sábado, 12 de marzo de 2016

TODA LA VIDA TEJIENDO


Sí, sí, tejo. Lo que hago es tejer. Siempre tejí. Desde pequeñita, cuando mi abuela me enseñó. Sí, mi abuela. Mi madre no podía, pobrecita; éramos siete, ¿qué tiempo iba a tener ella? Pero siempre me gustó. Aquellas manos largas y huesudas eran mucho más hábiles que las mías, regordetas y chiquitas. Pero nos entendíamos bien. Y cuando había algún problema en casa, teníamos ella y yo nuestro refugio, y tejíamos juntas en la galería, viendo llover o tras las cortinas cuando hacía sol. Ella me indicaba lo que hacía mal. Pero suavemente, sin gritar, como hacía mi tío. A veces charlábamos un poco. No era de mucho hablar. Yo sí. Le tiraba de la lengua. Me enteré de muchas cosas de la familia... Pero eso es otra cuestión, señor periodista. Todas las familias tienen lo suyo. Pero el caso es que sí, toda la vida tejiendo. Primero, por juego, por puro entretenimiento. Luego, porque un jersey y una bufanda venían bien siempre en casa. Más adelante, para mi marido y mis hijos. No es que no hiciera otras cosas, ya se imaginará. Pero era con lo que más disfrutaba, cuando me quedaba un tiempo libre. No era mucho, pero siempre sacaba algún ratito por la noche, o en el parque con los críos. No era gran cosa, pero con el tiempo adquirí una práctica que otros llaman habilidad. No sé yo. Repitiendo algo muchas veces, acaba saliendo, ¿no? Si esto es muy mecánico. Yo, lo que es inventiva y creatividad... Vamos, que yo de artista tengo bien poco. Combino bien los colores, eso sí; no como mi santo, que en gloria esté. Pero más allá de eso... Y, bueno, cuando una se queda sola, pues algo hay que hacer. Y yo nunca trabajé fuera de casa. Imagínese. Fue una vecina, que venía a este mercado a menudo. Me sugirió que ya que tejía en casa, para mí o para vecinos y amigas, que lo hiciera para los demás, y cobrando por ello. Que con eso, y la pensión podría ir tirando. Y, sí, lo hice. Con mucho miedo, claro, porque una... Pero estos chicos son estupendos. Me arreglaron los papeles, me ayudaron a contactar con dos mayoristas. Y aquí estoy. No vendo como para hacerme rica, pero todos los fines de semana salen algunos billetes. Suficientes para darme cuenta de que lo que hago le sirve a alguien. Y que además, me sigue gustando. Porque si no me gustara, sería un infierno, todo siempre igual. Pero a mí esto me relaja. Mientras tejo, veo la tele, escucho la radio, pienso, lloro un poco, recuerdo a mis hijos, tan lejos... Por eso me ves aquí cada fin de semana. Siempre tejiendo. Tienes cara de frío. ¿No querrías una bufanda?

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