además de las copuladoras y generatrices, tienen que ver con el cuidado y la protección de su elenco (14 gallinas a su cargo, que pululaban por un corral casi a pie de calle, de unos 50 m2). Ello debería implicar luchar contra los intrusos, atacantes o curiosos, fueran quienes fuesen. Se supone. Debería. Pero, no. O al menos, no me quedó tan claro en aquel momento.

Cuando me acerqué a la endeble valla que separaba la calle del corral, el mismo gallo que aquí vemos en claro contraste cromático con dos de sus protegidas, no osó enfrentarse a mi avance en ningún momento -como ya me sucedió otras veces-. Sólo retrocedió unos pasos lentamente, y  mantuvo la posición, desde la que no dejó de observarme en ningún momento, pues su curiosidad resultó superior a la obligación de defensa de su serrallo. Como mi interés en hacerle alguna foto decente era muy superior a mi propia curiosidad sobre su comportamiento algo anómalo, me quedé sin saber qué habría hecho de haber proseguido mi avance. Por ello, su curiosidad quedó en el mismo punto que la mía. Él sólo vio un humano abrigadísimo con prendas negras al que algo negro le tapaba la cara y que a veces reflejaba destellos de luz. Yo únicamente llegué a ver de verdad a este trío protagonista y al conjunto  más desordenado de aves, a quienes también fotografié. Pero de esas imágenes no se ha podido salvar ni una.

En Guadamur (Toledo, Castilla-La Mancha, España)
Diciembre, 2018 ----- Nikon D500

domingo, 20 de enero de 2019

PESAR POR LA BIBLIOTECA

Me encantan las estanterías de las bibliotecas, pero también me frustran, al igual que lo hacen las librerías, incluso las de internet. Hay algo que tiende a producir angustia en el hecho de estar rodeados de todos esos pensamientos y voces distintos que nos recuerdan que, por mucho que vivamos, nunca conseguiremos leer ni una ínfima parte de los libros que ya existen, por no hablar de los cientos de nuevos volúmenes que se publican cada día. La sola idea de pensarlo puede resultar agotadora y deprimente; me recuerda que cada uno de mis pensamientos, cada combinación inusual de ideas que me viene a la mente, por sesgadas o particulares que éstas, ya han sido pensadas, sentidas, expresadas, publicadas y analizadas en otro lugar y tiempo y, por supuesto, de una manera mucho más elocuente de la que yo jamás seré capaz de ofrecer.

Sí, ya sé que podría haberlo escrito yo. Hasta las comas. Pero se le ocurrió antes a Mikita Brottman. Lo leí hace unos años en su obra Contra la lectura, editada por Blackie Books en 2017, en su página 69. Hoy sólo dejo aquí constancia -respetuosa- de ello.

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